Rafael Moretti
Despierto a la mañana siguiente con un leve dolor de cabeza, anoche fui a una fiesta en el centro de la ciudad y me divertí toda la noche.
Estoy acostado en mi cama con dos rubias muy atractivas, pero no me preguntes sus nombres, porque no sé cómo responder.
Me levanto y me voy a duchar.
Hoy necesito resolver algunas cosas en el tribunal, después de todo, la criminalidad en esta ciudad no hace más que aumentar y, desafortunadamente, cada vez es más difícil mantener a estos delincuentes tras las rejas.
Soy abogado penalista, trabajo en la empresa de mi padre y soy hijo único.
Mis padres ya son mayores, siempre me están presionando para que enderece mi vida, encuentre una mujer y me case. Pero no voy a hacer eso. Me gusta mi vida de soltero y estoy muy bien así.
No quiero estar atado a nadie, además, quedarme atrapado no es mi objetivo para el futuro. Soy de esos chicos que viven al límite. Amo el sexo y no me importa si está casada o soltera, siempre y cuando sea solo por una noche. Pueden llamarme perro porque lo soy, lo admito y me gusta.
Estoy en la ducha cuando siento una mano en mi m*****o. Sé que una de ellas se ha despertado.
Me volteo y sonrío.
—¿Quieres ducharte, cariño?
Ella sonríe de manera lasciva.
—Quiero tu polla en mi coño ahora, dice de una forma sexy que me pone duro al instante.
Salgo de la ducha, cojo un condón del lavabo y enseguida estoy follando a la rubia como un loco. Por supuesto que la otra se despierta con los gemidos que llenan la habitación y acabo follando a las dos en el baño.
Después de despedir a las chicas con gran estilo, después de todo, soy un caballero, le pido a mi conductor que las lleve a casa.
Mi teléfono suena y contesto al tercer tono.
—Buenos días, señor Rafael, su padre, solicita su presencia en la empresa hoy mismo, dice la sexy secretaria de mi padre al teléfono.
Sé que es sexy porque ya he tenido sexo con ella en varias ocasiones.
—Buenos días, princesa, dile a mi padre que iré al tribunal y luego pasaré por la empresa.
—Perfecto, señor. Espero ansiosa su presencia —dice ella y cuelga.
Sé que ella quiere volver a ser follada, pero no será hoy. Estoy ocupado y prácticamente tendré que ir al tribunal dos veces en un solo día.
Salgo de casa y me dirijo al tribunal para entregar unos documentos y sé que tomará tiempo liberar los documentos que necesito, así que decido ir a la empresa de Vítor, un amigo de la infancia, donde charlamos un poco hasta que sea hora de recoger los documentos que necesito.
Cuando estoy regresando al tribunal para ir a la empresa a encontrarme con mi padre, siento que alguien golpea mi coche.
Me enfado enseguida, tanto que discuto con la mujer, a la que apenas reparo durante un minuto, ya que mi coche es más importante.
La mujer desgraciada rayó a mi bebé con su chatarra de lata y, para colmo, me dio pena, puesto que no sabía cómo cambiar una rueda.
Cuando terminé de cambiar la rueda, la maldita se quejó y hasta me trató mal. Ni siquiera recibí un gracias. Juro que si la vuelvo a ver, cometeré un asesinato.
Esa mujer es peligrosa al volante, no sabe que en las leyes de tránsito, el que choca por detrás siempre está equivocado, ya que debemos mantener cierta distancia.
En el momento en que la miré, vi esos hermosos ojos azules o quizás verdes, no sé exactamente el color, porque estábamos bajo la luz solar.
La maldita era hermosa, pero mi coche era más bonito.
Ahora estoy aquí, esperando una grúa para llevar a mi hijo al taller de coches, ya que ha sido dañado. ¡Maldición!
—Tranquilo, mi bebé, papá se hará cargo de ti y espero no volver a encontrarme con esa loca, porque estoy seguro, hijo, de que cometeré un asesinato y no podré cuidar de ti por un tiempo, digo mientras acaricio la carrocería de mi coche.
Dicen que estoy loco por los coches y afirmo que es cierto. Amo a mis bebés.
Cuido mis coches como a un hijo y Fred es mi favorito, ya que lo heredé de mi abuelo antes de que se fuera, así que tiene un valor sentimental y verlo arañado es horrible, más aún sabiendo que estaré sin él durante días.
¡Maldición!
¡Maldita sea!
Si vuelvo a encontrarme con esa desgraciada, la mato.
Observo cómo llega la grúa, trayendo otro coche que usaré mientras el mío está en reparación.
—Buenas tardes, señor Moretti, dice el conductor.
—Buenas tardes, Souza, te pido que lleves a mi hijo al taller de chapa y pintura de Léo.
—Por supuesto, señor.
Él baja un vehículo y comienza a subir a mi bebé en la grúa, mientras veo la escena, tengo ganas de llorar al verlo dañado. El deseo de estrangular a esa loca sigue aquí, firme.
Entro en el vehículo que Souza trajo y me dirijo al tribunal. Ahora estoy en un Ferrari rojo y espero que nadie choque contra él también.
Pocos minutos después, estoy en el tribunal, ya que estaba cerca. Entro y me dirijo a la sala responsable de los trámites. Recojo los documentos que necesito y cuando llega el momento de marcharme, bajo al estacionamiento.
En el camino, escucho una voz que conozco bien y afirmo que la dueña de esa voz es alguien a quien no quiero volver a ver en mi vida.
Miro hacia el techo, pensando en Dios y digo en silencio, suspirando:—Señor, dije que quería matarla, pero aquí no puedo. Por favor, ayúdame a salir de aquí y luego acabo con ella—.
—¿Cómo que no hay un abogado disponible? Mi padre vuelve a estar sin abogado y ustedes no hacen nada —pregunta alterada a una mujer.
Descubro que soy curioso, ya que me quedo parado detrás de una columna escuchando la conversación.
—Disculpe, señora, pero no tenemos ninguno disponible y su padre ya es un acusado condenado, pero conseguiremos un abogado para representarlo —dice la mujer.
—¿Cuándo? Mientras esperamos a un defensor, mi padre, que es inocente, está tras las rejas —dice la mujer enfadada.
Entonces, ¿ella es hija de un criminal?
—Disculpe, señora, no puedo hacer nada. Por favor, espere —dice la mujer y se va caminando.
Veo a la chica ponerse la mano en la cabeza y suspirar.
—¡Maldición! ¿Por qué, Señor? —pregunta mirando al techo.
Ella mira hacia atrás y me ve al lado de la columna.
Estaba tan entretenido en la escena que ni siquiera me di cuenta de que me volví demasiado visible.
—¡Maldición!
—¿Tú aquí? —pregunta poniendo la mano en la cintura.
Me doy cuenta de que es hermosa, con pechos generosos, piel morena, ojos azules y simplemente encantadora. Además de tener caderas anchas y cintura delgada.
Recuerdo que ella es una bruja disfrazada de mujer y golpeó mi coche.
—Según tengo entendido, el foro es para todos y tú debes ser un karma en mi vida. No puedo creer que esté aquí viéndote de nuevo —digo con expresión de disgusto.
La desdichada sonríe.
—Lo mismo digo, idiota, mi coche está horrible porque eres un irresponsable —dice enfadada.
Realmente, ella sigue pensando que tiene razón.
—Sabes perfectamente lo que el policía dijo sobre las leyes de tránsito. Ahora dime, ¿acaso compraste tu licencia de conducir? Porque para no prestar atención al tránsito, solo puedes haberla comprado.
—No era yo el que estaba hablando por el maldito celular, era usted. Seguramente tengo una maldición del infierno, porque encontrarte dos veces en un solo día es una pesadilla —dice irritada.
Me doy cuenta de que se ve hermosa cuando está enfadada.
—Soy yo quien debería estar pagando, ya que chocaste mi bebé.
Ella se ríe en mi cara.
—¡Desgraciada!—
—En realidad, tu bebé solo tiene un rasguño, mientras que mi coche no tiene dos faros.
—Agradece que funcione, porque en ese estado podemos decir que es un milagro.
Ella se acerca y veo que está muy enfadada.
—¿Quién te crees para hablar así de mi coche?
—Soy el dueño del coche que chocaste y debería demandarte por eso. Debería hacerte pagar los costos de la reparación de mi coche —digo irritado.
—¡Ah, perfecto! —Levanta las manos, burlándose de mí.
—Maldita—
—¿Ahora tengo que ser demandada? No es tu coche el que no tiene dos faros.
—¡Vete a la mierda, idiota, estirado de mierda!
—Listo, ahora tengo que irme a la mierda. Tú eres una bruja maldita que dañó a mi bebé.
Ahora estoy extremadamente irritado, ya que veo sus manos acercándose a mi cuello, lo que me lleva a la conclusión de que vamos a matarnos antes de salir de aquí.
—Caballeros, les pido que mantengan el orden en el foro —alguien habla.
Miro en dirección al sonido y veo a dos guardias del foro, además de varias personas mirándonos.
¿De dónde salió tanta gente?
Ella mira y suspira.
—Lo siento, pero, lamentablemente, tuve la desgracia de encontrarme con este señor, pero ya me voy —dice sonriendo a los guardias.
—Realmente una gran desgracia que espero que no vuelva a suceder en la vida —replico.
—Lo mismo digo, porque seguramente yo estaría arrestada. —Ella me mira.
—No te preocupes, porque también tengo muchas ganas de acabar en la cárcel después que te maté.
La morena abre mucho sus hermosos ojos azules.
—Maldición, Rafael, deja de fijarte en los ojos de la bruja — advierte mi conciencia.
—¿Podrían mantener el orden dentro del foro? —el guardia vuelve a hablar.
—Claro, disculpe, señor. Soy abogado y solo vine a buscar unos documentos. —Muestro los documentos.
—Hum, por eso te sientes el Dios del mundo —murmura la desdichada bruja que chocó mi coche.
Me giro hacia ella y la fulmino con la mirada, mientras ella sonríe menospreciándome.
—Lo siento, señores, ya me voy —dice y se va caminando.
Me doy cuenta de que ese viejo cacharro al que ella llama coche está unas plazas más lejos del mío.
—Disculpa, señores —digo y voy a mi coche.
Entro en el vehículo y espero a que la desdichada se vaya. Observo desde lejos que le cuesta encender el coche, pero finalmente lo logra y se va del foro.
¿Cómo puede conducir un coche en ese estado, sin faros?
¿Por qué nadie de la CET detuvo a esa desdichada todavía?
Cada vez es más difícil que alguien cumpla las leyes en esta ciudad.
Salgo del foro y voy a la empresa para hablar con mi padre.
Espero que esta conversación no sea para irritarme de nuevo, repitiendo que debo casarme, algo que no voy a hacer.
Llego a la empresa y me dirijo hacia su oficina. Me doy cuenta de que la secretaria no está en su escritorio, así que entro directamente a la sala de mi padre, quien está sentado con una expresión seria en el rostro.
Solo al observarlo, ya imagino de qué se trata.
—Rafael, necesito hablar contigo —él dice en cuanto cierro la puerta.
—Papá, por favor...
—No existe por favor, tu madre y yo nos estamos haciendo viejos y a ti poco te importa. Estás aquí trabajando, pero no piensas en darnos al menos un nieto para que podamos amar y estar a nuestro lado en los últimos momentos de nuestras vidas.
Suspiro.
Siendo hijo único, siempre me han presionado mucho para que sea un CEO ejemplar y forme una familia como mi padre lo hizo.
—No me voy a casar ni tener hijos, papá.
—Estupendo, entonces no voy a dejar mi fortuna para ti, se la daré a tu primo, Olavo.
Me sorprendo con la información.
—¿Qué? —pregunto indignado.
—No hay —qué — no voy a dejar mi fortuna a alguien que no planea llevarla adelante. Quiero que este imperio crezca y se traspase a todas mis generaciones —habla tan seriamente que hasta me duele en el alma.
—Papá, eso es injusto —digo triste.
—Injusto es luchar toda una vida y saber que mi imperio no será traspasado. Trabajas aquí, pero no lo suficientemente en serio como para estar sentado en esta silla, Rafael. Debes entender que un CEO necesita una base sólida y una familia es el camino. No estoy juzgando tu vida de soltero, pero tengo el derecho de decidir si quiero o no el futuro que propones para mi fortuna.
Suspiro indignado.
—Está bien, papá, encontraré una solución.
—La única solución es que te cases y me des un nieto, si no haces eso, ya sabes lo que haré.
Salgo indignado de la oficina de mi padre y veo a su secretaria sonriéndome.
—Rafael, mi amor.
—Buenas tardes, princesa, hoy no es un buen día, pero te tomaré esta semana para un sexo ardiente y fuerte. —Sigo caminando.
Cuando llego a casa, mi mente está a mil y me pregunto cómo proceder al respecto.
Sé que mi padre no retrocederá y no quiero casarme.
Paso horas pensando en eso, pero luego pienso en aquella morena de antes.
No entiendo por qué pienso en ella.
Esa mujer es una bruja maldita que lastimó a mi hijo y espero nunca volver a encontrarla, porque si eso sucede, mi padre enloquecerá al tener un hijo asesino y encarcelado.