CAPÍTULO 3

2323 Words
TAYNÁ MELO —Tayná, no vas a seguir trabajando en el hospital. En este momento, solo Lilian se quedará aquí. Si en el futuro hay una vacante, te llamaremos —dice la chica de recursos humanos del hospital y luego se va dándome la espalda. No podré seguir trabajando en el hospital donde hago prácticas, todo porque peleé con la hija del director del hospital. Exactamente, hace algún tiempo, peleé con la hija del director, Ana Paula. Una niñita mimada, insoportable, que le gusta humillar a las personas y nos trata con desprecio solo porque somos de una clase inferior. Jennifer, la directora de recursos humanos, es la empleada más antigua del hospital y pude ver en su mirada la pena por saber que nunca me llamarán para trabajar aquí. En el fondo, ella sabe que no me contratarán y seguramente se fue dejándome sola solo porque casi me humillé para ser contratada. Sé que Ana Paula tiene algo que ver con esto. Debería romperle la cara a esa vaca de nuevo, pero veo que ya no vale la pena, además de que nunca volveré aquí. Suspiro pesadamente mientras me pongo la mochila en la espalda y me dirijo hacia la salida del hospital. No puedo negar que mi corazón está angustiado, porque ahora seré una graduada sin empleo. No quiero decirles a mis amigas que realmente recibí la noticia de que ya no trabajaré aquí. Sé que se sentirán culpables. Bueno, ellas no, en realidad, Stefany se sentirá peor, ya que fue por su culpa que empezó la discusión. Ana Paula quería humillar a mi amiga solo porque supo que cometió un error en el pasado y, por supuesto, la defendí, porque los amigos están para eso. Al final, perdí mi empleo y Ana Paula aún tocó donde más me duele, porque dijo a viva voz que soy hija de un presidiario. Sé que es cierto, pero me duele escucharlo. No es fácil escuchar que tu padre es un ladrón, porque pasé años de estudio en la universidad viendo cómo la gente me miraba diferente solo por saber ese hecho. Estudié en una prestigiosa universidad aquí en São Paulo, gané una beca del cien por ciento y en ese entonces era conocida en mi clase de la universidad como la niña pobre, esa que necesitaba vender pasteles de pollo para ayudar en casa. Me sentía horrible por eso, pero mi tía siempre me enseñó que el fruto del trabajo es digno y no tenemos que sentirnos mal. Mi padre siempre dijo lo mismo. Incluso entre las miradas maliciosas, no me importaba, porque había esos estudiantes que no se preocupaban por mi condición. Incluso decían que mi tía hacía los mejores pasteles de pollo del mundo, y por supuesto, ella se sentía orgullosa de saber que su trabajo estaba siendo reconocido. Aguanté cinco años de humillaciones y miradas prejuiciosas, pero sobreviví y hoy que debería ser el día más feliz de mi vida, ya que fui convocada al hospital con la esperanza de haber sido aprobada, en realidad, me llamaron solo para decirme que no trabajaré aquí. ¿Cuál es la lógica de llamarme solo para decir eso? Podrían haberlo dicho por teléfono, así no habría tenido que gastar en transporte para venir aquí. Camino por el corredor del hospital con la cabeza baja, a diferencia de los días normales en que camino con la cabeza en alto, sin dejar que nada me afecte. Pero hay días en que no se puede mantener la sonrisa en el rostro todo el tiempo, hay días en que nos sentimos afectados y hoy estoy en uno de esos días. —Miren, si no es la pobretona del hospital. Me detengo al escuchar a la perra de Ana Paula hablando conmigo. Suspiro pesadamente al girarme y mirarle la cara a la zorra. Confieso que tengo ganas de arrastrarla del cabello en este hospital. Bueno, tal vez lo haga, después de todo, ya no tengo nada que perder. —Miren, si no es la zorra del hospital —le contesto con una sonrisa en el rostro. —Es increíble cómo finges estar bien. Sé que estás destrozada, lo vi cuando pasaste por el pasillo con la cabeza baja. Estaba ansiosa por verte, querida, y preguntarte cómo te sientes ahora que te están echando a la calle. —No, en realidad, estás viendo cosas. En este momento estoy agradeciendo por no tener que venir aquí nunca más y ver esa cara tuya de puta insatisfecha, tu pasarela hospitalaria. —Mi sonrisa se amplía al ver la furia en sus ojos por mis palabras. —Siempre tienes palabras en la punta de la lengua, es increíble en ti, pero ahora desempleada quiero ver cuánto tiempo te tomará ver que te desalojen, ya que difícilmente podrás ayudar a tu tía a mantener lo que llamas hogar. Tendrás que recurrir a tus amigos y tal vez la zorra de Stefany o Lilian te ayude. Vivirás a expensas de ellas, puesto que tienen dinero mientras tú eres hija de un presidiario y una tía inválida. Ahora sin empleo, piénsalo bien, Tayná, puedes aprovecharte de su dinero y estoy segura de que no les importará mantenerte a ti y a tu tía. Antes de que pueda responder, ella entra a una sala cercana. Cierro los puños y tengo ganas de golpearle la cara a esta vagabunda que consigue sacarme de quicio.  Hace algún tiempo, se empeñó en descubrir mi dirección y ver las fotos en internet de donde vivo. Como mi casa está ubicada en un callejón, ella difundió la noticia a sus amigas pijas del hospital y desde entonces soy conocida como la pobretona. Siempre intentó rebajarme, junto con mis amigas Stefany y Lilian, pero siempre respondía a la altura. En el fondo, tengo que dar gracias a Dios por no estar más aquí en este hospital. Lilian y Stefany son ricas, a diferencia de mí, pero no me importa. Aunque sea pobre, soy honesta, feliz y eso es lo que importa. Jamás me aprovecharía de su condición de vida, para que me ayuden solo porque ahora estoy desempleada. Salgo del hospital y voy hacia la parada de autobús. Tardo un tiempo en llegar a casa, porque para ayudar hoy está lloviendo. Termino entrando en casa toda mojada y sé que mi tía enloquecerá en este momento, porque odia saber que caminé bajo la lluvia. En mi defensa, olvidé mi paraguas hoy, aunque ella me avisó por la mañana que llovería. —Tayná, hija, corre a tomar una ducha ahora —dice en cuanto paso por la puerta. Sonrío y asiento con la cabeza. —Claro, tía, disculpa por mojar toda la casa. —Salgo corriendo hacia mi habitación mientras me quito la ropa. Entro al baño y tomo una ducha rápida. No puedo permitirme demorar, porque la cuenta de luz podría ser una locura y no quiero ver a mi tía enloquecer. Cuando salgo del baño, me seco y, después de arreglarme, voy a la cocina para darle la noticia a mi tía, para contarle que no conseguiré el trabajo en el hospital. Sé que se sentirá decepcionada, a pesar de intentar motivarme. Pero las cosas saldrán bien, porque tienen que salir. Simplemente, no puedo permitirme creer que todo saldrá mal. —Tayná, necesitamos hablar —avisa mientras pone nuestra cena en el plato. Sonrío al percibir el delicioso olor de la pasta con carne molida que acaba de hacer. —Puedes hablar, tía —cojo los cubiertos y los coloco en la mesa, junto con los vasos y una jarra de jugo. Aparto la silla y me siento mientras tomo un poco de pasta y la llevo a mis labios. Dios mío, mi tía se superó esta vez. —Magnífico como siempre, tía —elogio. Una sonrisa se forma en su rostro y me gusta tanto verla ahí. —Siempre dices eso —me acusa. —Porque es la verdad, tía. Ahora dime, ¿qué quieres decirme? —pregunto llevando otro bocado de pasta a la boca. Ella suspira pesadamente y siento que no tendré buenas noticias, así que acabo deteniendo el tenedor a medio camino. —He perdido mi pensión. Termino dejando caer el tenedor en el plato. —¿Cómo que has perdido la pensión, tía? —pregunto sorprendida. —No sé bien lo que ha pasado, pero el gobierno ha estado cancelando las pensiones de algunos jubilados. Digamos que, por ser pensionista por invalidez, quieren que me haga otra batería de exámenes donde se pruebe que no puedo trabajar más. Veo la mirada triste de mi tía y eso me destroza. Mi tía es jubilada, sufrió un accidente hace algunos años, la atropelló una moto y eso le causó una herida en la pierna, como consecuencia tiene movilidad limitada. Desde aquel día trabaja desde casa haciendo dulces y salados para vender y complementar sus ingresos con la pensión. Pero ahora, con la cancelación de su principal fuente de ingresos, ya sé que se va a encontrar en una situación financiera complicada. —Tía, tienes los exámenes y puedes demostrar que necesitas ese beneficio —intento ser positiva. Ella niega con la cabeza, es la primera vez que veo a mi tía así, tan desmotivada. —Ojalá tuviera tu esperanza, querida. Pongo mi mano sobre la suya, tratando de brindarle algo de consuelo. —Tía, las cosas saldrán bien, tengo esperanza de que el hospital me contratará y mientras tanto seguiré haciendo trabajitos en la gasolinera y doblaré salgados, los fines de semana saldré a vender —intento sonar animada, porque no puedo permitir que se deprima de esta manera. No me gusta ver a las personas cerca de mí, cabizbajas. Me conocen como alguien que tiene un tornillo menos y prefiero ser así a alguien que vive amargado. —No deberías preocuparte por esas cosas. —Tía, haces mucho por mí. Ya me he graduado y si este hospital donde era pasante no me llama, sé que hay varios hospitales en la ciudad de São Paulo y muchos podrán contratarme. No te preocupes, todo saldrá bien y no pasaremos apuros. Ella suspira pesadamente. —Mañana, iré a tu graduación por la mañana y por la tarde iré al INSS. Necesito resolver esta situación lo antes posible. El alquiler de este mes está pagado, pero tengo que tener el de los meses siguientes. Tengamos fe en que todo saldrá bien. Es como dices, querida, necesitamos ser positivas y no dejarnos derrumbar por estas cosas. —No te preocupes, tía, encontraré una solución para eso. Ahora vamos a terminar esta maravillosa pasta —digo sonriendo. Quiero mostrarle a mi tía que esta noticia no me afectó y darle esperanza de que seré contratada en el hospital, aunque sepa que ya no volverá a suceder. Terminamos de cenar y me voy a acostar. Sigo pensando en lo difícil que será ahora sin la pensión de mi tía, porque antes era como —el alquiler está garantizado — pero ahora no, necesitaré encontrar un trabajo más rápido que nunca. No puedo permitir que las cosas se compliquen aquí, además de que aún necesito conseguir un abogado para defender a mi padre. Dios mío, me pregunto si algo peor puede suceder en mi vida. Escucho la notificación en mi celular y veo que es el grupo de w******p que creé para hablar con mis amigas. Lilian: Tayná, ¿lograste que te llamaran para trabajar en el hospital? Pienso durante unos minutos en qué responder, porque no puedo decirles que no me llamarán porque peleé con la vagabunda de Ana Paula. Yo: Creo que me llamarán en los próximos días. Stefany: Seguramente, estoy segura de que una empleada tan dedicada como tú podrá trabajar allí pronto. Lilian: Solo me llamaron a mí, es muy triste no tenerlas aquí. Mi amiga Lilian es la más tranquila de las tres, tiene esa opinión de que debemos resolver las cosas con calma y tranquilidad. Nada malo sucederá cuando nos sentemos y hablemos como personas civilizadas. Me parece increíble su manera de pensar, pero a veces tenemos que actuar un poco locas y no dejarnos pisotear. Yo: Sí, sé que me llamarán, ahora dime si están emocionadas por la fiesta del fin de semana. Organicé una fiesta con mis amigas, después de todo mañana es mi graduación, pasado mañana es la de Lilian y luego será la de Stefany. Estamos graduándonos muy cerca una de la otra, aunque estemos en diferentes universidades. Así que quedamos en salir a divertirnos, además trabajé el doble en el puesto para poder pagar la entrada y tener dinero para este evento. Stefany: Vitor se va a volver loco por el tamaño de mi vestido. Sonrío. Stefany está casada con un millonario, Vitor Ferrari, él es un CEO muy poderoso, sin mencionar que su familia tiene mucho dinero. Digamos que las dos familias están alineadas en términos financieros. Yo: Yo ya tengo el mío separado. Lilian: Dios mío, tengan cuidado con la ropa que van a usar. Tayná, ponte algo decente, porque cuando empiezas a bailar hasta el suelo, puedo ver hasta tu útero. Termino riendo con el mensaje de Lilian, porque realmente uso ropa muy llamativa según el tipo de evento. Yo: Usaré la prenda más corta que tenga en mi armario. Sé que debe estar rodando los ojos en este momento. Stefany: Ustedes son geniales. Yo: Espero a ustedes mañana en mi graduación, mi tía está muy emocionada. Stefany: No me perdería este evento por nada. Lilian: Yo tampoco. Cierro w******p después de hablar un poco con mis amigas y me acuesto. Intento relajarme, pero no puedo. *** Tuve una pesadilla durante la noche, soñé que mi tía estaba enferma y que mi padre moría en la cárcel, fue algo horrible, tanto que me desperté sudando y temblando. Pero gracias a Dios fue solo un sueño y necesito mantener ese sueño alejado de mi mente, por más real que haya sido.
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