Mi equipaje, constaba tan solo de una maleta. Me había llevado todo lo que había traído a esa mansión y tenía puesto el mismo vestido con el que había llegado a esa casa, no había tomado nada de él. Había dejado todo: los vestidos y la ropa costosa de diseñador, los bolsos, las joyas, todo, absolutamente todo, solo me había llevado de esa casa las fotografías de nuestra boda para que no quede registro de que alguna vez estuvimos casados, eso, y un corazón hecho añicos. Y eso era... porque no deseaba nada suyo, ni mucho menos nada que me recordara a esa funesta e infeliz vida que había tenido con él.
Antes de hacer mi acto final, hablé con mi primo Nicolas y le supliqué que le comprara la propiedad de mi padre a Devon, al principio Devon no aceptó, pero Nicolas siempre había sido bueno persuadiendo a la gente y más en asuntos de negocios. Devon al final estuvo de acuerdo y Nicolas logró que firmara los papeles, le pagó la exorbitante y muy absurda cantidad de dinero y el trato quedó cerrado.
Lo hice porque esa era la garantía de mi matrimonio y al tener en nuestra familia la propiedad, se borraba todo rastro con la familia Mattews, yo más que nadie ya no deseaba tener nada que me relacionara con él.
Tardé mucho en comprender que yo solo era una garantía, que mi acta de matrimonio era un contrato, era demasiado estúpida e ingenua, tanto que sentía un poco de verguenza por mí misma.
El auto en el que estaba, se acercaba a mi destino. A lo lejos obsrvaba como lentamente se iba dibujando mi nueva morada temporal. Eso me hacía sentirme un poco más aliviada y protegida.
Jane, la esposa de mi primo y mi mejor amiga, me esperaba en la puerta de su enorme mansión, ella no podía disimular su felicidad de tenerme ahí, sonreí al verla o al menos eso intentaba, ella notó mis llorosos ojos y me abrazó con fuerza. Me apaciguó el alma sentir el bultillo en su vientre: Jane estaba embarazada. Necesitaba su consuelo, me tomó de la mano y me llevó hasta mi nueva habitación. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí protegida.
Solo viviría con ellos un tiempo en lo que conseguía un departamento y lograba acomodarme poco a poco en mi nueva vida.
Comencé a desempacar mi maleta casi vacía y Jane me ayudaba.
–Hay ropa en el closet –me dijo, mientras posaba su mano en mi hombro. –Es de tu talla –me guiñó el ojo.
–Gracias –le sonreí.
Pero su afirmación me preocupaba un poco porque Janes es diseñadora de modas, muy reconocida en Londres y siempre menciona que mi manera de vestir es sosa y muy recatada, siempre sugiere vestidos cortos y faldas milimétricas, por lo cual siento un poco de miedo de revisar la vestimenta que me tiene preparado.
Saqué lo último que equipaje: las fotografías de mi boda, no es que fueran muchas, pero para mí eran demasiado significativas, o al menos lo habían sido en el pasado, ahora... no quería verlas de nuevo, jamás, quería olvidar ese largo trago amargo en mi vida. Entonces, pateé el baúl donde estaban contenidas y estas terminaron acabando debajo de la cama. Sabía que debía deshacerme de ellas, quemarlas, romperlas, destrozarlas, pero aún no estaba lista para ello, la herida aún era muy reciente, pero lo haría, en su debido momento lo conseguiría. Quizás deseaba aferrarme a algún recuerdo de él.
En silencio, juré quemarlas después.
Me tomé un baño en mi nuevo hogar, me sería tan difícil acostumbrarme, justo eso pensaba mientras chapoteaba con el agua de la bañera. Me sentía tan deprimida. Me sumergí en el agua y cerré mis ojos, en mi mente circulaba un pensamiento: quizás esta tarde de abril es la última vez que lo vuelvo a ver, me siento muy patética de seguir pensando en ese hombre rubio...
Ya no había tiempo de llorar y lamentarme por un amor que yo sola me inventé, necesitaba huir de los recuerdos de mi vida de casada y olvidar que eso pasó. Tenía que buscar mi felicidad, por cuenta propia.
Una semana antes de todo mi drama, había llamado a mi anterior jefe, él me había dicho el día que renuncié.
–Un poco antes de mi boda – que si algún día deseaba volver, le llamara, pues exactamente eso hice. Necesitaba valerme por mí misma y distraer mi mente de manera desesperada.
Yo trabajaba en el: "The time", un periódico de Londres, estaba a cargo de las noticias nacionales y era un puesto que me había costado mucho trabajo ganármelo y mi anterior jefe el señor Andrews me dijo que no podría otorgarme el mismo puesto, que tendría que ganármelo otra vez y que por lo pronto me ofrecía trabajar en la sección de espectáculos, jamás fui buena con los chismes y rumores de la vida de celebridades, pero mi situación era complicada y yo no podía ponerme exigente.
Deseosa de huir de mi pasado, acepté.
* * * * * *
–Maldición –balbuceé, estaba muy oxidada, tecleaba con lentitud en la computadora y me distraía con tremenda facilidad, sería difícil adaptarme a mi nueva vida, pensé mientras tomaba de mi café matinal. Pero no debía quejarme, ya que el señor Andrews había sido muy considerado conmigo, me había abrazado cuando me contrató nuevamente.
El señor Michael Andrews sabía que este trabajo iba en contra de lo que mi padre deseaba, mi padre quería que yo manejara la empresa cuando el momento llegara, pero me negué, había estudiado periodismo sin su aprobación, y él siempre insistía con que eso no era para mí, que una mujer tan importante como yo, por mi apellido tan reconocido en el país debía ser la heredera de la empresa, lo ignoré, yo no quería que alguien más decidiera mi futuro profesional, así que pese a su voluntad hice lo que me dio en gana.
Simplemente seguí mis sueños, pero cuando estaba en su lecho de muerte, me sentí tan culpable de no haberle hecho caso y más porque la empresa estaba a punto de ser declarada en bancarrota y yo nada podía hacer al respecto.
El remordimiento me había hecho jurarle que me casaría con aquel anónimo hombre, mi padre me tomó de la mano y me la apretó, sentí su agradecimiento con este gesto, yo no iba a permitir que algo que le había costado tantos años de esfuerzo se fuera al caño, sin embargo, aquel hombre con el que tenía que contraer matrimonio era: Devon Mathews, mi amor de toda la vida.
Sacudí mi cabeza, estaba perdida entre mis estúpidos pensamientos de mi anterior vida, despabilé, seguí tecleando en la computadora, tenía que hacer mi mejor esfuerzo, no podía decepcionar a nadie más, ni a mi jefe, ni a Nicolas, ni a Jane.
–Estoy agotada –dije al levantarme de la silla del escritorio, estaba demasiado oxidada y lo peor es que aún faltaban dos horas para mi salida, golpeé mi cabeza contra el escritorio.
De pronto, sonó la puerta de mi oficina, me puse nerviosa.
–¿Sí? –levanté la cabeza al instante, una hoja de papel se pegó en mi frente.
El hombre pareció reírse de mí, yo hice un puchero apenada y quité de prisa el papel.
–Me pidieron que te dé esto – dijo al entrar y extenderme una carpeta.
–Más trabajo...– maldije por lo bajo, lo único que deseaba en este momento era una pastilla, un té de jazmín y mi cama porque tenía un terrible dolor de cabeza. –Gracias – dije levantando la mirada para ver al chico que me entregaba los papeles. Era muy guapo.
–Mucho gusto soy Gilbert –me dijo él, me puse un poco nerviosa, no se me daba muy bien dirigir algunas palabras amigables con chicos atractivos.
–Ah... mucho gusto – le exclamé –Holly Collins –le contesté extendiendo la mano. Él la apretó.
–Me han hablado mucho de ti –me dijo –Creo que seré tu compañero de trabajo...– sonrió. Su tono de voz sonaba misterioso, como si estuviera ocultando algo.
–¡¿Enserio? –pregunté sorprendida, él asintió con la cabeza. –Qué bien –me alegre de que ese muchacho agradable sea mi compañero, quizás eso haría más llevadero mi día a día.
–Cualquier cosa que necesites, estoy a lado –me dijo al salir de mi oficina.
–Gracias –le respondí, el haber interactuado con alguien amable, me había puesto de buen humor. Hastiada y a pocas horas de salir, decidi continuar con mi trabajo.
Llegué a casa muy cansada, al menos me hacía feliz el saber que Jane me estaría esperando y para mi buena suerte, también estaba Nicolas, me esperaban a cenar, hace mucho que no tenía un sentimiento tan reconfortante, una plática tan amena en la cena y por primera vez en varios días, deje salir una risa de mis labios, Nicolas y Jane sonrieron.
–Qué bueno que ya estás un poco mejor...–me dijo Nicolas.
–Bueno, tengo que recuperarme ¿no? –dije mientras probaba bocado.
–Así se habla Holly –dijo Jane, dándome ánimos.
Me hacía bien el vivir con ellos, me llenaban el alma, me hacían sentir que todo saldría bien, que el sol saldría pronto y eso me motivaba demasiado a continuar.
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Mientras tanto Devon, ahora disfrutaba de su libertad, había pagado muchísimo dinero para evitar que la prensa publicara su repentino divorcio con Holly Collins, eso sería un escándalo nacional y a él le gustaba aparentar ser intachable.
Ahora, salía con toda mujer hermosa que se le cruzara en el camino, hacía lo que en sus años de casado nunca pudo por respeto a su esposa, pero ahora era diferente, no había a nadie a quien darle respeto, ella había decidido irse y él no le había detenido ¿para qué? Si no la amaba como había amado a Sophi Deneuve, él en cierta forma le daba las gracias a esa mujer por devolverle su libertad y en honor a eso, brindaba cada noche por ella.
De la noche a la mañana, se había vuelto el soltero más codiciado de todo el país y nunca faltaba la que estuviera detrás de él...