El mismo día
Ámsterdam
Alex
Admito que vivo enredado con miles de mujeres, porque me encanta divertirme, pues no puedo dejar escapar un par de piernas bonitas cuando me tientan. Sí, lo sé, no tengo voluntad propia, pero es un mal que no tiene remedio, aunque no significa que me acostaré con cualquier mujer por una imposición, por una obligación, no soy ese tipo de hombre que se enreda con cualquier mujer como si fuera un gigoló, más bien cuando me acerco a una mujer es por atracción, porque hay química entre ella y yo, por esa razón me parece una idea descabellada lo que propone mi madre, ya que ante todo tengo dignidad, orgullo y no soy un títere de carne y hueso, como tal hago mi voz de protesta presente.
–Madre ingenuo no soy, más bien tu propuesta es descabellada, porque esa mujer no caerá tan fácil en mis redes, además no admito que me quieras usar como si fuera un pedazo de carne, sin sentimientos, recuerda que soy tu hijo, no un maldito gigoló, ¡Sobre todo tengo dignidad! –refuto con mi voz envuelta en malestar.
–Alex no es un castigo lo que te pido, porque vives enredándote con cuanta mujer que se te cruza en el camino, que una más no hará la diferencia, ante todo se trata de salvaguardar tu patrimonio, por lo mismo tienes la obligación de actuar, no esperar que nos dejen en la calle por dártelas de ofendido– replica restándole importancia a mis palabras.
–Mamá déjame hacer las cosas a mi manera, por último, encárgate tú de la situación, puedes declararle la guerra a esa mujer, hacerle la vida imposible o actuar con inteligencia, haciéndote su amiga, incluso podrías llevarla al club– explico ganándome que me fulminen sus ojos azules.
–Hijo existe un inconveniente en tu sugerencia. ¡Maurice nunca creerá que quiero ser amiga de su amante! Entonces lo más acertado es que tú te acerques a esa mujer, incluso tienes la disculpa perfecta, porque eres el gerente de finanzas, como tal estarán trabajando juntos todo el tiempo, y esa ventaja debes usarla para desenmascararla– replica con un tono de sarcasmo, para terminar, escuchando que grita.
–Está bien madre, me encargaré de esa mujer, pero a mi manera, sobre todo tienes que ayudarme a controlar a Minerva, no quiero a esa loca cerca de mí, además deja de metérmela por los ojos, porque no me interesa tener una relación, mucho menos un compromiso con ella, ni con ninguna otra mujer, ¡¿De acuerdo?! –digo dándole una mirada penetrante.
–Hijo veré que puedo hacer con Minerva, aunque no te garantizo nada, porque ella está desesperada por volver contigo, al punto que me insistió en pasar una temporada en su casa de Suiza– expresa haciéndome tragar saliva.
–Mantén a raya a Minerva o no moveré un dedo contra la amante del abuelo, más bien dejaré que te ocupes sola del asunto– negocio cruzando mis brazos y ella asienta.
Unas horas después
Leila
Apenas estuve en la puerta principal del edificio me quede un segundo admirando la recepción, siendo imposible rememorar cuando comencé trabajando en Astral, me vi vestida con mi uniforme de limpieza tirando del carrito, pero la diferencia de esa época es que era feliz con mi madre a mi lado, sin importar los malabares que hacíamos para sobrevivir, aunque ahora el tiempo me hizo otra mujer vacía, que cambió su forma de pensar colocándose una coraza para que nadie la vuelva a lastimar, al punto de que las pocas relaciones que tuve no significaron nada, no sabría decir si algo en mí se rompió el día que Alex me humilló, pero dejé de ser esa chica inocente e ingenua, ya no quedan rastros de esa Leila.
En fin, con toda la nostalgia recorrí las calles de mi ciudad natal, sintiendo que de alguna forma tenía cerca a mi madre, fue una sensación extraña, rara pero puede ser porque cada noche la recuerdo entre lágrimas, la verdad es que aún me duele su partida, y daría todo para cambiarlo, así en medio de mis pensamientos llegue al lugar donde crecí, a mi antigua casa, me quede mirando las pocas personas que transitaban por el sector, más en medio de mi burbuja acabo de escuchar una voz familiar, obligándome a girarme.
–¿Leila? ¿Eres tú? –preguntan mirándome de pies a cabeza.
–¡Hola Iris! Soy yo, Leila Borts, la hija de Débora– afirmo con mi voz llena de emoción.
–¡No puedo creerlo! Que cambiada que estás mujer, ¿Qué te hiciste? ¿Dónde quedaron los anteojos? Y ese color de cabello me encanta…Date la vuelta para verte bien– replica mi amiga con su cara envuelta en sorpresa.
–Iris solo cambie un poco, pero por dentro sigo siendo la misma chica que conociste, en cambio tú estás idéntica, siempre tan espléndida– replico dándole una sonrisa afable.
–No Leila, hiciste un cambio radical para bien, aunque me sorprende que hayas regresado a Ámsterdam, porque pensé que seguías viviendo en New York con tu padrino, ¿Qué sucedió para que volvieras? –dice para terminar preguntando con una mirada envuelta en curiosidad.
–Iris vamos por un café, para charlar y contarte que ha sido de mi vida en estos años– propongo y ella me da una sonrisa.
Un rato más
Después de una charla sincera con mi amiga, donde no solo hablamos de mi vida, sino de nuestros días de la adolescencia, de nuestra niñez, sea ha quedado con su rostro pensativo analizando los motivos de mi regreso, hasta que rompe el silencio con su voz.
–Leila si yo tuviera la propuesta de sentarme a dirigir Astral no lo dudaría, hubiera aceptado el puesto de inmediato, porque esas oportunidades no se presentan dos veces en la vida, además por lo que me contaste estás más que calificada para el puesto, entonces no existe ningún argumento para no hacerlo.
–Iris no es tan fácil, porque sin haber aceptado el puesto la familia de Maurice puso miles de pretextos para descalificarme, y lo más seguro es que tendré problemas con ellos apenas asuma la presidencia de Astral– refuto con firmeza.
–Leila conmigo puedes ser sincera, sabes que no te voy a juzgar, ¿Será que sigues pensando en Alex De Vries? –replica haciéndome abrir los ojos de par en par.
–¡Por favor Iris! Ese imbécil quedó en el baúl de mis errores y no me interesa más, incluso es la razón para no haberle contado nada a Maurice de mi pequeño desliz con su nieto– argumento con sinceridad.
–¿¡¿Desliz?! Yo diría que fue mucho más que una aventura de una noche, porque tú vivías suspirando por ese idiota y no digas lo contrario– rebate sin abandonar mis ojos.
–Iris fue una época donde era una chica ingenua, pero quedo en mi pasado y ya no lo recuerdo más– aseguro restándole importancia.
–Leila entonces con más razón, acepta el puesto como nueva presidenta de Astral y véngate de ese imbécil, cóbrale cada lágrima que derramaste por la humillación que te hizo vivir, ¿Lo harás? –propone dejándome con el rostro pensativo.