EROS. Una peligrosa obsesión

CAPÍTULO 5

Las horas pasan de manera lenta y siento que en cualquier momento me voy a volver loca.

Una vez Eros dejo la habitación, intente salir solo para ser detenida por un hombre que custodia la puerta.

La misma se abre y me pongo alerta cuando el hombre que dice ser mi padre aparece.

—Nos vamos.

—¿Perdón?

—Estamos yendo a casa.

—Mi casa es donde vivo con mi madre, ¿dónde está?

—Sienna.

—Gabriella —lo corto —me llamo Gabriella —respiro profundo —no voy a moverme de aquí hasta que no vea que mi madre está bien.

—Lo está. La he enviado de regreso a su casa.

—Si eso es así, sabes que no está a salvo.

Este suspira de forma exasperada.

—No tengo tiempo que perder. Necesito cerciorarme que estás protegida antes de que podamos avanzar con los planes.

—A usted puede importarle poco mi madre.

—Deja de referirte de esa forma a ella —afirma entre dientes.

Arqueo la ceja y pongo las manos en las caderas mientras lo enfrento.

—Aunque le dé sarpullido en el culo, lo es —espeto en tono serio —esa mujer es la única madre que conozco y usted debería sentirse feliz de que criara a su hija para ser un individuo funcional y que sirve a una sociedad —continuo— me mantuvo con vida y me cuido cuando estaba enferma, velo por mi bienestar.

—Sí, como tú digas—. Hace un gesto con la mano para restarle importancia a mi comentario —ahora, andando.

Este hombre no le importa lo que suceda con mi madre.

—Camina fuera y no me hagas perder la paciencia —dice —¿crees que he sido rudo? No tienes ni idea.

—Y que le hace pensar que yo voy a cumplir sus órdenes—digo —para mí no tienen ningún valor ni peso.

No lo veo venir.

La bofetada llega de una manera que me deja sin aliento y trastabillo un poco hacia atrás.

—No vas a hablarme de esa forma.

—¡Váyase a la mierda! —grito —no tiene ni puta idea de quién soy.

—Ya tendremos tiempo —espeta —ahora, vamos.

Quiero pelear y resistirme. Pero, necesito salir de aquí.

Así que, voy a aprovechar esta oportunidad.

Me enderezo y bajo la guardia.

—Bien, me gusta que entiendas quien manda aquí.

—Por supuesto —siseo con sarcasmo y ganas de ponerles las bolas de collar.

Salimos de la habitación y por el pasillo no veo a nadie.

¿Qué esperabas?

¿Que aparezca la bestia de Eros?

Resoplo mientras camino detrás de Jared a mi espalada me sigue un hombre.

Al llegar a la planta baja nos encontramos con Arslan y Edén. El primero de pie cerca de una chimenea y Edén lo mira con los brazos cruzados, mientras sus labios están en una fina línea.

—Nos retiramos —anuncia Jared.

— Me gustaría mantener a Gabriella aquí, conmigo —interviene Edén.

—No es necesario —responde Jared.

—Insisto. Además, Eros no está en casa.

Me mira mientras lo dice.

—Con todo respeto, pero no tienes vela en este entierro— su tono desborda desdén.

—Cuida tu tono, Harrison —salta Arslan. Mira con seriedad a Jared— no se te olvide quien es Edén.

Jared se remueve algo incómodo.

Al parecer, este hombre sabe a quién debe o no enfrentar.

—Lo siento, Arslan. Aprecio tu hospitalidad, pero debemos irnos.

—Que no se te olvide que mi marido te trajo a Gabriella.

—Sienna.

La corrige.

—Te he abierto las puertas de mi casa —continúa Edén sin inmutarse —espero que agradezcas que ahora tienes a tu hija contigo.

—Lo tengo claro —replica en tono serio.

Un hombre aparece en la entrada del salón y asiente a Jared.

—Nos vemos luego para planear nuestro próximo paso, Arslan.

Me toma del antebrazo y me insta a caminar.

Con impotencia camino fuera de la mansión.

Una vez afuera miro alrededor antes de subir a la camioneta que está parqueada.

—¿A dónde vamos?

Miro al hombre.

—Tengo un ático en el centro. Ahí estarás a salvo mientras resolvemos la situación.

—Dirás hasta que me case con Eros para mantener tu poder.

—Nos vamos —anuncia y todos se pone en marcha.

Sin más, subo a la camioneta.

Nos alejamos de la calle y me pego a la puerta. Mientras Jared revisa su móvil, observo con atención si el seguro está echado y respiro con alivio cuando me percato que no lo está.

—Sé que ahora estás algo nerviosa y confusa por todo lo que has experimentado en un solo día.

—¿No me diga? —lo miro de soslayo —usted cree que puede entrar a mi vida y ponerla de cabeza.

—Sie… Gabriella —resopla —No quiero ser el malo de la película. Eres mi hija y te he buscado por años.

—¿Sabe? Si está intentando que le aprecie, esta no es la manera.

—Lamento haberte golpeado.

—La próxima vez que me toque, le arranco la mano y se la coso al culo en una posición no muy cómoda.

—Tienes una boca muy grande, muchacha —sus ojos me atraviesan, pero no me echo para atrás.

—Si esperaba encontrar a una doncella a la espera de su salvador, está muy equivocado —aclaro —mi madre educo a una mujer fuerte e independiente, no la sumisa de nadie.

Asiente en silencio y un atisbo de sonrisa se filtra en sus labios.

Su móvil suena y atiende.

—¿Qué me tienes? —escucho que dice.

La camioneta se detiene en uno de los semáforos y estudio la calle. Cuando veo una de las entradas al subterráneo sé que es mi única oportunidad de perderme en medio de tantas personas.

Es casi mediodía y el mismo está atestado de personas que van y vienen.

No necesito pensar mucho.

Miro con disimulo adelante antes de ver a Jared concentrado en su conversación.

Abro la puerta y salto fuera de la camioneta mientras escucho el grito de Jared a mi espalda.

Corro en zigzag mientras esquivo los autos. Sin mirar atrás me pierdo en el mar de gente que baja al subterráneo. Sin importar atravieso por el área de incapacitados, tropiezo con un par de personas que me maldicen y me subo al primer vagón que veo antes de que las puertas se cierren.

No tengo idea si me han alcanzado o perdido de vista. Solo sé que camino entre los vagones hasta perderme.

Cuando al fin me siento en un espacio más alejado me permito respirar.

Mi corazón late en mis oídos y siento que podría desfallecer. Pero antes de eso debo ver y asegurarme que mi mamá se encuentra bien,

No importa lo que pase, ella es mi prioridad.

Sé que me oculto muchas cosas, pero me importa.

Solo espero llegar a tiempo junto a ella y ponerla a salvo de toda esta locura.