Olvida que te amo: Rompiendo Lazos

1908 Words
Título: Olvida que te amo Me encontraba sentada en su sillón favorito: uno de tantos en esa enorme casa, me asomaba por la ventana a cada instante, y sólo veía los árboles chocar contra el cristal de la ventana y al viento correr por el jardín sin prisa alguna. El sol iba a empezar a ponerse en cualquier instante y él aún no llegaba... me estaba impacientando, sentía que mi corazón iba a arrepentirse por lo que iba a hacer si él no llegaba pronto. Me arrugaba el vestido por los nervios, y estaba evitando morderme las uñas. Miré mi mano derecha, justo donde tenía el anillo de boda que él me había dado hace tres años atrás –Nuestro juramento de amor– balbuceé al vacío. Ese acontecimiento me producía tanta melancolía. Pero pronto acabaría este sufrimiento. Nadie del servicio estaba en casa, no quería que nadie viera el espectáculo que iba a dar. Por eso les había dado la tarde libre. Solo estaríamos él y yo en esa inmensa y preciosa casa. Levanté la mirada, esa sería la última vez que estaría ahí así que, admiré por una ocasión vez la arquitectura de esa hermosa morada. Me sentía muy impaciente, así que, intente distraer mi mente con cualquier cosa, me enfoqué instintivamente en el vestido azul marino de terciopelo que traía puesto, aún me venía, nada había cambiado en estos tres años que yo había entrado a su vida. Miré el reloj con recelo las cinco- balbucée para mí misma en compañía de nadie. Él me había prometido que llegaría temprano, eso me dijo cuándo me colgó el celular, pero a él le gustaba dejarme esperando, le gustaba entristecerme; aún recordaba cuando siempre me prometía que llegaría a cenar conmigo: yo me quedaba esperando hasta muy tarde y justo cuando llegaba a hartas horas de la noche me decía: –Lo siento cariño he cenado con unos socios Esperen, ¿lo siento cariño? Lo admito, lo recordé de una forma más dulce, él lo decía así: –Lo siento Holly he cenado con unos socios– y así rompía mi corazón y lo ha roto innumerables veces. Escuché su auto llegar, conocía el sonido del motor de su Mercedez, despabilé un momento y entré en shock, me puse nerviosa hasta que decidí controlarme, tomé la copa de whisky que me había preparado Hans (el mayordomo) antes de irse, me era necesario beber de ella si no mi valentía se disiparía y yo ya había tomado una decisión. Abrió la puerta. –¡Hans! –llamó. Parecía irritado, el que no cogieran su abrigo en la entrada cuando llegaba a casa, le irritaba. –Devon, tenemos que hablar –dije yo, saliendo de las sombras que me ocultaban, lo dije tratando de no titubear, tratando de no mostrar señas de debilidad. Me miró con sus vacíos ojos, con una indiferencia infinita. –Estoy muy cansado, será mañana –me contestó con una forzada sonrisa, mientras apresuraba el paso hacía las escaleras para llegar a su habitación. –¡No! –le grité harta de su indiferencia, debía acabar esto de una maldita vez, ya no valía la pena darle rodeos. – ¡Tiene que ser ahora!– dije con la voz recta, tratando de no vacilar en mi decisión. Él echó un suspiro de resignación, un respiro de cansancio. Me evitaba tanto que era desesperante. –¿De qué se trata? – dijo cediendo ante mí, mientras tomaba asiento en el mismo lugar donde minutos antes yo estaba postrada, vio mi copa – ¿Esto es tuyo? – me preguntó con sus inquisidores ojos azules, creo que él sabía que yo no bebía, mas ese vaso me había otorgado la valentía que yo necesitaba. –Sí – le contesté sin vacilar, apartó mi copa, tomó la que estaba a un lado de la mía y se sirvió whisky, yo sonreí, incluso beber del mismo vaso le asqueaba. –Bueno... ¿Qué ocurre Holly? – dijo tratando de que yo vaya al grano de una vez, y eso mismo iba a hacer. Suspiré en busca de aliento. –Devon – dije llamando su atención, estuve a punto de titubear, sin embargo lo reprimí con una fuerza sobrehumana que no sabía que tenía –Me voy – le dije lo más seria posible, estaba más que segura de mi decisión. Él abrió más los ojos, sus hermosos ojos azules. –¿Y a dónde? – me preguntó. Yo sonreí. Hace tres años fue cuando había empezado mi felicidad, pero no era mutua. Él había aceptado casarse conmigo para ayudar a mi padre a pagar la deuda a la que había caído, íbamos a perder la empresa por malos manejos y falta de administración, pero de repente, se asomó como un príncipe en caballo blanco y aceptó casarse conmigo, y bueno... digamos que yo no soy realmente una princesa, soy algo más así como una plebeya con suerte. Mi padre quedó sumamente agradecido con Devon Mathews hijo de su mejor amigo Richard Mathews. Richard y mi padre Willian eran amigos desde la infancia, ambos se habían ayudado el uno al otro para salir de la pobreza y ayudar a sus familias. Ahora entendía yo después de tres largos años que este acto lo había hecho Devon, no porque repentinamente se había enamorado de mí, sino porque era una manera de agradecerle a mi padre todo lo que había hecho por la empresa de su padre, era un deber que sentía que debía cumplir. Su corazón era demasiado benévolo. Pero él estaba sacrificando su felicidad conmigo, porque él no me amaba. Yo por otro lado... llevaba años enamorada de él, pero Devon no correspondía en lo absoluto a mis sentimientos. Él tenía fuertes sentimientos por otra mujer, una francesa: Sophi Deneuve, se habían jurado esperarse, pero ella rompió aquel juramento casándose con un americano: Harry Bowman. Devon quedó desecho y lo que más le había indignado es que ella lo había invitado a ir a su boda como si nada hubiera pasado entre ellos. Habían quedado como "amigos" o eso era lo que realmente Sophi quería. Al poco tiempo que Devon regresó a Inglaterra se enteró del mal estado de mi padre, mi padre estaba muy enfermo como para seguir luchando por la empresa y Devon decidió ayudarlo, mi padre: Willian Collins murió al poco tiempo de que Devon y yo nos habíamos casado. Pensé que con el tiempo podría ganarme su corazón a pesar de que él no se haya casado enamorado de mí como yo lo estaba de él, pero ahora me daba cuenta de lo realmente estúpida e ingenua que era. Su corazón era tan duro como una piedra, él no me amaba y probablemente nunca lo hará. Es mejor salir de su vida para siempre. Ahora me encontraba ante su presencia, eran pocas veces las que lo veía, era completamente un matrimonio tan falso. Pocas veces me había besado ¿pocas veces? Debo disculparme nuevamente, que tonta, tratando de cambiar la historia, fue solo una vez. Él procuraba siempre estar encerrado en su oficina o de viaje para no verme, llegaba tarde a casa: cuando yo ya estaba dormida. No compartíamos la misma habitación, y las muy pocas veces que yo le había dicho que lo amo, el sólo sonreía por compromiso sin contestación alguna, pero algo he de admitir de Devon Mathews... es todo un caballero, pero... no es mi caballero y nunca lo será. –Me voy de la casa –le contesté respondiendo a su anterior pregunta. Él parpadeó sorprendido, quizás le impactaba mi reciente resolución. –Mi presencia te incomoda, te irrita, yo ya no quiero robar ni un solo segundo más de tu tiempo, este matrimonio desde el principio ha sido solo de uno –le dije reprimiendo mi llanto. –¿Qué dirá la sociedad? –preguntó un poco alarmado. –Devon...– hice una pausa –Me importa un bledo lo que dirá la sociedad –le dejé en claro no apartando la mirada de sus ojos. Él pareció dar un respingo ante mi tono de voz. –Tranquilo ya no voy a causarte problemas, le pedí a Robert Clein los tramites del divorcio...– dije –Ya los firmé, los mandé a tu oficina, puedes firmarlos lo más pronto posible y acabar con esto de una buena vez –aseguré. Él pareció quedar estático y sorprendido, es como si no creyera lo suficientemente valiente que yo me estaba comportando en este momento, pero así es, justo ahora me sentía totalmente valiente y lo suficientemente harta de sentir lástima por mí misma. –Devon, siempre te estaré inmensamente agradecida por lo que hiciste por mi familia y por eso mismo te dejo tu libertad, yo no quiero amarrarte con un falso juramento de amor, eres joven puedes rehacer tu vi... –¿A dónde irás? –me preguntó apresurado. ¿En serio le importaba o solo era simple curiosidad? Yo le sonreí. –No voy a decírtelo, no tiene caso hacerlo, no importa, tranquilo –le tomé la mano, hace tanto que no lo hacía –Esto no es tu culpa, no tienes por qué sentir remordimiento- aunque él no lo aceptará yo lo conocía mejor que nadie, incluso lo conocía mejor a él de lo que yo misma me conocía, y como dije antes: él es un caballero. Pareció parpadear y aunque lo reprimiera, una sonrisa quería fugarse de sus labios, eso me hizo darme cuenta de que la decisión que había tomado era la correcta, aunque mi ciego corazón dijera otra cosa, no había tiempo que perder, necesitaba salir de ahí de inmediato. –Quizás algún día podamos ser amigos como antes... ¿Recuerdas? – le dije para luego sonreír, él no decía nada. –Adiós Devon Mathews y por favor olvida...– vacilé un momento ante la dolorosa frase que saldría de mis labios –olvida que te amo –le dije al quitarme el anillo de bodas que nos amarraba y dejarlo sobre la mesa principal de la enorme mansión, tomé mi maleta y salí de ahí. Me apoyé unos instantes en la puerta después de cerrarla, nunca había notado lo pesada que era cerrar esa brecha de roble macizo. Miré hacia el horizonte, las tardes de abril eran mis favoritas y más cuando el sol se está escondiendo, pero eso era algo que él no sabía de mí, en todo caso que no recordaba, que simplemente no le importaba. Sentí la brisa del viento revolverme los cabellos con desesperación y yo solo trataba de no reventar en un irremediable llanto, había hecho mucho esfuerzo para no llorar en su presencia, no derramaría lágrima alguna estando él mirándome, no quería su lástima, ya no, ahora era tiempo de ser fuerte, y más por mi condición de salud. Seguí caminando, un coche me esperaba en la puerta, me subí enseguida, miré por última vez a la puerta y todo lo que estaba dentro y fuera de ella, porque quiera aceptarlo o no, yo estaba abandonando mi felicidad tras ese umbral, sonreí, seguía siendo tan tonta, él no iba a perseguirme como sucede en las películas románticas, me acomodé en el asiento del auto. Las lágrimas comenzaron a opacar mi vista, pero ya no me preocupaba reprimirlas porque evidentemente él no iba a salir tras de mí, el conductor arrancó el auto, sabía a donde tenía que llevarme...
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