—La compañía no posee un servicio de guardería para sus empleados y la única guardería que está cerca posee mala fama por sus infames cuidados infantiles, no expondría a Mely a ningún peligro.
Alejandro se queda callado un momento, me imagino que analizando mi respuesta, unos instantes después me siento algo mareada, definitivamente el golpe fue más fuerte de lo que pensé.
— ¿Estás bien? — Alejandro parece haberse dado cuenta de mi malestar así que trato de poner mi mejor sonrisa y le respondo:
—Solo un poco cansada. — Noto que vamos llegando a la guardería y una vez el auto se detiene, le digo — ya vuelvo, no tardaré mucho — pero antes de abrir la puerta mi jefe me detiene.
—Te dije que te acompañaría a traerla. — me le quedo mirando sin comprender, hasta que él sale de su lado del auto y lo rodea para abrirme la puerta, estoy sorprendida, definitivamente Alejandro Benedetti no es un hombre predecible.
Me ofrece su mano para ayudarme a salir del auto, una vez afuera toma mi mano y empieza a caminar hasta el edificio, al llegar veo a Nadia, la niñera, con Mely en sus brazos, mi niña es la última y está llorando entonces me acerco lo más rápido que puedo.
—Nadia, perdón, me retrasé. — le digo mientras le tiendo los brazos a Mely, cuando sus ojos me reconocen viene a mí y una vez la coloco en mi pecho, le hablo al oído para que sepa que ya he llegado, odio verla llorar, me parte el corazón, empiezo a mecerla centrándome solo en mi hija por este momento.
Alejandro observaba todo desde donde lo dejó Natasha , a él le dolía verla con la niña, ver lo más sagrado en este mundo que es el amor de una madre.
Él sabía lo que era ser abrazado así, ser querido así, pero también sabía lo que era perderlo todo en frente de ti.
La niñera se aleja un poco, cuando nota la presencia de Alejandro.
—Disculpe ¿le puedo ayudar en algo? — le pregunta Nadia con ojos brillantes, otra que cae ante el efecto Benedetti.
—Él está conmigo, Nadia — le digo — gracias por cuidarla, hasta mañana.
—Claro Natasha y sí, hasta mañana, adiós Mely — lo último se lo dice a Mely quien parece una garrapata por cómo me sujeta — adiós señor
— ahora se despide de Alejandro y él solo asiente con la cabeza en su dirección.
Agarro la pañalera de Mely y antes de llegar a la puerta, Alejandro me agarra la maleta mientras me abre la puerta.
Algo que siempre admiraré de mi jefe es su caballerosidad, aunque hay ocasiones en las que se pasa de frío, no comprendo cómo puede actuar con tanta tranquilidad en esta situación. Yo en cambio, me hecha un manojo de nervios, solo de pensar la vista que le ofrecí hoy en la tarde cuando entró a mi oficina me vuelvo a avergonzar.
Ya en el auto de camino al departamento, voy jugando con Mely, le enseño mis dedos y luego se los escondo, para un adulto común puede ser estúpido, pero para un niño es algo mágico.
Alejandro va callado, ignorándonos y yo solo trato de no prestarle mucha atención y concentrarme en mi hija.
—Ya llegamos señor.
La voz de Robert me distrae y efectivamente ya estamos en mi edificio.
Robert nos abre la puerta y salgo con mi hija en un brazo y mi bolso en el otro, Alejandro saca mis diseños, mi tableta y la pañalera, si alguien nos viera así... parecemos una familia, pero esa idea está muy lejos de la realidad; nos despedimos de Robert y entramos al vestíbulo que la verdad ha tenido mejores años, me dirijo hacia las escaleras con Alejandro siguiéndome para llegar a mi piso, mi departamento es el 3B.
Por primera vez estoy asustada, dependiendo de la conversación que tengamos va a depender mi futuro y el de mi hija.
Al llegar a la sala de nuevo, Alejandro estaba revisando su celular.
— Discúlpeme señor, pero hoy esta pequeña se puso creativa a la hora del baño— le dije mientras miraba a Mely en mis brazos, ella tenía una sonrisa traviesa en el rostro, como si supiera lo que había hecho.
Cuando vi a Alejandro, no me estaba viendo, sus ojos estaban clavados en algún punto de la habitación, decidí que era hora de terminar con esto.
Me encaminé al sofá frente a él y me senté con mi hija en mi regazo, en ese momento él pareció darse cuenta de mis piernas ya que sus ojos parecían examinarlas como si fueran mercancía haciéndome sentir un poco incomoda.
Era extraño tener la atención de un hombre sobre mí.
—Mire señor Benedetti para empezar, le quiero pedir disculpas por todos los inconvenientes que le estoy causando— él solo me observa con una ceja enarcada.
Se ha quitado el saco y la corbata quedando únicamente con su camisa de botones, es increíble que aun así esté para comérselo... No Natasha . Concéntrate.
Trago el nudo que se me está formando en la garganta y continuo hablando.
— Yo...yo crecí en el pueblo de Lane en Dakota del Sur con Kate Howard, ella era mi mejor amiga, ambas nos mudamos a New York, ella para seguir estudiando y yo para trabajar pero... el plan se interrumpió cuando Kate se enamoró y quedó embarazada..., su novio; el padre de Mely le dijo que no se haría cargo del bebé, y sus padres... le dijeron que tampoco querían saber nada de ella. Los Howard veían en Kate a la hija perfecta y no le perdonaron el hecho de que quedara embarazada.
—El embarazo de ella los decepciono.
— la negaron como hija— le dije serie recordado esos momentos amargos— así que juntas saldríamos adelante; pero durante el parto... hubieron complicaciones, lo último que me dijo fue...— a estas alturas de la historia tenía un nudo en la garganta. Recordar a Kate todavía era difícil.
Alejandro me miraba atento esperando a que continuara pero aún me dolía recordar todo eso, baje la vista para ver que mi pequeña Mely ya se había dormido en mis brazos con su boquita un poco abierta.
— Lo último que me dijo fue que cuidara de su hija mientras descansaba, pero ella... ya no despertó, tuvo un paro pulmonar. Espero...espero que comprenda porque necesito proteger a Mely — le acaricio la cabecita con su mano— Para mí, es mi hija y trataré todos los días de ser la madre que perdió.
Alejandro se quedó en silencio, parecía atormentado, lo que yo no comprendía en ese momento es el dolor que él sintió al verme con mi hija y saber que esa pequeña niña tuvo una pérdida igual a él.
— Te necesitamos, si tú desmientes el compromiso... ella me perderá y soy lo más cercano a su verdadera madre que ella nunca tendrá— le dije esperando aplacar a su corazón.
Pero lo que yo no sabía es que Alejandro se sentía abrumado, una cosa es pensar que era una niña huérfana y otra era sentirse identificado con ella; y eso era algo que él no podía permitir, se prometió a sí mismo que nunca le harían daño otra vez, y el sentir empatía por esa bebé, sería solo el principio de su propia destrucción.
Me levanté de mi asiento, para llevar a mi hija a la recámara.
— Ya se quedó dormida, la iré a acostar en lo que decide que hará con esta situación— me fui a la habitación de Kate, que ahora es mía.
Antes que Mely naciera compramos una cuna para la bebé y la acoplamos en su cama de tal manera que ellas dormirían juntas, a veces, durante la noche me despierto y me siento una usurpadora, ya que tendría que ser Kate la que esté durmiendo aquí, no yo; acosté a Mely en su lado y me acomodé a su lado, verla así tan tranquila me pone nostálgica, Kate soñaba con poderla tener así, le acaricie la mejilla y ella me sonrió en sueños, sonreí solo con verla; haría lo que fuera por ella.