Hicimos las maletas y salimos a toda prisa del hotel.
El taxi seguía esperando y el conductor estaba apoyado en el capó, disfrutando de un cigarrillo matutino.
—¡Deja de quemarte los pulmones y arranca.!—le grité mientras salía por la puerta giratoria y pasaba junto a Joshua, que, mal peinado, mal vestido y aún guapo, me perseguía.
Me subí al coche y, dando un portazo, le dije al taxista:
—Al aeropuerto, rápido .—
El hombre me miró por encima del hombro.
—¿No estamos esperando a tu compañero?—
Miré a mi lado y encontré el asiento vacío. Me enfadé aún más, ¿dónde estaba Joshua?
Estaba decidida a sacar los miles de demonios que llevaba dentro.
Mientras aplastaba mi nariz contra el cristal, vi que intentaba escapar de la puerta giratoria.
Un grupo de japoneses habían cerrado el paso y mi estúpido compañero había sido absorbido por el grupo de hombres, Joshua se quedó orbitando en el cristal como un satélite alrededor de la tierra. No salía de mi asombro: ¿podría alguien ser más estúpido?
—¿Qué estabas haciendo ahí? —le grité en cuanto se sentó a mi lado.
—Todo es tú culpa, señora Prisas, fuiste tan rápida que me bloqueaste el paso y me obligaste a rodear de nuevo esa puerta.— protestó, molesto.
—Si no te hubieras quedado dormido, esto no te pasaría a ti —me burlé de él.
—¿Qué no te quedó claro cuando dije las seis y media en recepción? —
—Mi despertador no sonó.—reprocho él
—¿Oh? Esa no es una buena excusa, te vendría bien un poco más de ingenio,— respondí.
—Tssk , Joshua chasqueó la lengua, llevándose las manos a la cara. — Tengo una resaca puedes callarte.
—No quiero callarme— respondí.
—¿Cómo puedes ser tan irresponsable?—pregunte.
Se encogió de hombros y, mirando hacia otro lado, respondió:
—Estaba durmiendo, necesitaba descansar, llegué un poco tarde anoche. Tú sabes que Jenny esa morena me exprimió todo—dijo cínicamente.
Resopló con exasperación, comencé a dar a luz a demonios del enojó.
—Increíble … tú…hijo..de … .pe…— me mordí los labios.
—¿No terminaras lo que ibas a decir?—
—Sí.—
—¿Eres un idiota?—
Yo esperaba una disculpa .
—Cállate ahora no eres mi madre. —Él me hizo una mueca de desagrado y se tapó los oídos.
Me puse rígida y le di la espalda en el asiento, obligándome a mirar por la ventana, Sentía el vapor saliendo de mis fosas nasales y dibujando cuchillos afilados en el cristal.
Salimos del centro de Nueva York en completo silencio y una pesadez flotando en el aire.
—Me debes quinientos dólares—le dije enojada
—¿YO?.... ¿De qué?—
—De ese polvo que te tiraste—. No sabía que te gustarán las chicas de burdel.
—Jenny. ¿Te pidió quinientos dólares?— dijo sorprendido. No tenía ni idea de que era una prostituta.
—Sí, claro…—respondí incrédula
—¿Crees que tengo que pagar para estar con una mujer?— dijo, señalando su cuerpo e inclinando la cabeza, esperando un no por respuesta.
—Si todas las mujeres de la tierra fueran como yo, sí.—
—Mentirosa.—
—Imbécil.—
—Gorda.—
—Zopenco.—
—Mala madre.—
—No tengo hijos.—
—No me sorprende. La naturaleza es sabia.
—Eres hijo de…—Estuve fuertemente tentada a abofetearlo.
—De una buena madre, no lo dudes—,me detuvo con una sonrisa exasperante.
—Bueno, debes ser hijo único—Tu madre, después de darte a luz, seguramente decidió quitarse el útero y hacerle un favor al sexo femenino —gruñe, dándole la espalda.
—Al contrario, mi madre me adora, no como la tuya que cuando naciste te puso el pañal en la cara.—
Los dos discutíamos como escolares, cuando de repente el taxista puso música.
Oh—ooh—whoa—oh—oh—oh—oh
Oh—ooh—whoa—oh—oh—oh—oh
Oh—ooh—whoa—oh, oh—oh—oh—oh
You know you love me (me), I know you care (uh—huh)
Just yell when (me), and I’ll be there (uh—huh)
You are my love (me), you are my heart (uh—huh)
And we’ll never, never, never be apart (me, uh—huh) Baby… Baby… No… Baby… Baby… Oh… I thought you’d always be mine, mine…
Luego se volvió hacia los dos y dijo:
—¿Les gusta la música?...esta es la favorita de mi hija.—
—¿Qué hace? ¿No ves que tengo resaca? La respuesta de Joshua fue, enfurruñado, cerró los ojos y arrugó todo su rostro entre sus manos.
—Insensible —le dije.
—La música doma fieras —dice el taxista—
Es contemporánea y juvenil, muy bailable y bastante popular entre ustedes.
—Eso parecen lamentos y no música, su hija debe sufrir de muchos desamores—dijo Joshua, ignorando la charla del taxista, mirándome a través de sus dedos con el ceño fruncido.
—Eso es grosero, eres un cretino —
—Bien y tú que eres la señorita perfecta.—
—Me has fastidiado todo el camino, eres mandona, cochambrosa, chillona y sobre todo estás loca.—
—Tu asno con patas… voy…. Levante la mano con ganas de abofetearlo.
Pero el taxista me interrumpe…
—Ustedes se dicen cosas muy, muy feas, si tan solo mi madre pudiera escucharlos —
El taxista dejó de lado sus recomendaciones musicales deseoso de poner la paz.
—Estoy seguro de que tu mamá está escuchando música en este momento— reprocha a si mismo Joshua y luego respondió, babeando un poco—¿Puedes bajar el volumen?
—Solo si dejan de insultarse mutuamente y escuchan un poema— La poesía vuelve a estar de moda, ¿lo sabías? Agregó con una sonrisa que iba de oreja a oreja.
Joshua y yo nos miramos y, por primera vez en cuatro días, coincidimos en algo: habíamos ganado el premio gordo del radio taxi.
El taxista amante de la música dijo:
—Voy a recitar un poema que escribí yo mismo—
Ambos dimos un rotundo no en respuesta.
—Pero qué mal genio— dijo el taxista sin perder la sonrisa—
—Ahora no es el momento para la poesía— dijo Joshua.
—Cualquier momento es bueno—. Ya sabes lo que dicen: Dios ayuda a quien madruga.
—Y ya sabes lo que dicen: A los taxistas mudos les llueven propinas .
El taxista ignoró por completo las palabras de Joshua y siguió agujereándonos los oídos con la patética poesía , acompañada de su música de Justin Bieber.
El día no podía empezar peor.