Cap - 6

1952 Words
Cuando Iker bajó las gradas se encontró con Meral, esta se colgó de su cuello y hablándole muy cerca Inquirió —Bebé, ¿por qué no volviste? Te estuve esperando por mucho rato. ¿Bebé? Iker hizo una mueca de desagrado, mientras ella hablaba retuvo el aire, una vez que retiro los delgados brazos de su amiga pudo respirar. —Me surgió un problema, el cual aún no termino de solucionar, una vez que lo resuelva te llamo—, dijo y salió. Cuando subió al auto recibió la llamada del asilo, al llegar al redondel tuvo que cambiar de ruta, dentro de un par de horas estaba ingresando al asilo más grande de la capital, el lugar que su abuelo había elegido para pasar sus últimos años. A pasos firmes llegó hasta la oficina del director —Señor Lanús, su abuelo quiere verlo. —Lléveme a él. Caminaron por el pasillo y llegaron a la habitación más alejada de la hacienda, pues el asilo había sido la hacienda de su abuelo la cuál decidió convertir en un centro de ancianos, el mismo que eligió para pasar sus últimos años cuando ya se sintió cansado. Tras abrir la puerta, los negros ojos de Iker se direccionaron a la cama donde permanecía el débil cuerpo de su abuelo, una anciano que había vivido nueve décadas de las cuales ya llevaba una encerrado en ese lugar, pues el mismo decidió encerrarse ya que no quería dar molestias a ninguno de sus familiares. Los dos únicos hijos que había tenido eran hombres, uno de ellos murió muy joven y el otro, pues le resultó mala hierba. Iker agarró la mano de su abuelo, la cual estaba helada y era muy delgada —c*m…ple, con… mi petición. Pronunció el anciano con vos lenta y aguda. Iker remembró la petición de su abuelo, su abuelo solo quería morir sabiendo que él contrajo matrimonio y que ya había superado ese pasado. Pese haberle dicho que esos fantasmas ya no lo atormentaban hace nueve años atrás, su abuelo pareció no creerle. —Ya lo hice abuelo, ya tengo una esposa. El anciano sonrió y con lentitud acarició el rostro de su nieto. —Cuídala, y hazla feliz. No todas las mujeres son malas. Bendita sea la mujer que se convirtió en tu esposa. Iker agarró la mano de su abuelo y le palmó un beso sobre esta, al minuto siguiente el anciano cerró los ojos y se sumergió en el sueño profundo. Tensando la mandíbula sus ojos negros se iban iluminando, suspirando con profundidad, Iker se fue inclinando hasta que apoyó sus codos en el colchón, con una mano sostenía la de su abuelo y con la otra le acariciaba el canoso cabello. —Eso no sé si podré realizarlo, abuelo, yo no sirvo para hacer feliz a nadie, ni siquiera yo soy feliz—, pasando gruesa saliva, clavó su rostro en el delgado cuerpo inerte del anciano, que hace pocos segundos había dejado de respirar. Su abuelo había muerto antes de lo previsto, los doctores le habían informado que posiblemente no pasaría del año, pero el jamás pensó que se iría meses antes de culminar él año. Aunque se había preparado para la partida de su abuelo, el dolor que lo asechó era demasiado fuerte, hizo esfuerzo por no quebrarse, pues él no era un hombre de llorar, eran contadas las veces que lo había hecho, y la última vez que sucedió juró jamás hacerlo. Pero era la muerte de su abuelo, y por eso se permitió llorar y aunque no se desgarró en llanto, los sollozos se hicieron fuertes. Cuando escuchó la puerta abrirse, detuvo el llanto y limpió sus lágrimas, se levantó y arreglando su traje espetó —Enviaré a preparar todo. Dicho eso salió, caminó por los pasillos dando pasó firme, era como si no hubiera llorado hace un momento, todos los que le veían no podían imaginar que ese hombre había llorado sobre el cuerpo de su abuelo. Iker canceló la reunión que tenía con el detective, se dirigió a casa y le dio la noticia a su madre, está dejó caer el cuerpo en el mueble al mismo tiempo dejó rodar varias lágrimas. La noticia de la muerte del abuelo de Iker, fue pasada por todas las televisoras, el anciano había sido un hombre respetable y conocido a nivel nacional. Tras ver la noticia, Kelly dedujo que por eso Iker había ido a buscar a Justin, pues seguramente necesitaba el abrazo de un amigo. Agarrando el teléfono marcó el número de su esposo. —Amor ¿Viste la noticia? —No mi vida, he estado sumamente ocupado ¿Qué hay en las noticias? —Es el abuelo de Iker… Justin suspiró —¿Se murió? —Si. Despidiéndose de su esposa, Justin salió del despacho de abogados y se dirigió a la mansión Lanús, al ingresar, preguntó por Iker y le supieron decir que se encontraba en la capilla. Volvió a salir y se dirigió al lugar indicado, al llegar, vio a su amigo parado en el centro con la mirada posada en el cristo, era extraño, pues Iker dejó de creer en Dios el mismo día que su prometida lo avergonzó delante de todo el país. —Ik—, esa voz le obligó a voltearse. Cuando Justin vio los ojos de su amigo, y pese a no ver ni una lágrima en aquellas negras pupilas, podía ver tras de ella y sabía que su amigo estaba sufriendo, y que la muerte de su abuelo le dolía más que la plantada en el altar. Justin lo abrazó y aconsejó —No reprimas el dolor, déjalo salir. Inflando sus pulmones, Iker negó —Ya lo lloré, además, mi abuelo no querría verme llorar. Justin sabía que eso era cierto, pues ese anciano fue el que le enseñó a Iker a ser de alma dura, cuando sucedió el plantón en la iglesia, aquel hombre se paró y le agarró con ambas manos el rostro y sigiló “No llores, nada de esto merece tus lágrimas, un Lanús no debe llorar mucho menos delante de la gente. Seca esas lágrimas y sal con la frente en alto” Por la noche, cuando el cadáver del anciano llegó a la mansión Lanús, amigos y allegados se hicieron presente. Se esperaba que asistieran gran cantidad de personas, ya que el anciano era muy reconocido, y así fue, la capilla y la parte de afuera estaba repleta de allegados que querían darle el último adiós. Entre la gran cantidad de personas que se hizo presente, estaba Enrre. Al ver a Iker parado frente al ataúd de su abuelo, se acercó y posó sus manos sobre el hombro, este le miró sobre el hombro y permaneciendo la mirada en los azules ojos de su ex amigo, suspiró. —Perderlos a ellos es como perder nuestra niñez. Iker cerró los ojos e hizo un movimiento de cabeza en asentimiento, pues su abuelo fue el que estuvo desde su niñez siempre, incluso por la amistad que tenía con el abuelo de Enrre fue que se hicieron amigos, y creyó que su amistad duraría hasta la vejez, pero desgraciadamente una mujer arruinó tanto la amistad de ellos, como la de sus abuelos. Una semana después de haber enterrado a su abuelo, la lectura del testamento llegó, cuando el abogado leyó las cuatro letras que había escrito el anciano, la objeción por parte de su único hijo empezó. —Eso no puede ser cierto, mi padre no pudo dejarle todo a este—, miró a Iker con desprecio —Yo soy su único hijo, yo debo ser el heredero. —Agustín, te recuerdo que tu herencia te la dio en vida, el mismo día que te casaste— objetó el abogado. —Anularé ese testamento, porque estoy seguro que durante todos estos años has estado ahí llenándole la cabeza a mi padre para que te herede todo. Ignorando la rabieta de su tío, Iker se levantó, arregló su traje y se propuso a salir —Iker, debes cumplir con su última petición para poder hacer uso del dinero—, sigiló él hombre de lentes. —Ya lo hice—, espetó mientras se marchaba. —Necesito comprobarlo—, gritó el hombre desde el despacho. Agus le arranchó el papel al abogado y leyó la última voluntad de su padre, al terminar de leer soltó una carcajada —La mujer con la que te cases te volverá a dejar parado en el altar y se revolcará con tus amigos mientras tú estás de viaje—, gritó fuerte para que llegara hasta los oídos de Iker, aquello lo hizo detener en la mitad de las gradas, por un momento quiso bajar y romperle la cara a su tío, pero por otro pensó en que debería buscar a Emilia para solucionar el problema. En esta vez Iker si se reunió con el detective, le habría sido más fácil preguntarle a Justin dónde estaba Emilia, pero eso lo dejaría en evidencia ya que no tendría porque preguntar por ella. Después de encargarle al detective aquel trabajo se dirigió a la agencia, estuvo encerrado en su oficina contemplando la fotografía de su abuelo, pensó en las últimas palabras que este había dicho, luego pensó en Emilia, pues él jamás podría hacer feliz a una niña que era casi veinte años menor que él. Apenas la encontrara le pediría el divorcio y se casaría con Meral, así cumplirla la voluntad de su abuelo, pese a que no podía cumplir con las últimas palabras ya que él no tenía ganas de hacer feliz a Meral, cree que su amiga será feliz con las tarjetas que le entregue una vez que se convierta en su esposa. Enrre por su parte también continuaba con las investigaciones sobre lo que sucedió aquella noche con su sobrina, él no estaba dispuesto a dejar pasar esa falta a nadie, quién fuera que haya sido que se atrevió a ponerle una mano encima a Emilia, pagaría con sangre. Se le había dificultado porque en la discoteca que estuvieron no vio nada extraño. Lastimosamente Emilia junto a sus amigos habían salido de aquel lugar y se habían dirigido a la playa, fue ahí donde debió pasar aquello, pero ninguno de los amigos recordaba nada, pues todos habían bebido de más. Llegó al despacho de Justin y este le sirvió una copa, se acomodaron frente a frente —¿Quiero saber dónde está Emilia? —No puedo decirte. —¿Por qué? Soy su tío. —Enrre, quiero evitar que tú madre se acerque a mi hija y la lastime. —Mi madre jamás lastimaría a Emilia. Justin suspiró y caminó hasta la ventana de cristal, se paró con la mirada direccionada a la ciudad, después de beber de la copa confesó —Esa señora es mala—, sigiló y volvió la mirada a Enrre —No te lo había dicho, pero tú madre lanzó a Emilia del quinto escalón, y si no llego en ese momento mi hija hubiera caído y hubiera perdido al bebé incluso hasta su vida. —Justin, estás hablando de mi madre. —Si, la señora Marta es un demonio. Por eso sacamos a Emilia del país, y no estamos dispuestos a dejar que tú madre la lastime a ella y a su hijo. Enrre sintió una opresión en el pecho, pues él jamás imaginó que su madre fuera capaz de hacer algo así, sabía que estaba enojada por el embarazo de Emilia, pero de ahí a intentar asesinar al bebé y a su propia nieta, era algo que nunca jamás se le cruzó por la cabeza.
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