Rachel. Apenas las puertas se abren siento que tengo un nudo en la garganta que me impide hablar, siquiera tragar. Mi madre, quien está de pie en el pasillo, apenas voltea a verme sabe que algo anda mal, lo presiente y es que después de tantas cosas que pasamos juntas me parece horrible guardarle un secreto tan grande como este, además de que no puedo hacerlo. Estoy tan herida que no guardo las lágrimas lo que la preocupa más todavía. Tanto que en vez de abrazarme, toma los papeles que llevo en mi mano temblorosa leyendo durante unos segundos para luego clavar su mirada en mí. Veo en sus ojos la decepción, el dolor y la traición que siente. A pesar de que no dice nada casi puedo adivinar lo que pasa por su mente, las ganas terribles de culparme que tiene y es que si bien es algo que t