Un primer día para recordar.

1588 Words
—¡Buenos días! —saludó Alejandro, mostrándose claramente emocionado por el viaje. —siempre tan puntual y organizado— añadió clara, besando su mejilla, ya que ellos dos ya se conocían desde el trimestre pasado y se habían hecho amigos. Los cuatro sabían que a este profesor le encantaba hacer este tipo de dinámicas, así que en esta clase, no interactuaban a menos que no fuese necesario, y al parecer les funciono muy bien, claro que también pudieron tocar con otros compañeros, pero el universo estaba a su favor. —¿Listas? — pregunto Marcos, quien simplemente se acercó con una sonrisa, mientras abría el maletero y procedía a entrar su equipaje y los suministros que habían comprado. Sofía trató de mantener la compostura mientras se acercaba con su mochila. Marcos le dedicó una mirada rápida y su habitual sonrisa encantadora. Aunque él no dijo nada, el simple gesto fue suficiente para hacer que Sofía volviera a sentir el nudo en el estómago. —Vamos, chicos, será mejor que nos pongamos en marcha si queremos aprovechar el día —dijo Alejandro—. El viaje es largo Las cuatro horas de camino comenzaron de manera tranquila. Clara, siempre enérgica, ocupaba el asiento del conductor, (la idea era turnarse durante el viaje), mientras Sofía se sentaba a su lado. Alejandro y Marcos iban en los asientos traseros, hablando de algunos detalles logísticos del proyecto, pero el tema de conversación no podía mantenerse demasiado tiempo en lo académico. Clara, notando el silencio incómodo que se formaba de vez en cuando, puso música para aliviar la tensión. Sofía miraba por la ventana, tratando de distraerse con el paisaje, pero no podía evitar sentir la presencia de Marcos a sus espaldas. —¿Estás bien? —le susurró Clara en un momento, notando sus nervios —Sí, solo... un poco cansada —respondió Sofía, tratando de sonar convincente Clara sorprendentemente estaba siendo comprensiva, aunque no dejó de lanzar miradas cómplices hacia el asiento trasero. Durante el trayecto, las conversaciones se volvieron más ligeras. Hablaron de todo, desde música hasta las expectativas sobre el lugar al que iban. Alejandro parecía entusiasmado por la parte de la investigación, mientras que Marcos, con su actitud relajada, le había dejado a Alejandro el liderazgo de este proyecto. A medida que el coche avanzaba, el paisaje comenzó a cambiar. De las calles de la ciudad pasaron a las zonas rurales, donde las montañas y los bosques empezaban a dominar el horizonte. El verde intenso de los árboles y el aire fresco indicaban que estaban cada vez más cerca. —Ya casi llegamos —anunció Clara, mirando el GPS—. Solo falta media hora. El hotel en el que se alojarían estaba cerca del lago, un lugar modesto pero acogedor. Allí pasarían los próximos tres días investigando, conviviendo, y, en el caso de Sofía, tratando de no perder la cabeza cada vez que Marcos estuviera cerca. Llegaron al Lago Verde temprano, antes de lo esperado. El aire fresco del campo era revitalizante, y la tranquilidad del entorno contrastaba con el bullicio de la ciudad que habían dejado atrás. Después de registrarse en el hotel y dejar sus maletas, decidieron que lo mejor sería salir a desayunar antes de comenzar con la planificación del proyecto. —He visto un pequeño puesto de comida justo al lado del hotel —sugirió Marcos—. Parece bastante acogedor, ¿Qué les parece si vamos a ver qué tienen? Todos estuvieron de acuerdo, y en poco tiempo se encontraron sentados en una mesa de madera rústica, rodeados por el aroma de comida recién hecha. Unas empanadas caseras, con un toque especial de la región, fueron la primera elección. Crujientes por fuera y jugosas por dentro, estaban llenas de sabor. Sofía no pudo evitar sonreír mientras mordía una de ellas, disfrutando del desayuno y el paisaje. El grupo también pidió un dulce tradicional y una bebida local, similar a un té de hierbas, que acompañaba a la perfección las delicias que estaban probando. —Esto está increíble —comentó Marcos con una sonrisa, mientras saboreaba una de las empanadas. Sofía asintió, intentando disfrutar el momento, ya comenzaba a acostumbrarse a la presencia de Marcos por fin, quien parecía más relajado que nunca. Sin embargo, a medida que el desayuno avanzaba, comenzó a notar algo extraño. Su estómago empezó a revolverse, y una sensación de incomodidad se apoderó de ella. Intentó ignorarlo al principio, pensando que tal vez era solo un malestar pasajero. Pero pronto el dolor se intensificó. Sin previo aviso, Sofía sintió una ola de náuseas que la dejó sin aliento. Apenas pudo ponerse de pie antes de que su cuerpo reaccionara, y terminó vomitando justo al lado del puesto. El repentino malestar atrajo la atención de todos, y el grupo se levantó rápidamente para ayudarla. —¡Sofía! —exclamó Clara, preocupada, mientras se acercaba para sostenerla. Marcos no tardó en reaccionar. Sin pensarlo dos veces, tomó a Sofía por los hombros con cuidado, intentando mantenerla en pie. —Voy a llevarla de vuelta al hotel —dijo con voz firme. Alejandro y Clara asintieron, preocupados, mientras Marcos, con una sorprendente delicadeza, tomo a Sofía del brazo, para darle un poco de estabilidad mientras la guio lentamente hacia el hotel. Ella, aún aturdida por el dolor y la sensación de malestar, apenas pudo mantenerse consciente de lo que sucedía a su alrededor. —Lo siento —murmuró Sofía, avergonzada por la situación. —No te preocupes, no es nada —respondió Marcos, con un tono tranquilizador. El trayecto de regreso al hotel fue corto, pero para Sofía, que seguía con la sensación de nauseas y mareo, pareció eterno. Una vez llegaron, Marcos la ayudó a entrar en su habitación y la condujo directamente a la cama. La cubrió con una manta y se quedó a su lado por un momento, asegurándose de que estuviera cómoda. —Voy a buscar algo para ayudarte con el malestar —dijo antes de salir de la habitación. Sofía, aún mareada, se dejó caer sobre las sábanas frescas de la cama. Sentía un poco de alivio al estar acostada, pero el dolor de estómago seguía presente. Cerró los ojos, intentando respirar profundamente para calmarse, pero lo único que rondaba en su cabeza era la vergüenza que sentía en ese momento. Unos minutos después, Marcos volvió con una botella de agua y un paquete de pastillas para el dolor de estómago que había conseguido en la recepción. —Toma esto —le dijo, ofreciéndole el agua y una de las pastillas—. Te ayudará a sentirte mejor. Sofía asintió con gratitud y tomó lo que él le ofrecía. Después de unos momentos, comenzó a sentirse un poco más estable, aunque todavía débil. Marcos se sentó en una silla al lado de la cama, observándola con una expresión de preocupación y un poco de impotencia, al no poder hacer nada mas por ella. —Gracias —murmuró Sofía, aún un poco avergonzada—. No quería arruinar el primer día. La tarde había pasado lentamente para Sofía, quien se quedó en su habitación mientras los demás salían a investigar los puntos clave del proyecto. Aunque el malestar había disminuido un poco, todavía sentía una incomodidad persistente en su estómago. El doctor del hotel había llegado más tarde para revisarla, diagnosticando una leve intoxicación alimentaria, algo que con descanso y líquidos pronto se resolvería. Clara, fiel a su amistad, se quedó a su lado, atenta a cualquier necesidad que tuviera. Mientras tanto, Marcos y Alejandro salieron a explorar los alrededores del Lago Verde, tomando notas y fotos para el proyecto. Sofía, recostada en la cama, se sentía mal no solo por el dolor, sino también por haberse perdido el primer día de investigación. No obstante, la tranquilidad y compañía de Clara la ayudaban a sobrellevar la situación. —No te preocupes, Sofi —le decía Clara, mientras le ofrecía agua—. Mañana estarás mejor y podrás unirte a nosotros. Además, lo importante es que te cuides ahora. Sofía intentó sonreír, aunque aún se sentía algo débil. —Gracias por quedarte conmigo. De verdad lo aprecio. —Sabes que siempre estaré aquí para ti —respondió Clara, dándole un pequeño apretón en la mano—. Ahora descansa un poco. Sofía cerró los ojos, agotada por el malestar y el efecto somnífero de los medicamentos que le había recomendado el doctor. Poco a poco, el sueño la fue venciendo. Mientras dormía, Clara continuó cuidándola, aunque el cansancio también comenzaba a afectarla. El sonido de la puerta abriéndose suavemente la hizo levantar la vista. Era Marcos, regresando con Alejandro después de la primera salida de exploración. —¿Cómo está? —preguntó en voz baja, mirando a Sofía, que dormía plácidamente. —Ha estado descansando. El doctor dice que solo fue una intoxicación leve, pero aún tiene malestar —respondió Clara, susurrando—. Creo que yo también debería descansar un poco. —Ve, yo me quedo aquí —dijo Marcos con calma, sentándose en la silla junto a la cama—. Puedo cuidar de ella esta noche. Tú necesitas dormir y darte un respiro. Clara lo miró con cierta sorpresa, pero luego asintió, agradecida. Había sido un día largo y agotador, y aunque no lo admitiera, también necesitaba un descanso. Se estiró y suspiró antes de levantarse. —Gracias, Marcos. Si hay cualquier cosa, avísame —dijo antes de dirigirse hacia la puerta—. Voy a darme un baño y descansar un rato. 
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