Silencios Reveladores

1317 Words
Marcos asintió con una pequeña sonrisa. Una vez que Clara salió de la habitación, el silencio se apoderó del espacio, solo interrumpido por la respiración suave de Sofía mientras dormía. Marcos la observaba desde su silla, se detuvo un momento a apreciar las diminutas pecas que tenía en su mejilla. —Que hermosa eres— se le escapo a Marcos en voz alta, quien reacciono seguido tragándose una bocanada de aire y poniendo las manos sobre su boca. Sofia se movió un poco para cambiar de posición, pero siguió dormida, Marcos sonrió aliviado y con la luz que daba la lampara de noche, comenzó a leer. Pasaron los minutos, y Marcos al fin se quedó dormido. Sofía se movió levemente en la cama, despertando lentamente. Su vista estaba algo borrosa, pero pronto distinguió la figura de Marcos , dormido en el asiento que estaba al lado de la cama. Su corazón dio un pequeño brinco al verlo ahí, pero la sorpresa fue rápidamente reemplazada por gratitud. —¿Marcos? —susurró con voz ronca, aún adormilada—. ¿Qué haces aquí? Marcos aun adormecido, tomo un poco de agua para acabar de despertar. —Clara se fue a descansar un poco, así que me ofrecí a quedarme contigo esta noche —respondió, inclinándose hacia ella—. No quería que te quedaras sola— susurro. —Gracias... pero no tienes que quedarte si no quieres. No quiero molestarte —dijo, aunque en el fondo ella que se sentía reconfortada con su presencia. —No es ninguna molestia —respondió él, sonriendo suavemente—. Solo quiero asegurarme de que estés bien. Hubo un momento de silencio entre los dos. El ambiente en la habitación era cálido, Sofía sentía que el nerviosismo que usualmente le provocaba estar cerca de Marcos estaba, por primera vez, en calma. Quizás porque él había sido tan atento todo el día, o tal vez porque el cansancio la había dejado sin fuerzas para preocuparse por las mariposas en su estómago, aunque al parecer podrían no ser mariposas y seguir intoxicada, Pensó, y una sonrisa se dibujo en sus labios. —¿Te sientes mejor? —preguntó Marcos, mirándola con atención. Sofía asintió levemente. —Sí, un poco mejor. las pastillas me ayudaron. —Me alegro —respondió él—. Si necesitas algo, solo dímelo. Estoy aquí. Sofía asintió nuevamente, y poco a poco, el sueño volvió a apoderarse de ella. Marcos, mientras tanto, continuó sentado junto a ella, observando cómo el cansancio finalmente la vencía. Él también estaba agotado, pero no podía dejar de mirarla, preguntándose en qué momento había empezado a importarle tanto lo que le pasaba a la que parecía ser la más tímida de todo el campus. Al día siguiente, la luz del sol se filtraba suavemente por las cortinas de la habitación, iluminando el espacio. Sofía despertó lentamente, parpadeando mientras sus ojos se adaptaban a la luz. Al girar su cabeza hacia el otro lado, vio a Marcos, que dormía profundamente junto a ella. Él no había aguantado el cansancio y, en algún momento de la noche, se había recostado en la cama a su lado. Sofía lo observó en silencio, su corazón comenzando a acelerarse nuevamente. Verlo tan cerca, con su rostro relajado, le permitió apreciar cada uno de sus rasgos: el mentón definido, la nariz recta y fuerte, y esa serenidad que emanaba de él. No podía evitar pensar en lo masculino y atractivo que era, y por un momento, se dejó llevar por la belleza de la escena. Suspiró casi sin darse cuenta, y en ese instante, Marcos se movió. —ooohh, ¿mi suspiro lo despertó? que sueño tan ligero tiene, pensó. Marcos abrió los ojos lentamente, aún con rastros de sueño, y al ver a Sofía observándolo, sonrió de una manera que hizo que el estómago de ella diera un vuelco. —Buenos días —dijo él, con una voz profunda y suave, entrelazada con un toque de cansancio. Sofía se sonrojó de inmediato, su corazón palpitando a toda velocidad. No podía creer que lo había estado mirando tan fijamente, y mucho menos que él la había atrapado. En su apuro por desviar la atención, intentó levantarse rápidamente de la cama, pero en su prisa, no se dio cuenta de que la sábana aún estaba enredada en su pierna. —¡Ah! —exclamó, mientras caía de cara al suelo. Sofia cerro los ojos esperando el impacto, pero este nunca llego, abrió los ojos aun con temor, y se dio cuenta que estaba colgando, Marcos había agarrado su blusa, con una mano. —wao, que reflejos, dijo Sofia aun en una posición peligrosa. —me subes por favor— exclamo, mientras no pudo notar que Marcos aguataba la risa, sin pensarlo tomo la almohada y se la lanzo. Marcos atino a atrapar la almohada, solo que lo hizo con la mano que sujetaba a Sofia. —Aaaahhh— dijo mientras caiga nuevamente. —¡Sofía! —exclamó, preocupado—. ¿Estás bien? Ella, todavía aturdida por la caída, asintió rápidamente, su cara completamente roja de vergüenza. —Sí, sí, estoy bien —murmuró, sin atreverse a mirarlo directamente a los ojos—en ese momento Marcos no pudo evitar sonreír a carcajada, Sofia haciendo un morro, también termino riendo. Marcos Con gentileza, la ayudó a levantarse, sosteniéndola por los brazos mientras se aseguraba de que estuviera bien. —Eres un desastre en las mañanas, ¿eh? —bromeó suavemente, todavía sonriendo. Sofía, intentó arreglarse el cabello y las ropas, murmurando algo incomprensible en su nerviosismo. —Gracias... —dijo finalmente, entre dientes, mientras trataba de calmarse. Marcos la miró con esa expresión despreocupada que tanto la desarmaba. —No tienes que agradecerme, Sofía. Estoy aquí para ayudarte. —Su tono era suave, reconfortante, lo que solo aumentaba la confusión interna que Sofía sentía cada vez que lo miraba. Por unos momentos, los dos se quedaron en silencio, mirándose el uno al otro. Sofía, aun sintiendo el calor de la vergüenza en sus mejillas, no podía apartar la vista de él, mientras Marcos la miraba con una mezcla de diversión y algo más que ella no podía identificar del todo. —Deberíamos ir a desayunar, ¿no? —dijo finalmente Marcos, rompiendo el silencio con suavidad—. Aunque tal vez hoy evitemos las empanadas. Sofía Asintió con una sonrisa en los labios, agradecida por el cambio de tema, y juntos se prepararon para bajar al comedor, donde Clara y Alejandro los esperaban. Sofía se ató su larga cabellera castaña en una coleta alta, dejando al descubierto su cuello, mientras se vestía para bajar a desayunar. Con el calor que hacía fuera de la habitación, decidió ponerse unos vaqueros azules cómodos y una pequeña blusa que apenas cubría su busto, dejando su espalda al descubierto. El clima cálido le hizo optar por algo ligero, y sentía que necesitaba aire después de la noche complicada que había pasado. Al bajar junto a Marcos al comedor, fueron recibidos con sonrisas y entusiasmo por parte de Clara y Alejandro, que ya estaban acomodados en una mesa con vistas a los jardines del hotel. —¡Por fin bajan los tortolitos! —bromeó Clara, guiñándole un ojo a Sofía, haciendo que esta se sonrojara de inmediato. —No empieces, Clara —respondió Sofía con una risa nerviosa, aunque no pudo evitar mirar de reojo a Marcos, quien simplemente sonrió con naturalidad. —¿Cómo te sientes, Sofi? —preguntó Alejandro, que se veía genuinamente preocupado—. Te veías muy mal ayer. —Estoy mejor, gracias. Solo un poco cansada —contestó Sofía mientras se sentaba—. Nada que no pueda manejar. —Perfecto, entonces este café te hará bien —dijo Clara, ofreciéndole una taza con una sonrisa. Sofía aceptó, tomando un sorbo del café caliente, sintiendo cómo el calor reconfortante le daba energía.
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