–¿Está Gilbert? – cuestionó Holly a la secretaria. –Salió –respondió Zara. –Ah, ya veo –murmuró. Mejor entonces, regresó a su oficina y se apoyó en la puerta de esta, estaba cansada por la noche anterior, solo había conciliado el sueño unas horas, ya que justo cuando comenzaba a caer en un profundo y dulce sueño, su maldita alarma tenía que arruinarselo con su odioso sonido. –¿Qué pasa? –le reprochó a su taza de café, tenía tanto sueño que, ni el café mismo surtía efecto en ella. Comenzaba a dormitarse. –Mejor me pongo de pie –exclamó tratando de despabilar. Por suerte, ese día no había mucho trabajo, digo, era miércoles, no pasaba nada interesante, siempre los miércoles eran los días más ligeros de la semana, con ese pensamiento, se recostó poco a poco en el sofá de su oficina y poco