Había olvidado lo inmensa que era esa mansión, no recordaba la imponencia de la que hizo gala. Se sintió confundida, sus recuerdos de su vida anterior comenzaban a saltar del baúl de su corazón. Se volvía a topar con esa enorme puerta de roble macizo, aquella de la que había salido esa tarde de abril. Pensó que jamás volvería. La entrada se abrió y del umbral, emergió Hans, el mayordomo. –¡Señorita Holly! –dijo esbozando una sonrisa al verla al lado de Devon. –Hola Hans – contestó con el mismo gesto –Mmm ... verás, el señor Mathews necesita entrar en calor –exclamo, mientras ayudaba al rubio a sostenerse. –¡Claro! –exclamó el mayordomo mientras apoyaba al rubio a entrar al lugar. Lo cargó hasta el gran salón, donde estaba la chimenea y de prisa lo ayudó a sentarse en el sofá. Holly p