Una dura verdad

1528 Words
Luisana y Rafaela se taparon enseguida con las sábanas mientras Jennifer gritaba horrorizada: — ¿Pero qué significa esto? — ¡Jennifer! ¿Hija qué haces aquí? ¡Dios mío! Esto no es lo que estás pensando, por favor permíteme explicarte. — Te acabo de encontrar en la cama desnuda con mi tía Rafaela y tú solo me dices que no es lo que estoy pensando. ¿Y qué se supone que deba pensar mamá? ¿Me puedes explicar? Rafaela trató de que Jennifer se calmara: — Jennifer, cariño, deja que te expliquemos, lo que pasa es que tu madre se sentía un poco mal y yo le estaba dando un masaje y ….. — ¡Cállate! Por favor, ¿Y tenías también que desnudarte para darle a mi madre un masaje? Esto es asqueroso, no puedo creer lo que acabo de ver. Esto es aberrante. Jennifer no pudo aguantar y salió corriendo de la habitación directo a buscar a Armando, que se encontraba en la sala sentado porque habían tenido que regresar de emergencia de la luna de miel, porque este se había caído por accidente en las escaleras del hotel y se había torcido el tobillo. Al ver a Jennifer bajar las escaleras muy alterada, enseguida le preguntó: — ¿Pero qué pasa Jennifer? Parece que hubieras visto un fantasma. — Peor que eso, esto es una verdadera pesadilla. Tenemos que irnos de esta casa cuanto antes. — ¿Pero por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Acaso discutiste con tu madre? Jennifer no paraba de llorar, estaba muy impresionada con la escena que acababa de ver entre su adorada tía Rafaela y su madre. Ella siempre le había extrañado que Rafaela no se hubiera casado nunca y que además no tenía hijos, siempre la veía solitaria y jamás le había conocido a ningún pretendiente, pero como era una mujer que se vestía de forma femenina y además era muy atractiva, jamás se llegó a imaginar que tuviera ese tipo de inclinación hacia las mujeres. Pero lo que la tenía aún más sorprendida, era que su madre, una mujer a la que siempre había considerado toda una dama de la alta sociedad y encima estaba embarazada de su padre, hubiera caído en ese tipo de relación, siéndole infiel a Emiliano de la forma más descarada y en su propia cama. — Por favor Jennifer dime qué fue lo que pasó, me tienes nervioso. — Es que acabo de ver algo realmente espantoso, no salgo de mi asombro, no lo puedo creer. — Pero ya termina de decirme qué fue lo que viste, entre el dolor de mi tobillo y tu estado de nervios, estoy a punto de sufrir un ataque al corazón. — Es que subí a la habitación de mis padres para contarles que habíamos regresado de emergencia de la luna de miel por tu accidente, y cuando abrí la puerta encontré a mi madre con mi tía Rafaela. — Pero no veo cual es el problema con eso, sabes muy bien que ellas son muy amigas desde hace tiempo. ¿Y eso fue todo? ¿Acaso se molestó tu madre porque regresamos antes de lo esperado? — ¡No! ¡Claro que no! Tú no entiendes a lo que me refiero en realidad, es que las encontré a ambas en la cama completamente desnudas. ¿Ahora entiendes por qué estoy así tan atacada de los nervios? — ¿Qué has dicho? ¿Te refieres a que las dos estaban teniendo relaciones sexuales? ¿Es eso lo que me quieres decir? — Si, así es. Todo esto es un verdadero asco. ¿Sabes cómo me siento en este momento? Armando estaba aún más sorprendido que la misma Jennifer, no podía asimilar que una mujer como Luisana a la que le hizo el amor durante meses, se hubiera atrevido a hacer algo como eso Y en su propia casa. Sentía en ese momento que en el fondo no la conocía realmente como él pensaba. — No, eso no puede ser verdad. Esto tiene que ser un mal entendido, tu madre no es ese tipo de mujer te lo aseguro. Esa mujer Rafaela es la que le ha estado metiendo cosas en la cabeza a tu madre. Jennifer lo miró algo extrañada, porque no comprendía el por qué actuaba como si a él le hubiera afectado más que a ella la noticia. — Pero cálmate Armando, pareciera que en vez de ser yo la afectada, fueras tú. — ¡Claro que me afecta! Ahora estoy casado contigo y todo lo que tenga que ver con tu vida, también me afecta a mi. Armando tuvo que disimular ante Jennifer el enojo y la rabia que sentía en ese momento por Luisana, estaba realmente impactado. Era algo que no se esperaba y que cambiaba completamente la imagen que tenía de ella. — Ahora no sé qué hacer. No me parece justo lo que mi madre y mi tía le están haciendo a mi padre, creo que debo llamarlo para advertirle lo que está pasando. — ¡No Jennifer! No lo hagas. — ¿Pero de parte de quien estás? Me acabas de decir hace un momento que todo lo que me pasa también te afecta a ti, y ahora no quieres que le cuente a mi padre lo que está pasando a sus espaldas. ¿ Pero quien te entiende Armando? — Por favor Jennifer, no es que no me afecte, claro que me afecta y no te imaginas cuanto. Pero solo quiero evitar un problema innecesario sin antes escuchar lo que tiene que decir tu madre. — Pues si algo me queda muy claro, es que no quiero volver a hablar con mi madre. En estos momentos no puedo verla a la cara, me da asco al igual que Rafaela, porque a esa mujer no pienso llamarla más tía. Es una tremenda hipócrita. — Entonces permíteme que sea yo quien hable con tu madre, tal vez haya una explicación para todo esto. ¿No te parece? — Pues la verdad es que puedes hacer lo que quieras, a mi me ha quedado muy claro lo que vi entre ambas y esa escena jamás la voy a borrar de mi mente. Pero sí te advierto algo, sea lo que sea que te diga mi madre, no pienso ocultarle esto a mi padre, él menos que nadie se merece que lo traicionen de esa forma tan vil. Armando bajó la mirada porque enseguida pensó: “Dios mío, solo espero que Jennifer jamás se entere que fui el amante de su madre y que aún no sabemos si ese hijo que espera Luisana es mío o de su padre” (…) Mientras tanto en la habitación. Luisana estaba hecha un mar de llanto mientras Rafaela intentaba calmarla. — ¡Dios mío qué vergüenza con mi hija, esto no debió pasar jamás. Ahora las cosas se han complicado peor. Ella jamás me lo va a perdonar. — Por favor Luisana trata de calmarte y piensa en el bebé, eso le puede hacer mucho daño. — ¿Quieres que me calme? ¿Pero acaso no te has dado cuenta lo que acaba de pasar? Esto es el comienzo del fin. Esto es mucho peor a que se hubiera descubierto lo de mi relación con Armando. — Entiendo cariño pero… — ¡No me digas cariño! Tú no entiendes nada, todo esto es tu culpa, te lo dije una y mil veces que no insistieras con lo mismo, pero te aprovechaste porque me sentía vulnerable en ese momento con todo lo que me está pasando. — ¡Ya basta Luisana! ¿Hasta cuándo vas a seguir engañándote a ti misma? No puedes seguir ocultando que yo también te gusto, porque de lo contrario no te hubieras entregado a mi. Yo no te obligué, tú solita te dejaste besar y sabías perfectamente lo que íbamos a hacer cuando nos acostamos en la cama. Así que ya deja de echarme las culpas de todo y termina de admitir que en el fondo tú siempre has sentido lo mismo que yo. Luisana se quedó callada, en ese momento entendió que lo que Rafaela le decía era verdad. Ambas se conocían desde que eran unas adolescentes, y siempre habían tenido mucha atracción la una por la otra. Sin embargo, como vivían en medio de una sociedad que las iba a señalar y a juzgar si descubrían ante todos lo que verdaderamente sentían, prefirieron callar y continuar con sus vidas yendo en contra de sus verdaderos sentimientos. Justo en ese momento se escuchó que alguien llamó a la puerta y ambas se miraron entre sí, estaban nerviosas y se imaginaron que podía ser Jennifer de nuevo. Rafaela se acercó a abrir la puerta mientras Luisana permanecía en la cama tapándose con las sábanas. Cuando abrió la puerta ambas se quedaron impactadas cuando vieron a Armando apoyado en una muleta. — ¡Armando! ¿Pero qué haces aquí? — dijo Luisana tratando de cubrir sus pechos con las sabanas. — Necesito que hablemos, Jennifer me acaba de contar lo que pasó, pero necesito que tú y yo hablemos a solas. (…)
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