02.

1989 Words
Rachel. El gran edificio frente a mí me hace sentir extremadamente pequeña. Los hombres de traje entrando y saliendo por la puerta principal me hace pensar que puedo entrar de la misma manera, pero apenas lo intento el guardia de seguridad me prohibió la entrada por no tener un pase ni una reunión pendiente. ¿Es que Rykeer se volvió tan millonario que ahora resulta inaccesible? A pesar de mi molestia, recuerdo de inmediato sus comienzos, donde también tenía dinero, pero era tan accesible para mí que con solo una llamada acudía a mí. Ahora tengo que esperar frente a su lugar de trabajo donde el guardia de seguridad me tiene en la mira todo el rato. Después de que me negara la entrada tampoco es que volví a intentar, pero no me alejé como me dijo pues mi coche está en una parte pública y tengo derecho a quedarme. Eso le molesta, es obvio. Al horario del almuerzo veo que varias personas comienzan a salir, pero él no. Tengo que quedarme a esperar durante varias horas más, siendo testigo del paso del tiempo hasta que la oscuridad comienza a rodearme. Cerca de las seis de la tarde el estacionamiento de la entrada del edificio queda desierto, y el guardia cierra la puerta principal desde adentro. Todo a mi alrededor se queda en completo silencio y mis ojos arden de tanto quedarme mirando a una misma posición. Durante este tiempo mi propia mente comienza a preguntarse si es que no dejé pasar a Rykeer y simplemente se me pasó. La misma pregunta se repite tantas veces que hasta comienzo a dudar, pero me planto en ese mismo lugar sin importar cuánto tiempo pase porque a fin de cuentas, en algún momento tiene que regresar a su casa. Justo cuando pienso que voy a comenzar a llorar sangre por el cansancio, veo que las únicas luces que quedaban comienzan a apagarse y el guardia se apresura a la entrada donde al poco tiempo, por fin le veo. Algo dentro de mi cuerpo se rompe al ver al hombre al que le entregué tantas lágrimas sin su conocimiento. Mismo que me reconstruyó cuando nos conocimos, y el único culpable de mis traumas, abandona el edificio con un traje hecho a la medida en color azul, mismo que resalta sus ojos incluso a tanta distancia de por medio. El color azabache en su cabellera me saca una sonrisa porque no puede ser nuestro hijo más parecido a él. Incluso algunos rasgos faciales son tan similares que acabo sintiendo un dolor profundo en el pecho por todo lo que se me viene encima, sin embargo el solo recordar la mirada de mi hijo me convence de que vale la pena. O lo valdrá al menos. Intentando parecer fuerte enciendo el coche al ver que se metió al suyo, un puto modelo de los últimos en el mercado. Rykeer destila dinero por todos lados. Su vestimenta, su casa, su esposa, sus objetos personales. El tipo tiene tanto dinero que de seguro, si no quiere hacer la prueba de compatibilidad cosa que será lo más probable, podrá comprarle un órgano para Ryan, así tenga que pagárselo el resto de mi vida, pero de que mi hijo tendrá una solución de esto, lo hará. Sé que mi bebé no tiene la culpa de los errores que nosotros cometimos, y pensando en cada una de las palabras que he querido decirle por los últimos dos años, acelero al ver que comienza a conducir, abandonando el estacionamiento de su empresa. Saliendo hacia las calles principales, no tengo idea de si va a hacer alguna parada o no y no puedo simplemente seguirlo hasta su casa donde obviamente ya no soy bienvenida por lo que tengo que idear algún tipo de plan. Me mantengo pegada a él como un chicle durante el trayecto y aunque sé que su esposa no le dirá nada, porque obviamente Jenna me quiere a kilómetros de distancia de su esposo, la responsabilidad de que se entere de la verdad recae solo en mí así que cuando estamos detenidos en un semáforo no tengo más alternativa que tocar el claxon varias veces intentando captar su atención. Hasta un juego de luces le hago, pero nada parece funcionar porque ni siquiera saca la cabeza por la ventanilla. En cuanto el semáforo da en luz verde, el desgraciado acelera a todo lo que da dejándome atrás. Varios metros atrás. No voy a ponerme a comparar la diferencia en potencia entre mi coche y el suyo porque apenas pude comprarlo después de todas las cuentas médicas que tengo con Ryan y su tratamiento. A pesar de que mis padres quieren ayudar no se los permito porque sé que saldremos adelante y que en algún momento seré capaz de pagar todo lo que ahora le hacen a mi bebé para salvar su vida, por lo que el coche además de ser necesario fue un completo dolor de cabeza por el gasto, así que tengo que acelerar a todo lo que da mi vejestorio para siquiera alcanzarlo, cosa que consigo tres calles después gracias a un semáforo. Una vez más quedo detrás tocando el claxon de nuevo porque si avanzó es bastante obvio que lo hizo por una razón, pero una vez más quedo completamente ignorada. No hace ni siquiera el intento de voltear, nada. Solo acelera de nuevo, aunque esta vez toma un desvío que me lleva a una ruta desconocida, no a la que lleva a su casa. Tomando el camino que lleva a las afueras de la ciudad, que conozco porque crecí aquí rodeada de todo lo que Chicago puede ofrecer, me tiene bastante confundida que se mueva hacia la ruta que nos lleva a las afueras de la ciudad. La ruta 66. A sabiendas de que esta ruta es interminable, no paro de preguntarme dónde carajos cree que va y por qué me aleja tanto de la ciudad, pero siendo él la última alternativa que me queda le sigo, tocando la bocina de vez en cuando para al menos intentar que pare, cosa que no hace. Durante más de una hora me tiene detrás suyo y a sabiendas de que me trajo para distraerme me quedo sin más opciones que… El sonido del acelerador es lo único que escucho durante unos segundos y lo único que veo es el velocímetro aumentar, hasta que finalmente me acerco lo suficiente como para chocarlo por detrás. —¡Mierda! Como si no tuviera demasiado con todo lo que me pasa en mi vida, su coche parece una puta coraza porque en vez de dañarse, se daña el mío. Humo comienza a salir del capó de mi vejestorio, lo que me impide ver, por lo tanto moverse así que durante no sé cuánto tiempo maniobro para no perder el control, pero es imposible. Las ruedas intentan mantenerse, aunque el sonido envolvente en lo que giro es demasiado, así como el intentar mantenerme en el asiento pues gracias a que no llevo el cinturón de seguridad, cuando al fin puedo controlar el coche acabo con mi cabeza golpeando el volante con tanta fuerza que me deja mareada. No tengo idea dónde estoy, ni siquiera sé si el coche será funcional después de semejante estupidez y lo peor es que fue todo por una puta causa perdida. De repente el shock emocional y la carga que tengo encima desde hace días me hacen romper en llanto dentro del coche, teniendo solo tierra a mi alrededor. El dolor que siento ahora creo que es incluso más fuerte que cualquier dolor físico que alguna vez haya sentido, todo porque mi última oportunidad se fue. Me aferro al volante del coche intentando calmarme, cuando una luz me alumbra directo a la cara obligándome a cerrar los ojos con fuerzas. —¿En qué demonios estabas pensando? ¿Por qué carajos me persigues?—me grita furioso—¿Quién demonios eres? Noto que tengo el cabello sobre mi rostro lo que le impide verme con claridad, por lo que cuando volteo hacia la linterna con la que me alumbra, el sonido de sorpresa en él no me pasa desapercibido. —¿Rachel? —¿Por qué no te detuviste?—pregunto en un tono agotado—, ¿por qué me haces perseguirte durante horas? —¡Me estabas persiguiendo como un puto acosador! ¿Qué demonios haces aquí? Yo… estás sangrando. Frunzo el ceño. De repente tengo su mano en mi frente y el mero contacto físico me desarma porque han pasado años desde que lo sentí por última vez, y aunque quisiera negar que no pasa nada, dentro de mí pasa de todo. —Te hiciste daño. ¿No llevabas el cinturón puesto? —No pensé que tendría que chocar contigo para captar tu atención—comento. —Bueno, niña lista, parece que la única dañada eres tú porque mi coche no tiene nada. Espera… intentaré abrir la puerta. Estoy tan mareada que apenas puedo enfocar la vista. De lo que sí soy consciente es de que la marea de humo se ha disipado y las luces de mi coche, así como el capó, han quedado por completo destrozados. Es una pérdida total para mí, y después de tanto gasto creo que las lágrimas se deben a esto más que a los posibles problemas físicos que llegue a tener después del choque. No sé cuánto tiempo le toma abrir la puerta, pero gracias a mi mareo y a que no llevo cinturón, acabo cayendo al suelo en cuanto lo hace, agravando mi situación. —Mierda—gruñe Rykeer, con su peculiar tono de voz grave y profundo—. ¿Puedes ponerte de pie? —Creo que no—susurro. —Carajo. Está bien, yo te sostendré. Dejando la linterna en sus bolsillos, me carga en sus brazos como una damisela en apuros cosa que nunca me agradó demasiado, pero ahora es bastante obvio que lo necesito ya que no puedo fingir que estoy bien. —Mi coche… —Tendremos que dejarlo aquí. Está destruido, no va a arrancar. —¿Cómo que dejarlo? Es lo único que tengo para moverme, no puedo… —Enviaré a una grúa por él. Ahora tengo que llevarte a un hospital. Ese corte parece bastante profundo. La visión borrosa comienza, así como el sentir que mi cuerpo de a poco se va apagando y en lo único en que puedo pensar es en que este infeliz me va a dejar tirada en el hospital, se irá y no podré decirle la verdad, al menos decirle que tengo algo qué contarle. Llegamos a su coche donde me deja en el asiento del copiloto asegurándome con el cinturón, evadiendo cada una de las palabras que salen de mi boca, respondiendo con palabras cortas como “hablaremos luego” “no te preocupes” “estarás bien”. Sé que estaré bien, sé que no debo preocuparme por mi salud, aunque sí por el hecho de que es posible que se vaya y no vuelva a aparecer, o al menos que quiera verme. Para cuando entra por la puerta del copiloto, intento levantar mi mano para tocarlo, pero mis movimientos son bastante torpes. —No te vayas—susurro. —No lo haré. Dije que te llevaría a un hospital y lo haré. —Vas a dejarme, tú siempre me dejas. Suelta un largo suspiro. El coche ya está en movimiento por lo que puedo notar. —¿Eso te preocupa? ¿Que vaya a dejarte? Asiento, perdida de a poco en mi propio subconsciente. —Sí. No puedes dejarme sin escucharme. —Oh, no te preocupes que no me iré sin hablar contigo. Me debes una explicación acerca de por qué intentaste chocarme. —Es que yo… necesito hablarte de algo. —¿Puedo saber de qué? —De mi hijo… Ryan… Entonces ahí, lo pierdo absolutamente todo.
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