Es la décima vez que escucho esa pregunta, estoy a punto de tirar a alguien del doceavo piso de Publicity Harrison, pero no lo hago solo porque no deseo criar a Mely desde la cárcel.
Me bajo de la escalera sobre la que estoy, estamos recreando el diseño para el estante en París y así trabajar la iluminación y los toques finales de este; cuando escucho la pregunta.
—Eso no forma parte de tu trabajo, Olivia. — sé que me escuché grosera pero estoy harta de que se entrometan en mi vida.
Olivia, es mi asistente personal, normalmente nos llevamos bien, pero hoy se ha propuesto averiguar si es cierto o no lo de mi compromiso con Alejandro; si fuera una situación normal le respondería, pero la verdad es que la situación es de índole delicado, nunca pensé estar en un problema tan grande, todo depende de la explicación que le brinde a mi jefe y su decisión sobre ayudarnos o no.
Olivia no vuelve a sacar el tema, en cambio comentamos el diseño.
—Lo mejor sería instalar iluminación directa de color blanco en la parte de abajo para que alumbre el producto creando nuestro punto focal, en la parte superior deberíamos colocar algunas decoraciones con nilón relucido con colores tierra para crear un ambiente llamativo y romántico muy al estilo de París, ¿qué me dices? — me doy la vuelta encontrándome con Olivia totalmente inmutable.
— ¿Qué pasa? — le pregunto
— ¡Natty, esto es increíble, de seguro este año vuelves a ganar! — todos en la empresa cuentan con que lo logre, ya que el año pasado lo hice, eso fue lo que me ayudó a conseguir mi ascenso.
— ¿Tú crees?
—Claro, eres la mejor en tu trabajo. — me dice, oír este tipos de halagos ayuda a mi propia visión sobre mi persona, yo crecí siendo prácticamente renegada por mi madre, la señora Amelia Jhonson.
El orgullo de mi madre siempre ha sido mi hermana Samantha, ella es todo lo que yo no soy, es inteligente, posee aptitudes deportistas y todos la aman; pero por alguna razón nuestra relación nunca fue unida, tal vez fue por la diferencia de edad, yo siempre fui más unida a mi padre a pesar de que tampoco me apoyó para ver mis metas realizarse.
Hace poco más de un año, mi hermano, Jason, se comunicó conmigo, quería saber cómo me encontraba; al parecer mi madre les prohibió a mis hermanos contestar mis llamadas, alegando que solo sería para pedirles algún favor o dinero.
La imagen tan baja que posee mi madre sobre mí me entristece enormemente, por Dios, ¡es mi madre! debería quererme y confiar en mí incondicionalmente, pero el hecho de que no lo haga y que mis hermanos hallan creído en sus palabras me duele más que un puñal a través de mi estómago.
Cuando hablé con Jason, le expliqué que estaba bien y que tengo un buen trabajo, no le dije donde vivo ni el tipo de trabajo que realizo, el entendió que estoy trabajando en algún restaurante de mala fama y no lo saqué de su error porque la verdad no quiero que mi familia se entere que lo logré y hoy en día, a mi corta edad, soy una de las mejores diseñadoras a nivel internacional.
Realmente tu vida puede cambiar en menos de lo que te propones.
—Dime, ¿qué más tienes pensado? — me pregunta Olivia.
—De momento instalar un panel circular donde irá el producto, necesito que tomes las medidas y las entregues en producción, que sea de vidrio de un cuarto, de preferencia temperado, así en caso de romperse no se tendrá que mandar a hacer uno nuevo.
—Ahora me encargo, ¿algo más que necesites, Natasha ? — me pregunta Olivia de manera profesional.
—No, solamente eso Olivia, muchas gracias, ya te puedes retirar — le digo mientras me encamino hacia mi escritorio, mi oficina no es muy grande pero aquí tengo una réplica a escala de los estantes para hacer los diseños y comprobar la iluminación.
—Natasha— me llama Olivia una vez sentada en mi escritorio — sabes que puedes confiar en mí para lo que sea, además de tu asistente soy tu amiga; solo eso quería decirte, con permiso.
Una vez sale de mi despacho me quedo analizando sus palabras, sé que puedo confiar en ella, pero la situación es poco normal y tengo miedo de cualquier cosa que pueda pasar.
Ya a las cinco de la tarde, estoy arreglando mi oficina para retirarme pero no encuentro los documentos del concurso Desing's, de repente veo que la carpeta con los documentos se me ha caído adelante de mi escritorio y ahora están desparramados por el suelo.
Me apresuro a recogerlos pero el vestido no colabora mucho y de repente estoy inclinada alcanzando la última hoja que se escondió debajo del escritorio con todo mi trasero al aire cuando escucho una voz.
—Señorita Jhonson, que agradable recibimiento. — del susto al reconocer la voz del señor Benedetti me levanto de un salto, el problema es que olvido que estoy debajo del escritorio y me llevo el golpe de mi vida.
No sé si morir del dolor o de la vergüenza, Alejandro se apresura a levantarme, me toma de la cintura y me sienta en el escritorio para poder examinar el golpe que me di.
—Sí que eres tonta, ¿cómo se te ocurre levantarte así? — me dice con su voz teñida de frustración mientras trata de examinar el golpe.
—Si hubiera tocado la puerta como la gente normal, señor Benedetti, no me habría asustado al oír su voz. — le digo mientras me sobo el golpe, ¡demonios, enserio duele!, me siento mareada y tener a mi jefe tan cerca no me ayuda, ¡por Dios! ¿Por qué este hombre me altera tanto?
—Déjame revisarte bien— me dice mientras comienza a inspeccionar el golpe — ¿te duele acá? — en ese momento aprieta la zona hinchada y yo pego un grito de profundo dolor, ¡joder! es un dolor horrible, peor que una endodoncia.
— ¡Ay! eso duele, no lo toque por favor. — le digo mientras trato de alejarlo de mí.
—Si no fueras tan despistada no te pasarían estas cosas, ven, iremos donde un doctor para que te revise — dice sin soltarme manteniendo su mano en mi mejilla y mirándome directo a los ojos con una intensidad que me hace sentir cohibida con su presencia.
De repente alguien entra a mi despacho, es Olivia y al percatarse de la situación todo el color abandona su rostro, claro, no todos los días entras al despacho de tu jefa y la ves encima del escritorio con tu jefe casi sobre ella y ella con la respiración agitada por el golpe, pero eso ella no lo sabe.
Parece impresionada por la situación cuando de repente reacciona y me dice.
—Lo siento, yo... yo solo venía a dejarle estos papeles a la señorita Jhonson. — ella voltea a mirar la alfombra como si fuera la octava maravilla del mundo mientras sus mejillas se tiñen de un rojo fuerte, salgo del estupor del momento y alejándome de Alejandro me levanto del escritorio mientras me encamino hacia ella y le digo:
—No te preocupes, está bien, dame los papeles. — le extiendo la mano y me los entrega.
—Es el presupuesto según los materiales del estante de París — me dice tratando de aparentar profesionalismo, pero la conozco y sé que la presencia de Alejandro la altera — bueno, eso es todo, me retiro... hasta mañana.
—Adiós Olivia, hasta mañana. — le digo y una vez cerrada la puerta me dirijo nuevamente a mi escritorio para colocar allí los documentos.
—Vamos, iremos al doctor, le llamaré para que sepa que iremos allá.
—No, estoy bien, además tengo que ir a recoger a mi hija. — le digo mientras trato de ordenar los documentos culpables de mi desgracia.
—Iremos por la niña y después donde un amigo que es doctor, tienes muy hinchado ese golpe. — ¡Por Dios, que hombre tan necio!
—Señor Benedetti, le agradezco su preocupación pero ya le dije que no es necesario, además con mi sueldo y los gastos por abogado y
papeleo debido a la adopción, no me puedo pagar la consulta con su doctor en este momento. — le refuto, este hombre no entiende que estoy bien.
—Vámonos señorita Jhonson, hay que ir a recoger a su hija. — me dice con los dientes apretados, lo que yo no sabía es que Alejandro no dejaría las cosas así.
Me apresuro a recoger todas mis cosas, el bolso, mi tableta, un tubo con mis diseños y Alejandro al ver todo lo que llevo me ayuda con mis diseños.
Una vez fuera de mi oficina, caminamos hacia el ascensor, los pocos trabajadores que siguen en la empresa nos miran sorprendidos, es obvio que saben del artículo y están confundidos, nuestro jefe nunca ha tenido una relación formal y es prácticamente imposible de creer que alguien tan común y ordinario como yo lo halla cazado.
Trato de sacar todo el aplomo que poseo y camino tratando de no ver a nadie, una vez en el ascensor, noto que somos los únicos y me pongo nerviosa por estar en un espacio tan pequeño con mi jefe.
Oficialmente son los minutos más largos de mi vida y al salir del ascensor hacia la recepción nos despedimos de Andrea, ella es la recepcionista general del edificio y otra fiel enamorada del jefe como Miranda y muchas más.
Una vez en el aparcamiento me pregunta: — ¿Cuál es tu vehículo?
— Ese — le digo señalando un Mercedes el cual ha visto años mejores, cuando me vuelvo para ver a mi jefe tiene la impresión gravada en su cara.
— ¿Es enserio? A eso ya no se le puede llamar auto ¡por Dios!, ha de ser un milagro que arranque. — me dice, mientras dirige su mirada desaprobatoria hacia mí.
—Discúlpeme señor Benedetti pero no todos podemos darnos el lujo de cambiar de vehículo. — le digo enfadada, ¿quién se cree para criticar mi carro?
—Tiene razón señorita Jhonson, pero notará que ese carro no es seguro para transportar a un bebé. — ante ese argumento él tiene razón, pero no hay nada que pueda hacer.
—Mire señor Benedetti, sé que tiene razón pero esto es lo único que pude conseguir, lo íbamos a cambiar una vez naciera Mely, pero como verá, los gastos de dos hoy solo los llevo yo y mientras se termina toda esta situación no me puedo dar el lujo de cambiar de vehículo.
Alejandro se queda un momento en silencio hasta que dice: — tiene razón, pero no me subiré a esa máquina mortal.
—Si quiere le doy mi dirección y nos vemos allí. — él me sonríe y solo me dice:
—Deme sus llaves, señorita Jhonson. — no entiendo su petición pero es mi jefe así que le hago caso y se las entrego, él levanta la mano y llama a su chofer que ha estado parado a la par de la limusina desde que entramos al aparcamiento.
Él le entrega mis llaves y le dice algo en voz tan baja que no consigo escuchar; cuando se aparta, su chofer se va con mis llaves y veo que se las entrega a alguien más, no sé qué está pasando y cuando miró a Alejandro por busca de respuestas solo me dice:
—ya me encargué, iremos en mi limusina y Javier se llevará tu coche, no te preocupes. — yo estoy anonadada por este hombre.
—Gracias señor pero no quiero causar más molestias por este día, me iré en mi coche y nos vemos en mi departamento. — él solo se limita a mirarme como si le sorprendiera y de un momento a otro esa expresión de sorpresa pasa a ser de frustración y me dice:
— ¿Acaso va a refutar por cada cosa? — él se acerca más a mí y asienta su mano firmemente en la parte baja de mi espalada pegándome prácticamente a él, no puedo ni respirar por su cercanía
— como ya le dije, señorita Jhonson, Javier va a llevar su coche y usted viajará conmigo ¿entendido?
Solo logro asentir con la cabeza, este hombre está loco ¿cómo se le ocurre invadir así el espacio personal de los demás?
Mientras mantiene su mano en mi espalda me encamina hasta la limusina y su chofer nos abre la puerta.
—Buenas tardes, señorita — me dice dándome un asentamiento de cabeza — señor Benedetti — repite la acción con Alejandro, espera a que subamos los dos, cierra la puerta y se encamina hacia el asiento de piloto.
— ¿Hacia dónde señor? — pregunta el chofer.
— ¿Hacia dónde Natasha ? — me pregunta Alejandro volteándose hacia mí.
—A la guardería Green, en la 5ta avenida.
—Ya escuchaste Robert.
—Sí señor.
Una vez salimos del edificio y nos incorporamos al tráfico, Alejandro me pregunta.
— ¿Por qué no consigues una guardería más cerca? — me vuelvo a sentir enfadada, no sé lo que tiene este hombre que me altera los nervios.