2. El Gato y El ratón

1108 Words
[MÁXIMO] «Camila» Repito en mi mente una y otra vez, y es que realmente es muy hermosa. Sin que ella se dé cuenta la observo detenidamente, me paseo por sus kilométricas piernas, continuo por su finamente contorneada cintura, para después seguir por sus pronunciados pechos los cuales son de un tamaño perfecto, prosigo por su angelical, pero a la vez sensual rostro, y mi paseo finaliza en su cabellera. Es una mujer que desprende sensualidad por cada uno de sus poros, y no puedo evitar preguntarme «¿Cómo será en la cama?» «¡Máximo, no puedes pensar en eso! ¡Hace apenas unos cuantos minutos que la has conocido!» Me reclamo a mí mismo «Cómo si fuera la primera vez que piensas en una mujer de esa manera» Me respondo, y sí, estoy teniendo una conversación conmigo mismo. Por lo general, volar me hace sentir un gran respeto y hasta algo de miedo, pero en esta ocasión apenas me estoy percatando de que hemos despegado, quizás es porque estoy muy entretenido mirándola a ella, y no es para menos, esta mujer es todo un parque de diversiones para la vista. A pesar de que en estos instantes apenas puedo mirarla a los ojos, en el corto instante que nuestras miradas se cruzaron cuando estábamos los dos agachados en el pasillo intentando recoger el celular, pude darme cuenta de que sus ojos son capaces de decir más cosas de lo que probablemente diga su boca. Esta desconocida mujer, ha despertado toda mi curiosidad, y es precisamente eso, lo más impresionante que una mujer puede conseguir de mí. [...] No estoy seguro si han pasado cinco minutos o un par de horas, la única certeza que tengo, es de que me he perdido en el tiempo y espacio mirándola a pesar de la oscuridad que hay en este avión, y es en el preciso instante que la veo desabrocharse el cinturón de seguridad y levantarse de su asiento que yo decido hacer lo mismo. Sigo sus pasos hasta que la veo entrar al lavatorio y simplemente me quedo a un lado esperando a que ella salga «No la dejaré irse sin saber más de ella» Me convenzo y espero pacientemente, cosa que no todo el tiempo se me da muy bien. Son pocos los minutos que transcurren hasta que me percato que la puerta se mueve y a los pocos segundos ella sale del lavatorio. Su mirada gris profunda se encuentra con la mía y puedo notar su asombro al verme aquí. —Si me permites...— Dice e intenta regresar a su asiento, pero llevo uno de mis brazos a la división del lavatorio y agradezco que aquella tímida cortina de tela provea algo de privacidad en esta área. —No. — Digo firme y le sonrió —Te he seguido porque muero de ganas de conocerte Camila...— Sentencio dejando el resto de su apellido en el aire ya que no lo sé.   —Vega— Finaliza de decir y sonrió. —Camila Vega. — Repito y paseo mi mirada por su escultural anatomía—Eres la mujer más hermosa que he conocido en mi vida. — Comento si ningún tipo de tapujos. Al parecer mi estrategia está funcionando ya que acomoda su cabello, esquiva mi mirada, y luego muerde su labio provocando en mi un desorden corporal de esos infernales que podrían quemarlo todo «¿Todo eso porque ha mordido su labio?» Me pregunto y de verdad que no me reconozco, normalmente soy yo quien juega a seducir. —Gracias. — Me dice de manera algo tímida, pero luego clava esos ojazos grises en mí y la voluntad tiembla. «Perfecto, se siente atraída a mi...» Pienso y realmente me gusta tener las de ganar en estas situaciones. —Cuéntame, ¿A qué vas a Chicago? — Pregunto con la intención de saber si ira a encontrarse con alguien allí, o su viaje se debe a otro asunto que tal vez me permita verla nuevamente. —Simplemente trabajo. — Rebate y esto cautiva mi interés. —¿Qué clase de trabajo? — Presionó y es que realmente quiero saber más de ella. —Soy periodista, y voy a cubrir la conferencia cumbre de economía que hay en Chicago, ya sabes, esa a la que asisten los empresarios y economistas más importantes del país. — Explica haciéndome sonreír. —Creo que puedo ayudarte con ello si quieres, conozco a la mayoría de los empresarios, de los moderadores y presentadores. — Propongo y una media sonrisa se dibuja en mi rostro. «Y con muchas otras cosas más.» Pienso e intento que mis gestos no me delaten. Camila me mira fijamente y me sonríe—¿Ah sí? ¿A cambio de qué? — Pregunta de un modo que altera mis sentidos completamente y no sé exactamente que poder tiene esta mujer en mí, pero es demasiado fuerte. «¡Que voz tan sensual!» Grita mi subconsciente. —Una cita, tú y yo solos. — Propongo sabiendo a la perfección que puede llegar a rechazarme y hasta darme una bofeteada de esas que hacen que se te de vuelta la cara. Opuesto a todos mis miedos, ella vuelve a morder sus labios y allí va mi masculinidad alterándose tal y como si fuera un adolescente «Deja de hacer eso por el amor de Dios.» Suplico por dentro. —Mira que no soy una chica fácil. — Advierte con un tono amenazante y me encanta su advertencia, después de todo, lo fácil aburre rápidamente, ¿no? —Eso me gusta todavía más. — Le dejo saber —Entonces, ¿Es un sí? — Presionó. Ella se queda en silencio por un breve instante y fija sus ojos en mi —Es un si. — Afirma y la cara de idiota que debo traer en estos momentos debe ser digna de una fotografía, algo que no se debe ver muy bien para un economista con tanta reputación como yo. —Ya vas a ver que no te arrepentirás. — Le digo muy seguro sin dejar de apreciar esos ojos que me han hechizado. —Lo sé, será muy interesante tener una cita contigo. — Comenta e intenta zafarse de la manera que la tengo acorralada, pero en contra de sus pronósticos, ahora apoyo mi otra mano sobre la división haciendo que quede acorralada por completo. —¿Siempre acosas así a las mujeres que te gustan? — pregunta en un susurro repleto de sensualidad y sus palabras causan algunas contradicciones en mí, pero decido ignorarlas. —No, pero tú me interesas demasiado y no te dejaré escapar tan fácilmente. — Le informó jugando mi propio juego. Ella sonríe maliciosamente y lleva una de sus manos a mi mejilla —Y yo no me dejaré atrapar tan fácilmente Máximo Greiff.— Rebate y con sus manos sujeta mis muñecas para que aparte mis brazos y así poder irse dejando a mis labios ardiendo por probar los suyos. «¿Quieres jugar? Juguemos.» Pienso y si hay algo que no me gusta, es perder, algo que ella todavía no sabe. 
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