Este movimiento del avión duro cerca de cinco minutos, los cuales fueron eternos para Marife, ella no podía hacer nada, más que mantenerse segura incrustándole las uñas en los hombros del pasajero que tenía debajo. En su lugar estos cinco minutos para Nicola fueron la gloria, tenía la mejor visión que podía pedir, el olor que le llegaba a la nariz era una mezcla de perfume, el sudor que desprende el cuerpo al dormir y las feromonas que trasmite nuestro cuerpo cuando estamos en situaciones de peligro. Y las de Marife mescladas con su perfume y su sudor inadvertido eran un afrodisiaco para él. Estaba tan excitado que ni siquiera sentía el dolor de los hombros al ser presionados por las uñas de Marife.
Al terminar su paso por las bolsas de aire el avión logra estabilizarse, Nicola se olvide de su computadora y tenía sus manos alrededor de la cintura de Marife, ella agradecía el tener los lentes oscuros puestos, ya que así él no podía verla a los ojos.
Marife no sabe cómo hizo para lograr salir de ahí, pero se fue lo más rápido que pudo hacia el baño que se encontraba al final de primera clase, ella se moría de vergüenza por lo que acababa de pasar, se miró en el espejo y se percató que tenía la blusa abierta, los cabellos alborotados por haberse quedado dormida y el rostro sonrosado. Ella quería permanecer en el baño durante el resto del viaje, pero no era posible. Al salir busco un asiento libre en la clase turista y se acomodó ahí, por ningún motivo volvería a primera clase.
Nicola tuvo que arreglarse como pudo el bulto que asomaba entre sus pantalones, recogió la computadora del suelo y se la puso encima, al menos con esto solucionaba su problema. Ahora lo que quería era ver si la chica que tuvo sobre él se encontraba bien.
Nicola espero por varios minutos, pero ella no volvía, preocupado llama a la azafata de vuelo para preguntar por su compañera, pero ella tampoco sabía adonde se había ido, la azafata se dirige hacia el baño de primera clase y se da cuenta que ahí no había nadie, mira hacia los pasajeros de clase turista y económica y encuentra a la señorita sentada en uno de los asientos, ella se acerca para preguntar si tenía algún problema, no entendía como una chica cambiaba su lugar de primera a turista
--Estoy bien acá señorita—
-- Pero su compañero la está buscando-- le dice la azafata, pensando que Nicola y Marife eran pareja
-- No, yo no lo conozco. Por favor no le diga donde estoy--
-- Señorita se el señor la ha molestado podría decirlo, nosotras podemos ayudarla-- le dice y señala a la otra azafata que estaba a cargo de la clase turista, ella era también jefa de seguridad en el vuelo
-- No, no es eso. Es solo que no quiero que nadie sepa donde me encuentro ahora. Les agradecería mantengan silencio. Yo soy abogada y se mis derechos-- termina amenazando Marife a la azafata. Ella piensa que debe ser un pleito de pareja y prefiere no meterse en medio del lio.
Es ahí cuando Fe se pone a recordar cuando era pequeña y le encantaba esconderse con sus hermanas en la mansión de su abuelo
-- Donde están mis princesas, el abu las encontrara muy pronto-- dice el gran Jensen Monard, quien a sus cincuentas era el popular abuelo de las tres bellezas más importantes en el pais C. Su adorada hija Josephina y su yerno Giuseppe estaban en un viaje de placer y sus nietos se habían quedado en la mansión Monard con los orgullosos abuelos Jensen y Sofía. A ellas les encantaba esconderse, siempre que podían aprovechaban para que toda la mansión, no solo el abuelo las buscara. Lo más gracioso de todo es que siempre se esconden juntas, por lo tanto, no era tan difícil encontrarlas. Jensen sabía que sus nietas estaban en la biblioteca debajo del escritorio, porque vio salir de ahí a su nieto mayor Mateo, quien llevaba cara de pocos amigos.
-- Mateo le contara al abu donde estamos-- dice la encantadora Maripaz, quien está preocupada de ser encontrada tan rápido
-- Si Mateo dice algo, pues entonces le doy con el puño-- contesta el remolino de Marife, quien cierra los puños y hace la mueca de dar un golpe al aire, quien con su mirada de ángel nadie pensaría que sería capaz de arremeter contra su hermano mayor
-- Yo prefiero que nos encuentre rápido el abu, mira mi vestido ya está todo arrugado-- dice ahora la soñadora de Marigrazzia al momento que su abuelo entra a la biblioteca y se lanza sobre la alfombra para sorprender a sus encantadoras nietas.
Los días en la mansión eran unas vacaciones para los niños, cada vez que alguno de sus padres tenía que salir de viaje, ellos pedían quedarse con los abuelos, porque sabían que esos días siempre serian divertidos.
Las tres niñas tenían diez años, ellas eran exactamente iguales en apariencia, pero sus personalidades eran muy distintas, de pequeñas siempre las vistieron con los mismos vestidos, pero de diferentes colores, así era mucho más fácil para sus padres no confundirlas.
Ellas ya terminaron el cuarto grado en un colegio solo de niñas y completaron sus estudios de forma satisfactoria, ahora que entraban al quinto grado, les tocaba el colegio para los chicos mayores, este colegio era mixto. Las tres estaban emocionadas porque sus padres volverían para llevarlas al nuevo colegio, esta vez les tocaba estudiar con chicos. Ellas eran muy coquetas y siempre estaban pendientes de los amigos de su hermano, por este motivo Mateo nunca llevaba amigos a su casa.
El Primer Día De Clases
El colegio tenía como norma que nunca los hermanos o primos que tengan la misma edad estén en la misma aula, por lo tanto, las trillizas tendrían que estudiar en aulas diferentes, al llegar su madre Josephina las acompaño hasta la entrada, ninguna quería que ella pase más allá, pues podían ser consideradas unas bebas por los demás. Aunque su madre estaba emocionada por el cambio de colegio, lo que significaba que sus hijas ya eran más grandes, sabía que debía dejarlas solas, ya no eran las pequeñitas que papá y mamá llevaban hasta el salón. Las chicas se despidieron de su madre y entraron juntas al nuevo colegio.
--Zia revisaste en internet la ubicación de los salones de quinto grado--
-- Si Paz, toda esta orden. Ahora tenemos que ir al auditorio, ahí nos dirán en que aula nos toca a cada una y veremos si estamos juntas o no--
-- Supongo que papá debe haber pedido que nos coloquen en aulas que estén cerca, yo revise el mapa en la internet y hay salones de quinto grado en el primer piso, en el segundo y otro está muy cerca a los salones de octavo-- les dice Fe, y ella es quien las guía hacia el auditorio.
Al ingresar unos profesores las reciben y les piden que se sienten en un lugar cualquiera, ellas miran hacia los asientos y deciden caminar hacia el lado derecho donde había muchos asientos vacíos, lo que ellas no se habían percatado es que muchos chicos y chicas no podían dejar de mirarlas. Desde pequeñas atraían las miradas de las personas, por eso ellas ya no prestaban atención a esto. Se acomodaron y esperaron la llegada del rector, él les dará la bienvenida a los estudiantes de quinto grado.
Hubo una pequeña actuación por parte de los chicos de décimo año, ellos que eran los estudiantes que se graduarían este año del colegio les daban la bienvenida a los de quinto grado quienes eran los más pequeños de todo el cole.
Al terminar toda la actuación y el discurso de bienvenida, varios tutores se presentaron y cada uno leería su lista de alumnos, cada niño al oír se nombre debía acercarse y formar una fila delante del tutor.
Paz escucho su nombre y le toco el quinto grado A, Fe el quinto D y a Zia le toco el quinto F y así cada una se colocó delante de su tutor y caminaron junto con sus compañeros hacia su nueva aula. Mala fue su suerte esta vez, ya que el A estaba en el segundo piso, el B en el primer piso y el F era el aula que se encontraba cerca a los salones de octavo.
Las hermanas solo se podían ver en los recreos y en el comedor al momento del almuerzo, la primera en llegar siempre era Zia, ella les guardaba el sitio a las demás.
Ya había pasado tres semanas desde que habían empezado el colegio, las chicas compartían una habitación en casa, aunque las tres podían estar solas y cada una tener su propia habitación ellas estaban acostumbradas a siempre estar juntas, es por eso que ninguna había pedido que le arreglen su propia habitación
--Chicas en el décimo grado hay un chico que es muy lindo, todavía no he podido averiguar su nombre, pero les puedo asegurar que me casare con él cuando salga del colegio-- les dice Zia a sus hermanas
-- No seas tonta Zia, para poder casarte tienes que estudiar en una universidad. Como podrías casarte al salir del colegio si ahí solo tendríamos dieciséis años-- le dice Fe y hace que la soñadora de Zia baje a tierra
-- Bueno yo no sé a qué edad me casare, pero lo voy a hacer con un chico que me apoya en la clase de informática, él es más grande que nosotras y se llama Nicola Dáñelo. Es hermoso con sus ojos verdes y su cabello negro
-- Espera un momento, él está en décimo grado y también me apoya a mí en las clases de teatro-- les dice Paz, a quien al parecer también le había parecido muy lindo el mismo chico. El problema era que Zia quien aún no sabía el nombre de su príncipe azul, también se sentía enamorada del mismo chico.
Cuando Zia al fin se enteró, que su chico hermoso era el mismo con el que sus hermanas también querían casarse, empezó un problema en la residencia Richett Monard. Las hermanas no entendían que todavía eran unas niñas y que este enamoramiento que creían sentir por el mismo chico, se les pasaría con el tiempo. El padre de ellas Giuseppe al enterarse del conflicto de sus hijas quiso cambiarlas de colegio, para él lo más importante era que sus hijas se mantengan unidas como siempre y no que tengan que pelear y discutir todo el tiempo por un chico, que además era mucho más grande que ellas.
Ese año sus hijas se pelearon al punto de querer cada una su propia habitación, pero lo mejor de todo es que la paz volvió al terminar el colegio, pues era el último año de colegio de Nicola y su familia se mudó a otro pais una vez que él se graduó.