Aceptando lo innegable

3159 Words
El tiempo transcurría y ni una novedad transitaba en su vida, lentamente observaba como los días se convertían en semanas y las semanas en meses... Su relación con Gilbert había mejorado bastante, ahora eran buenos amigos y se había enterado que él era el hijo del dueño de la prensa; sin embargo, él jamás la trató de mala manera a pesar de ser su jefe. Muy por el contrario, a Gilbert parecía gustarle la compañía de Holly, le gustaba su timidez. Al principio, le parecía extraño, él sentía que para su trabajo como periodista, su timidez era un total obstáculo, un periodista profesional debía ser intrépido y aguerrido, nunca debía dejarse intimidar ante los cuestionamientos y debía ser perspicaz con las preguntas, sin embargo, había quedado muy impactado cuando se percató que ella se transformaba completamente en una persuasiva y carismática reportera cuando de entrevistar se trataba, quizás le gustaba esa faceta doble en ella; le gustaba esa mirada que tenía... esa combinación de sus ojos grises que eran tímidos y cautivadores al mismo tiempo; le gustaba que cuando lo ameritaba la ocasión lo miraba fijamente a los ojos con una entera sinceridad y que cuando estaba apenada soslayaba la mirada sonrojada hacia otra parte, se notaba que Holly abía tenido una educación muy tradicional; le encantaba platicar con ella, sentía que tenía una inteligencia embriagante y que cuando terminaban una plática, él se quedaba con una enorme sonrisa de satisfacción; le gustaba que no deseara llamar su atención como muchas mujeres lo hacían y lo que más le encantaba, era su sonrisa, ese tímido gesto que ponía cuando al mismo tiempo se hacía presente ese hermoso "tic"" que poseía, ese "tic" de ponerse el flequillo detrás de la oreja, se sentía completamente hipnotizado... era obvio, se había enamorado de ella, porque sin duda era muy diferente a todas la mujeres que había conocido, multiples damas totalmente interesadas en su dinero y su renombre. –¿Holly? –tocó a la puerta, mientras la observaba trabajar, estaba totalmente concentrada en sus labores. Ella ya se había adaptado muy bien, había recuperado la agilidad que perdió con los años, ahora era más eficaz y productiva que nunca. –¿Qué pasa? –le pregunto al hombre castaño claro de ojos verdes que estaba parado bajo el umbral de su puerta dio "enter" al teclado y le dirigió su entera atención. Él se embelesó un momento, siempre le gustaba retratr cada una de sus finas facciones, esa piel nívea y su cabello oscuro le encantaban. –Mmm bueno... veras...– comenzó a balbucear nervioso mientras entraba a su oficina. Se le veía ansioso, sus movimientos eran torpes, y su respiración agitada. –¿Pasó algo? –le preguntó intrigada. –No, no nada...– sonrió nervioso –Yo solo quería... preguntarte si...– se rascó la cabeza. Y tras formulárselo mil veces en su cabeza decidió hablar –Bueno...– volvió a murmurar –Me invitaron a una fiesta de gala...– calló un instante. –¿Te gustaría ir conmigo? – pidió al fin. –¿Es por trabajo? – balbuceó Holly confundida. –Eh... no... en realidad, me gustaría que... fueras mi acompañante – sonrió nervioso y un hermoso sonrojo apareció en sus mejillas. Holly echó un respingo. –Eh yo...– balbuceó nerviosa. Muchas cosas comenzaron a transitar en su cabeza. Ella ya no frecuentaba ese tipo de fiestas lujosas, pocas veces lo hizo con su esposo, pero sentía que ahora ese tipo de eventos ya no eran parte de su vida. De la noche a la mañana había pasado de "princesa" a "plebeya", de estar casada con uno de los empresarios más guapos y adinerados de Inglaterra ahora era... una simple reportera en un periódico la cual, se dedicaba al área de espectáculos que de igual manera cumplía su jornada diaria de trabajo como el resto del mundo. Aparte, la idea de toparse con su ex marido le producía nervios, suficiente trabajo le daba evitar pensar en él, como para correr el riesgo de topárselo en una fiesta en donde ella ya no era bienvenida. –Vamos Holly, será divertido –insistía Gilbert. –Pero...– masculló ella. –Por favor –exclamó. Suspiró vencida –Bueno... está bien –terminó cediendo, porque ella a veces, podía ser demasiado persuasible. Gilbert esbozó una enorme sonrisa, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no pegar de brincos. –Bien, paso por ti a las ocho el sábado. –Ella solo asintió con la cabeza. Cuando se lo contó a Jane, esta se emocionó enormemente. A diferencia de Holly, Jane lo veía como una maravillosa oportunidad para que se despejara y saliera enteramente de su depresión. Como la mejor amiga que era, la sacó de compras por un hermoso vestido. –¿Qué tiene de malo este? –se quejó Holly, mientras se miraba frente al espejo. –¡Es horrible! ¡Parece como para una mujer de la tercera edad! –exclamó–¡Entiéndelo Holly, ya no eres una mujer casada que tiene que usar vestidos vaporosos y horrendos, eres una mujer soltera la cual no tiene que rendirle cuentas a nadie! –le gritó estresada por insistir en comprar el aparentemente vestido más horrendo de toda la boutique. Holly hizo un mohín. –¡Te ves preciosa! –gritó Jane, cuando Holly ya estaba lista. –¿Segura? –preguntó un poco avergonzada. Hace mucho que ella no usaba vestidos, pocas veces en su matrimonio se había puesto uno, y los que portaba eran más propios de una dama casada, no como ese que tenía un escote un poco bastante pronunciado. Se sentía insegura, pero Jane tenía un maravilloso poder de persuasión del que Holly se veía incapacitada. –¡Claro que te ves preciosa, no te menosprecies tu eres hermosa! –le dijo con una voz tan fraternal que Holly solo sonrió. Pensaba que su amiga se veía preciosa embarazada y le confería un aire de madre protectora combinado con ternura y fragilidad. Sonrió y tuvo que despabilar cuando escuchó el timbre sonar. –Debe ser él –dijo Jane emocionada. Efectivamente era Gilbert. Se le veía extremadamente nervioso, pero también se veía muy bien, en realidad era un hombre demasiado atractivo: era alto, de cabello castaño claro y unos preciosos ojos verdes, tenía una hermosa sonrisa y un carácter muy agradable. –Ya estoy lista –llamó la chica detrás de él, el hombre enseguida se puso de pie y giró la mirada para verla de frente. –Ho..lly...– balbuceó quedando en ridículo, no pudo evitar disimular la impresión, sabía que era hermosa, pero ese vestido n***o resaltaba cada uno de sus encantos, encajaba perfectamente en su menudo cuerpo. Había quedado perplejo, boquiabierto y su corazón solo latía con más fuerza. –¿Estás bien? –le preguntó al verle en shock, un shock tan intenso que ni siquiera pronunciaba nada. –Sí...– balbuceó al instante, temiendo quedar más en ridículo. Jane solo se reía al ver la escena, era su mejor amiga y de igual forma era muy evidente que a ese hombre le gustaba Holly, lo supo cuando lo vio jugueteando demasiado con su corbata como si esta le estrujada el cuello con las intenciones de matarlo, además de que carraspeaba a cada momento. –Vamos –pidió el castaño y Holly solo asintió con la cabeza, era tanto su nerviosismo que, ni siquiera le había dicho lo hermosa que se veía. Le abrió la puerta del auto, era un hombre caballeroso, tanto que Holly se sintió extrañada, su ex esposo Devon le abría la puerta, pero no lo hacía porque lo deseará sino porque su educación se lo señalaba, sin embargo, Gilbert lo hacía mientras esbozaba una hermosa sonrisa, cosa que a ella pareció gustarle, se sintió especial por un mínimo instante. Platicaron amenamente en el auto, hasta que llegaron al lujoso salón, era inmenso y muchas celebridades transitaban en el lugar. Holly había ido a ese tipo de eventos: eran parte de su vida cotidiana, pero cuando se divorció e hizo que su primo le comprara la empresa de su padre a Devon todo ese estatus de alta sociedad lo había perdido por devolverle la libertad a su ex esposo. El lugar, estaba rodeado de un hermoso jardín lleno de flores y faroles elegantes. Una hermosa escalinata los guiaría hasta llegar al salón exquisitamente adornado al estilo contemporáneo con un enorme toque de elegancia. Había comida y bebidas exóticas de todo tipo. Se sintió fuera de lugar, ella ya no frecuentaba esos sitios de alta sociedad. –Vamos –solicitó Gilbert, mientras le extendía la mano, ella dudó por unos segundos y empezó a divagar por su mente de que, esto era un error, ella ya no era una mujer de la alta sociedad y era un insulto que estuviera ahí comportándose como si aún lo fuera. Retrocedió unos pasos. Gilbert notó su inseguridad, el brillo de sus hermosos ojos grises había cambiado a uno más opaco, la sujetó de la mano con firmeza, brindándole así la seguridad y valentía que se estaba escapando por el caño, ella lo sintió, lo miró a los ojos y continuó caminando, entró al lugar. Parecía ser que, Gilbert Andrews era demasiado popular, todos lo saludaban alegremente, todos le sonreían al verlo llegar. Después de todo, no solo era el heredero de uno de los periódicos más importantes de Inglaterra sino que era excesivamente encantador. Holly sonrió, pero su sonrisa se vio interrumpida cuando todos los presentes los vieron entrar juntos ¿Toda esa elegante gente sabía que ella era la esposa de Devon Mathews? La verdad es que corrían los rumores de que se habían divorciado, pero ella iba tan poco a ese tipo de reuniones que no muchos la conocían, y los pocos, no se atrevían a preguntarle nada, pero verla ahí, con Gilbert Andrews sujetándola fuertemente de la mano y sin el anillo de bodas en el dedo correspondiente, confirmaba las sospechas de los curiosos. –Gil quizás debería irme...– dijo evitando las miradas penetrantes que le lanzaban. Usaba su diminutivo "Gil", cuando estaba en aprietos, no sabiendo que eso provocaba muchos sentimientos en ese hombre. –No, tranquila –le sujetó la mano con fuerza y luego le sonrió, Holly le devolvió el gesto un poco más aliviada. Holly sentía que el aire era pesado, estaba muy incómoda en ese lugar y a pesar de que Gilbert le prestaba su atención, muchos invitados insistían en acapararlo y sin querer, tenía que dejarla sola en pequeños intervalos de tiempo. Decidió ir al tocador de mujeres (como elegantemente le decían al baño). Había tanta gente que, la hostigaban con sus odiosas miradas de curiosidad y nadie, se había envalentonado lo suficiente como para preguntarle acerca de su divorcio con Devon Mathews. Entró al lujoso baño, que era demasiado hermoso para ser un baño. Permaneció ahí un rato, hasta que creyó prudente volver ya que se dio cuenta de que el baño el no era el mejor lugar para relajarse. –Lo siento –dijo al instante, cuando había chocado con alguien, cerró los ojos por el impacto. –¿Holly? –preguntó la masculina voz. –oh oh – le dijo su corazón cuando lo reconoció, y en ese momento, quiso volverse invisible, quiso huir, ahora llamaría más la atención al haberse encontrado con su ex esposo, él se precipitó al ver sus intenciones y la sujetó del brazo. –No creí encontrarte aquí –susurró el rubio, ella apartó la mirada y puso un poco de resistencia. –Suéltame, por favor –pidió y jaló su muñeca, zafándose del rubio. De un momento a otro, Gilbert se apareció a su lado. –Holly te estaba buscando –dijo alegremente, pero la sonrisa se le borró de los labios cuando la encontró con Devon Mathews su ex esposo, hizo una mueca, pero la caballerosidad de ambos era enorme. –Mucho gusto Andrews Gilb...– exclamó el hombre al extender la mano, el rubio la sujetó y no dejó que termine de hablar. –Se quién es usted –exclamó Devon. –Entonces, no hacen falta las formalidades señor Mathews –masculló Gilbert con una sonrisa cínica. –Vaya, también usted sabe mi nombre –le dijo. –Digamos que, he escuchado mucho de usted –exclamó, mientras Gilbert le dirigía la mirada a Holly, quien se encontraba con la mirada gacha. –Veo que estas muy bien acompañada, Holly –comentó Devon con un aire sarcástico, llamando con ello su atención. –Creo que tú también lo estas –le contestó con una voz llena de un reproche desgarrador, mientras veía que una hermosa mujer de cabello rubio claro y ojos verdes se acercaba a él y se prendía de su brazo, Holly la conocía muy bien, después de todo, ella trabajaba en la sección de espectáculos, tenía que conocer a esa rubia: Daiane Dumont, una hermosa y muy famosa modelo francesa. Holly se entristeció... Devon no andaba con novatas. El rubio no contestó nada. –Holly te presento a...–dijo Devon. –Tranquilo, la conozco, hace como una semana le hice una entrevista en la última pasarela –declaró Holly. Daiane solo sonrió y asintió con la cabeza. –Vámonos Holly –sugirió Gilbert, mientras la sacaba de ese lugar tan abrumador –Nos vemos Devon Mathews– le comentó en un tono retador antes de partir. El rubio, solo hizo una mueca cuando la vio alejarse con Gilbert. –¿Es tu ex esposa? –preguntó Daiane, pero el rubio no contestó, solo vio como ellos se perdían entre la multitud de la gente y él los seguía con la mirada. Sin embargo, a ella le brotó un sentimiento incómodo, le daba tristeza ver que él ya se había olvidado completamente de su matrimonio, le mataba aceptar el simple hecho de que ella, no significó y no significaba nada para él. Que al poco tiempo de su separación, él ya había buscado a alguien más, a alguien a quien de verdad pueda querer, no como a ella, que solo era un estorbo en su vida. Se sintió tan mal, se sintió tan tonta al pensar todos los días desde el momento en el que dejó esa casa: ¿Estará bien? ¿Comerá bien? ¿Qué estará haciendo? ¿Se habrá enfermado? Y tímidamente se preguntaba: ¿Me extrañará, aunque sea tantito? Pero en ese momento, al verlo con esa rubia despampanante cogiendo de su brazo, sus dudas de tornaron a nada: estaba bien, claro que lo estaba, él comía bien, como no, hacía lo que quisiera, no se enfermaba, ahora parecía inmune a todo ¿Y qué sí la extrañaba? La respuesta era: ¡No! Se aguantó las lágrimas, y pensar que en el día le dedicaba un momento para pensar en él, para hacerse todas esas preguntas que ahora se contestaba al verlo con una alegría rebosante. –Fue un error venir –musitó la chica, una vez que habían salido al balcón del hermoso lugar y ella buscaba la manera de alejar sus lágrimas. –Lo siento Holly, no sabía que Devon estaría aquí, según yo, estaba de viaje–reveló mientras la miraba apoyada del barandal del lugar conteniéndose las gotas de los párpados. –¿Cómo sabias que estaba de viaje? –le preguntó curiosa. –am... bueno... yo... digamos que por una corazonada...–balbuceó apenado Gilbert. Pero era mentira... él enserio se preocupaba por ella y no quería hacerle pasar un mal momento, como irremediablemente había sucedido, así que, intentó evitarlo averiguando los movimientos de Devon Mathews, el cual aparentemente de último minuto había decidido ir a esa fiesta. Se quedaron mirando por un largo rato el jardín del lugar bajo la noche, era una vista increíble, el rocío sobre las rosas provocaba un efecto de brillo sobre ellas que se combinaba perfecto con la luz de la luna llena, la brisa de otoño era refrescante y muy dulce. –Holly –llamó el castaño, ella volteó repentinamente la mirada, siendo sacada del hechizo al que había sido sometida por el paisaje que estaba ante ella. –¿Qué pasa? –preguntó dirigiendo toda su atención a él. –Te ves preciosa esta noche –confesó Gilbert al fin. Llevaba toda la noche intentando decirlo sin resultado alguno y para hacerlo, tuvo que tomar un par de copas: para llenarse de valor. Ella solo sonrió ante su generosidad. –Gracias – le dijo con una enorme sonrisa, él también sonrió. –Gracias por la velada –dijo Holly al bajar del auto ayudada por él. –De nada – exclamó sonriente. –Bien, nos vemos el lune... –Holly – llamó Gilbert. –¿Sí? –preguntó curiosa ella. Y de un momento a otro, Gilbert le había plantado un beso en la mejilla, fue tan repentino que ella quedo estática ante su gesto, el chico se apartó y sonrojado se volteó para emprender la marcha. –Nos vemos –le dijo despidiéndose de ella sin voltear a verla: estaba demasiado colorado. Ella no dijo nada, fue demasiada su impresión, era extraño, se sentía rara, nunca nadie le había dicho si era hermosa o no y menos un hombre que no sea de su familia, Devon jamás lo había hecho y si lo hacía era como dije antes por: su buena educación. Nunca nadie se había preocupado tanto por ella como Gilbert y nunca nadie le había robado un beso. Se fue a dormir... y mientras lo intentaba, mil cosas circulaban en su mente... Debía admitirlo, el verlo ahí, le había abierto el baúl de sus sentimientos, aquellos que le había costado guardar e incluso que quiso enterrar, todo sus esfuerzos habían sido en vano. Lo seguía amando. Pareciera que solo había ido a esa fiesta a comprobar algo que se estaba negando a aceptar, se maldijo una y otra vez por haber aceptado la invitación de Gilbert, su vida estaba siendo tan tranquila y de pronto, llega él con sus hermosos ojos azules y le rompe el cristal de su aparente felicidad, y lo peor es que, se le veía de maravilla, mejor que cuando lo dejó aquella tarde de abril, pareciera que sus ojos azules, hubieran adquirido un brillo más bello. Se sintió mal, mal de admitir que ella era la que provocaba un vacío en esos hermosos ojos, cómo hubiera deseado no haberse casado jamás con él y así, no sentirse culpable de ser ella el fruto de su infelicidad, la maldita, que le había robado tres años de su vida, de su tiempo, pero lo hecho ya estaba hecho, no podía hacer nada, solo agradecer que, se había ido de esa casa devolviéndole todo cuanto le había quitado. –Siempre te han gustado las francesas...– y con ese pensamiento en su mente, concilió el sueño.
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