En un restaurante muy concurrido de la ciudad, se encontraban Luisana y Rafaela degustando un rico café.
— Y bien Luisana, ¿Cuándo me vas a contar qué es lo que está pasano entre ese joven y tú?
— Es una situación de la que no me siento muy orgullosa.
— Sabes que puedes confiar en mi, siempre hemos sido amigas y también confidentes. Anda dime, ¿Qué te pasa con el tal Armando?
— Es que tenemos una relación desde hace unos meses, lo conocí en una fiesta de navidad de la empresa. Pero te lo juro que no sabía que era uno de mis empleados. Comenzamos a coquetear y ambos teníamos unas copitas demás, entonces cuando pude darme cuenta, ya estaba metida en la cama con él.
— ¿Y Emiliano qué pinta en todo esto? Porque para que te hayas metido a la cama con otro hombre, quiere decir que las cosas no marchan muy bien entre ustedes. ¿O me equivoco?
— No marchan muy bien, Emiliano está entregado por completo a su trabajo, a veces pasa hasta un mes y no hacemos el amor, y a él parece no importarle.
— Pero ¿Eso no te parece extraño? Debe tener alguna aventura y es por eso que no le da importancia a estar contigo.
— Pues sí, sospecho que es así. Es más, sí tiene una amante.
— Pero lo dices así tan tranquila, ¿Acaso no te importa?
— Desde que conocí a Armando hubo muchas cosas que me dejaron de importar, él me hace sentir como nunca nadie lo ha hecho.
Rafaela cambió la expresión de su rostro, ya que el comentario de Luisana le había caído muy mal, sin embargo, a pesar de la promesa que le había hecho de no mencionar lo que alguna vez había pasado entre ellas, expresó:
— ¿Te hace sentir mucho más de lo que te hice sentir yo aquella noche?
— ¡Ya basta Rafaela! No pienso tolerar un solo comentario más de ese tema.
— Perdón, perdón Luisana, es que no lo pude evitar, no es mi intención que te sientas mal.
— No quiero hablar de ese tema, eso es algo que jamás debió suceder. Yo estaba muy ebria y tú me llevaste a la habitación del hotel donde fue mi despedida de soltera, cuando desperté, estaba completamente desnuda acostada en la cama junto a ti.
— Sí, pero yo sí recuerdo todo lo que pasó. Y te puedo asegurar aunque te empeñes en decir lo contrario, que estuviste conmigo por voluntad propia y lo disfrutaste tanto como yo.
Luisana sintió un escalofrío en ese momento por todo su cuerpo, era una etapa de su vida que de cualquier forma quería olvidar, más aún cuando ocurrió un día antes de su boda con Emiliano.
— Es mejor que nos vayamos de aquí, no quiero seguir hablando de lo mismo.
— ¡Espera Luisana! No quiero que te molestes conmigo, además vinimos aquí porque me dijiste que me ibas a contar algo que te está perturbando en estos momentos. Y bueno…ya veo que se trata de tu relación con ese joven. Me imagino que lo que te preocupa es que aparte de ser una mujer casada, ese joven puede ser tu hijo. ¿No es así?
—
No, aunque no lo creas no es eso lo que me preocupa. Aunque al principio si me sentía fuera de lugar, porque Armando tiene la misma edad de Jennifer.
— Pero si no es eso lo que te perturba, ¿Entonces qué es?
— Justamente es Jennifer la que me tiene muy consternada.
— ¡Y qué tiene que ver Jennifer con ese chico?
— ¡Todo!
— ¿Cómo? No entiendo, por favor explícame.
— Anoche Jennifer llevó a la casa a su novio, con el que quiere casarse y formar una familia.
— ¿Y qué pasa? Es normal que una chica de su edad quiera casarse con su novio.
— Sí, pero ese hombre al que llevó a la casa para que Emiliano y yo le dieramos el visto bueno, es nada más y nada menos que Armando.
— ¿Qué has dicho? ¡No puede ser!
— Sí, yo quedé igual que tú cuando lo vi entrar a casa con mi hija del brazo.
— Luisana pero eso es gravisimo. ¿Y Emiliano lo sabe?
— ¡Por supuesto que no!
— ¿Y entonces por qué no quiere a Armando para su hija?
— Porque Armando es un joven pobre y encima trabaja como vendedor de zapatos en la empresa en uno de los departamentos. En realidad no puede ofrecerle nada a Jennifer.
— ¿Y a ti qué puede ofrecerte?
— Eso es totalmente diferente. Lo nuestro solo ha sido una relación basada en el sexo, pero con Jennifer es diferente, ella quiere casarse con él y tener una familia. Él no puede ofrecerle nada a mi hija, ella está acostumbrada a vivir rodeada de lujos. Y no quiero que esa relación se lleve a cabo, es por eso que lo eché hoy de la empresa.
— ¿Lo echaste de la empresa y te besaste con él para despedirte?
— ¡Claro que no! Eso que me dices suena muy odioso de tu parte.
— Yo lo que veo en todo esto, es que en el fondo estás celosa de tu propia hija y no te estás dando cuenta.
Luisana se quedó pensativa analizando las palabras de Rafaela, luego le respondió:
— No Rafaela, eso no puede ser, Jennifer es mi hija y yo la amo con todas mis fuerzas. Solo quiero lo mejor para ella. Y esa relación se tiene que terminar. Necesito que tú me ayudes.
— ¿Pero cómo puedo ayudarte con algo así?
— Hablando con Jennifer, ella te tiene mucha confianza y estoy segura que si le dices que ese joven no le conviene, ella te va a ser caso.
— ¿Y si logro convencerla qué vas a hacer tú con esa relación? ¿Vas a continuar siendo la amante de Armando?
— No, por supuesto que no. Yo terminé con esa relación y le dije claramente que no podemos volver a vernos.
— Pero de igual forma hasta hace un par de horas lo estabas besando. ¿A quien quieres engañar Luisana? Estás enamorada de Armando. Lo que en un principio creíste que se trataba solo de sexo, se ha vuelto contra ti y ahora tienes de rival a tu propia hija.
(…)
Había llegado la tarde y Armando estaba saliendo de la empresa, pero en la salida lo estaba esperando Jennifer en su auto. Cuando lo vio pasar, se bajó rápidamente del vehículo y lo llamó ansiosa:
— ¡Armando! ¡Armando!
— ¡Jennifer! ¿Pero qué haces aquí?
— Vine a buscarte. Es que quiero que hablemos de lo que pasó anoche en mi casa.
— Jennifer, creo que está muy claro lo que pasó, lo nuestro no puede ser y es mejor que dejemos las cosas como están.
Ella lo miró mientras una lágrima corría por su rostro, Armando al verla a punto de soltar el llanto, la miró con ternura, le secó la lágrima mientras le decía:
— Por favor no llores, no quiero que sufras por mi culpa. Tú no mereces un hombre como yo.
— No digas eso, yo te amo Armando y lo único que quiero es poder casarme contigo. Por favor salgamos de aquí y hablemos en otro lugar.
Armando no podía negar que Jennifer le atraía enormemente, pero de una manera muy distinta a Miranda. Con ella sentía que podía tener la posibilidad de tener una familia y además, era un sentimiento mucho más puro que iba más allá de lo fisico.
Y justamente por esa razón no quería hacerle daño, además de saber que llevaba a sus espaldas la carga de haber tenido una relación con su madre. Pero al verla parada enfrente de él, tan bella y llena de juventud, no pudo resistirse y accedió a ir con ella.
— Está bien Jennifer, pero vamonos de aquí, no quiero que tus padres nos vean juntos.
Jennifer contenta le respondió mientras le daba un beso en los labios:
— ¡Uyyy! Eres lo máximo, por eso te amo tanto.
Ambos se subieron al vehículo y se marcharon de la empresa.
(…)
Minutos después…
— ¿A dónde vamos Jennifer? No comprendo por qué te metiste por este camino.
— Ya deja los nervios, voy a llevarte a un sitio en donde podamos hablar sin interrupciones, ,además es un lugar al que nunca antes he ido y quiero conocerlo contigo.
Armando iba un poco nervioso ya que no entendía a qué se refería Jennifer con eso, sin embargo, no le quedó otra alternativa que esperar llegar al lugar, de igual forma él ya tenía pensado cortar todo tipo de relación con ella, no quería que Jennifer saliera lastimada en todo esto, y además tampoco quería perder su empleo ya que de su sueldo dependía la estabilidad de su familia.
— ¡Listo! Llegamos. ¿Qué te parece?
— ¿Pero acaso te volviste loca? ¿Qué hacemos aquí?
— ¡Ay no te hagas Armando! ¿Me vas a decir que jamás has venido a un motel? Porque eso no te lo puedo creer. En cambio yo jamás he entrado a uno y quiero que mi primera vez sea contigo.
— No Jennifer esto no está bien, es mejor que vayamos a otro lugar.
Jennifer acarició su rostro mientras se acercó a darle un beso en los labios, luego le dijo muy cerquita de su rostro:
— No va a pasar nada, solo quiero que hablemos sin que nadie nos interrumpa, por favor complaceme.
— Está bien Jennifer, pero solo un momento, hablamos y luego nos marchamos de aquí.
Estacionaron el vehículo y Armando como todo un caballero fue a registrarse y a pagar la habitación. Luego ambos entraron y Jennifer observaba todo sin decir una sola palabra.
— Bueno por tu expresión sí se nota que es la primera vez que entras a un motel.
— Sí, la verdad es que si. Me da vergüenza admitirlo porque la mayoría de mis amigas han tenido relaciones con sus novios, pero yo aún guardo mi virginidad para alguien especial como tú.
— Jennifer yo…
Ella se acercó a él y colgó sus brazos sobre su cuello mientras lo besaba, Armando por más que quería evitarlo, no pudo resistirse a sus besos, era una chica demasiado hermosa, con un cuerpo de diosa que volvería loco a cualquier hombre.
Las intenciones de Jennifer eran muy claras, ella quería estar con Armando para comprometerlo a que se casara con ella. Estaba muy enamorada de él y lo único que deseaba era llegar a ser su esposa y al mismo tiempo independizarse de sus padres.
Aquel beso comenzaba a encender a Armando, hasta que en un impulso la empujó tratando de separarse de ella, mientras que esta cayó sobre la cama.
— ¿Pero por qué no quieres besarme? ¿por qué me haces esto? ¿Acaso no te gusto?
— No se trata de eso Jennifer, al contrario, eres una mujer demasiado hermosa y lo que trato es de no dejarme llevar por el deseo que me produces. Es que no quiero hacerte daño entiéndelo.
Jennifer lo miró y se paró enfrente de él, comenzó a quitarse la blusa, luego abrió la cremallera de su pantalón y se quedó en ropa interior.
— ¿Pero qué haces? Por favor Jennifer vistete.
Ella no le decía una sola palabra, solo continuó esta vez quitándose el brasier dejando sus pechos desnudos, y por si eso fuera poco, se quitó el bickini mientras lo lanzaba en el rostro de Armando, que aún no salía de su asombro al ver lo hermosa que se veía Jennifer desnuda.
Ella se acercó a él y comenzó a besarlo por su cuello y luego llegó a su boca, haciendo que este no aguantara el deseo y las ganas que ella le produjo en ese momento y la cargó rodeando sus piernas sobre su cintur
a mientras acariciaba su piel desnuda que se erizaba con el roce de sus manos.
(…)