4

1330 Words
Después de haberle confesado a su familia sobre su embarazo y haber obtenido el apoyo de todos, Emilia decidió tener a su hijo. Un día por la mañana, su madre había salido a dejar a sus hermanos a la escuela y Emilia recibió una visita. —Abuela… Marta la tomó de la mano y trató de sacarla de la casa. —Te llevaré a abortar, ya hablé con un doctor, él se encargará de sacarte ese engendro que llevas dentro. —No quiero, no voy a asesinar a mi hijo, lo voy a tener. —Pero te has vuelto loca, es un bastardo, una Cásper no puede tener hijos fuera del matrimonio, ¿entiendes? —Ya dije que lo tendré, abuela, mi madre y mi padre decidieron apoyarme. —Ese hombre no es tu padre, tu papá está muerto y se llamaba Emir Cásper. Recuerda que la loca de tu madre y tu tía lo asesinaron. —Eso es mentira, ya no soy una niña pequeña a la cual puedes engañar con tus mentiras, sé perfectamente que el tío Benjamín fue el asesino. Emilia culminó y se dispuso a subir las escaleras, dejando a su abuela hablando sola, pero Marta no estaba dispuesta a dejarla en paz. No iba a descansar hasta sacarle ese hijo, porque no quería que la gente hablara de que tenía una nieta embarazada sin estar casada. Marta detuvo a Emilia en medio de la escalera, la agarró de ambos brazos y bufó —Abortarás, quieras o no—, dicho eso, la lanzó por las escaleras. Emilia intentó agarrarse del pasamanos, sin embargo, no lo alcanzó. Cerrando los ojos, esperó la caída, pero esta nunca llegó, ya que unos fuertes brazos la sostuvieron. Cuando abrió los ojos, estaba en los brazos de su padre, quien miraba a Marta con ojos afilados. —¿¡Está loca, señora!? Justin, quien había olvidado un documento y volvió por él, encontró a Marta lanzando a su hija por las escaleras. Él era un hombre pacífico, pero en ese momento sintió unas ganas infinitas de presionar el cuello de esa mujer que año tras año venía haciendo menos. Que se metiera con él y le dijera cosas no le importaba, pero que tocara a su esposa o a sus hijos, ahí sí que sacaba el demonio que llevaba dentro, porque para Justin tanto Emir como Emilia eran sus hijos y quien quisiera lastimarlos, tenía primero que lastimarlo a él. Colocando a Emilia en su lugar, caminó hasta donde estaba Marta y la sacudió —Usted es una mujer malvada, lárguese de mi casa ahora, vieja loca. Justin perdió los estribos, estaba totalmente furioso. —Eres un grosero, no te enseñaron a respetar a los ancianos. —Sí me enseñaron, pero es que usted, señora, no merece respeto. Mire que lanzar a su propia nieta por las escaleras, eso solo una loca podría hacerlo. Creo que debo hablar con Enrre para que la encierre en un asilo de ancianos o en un manicomio. —Mi hijo jamás haría algo así. —Con esto que acaba de hacer, no dudo que lo termine pensando. Justin no le dio tiempo a que vuelva a decir algo, la sacó de la mansión y volvió a cerrar la puerta. Soltó un suspiro frustrado y miró a Emilia. Ella se acercó a él y lo abrazó. —Quiere asesinar a mi hijo. —No permitiré que lo haga. —Papá, quiero irme. —¿Irte? ¿A dónde? —Fuera del país, no quiero estar aquí, por favor, te lo pido, convence a mamá. La abuela no descansará hasta terminar con lo que ella llama vergüenza. —Esa mujer no volverá a pisar esta casa, hablaré con Enrre. —No se lo digas, eso causaría un problema en la familia. Nos volveríamos a dividir y no quiero. Justin la abrazó y suspiró. —Por favor, convence a mamá de que me deje ir, al menos hasta que nazca mi bebé. Puedo estudiar en línea, qué sé yo, pero no quiero quedarme en Tuntaqui, no quiero. —Está bien, no tomemos decisiones apresuradas. Veré qué puedo hacer, aunque dudo que Kelly acepte que estés sola en otro estado, mucho menos si estás embarazada. —Puedo ir a casa de tu tía. —Déjame hablarlo primero con tu madre, luego te lo digo. Cuando Justin le contó lo sucedido a su esposa, esta no dudó en sacar a su hija del país. Cada quince días la iba a visitar. En esas visitas, la acompañaban al médico y ahí descubrieron que no solo era una vida la que crecía dentro del vientre de su hija, si no que eran más. … Dos meses después, Iker Lanús se encontraba sentado en uno de los elegantes restaurantes de la capital. Observó el reloj de su mano y se sintió impaciente. Era un hombre que no le gustaba esperar, si su acompañante no llegaba en el siguiente segundo, se levantaría y se iría. Justo cuando estaba por hacerlo, la hermosa mujer apareció caminando seximente y sonriendo con coquetería —Llegaste tarde. —Pero solo fueron minutos. —En esos minutos podría conseguirme otra esposa. Ya sabes que para mí no es difícil conquistar. —Ay, cariño, no seas dramático. —No es drama, si vas a ser mi esposa, debes saber que odio la impuntualidad y que si digo una hora, debes estar media hora antes. —¿Y tener que esperarte?— Iker arqueó la ceja y entrecerró los ojos. —¿Acaso no lo amerito? —Tú te mereces todo, mi rey —dijo ella al pasar sus dedos por el rostro de él. Iker Lanús movió su cabeza hacia atrás y evadió el roce de la mujer. —Dame tus papeles, necesito comprobar que no estás casada. —¿No confías en mí? —Ni en mi sombra —dijo Iker mientras se levantaba. —¿Ya te vas? Dijiste que desayunaríamos juntos. —No tengo tiempo, pero si quieres desayunar, hazlo. Solo pide que envíen la cuenta a mi nombre —culminó y salió. Meral mordió su labio al ver las firmes nalgas del hombre, que parecía tener más nalgas que algunas mujeres. Saber que todo eso sería de ella la hizo suspirar. En cuanto a Iker, se dirigió al registro civil para empezar con los trámites para su boda civil con Meral. Lo primero que hizo fue pedir a uno de los hombres que averiguara si su amiga, la mujer con la que se iba a casar estaba casada o había tenido algún divorcio. —No señor, no ha tenido nada. —Bien, ahora sácame mi nueva credencial. La otra se le había perdido. Necesitaba casarse antes de que terminara el año. Ya había dejado pasar algunos meses desde que el abogado de su abuelo lo visitó y le entregó el contrato que le había enviado. El hombre empezó a insertar los datos, mientras Iker estaba en el móvil. —Señor Lanús —Iker levantó la mirada y arqueó la ceja. —¿Qué sucede? —Señor Lanús, usted no puede casarse —¿Por qué? —Porque usted ya está casado. —¿De qué estás hablando? El hombre imprimió el papel y lo sostuvo en sus manos, mirándole con intriga a Iker. Este le arrebató el papel y, al leer, confirmó que era cierto. Se preguntó… ¿En qué momento se casó? ¿Cuándo sucedió eso que no lo recuerda? ¿Acaso perdió la memoria? Eran tantas las preguntas que se hacía. Rápidamente buscó el nombre de su esposa y, cuando leyó quién era, dejó caer la hoja que sostenía en sus manos. Su rostro palideció y su cuerpo se amilanó, dejándolo caer nuevamente en el asiento tras de él. —¡Emilia Cásper! Joder, pero ¿cómo demonios fue a casarse con la hija de su mejor amigo y la sobrina de su archirrival? ¿Cómo fue que terminó casado con esa jovencita?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD