No le fue difícil al detective encontrar a Emilia, una vez que le entregó la dirección a Iker, este armó maletas y se dirigió aquel lugar.
—¿Vas de viaje?
—Si mamá, debo resolver un problema.
—Hijo, no tardes en presentar a tu esposa, recuerda que tienes hasta final de año para hacerlo, de lo contrario podrías perderlo todo.
Iker se detuvo y suspiró, miró a su madre y espetó —Esa muchacha con la que me casé no la presentaré como mi esposa, yo me casaré con Meral porque con ella hice un acuerdo.
—¿Quién es esa mujer? Haz evadido el tema durante todos estos días, y quiero saber con quién te casaste.
—Te lo diré después, ahora solo necesito salir del país y arreglar esta situación antes de que, todo explote.
Dejando un beso en la frente de su madre, abrió la puerta de la habitación y en el pasillo se encontró con su prima —¿Escuchas tras mi puerta?—, esta se alzó de hombros y continúo bajando las gradas.
Iker tambien bajó y al llegar a la sala y encontrar a la familia de su tío reunida se dirigió a este —Saldré de viaje, y quiero volver y ya no encontrarte aquí, cómo escuchaste hace una semana, esta casa es mía y no quiero que vivas aquí, porque tanto tú como tu familia me desagradan.
—No me vas a sacar de la casa de mis padres.
—Ya veremos, Agus.
Iker agarró su maleta y salió —Muy pronto te quitaré la sonrisa de esa cara bonita.
Ignorando cualquier palabreo de su tío, Iker subió al auto y se perdió por la autopista que lo llevaría directo al aeropuerto, de camino a este iba repasando lo que hablaría con Emilia, estaba completamente seguro que ella entendería, y lo más seguro es que tambien quisiera divorciarse, pues suponía que tenía novio y que no querría que este se enterara.
Antes de abordar el avión recibió una llamada de Meral, la cual contestó —¿Qué sucede?
—Bebé, en serio te vas de viaje y no me llevas.
—Son negocios, te escribo cuando llegue—, seguido cortó y subió al avión.
En el transcurso de unas horas ya se encontraba en el país del Este. Colocando sus gafas de sol subió a un taxi y se dirigió al hotel, lo primero que hizo fue darse un baño ya que el calor en dicho país era fatal. Media hora después se encontró con el detective.
—Buenas tardes, señor Lanús.
—Que novedad me tiene.
—Bueno, la señorita Emilia sale de casa de su tía por la mañana, llega hasta el almacén de lanas y permanece ayudando a su tía en la venta durante todo el día. Por la mañana se queda sola, después del medio día llega su tía y salen juntas a casa.
—Entonces, ¿en este momento está acompañada?
—Así es, considero que sí necesita hablar con ella a solas, debería ir en la mañana.
Levantándose y retirando la silla, Iker se despidió y agradeció.
Al salir del restaurant, uno de los hombres que le acompañaban se encontraba esperándole en el nuevo auto que había rentado.
Iker subió y le pidió que le lleve a la dirección donde se encontraba Emilia, él no quería esperar, necesitaba hablar con ella y acabar de una vez por todas con ese tema, sin embargo, cómo se lo dijo el detective, Emilia estaba acompañada por la tía de Justin y el hijo de esta.
Desde la distancia Iker la contemplaba, ella sonreía mientras conversaba con aquel hombre.
—Señor, ¿entramos?
—No, llévame a él hotel.
De camino al hotel su teléfono no paró de sonar, eran mensajes de Meral y llamadas tras llamadas, Iker se sintió fastidiado y apagó el teléfono, se preguntó ¿Qué le pasaba a, Meral?, ¿por qué actuaba como un esposa si aún no lo era? Al volver a Estaquía debía dejarle claro que el control no iba con él.
Al día siguiente, Iker Lanús se levantó muy temprano, desayunó en el restaurante del hotel y luego se dirigió a enfrentar su locura, al igual que el día anterior se quedó contemplando desde a fuera, estaba esperando el momento preciso para poder ingresar, no quería ser visto por ningún familiar de Justin, lo que menos quería era explicarle a su amigo a que había ido al país del Este.
Cuando se decidió a bajar, vio llegar a Marta, nuevamente se metió al auto y se quedó contemplando desde ahí lo que ocurría dentro del almacén.
Los ojos de Iker se enchinaron cuando vio aquella mujer de edad media sacudir a Emilia y abofetearla, con el ceño fruncido observaba cómo la sacaba a la fuerza de aquel lugar, la joven se rehusaba a irse, pero los hombres que acompañaban a Marta la agarraron de ambos brazos y la sacaron.
—Señor ¿Qué hacemos?
—Tú—, dijo al dirigirse a uno de sus hombres —Quédate cerrando ese local, y tú, sigue a ese auto.
El corazón de Emilia se ultrajó al momento de ser introducida en el auto, saber que le quedaba poco tiempo de vida a su hijo le aterraba, con ambas manos acarició su barriga que ya empezaba a notarse, pues ya eran cuatro meses con los que contaba.
Pese a suplicar a su abuela, está parecía no entrar en razón, Marta estaba tan cerrada que ni siquiera hacía conciencia que practicar un aborto a esas semanas de gestación era sumamente arriesgado.
—Abuela ¡Por favor no hagas esto!
—Eres una tonta, ¿cómo puedes suplicar por la vida del hijo de un violador? ¿Te has puesto a imaginar que va decir la gente cuando te vea volver con un niño en brazos? Nuestro apellido será manchado, seremos la burla de todo el país, nadie querrá casarse contigo porque ya estas sucia.
—No me importa que nadie me quiera, yo solo quiero tener a mi hijo.
—Pues no lo tendrás, ya aparté la cita con un doctor en este país, en una hora a más tardar ese mocoso estará fuera de tu vientre, y nadie podrá evitarlo.
Emilia se sintió desesperada, porque era cierto, nadie podía salvarla, ya que ninguno de sus familiares estaba ahí, y la tía de Justin no regresaría hasta la tarde al local, y cuando se diera cuenta de que ella no estaba, sería muy tarde.
Una vez que el auto se estacionó, Emilia se rehusó a bajar, pero los hombres la sacaron y en ese momento sintió un dolor bajo la ingle, ella posó ambas manos en su barriga y su piernas se doblaron.
—¡Levantate!— Exigió Marta furiosa.
—No puedo, me duele.
—Llévenla en los brazos.
—¡No!— Gritó Emilia —¡No me toquen!—, se paró y dio dos pasos hacia atrás, al chocar contra algo se giró de inmediato. Cuando sus ojos se encontraron con Iker, su corazón se disparó en mil emociones, quiso lanzarse a sus brazos pero sus piernas y su cuerpo se amilanó, él la sostuvo en sus brazos y Mirándole fijamente Emilia solicitó —No dejé que ella los asesiné.