Capítulo 23 Linda Hastings llamó por teléfono el jueves por la mañana, como siempre hacía, a las nueve en punto. —¿Estás segura de que esto no es una molestia? —pregunté. —Estaría agradecida de salir de la casa —dijo Linda—. ¡No tienes idea de lo que se siente ser dependiente de otras personas para moverse! —Pippa ayuda a la bibliotecaria leyendo a los niños más pequeños de diez a once —dije—. Si vienes, ella puede quedarse y jugar mientras me escabullo para mi entrevista de trabajo. —¿Le dijiste a Adam? —preguntó Linda. Me quedé en silencio. —No quiero complicar las cosas —dije suavemente—. Ya tiene mucho en su mente. En el fondo, dos murciélagos de la fruta huérfanos chirriaban por sus botellas. —Está bien —dijo Linda—. Inventaré una excusa para Pippa. Pero tendrás que decirle s