Unos días después
Ámsterdam
Minerva
Una última vez retoco mi labial mirándome al espejo, como siempre estoy divina, uso un vestido con un escote un poco atrevido, pero sobrio, color rojo, resaltando mi figura, así agarro el pequeño bolso guardando mi celular cuando desvió mi mirada al escuchar abrirse la puerta de mi habitación.
–Señorita Minerva, acaba de llegar el señor McGee, está en la sala esperándola– me informa la empleada.
–Gracias Rocío, dile por favor que enseguida bajo– le ordeno.
Tan solo me da una sonrisa afable dándose media vuelta, mientras me tomo mi tiempo para dar mi entrada triunfal, volviendo a repasar la propuesta que le haré, porque un hombre como Randall tiene sus encantos, pero lástima que tenga un terrible defecto que pienso utilizar a mi favor, espero que pueda ver las ventajas de tener un acuerdo conmigo, y no salga con la estupidez de hacerse el ofendido.
Me dirijo a la puerta para caminar con aplomo hasta que me detengo en la escalera escuchando el sonido de mis tacos, pero cuando estoy por llegar al último escalón soy sorprendida al ver a Randall estirarme su mano para ayudarme a bajar.
–Randall como siempre un caballero, no dejas de sorprenderme con tu galantería– digo sintiendo su proximidad para sentir que deposita un beso en mi mejilla.
–Hola Minerva, tú eres una dama y mereces ser tratada de esa forma– replica sintiendo su mirada penetrante sobre mí.
–Randall charlemos un segundo, antes de marcharnos a la fiesta de la familia De Vries, porque te tengo una propuesta muy ventajosa para ambos.
–Minerva te escucho atento, por favor se directa, sin tantos rodeos, porque detesto perder el tiempo, lo sabes.
–Randall primero vamos a sentarnos en la sala para charlar de mi propuesta, sígueme– propongo y él resopla.
–¡Minerva! Como te gusta jugar conmigo, pero me tienes intrigado. ¡Hablemos! –replica acomodándose en el primer sillón más próximo a él.
–Randall todo se resume a Leila Borts, la amante de Maurice que ocupa la presidencia de Astral. La idea sería que te acerques a ella con el pretexto de un negocio, te ganas su confianza, la enamoras, incluso le pides matrimonio, para que abandone al viejo De Vries, y se quede contigo, claro que no llegarás a los extremos de casarte, porque basta desenmascararla ante Maurice– expongo mientras me acomodo y me mira con su rostro tensado.
–Minerva tengo un par de preguntas, ¿Qué gano ayudándote? ¿Cómo aparento ser un hombre de negocios? Y lo más importante, ¿Por qué te interesa deshacerte de esa mujer?
–Por favor, Randall, eres un maldito corredor de la bolsa, que vive engatusando a viejas ricachonas, ¿Por qué conformarte con centavos? Si puedo ofrecerte una propuesta de negocios muy buena, de la que obtendrás más dinero del que soñaste alguna vez.
–Minerva no me has respondido– insiste.
–Veamos Randall, contestaré tus inquietudes. Te ayudaré a sostener la mentira de ser un hombre de negocios, puedo crear una empresa colocando un capital solo en papeles para sustentar la fachada de tu posición, incluso tengo unas oficinas abandonadas que puedo acondicionar para que funcionen como la sede de tu compañía ficticia.
–Hasta allí perfecto, entiendo el plan, pero aún no me has dicho ¿Por qué te tomas tanto trabajo? ¿Por qué te interesa fastidiar a esta mujer? –cuestiona dándome una mirada intensa.
–De acuerdo Randall, te daré mis motivos. No quiero que mi exnovio se acerque a Leila Borts, porque sabes cómo le encanta a Alex los desafíos, y no puedo correr el riesgo que caiga en las redes de esa intrusa, no voy a permitir que otra mujer ocupe mi lugar.
–Minerva pierdes el tiempo creyendo que puedes reconquistar a Alex De Vries, incluso no lograrás que te pida matrimonio ni en un millón de años, porque tuviste tu oportunidad y la desperdiciaste, pero ese es tu problema.
–Randall ¿Me ayudarás por las buenas? O puedo usar otros métodos para tener tu colaboración, ¿Qué prefieres? –presiono y me mira con su rostro tensado.
–Mi querida Minerva no despiertes al demonio en mí, igual tendrás que esperar mi respuesta en la fiesta, cuando conozca a esa mujer, pero no cantes victoria, porque todavía no he accedido a tu chantaje.
Leila
En el tiempo que estuve viviendo en New York acompañe a Maurice a varios eventos por negocios, pero está noche es tan diferente, porque de alguna forma debo impresionar a los clientes, a los inversionistas, y también a los gerentes, para poder contar con su apoyo, ante todo no debo parecer una novata, sino vender la imagen de una mujer de negocios, pues el futuro de Astral está sobre mis hombros, además estaré siendo observada por la familia De Vries esperando que cometa el mínimo error para sacarme del puesto de presidencia. Sin embargo, por más que quise guardar mis nervios en el baúl siguen presentes, mucho más en este instante que el auto estaciona en la entrada de la mansión de Maurice quedándome un segundo en mi mundo, sin dejar de repetirme que es solo una gala más de negocios, aunque escucho como un eco la voz de mi padrino.
–¡Leila! Quiero que esta noche todos puedan conocerte como la mujer sencilla, maravillosa, que reconozcan tu esencia, porque a la empresaria astuta que eres la conocerán en el camino. Ahora no hagamos más esperar a nuestros invitados, ¿Vamos? –dice y le doy una sonrisa afable.
–Gracias Maurice por tus palabras, siempre tan acertadas– replico.
En un segundo mi padrino se baja del vehículo, mientras el chofer abre la puerta del auto, para luego ayudarme a descender y darme su brazo para caminar hasta la entrada principal, donde me quedo un segundo contemplando la fachada que posee su hermosa mansión, pues tiene un estilo contemporáneo y clásico, así seguimos al interior viendo los detalles, los techos con sus molduras que son un arte en sí, cada cosa que conforma el lugar solo destaca la elegancia, y sobriedad con la que cuenta la propiedad, desde las pinturas colgadas en las paredes hasta los jarrones japoneses, pero en medio de mi pequeño tour llegamos al bellísimo jardín adornado con varias guirnaldas de luces, además de contar con varias mesas distribuidas alrededor.
–Maurice te confieso que estoy un poco nerviosa, además no me imaginaba que la fiesta sería en tu mansión, creo que te excediste en la celebración– comento apenas comienza el desfile de saludos con los invitados.
–Por favor Leila, la presentación de la nueva presidenta debe ser en un lugar especial como mi casa, sobre todo Astral siempre debe marcar precedentes, no podía ser en un frio salón de un hotel– sentencia sin dejar de sonreírme.
Unos minutos después
Me está costando soltarme con los invitados, aunque intento disfrutar la noche sin sentir la presión de impresionar a nadie, más es un poco difícil hacerlo, pero la única ventaja ha sido que Maurice no me ha dejado sola, no cambia que acabo de percatarme de la presencia de Alex, no puedo negar lo bien que luce vestido con su esmoquin, la verdad es que el idiota es buenmozo, pero no deja de ser un imbécil, me repito hasta que escucho la voz de mi padrino.
–¡Leila! Por favor no le hagas un desplante a Robert, baila con él, porque con este viejo te quedarás toda la noche con ganas de divertirte.
–Leila no quiero que te sientas comprometida, pero me encantaría bailar esa música contigo, es una de mis canciones favoritas– expresa el amigo de Maurice.
–Robert será un placer bailar contigo–digo dándole una sonrisa genuina, aunque por una extraña razón mi mirada se desvía un segundo cruzándose con los ojos verdes de Alex, más lo ignoro.
Un rato más tarde
Sigo disfrutando el baile con Robert Foster, uno de los gerentes de Astral sin dejar de charlar sobre la vida, pues ha sido un sujeto tan diferente a lo que aparenta, porque siempre anda con su rostro comprimido, muy formal y es todo lo contrario, es un hombre sencillo, muy divertido, más en medio de nuestro baile escucho la voz del idiota a espaldas mías.
–Robert voy a robarte a tu pareja. Leila bailemos, ¿Te parece? –sentencia Alex estirando su mano.
–¡Bailemos! –respondo cortante, sabiendo que no puedo hacerle un desplante, pues estamos siendo observados por todos los invitados.
Sin muchas opciones entrelaza su mano con la mía, mientras me sujeta con su otra mano por la cintura, percibiendo su aroma varonil que me inquieta de una manera extraña, sobre todo su proximidad comienza a descolocarme, igual no me intimido sosteniéndole la mirada mientras nos movemos al compás de la música, hasta que su voz rompe el silencio entre nosotros.
–Leila estás muy hermosa, no puedo negar lo bien que luces en este vestido, incluso me encanta verte convertida en una fiera– afirma dándome una mirada inquietante que me incomoda.
–¡Alex! ¿Debo sentirme alagada por ti? No lo creo, ni me interesa, solo acepté bailar contigo porque no podemos dar un espectáculo ante tanta gente– rebato con mi voz irritada.
–Leila claro que podemos dar un espectáculo y mucho mejor– replica con un tono desafiante pegándome a él.
–¡Alex! ¿Qué haces? ¡Suéltame! –exijo clavándole mis ojos, sin poder controlar los latidos acelerados de mi corazón.