Capítulo 4: Another Broken Heart

1256 Words
| Harry | Cerré la puerta de un golpe,  apretando mi mano con fuerza. La próxima vez no seré tan idiota en hacer estas cosas, la mano me dolía demasiado. La levante cuando entre a la cocina, fui hacia el refrigerador y saque hielo, y me lo puse arriba de mis nudillos rojos. La luz de la cocina se prendió y desde el umbral de la puerta una mujer con cabellera naranjada, unos labios gruesos y teñidos de un rosa no tan pálido, grandes ojos verdes algo adormilados. Sus manos hacen un nudo con los cordones gruesos de su corta y fina seda que lleva de pijama, lambo mis labios pensando en lo que lleva abajo es de una fina y suave tela. —Harry, cielo...—pronuncia ella. —Melanie, ¿Qué haces despierta?—pregunté levantándome del taburete y tirando el hielo sobre la isla. —L-lo siento, escuche ruidos y predije que serias tú. No quería molestar, solo baje a ver. —dice la pelirroja. Oh, soy un completo bastardo. Ella no tiene la culpa, Melanie no la tenía de mi día n***o hoy. Por primera vez tengo que dar la razón a Neley, tal vez si era un completo bastardo o hijo de perra como las mil y una formas que ella me lo repitió años atrás y ahora. Demonios, y aquí estaba, no podía, simplemente no podía pensar con claridad, pensaba en blanco y recordaba que a Neley le quedaba mejor el color n***o, veía una cabellera rubia y solo pensaba en ella. Hasta el más mínimo insignificante 'algo' en este mundo tenía que compararlo con ella y recordar. Demonios. Neley ¿Cómo fue que te deje escapar de mis manos? ¿Qué fue lo que hice mal? ¿Acaso sentías que te dejaba sola o que solo deje de amarte, mujer mía? ¿Mujer mía? Ya no era nada mío, desde hace mucho tiempo.  Sus ojos, tenían el mismo odio que yo al solo verla. Fue un error, de los errores se aprenden, pero en estas circunstancias, en mi persona soy de aquellas que prefieren ser castigadas y seguir siendo castigadas para aprender la lección...pero nunca aprenderé la lección. Aquí vamos. Neley fue una droga y sí que lo sigue siendo. Aunque el dolor quemaba mi pecho, mi amor por ella nublaba mis sentidos y me desconectaba de mi cuerpo. Oh, era un hijo de perra lastimado, no recuerdo cuantas noches había pasado desde que la perdí, en mi oficina vaciando las botellas de whisky, hablando solo, llorando como un maricón que necesitaba amor. Pero necesitaba el de ella. Vamos, hijo de perra, despierta. La chica te odia y ella es culpable de tu sufrimiento. Eso era verdad, tal vez fui insuficiente para ella, por eso ella decidió quedar con otro hombre, un hombre que no era yo. Miles de veces Damian trato de razonar conmigo, diciendo lo que mis padres también me lo decían, 'Ella quiere el dinero de la familia, ella solo está  contigo porque tienes un rostro bonito, ella te está engañando con su mejor amigo'. Golpeé la mesa con fuerza y ahí me había dado cuanta que me había desconectado completamente.  Melanie reboto en el lugar por el susto. —Harry, tu mano. —se preocupó. — ¿Que sucede?, cariño. ¿Qué hacia aquí?, ¿Porqué estaba una mujer semi desnuda frente a mis ojos?, ¿Porqué tenía una anillo de compromiso? ¿Porqué me decía cariño?, ¿Porqué estábamos casados?, ¿Porqué ella no es Neley? Irónico. Pero aun la amaba.  Pero aun la odiaba. Ella se las había arreglado para quedar victima frente a los ojos de las demás personas, yo no era el villano. Yo también estaba dolido. Yo también he llorado borracho aquella noche, yo también he querido recurrir a circunstancias estúpidas en esas ocasiones cuando vi que toda su farsa encajaba a la perfección, cuando vi que ella era la mentirosa, la maldita que me atrapo y luego me dejo caer al vacío. Yo... —Cariño, Harry. ¿Me escuchas?—Mel, se había acercado a mi persona. Me miraba preocupada, no, sus ojos no son marrones como los de ella. No me veo reflejados en los de ella como lo hacía en los de Neley, estos no brillan. Baja de las nubes, bastardo.  Esa maldita mujer te destruyo. No, basta. Me estaba volviendo loco. Olvídate de la perra. Tome a Melanie del cuello y la termine acercando a mi anatomía. Su cuerpo choco con el mío, sus dientes colisionaron con los míos, no iba a pedir perdón por el beso brusco que le había dado. No iba a pedir permiso para follarla en mi cocina, era mi maldita esposa e iba a complacerme en este momento para olvidar en donde estoy, en donde mierda he llegado hasta ahora y que puedo seguir sin una perra que destruyo mi vida. —Te voy a tomar aquí. Y lo único que harás es gritar como puta. ¿Entendido? Ella gimió entre besos, no necesitaba respuesta porque lo iba a hacer de todas maneras, la sostuve ahora con mis dos manos en su caderas. La levante y la puso arriba de la isla, ella solo seguía mis instrucciones, nunca protesto en la hora del sexo, tampoco en estos años de casado, era una sumisa total. Abrí sus piernas y me adentre en ellas, sin dejar de besarle, abrí la bata de seda, desde el escote del pequeño camisón lo tome con ambas manos y lo rasgue en dos pedazos de tela, sus pechos cayeron libres. Soltó un leve grito y gruñí. Aun tenía sus bragas de color rosa crema, la acerque a mí un poco más de lo necesario. Sin soltar sus labios, ella mordisqueo mi labio inferior, despeino mi cabello y mientras que lo hacía logre bajar mis pantalones junto con mi bóxer, dejando en libertad mi pene. Logre romper sus bonitas bragas caras, no protestó. Un grito lleno mis oídos y toda la cocina en el momento en que irrumpí en su interior, estaba demasiado tensa. Sin importar y que solo me importe en que yo llegué a un orgasmo y pudiera ser liberado de tal estrés-Neley. Estaba más que satisfecho. Mis caderas golpeaban con fuerza con las suyas haciendo un ruido, ella apenas podía mantener sus delicadas piernas enrolladas alrededor de mi cintura. Entraba y salía con tal ferocidad que tan solo el odio me permitía, recuerdos venían y aumentaba las embestidas. Melanie gritaba, y dios, sí que gritaba. Levanté la cabeza mirando el techo como ella lo hacía, pero sus ojos estaban cerrados con fuerzas, su boca abierta y dejando escapar los gritos. Mi cuerpo se tensó y sabía que faltaba poco. Comencé a hacerlo mucho más fuerte, apreté mi mandíbula, rechiné mis dientes y cuando se me fue difícil liberar el aire de los pulmones supe que había llegado, llené su interior con mi semen.  Me detuve y ella grito de frustración. Yo había llegado, ella no.  Suspire varias veces, su rostro estaba colorado, coraje o sexo. Salí de su interior. Pase mi puta unas veces más por su entraba ahora muy sensible por las envestidas salvajes, podía ver su carne, roja y palpitar con fuerza. Ella suspiro. En unos segundos más, ya tenía mi pene puesto dentro de mis pantalones. Sin antes de que diga algo, hable. —Estaré en mi despacho, tengo trabajo que hacer. —pronuncie saliendo de la cocina y dejando a mi esposa desnuda, con un pijama roto, colorada de la frustración y con deseos de llegar a un clímax como yo lo había hecho. Pero esta noche era solo para mí. Ahora iría por el tabaco y el whisky.  
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