Meses después: 11 de noviembre
Se supone que hoy es un día especial, es mi cumpleaños número 30, pero no tengo ganas de celebrar, tan solo deseo iniciar mi plan, ese que llevo exactamente cinco meses planeando. Mi maleta ya está lista y el tiempo de estar cara a cara con él es cada vez menos. Me he aprendido toda su vida, he investigado todos sus movimientos, y cuanto más lo investigaba, más me convencía de que era él con quien Selena mantenía una relación a escondidas. Es que todo cobra sentido, él era su jefe, pasaban mucho tiempo juntos, y ese es el teatro del que ella hablaba en su carta... es que tiene que ser él, no hay otro. A todo esto, debo añadir todos los escritos que Julia ha encontrado en los cuales Selena hablaba de ese hombre misterioso. Son demasiadas coincidencias como para que me esté equivocando, sea como sea a partir de hoy comenzare a descubrir la verdadera cara de quienes todos creen que es un hombre respetable y con una ética intachable
«Hoy se es el principio del fin de tu teatro Máximo Greiff» Repito por dentro, y finalmente agarro mi maleta y salgo de mi departamento.
La lluvia empapa las calles de Miami mimetizándose con el ánimo que tengo desde que ha ocurrido lo de Selena, tanto la ciudad como yo estamos en un absoluto estado de depresión que ni sus hermosas palmeras o la brisa del mar consigue mejorar, pero a partir de hoy, todo tiene que cambiar si es que quiero que mi plan funcione.
—Hace una noche horrible. — Comenta el conductor del taxi mientras que los truenos característicos de la Florida hacen de las suyas.
—Sí, solo espero que no cancelen mi vuelo. — Digo mientras que saco un pequeño espejo que siempre traigo conmigo de mi bolso y reviso que mi maquillaje siga perfecto. Sombra de ojos grisácea al igual que mis ojos, labial color caramelo, muy parecido al color de mi piel, y un vestido de otoño acompañado por botas hasta la rodilla lo suficientemente sensual para obtener su atención, que, aunque no se adapte al clima tropical de Miami, queda perfecto para el destino que me dirijo.
—¿Hacia dónde se dirige?— Irrumpe el conductor.
—Chicago.— Respondo con un toque de misterio.
La sonrisa del conductor es notoria a través del espejo retrovisor, y sé que probablemente por una cuestión de respeto no esté haciendo ningún comentario indebido, pero en el fondo sé lo que puede estar pensando y no me molesta en absoluto.
Muchos creen que soy una mujer que, presumida y ególatra, pero nada está más lejos de la verdad. En mi carrera he pasado por muchas situaciones donde he tenido que pretender serlo para conseguir la información que necesitaba para mis investigaciones periodísticas, y en esta ocasión debo volver a ser aquella mujer. He estudiado a fondo a Máximo Greiff y me he dado cuenta de la debilidad que siente por ciertas mujeres que comparten algunas características físicas, y mi misión es volverlo loco hasta el punto de que confiese todo lo que le ha hecho pasar a Selena, por ende, me convertiré en la versión más seductora de mí.
[...]
El hecho de que mi mejor amiga tuviera información privilegiada en su computadora, tal como lo es la agenda de Máximo, ha facilitado que pudiera comprar un pasaje de avión en el mismo vuelo en el que viaja él y todo es mucho mejor cuando mi número de asiento es el mismo al suyo, pero está ubicado del otro lado del pasillo. Coloco mi bolso en el portaequipaje del avión, me quito el abrigo que me había puesto al bajarme del taxi para no bajarme, y tomo asiento. Si mi instinto no me falla, él será de los últimos pasajeros en abordar, algo bastante típico de hombres con tanto ego como él.
Puedo sentir la mirada de algunos pasajeros del sexo masculino sobre mí a medida que suben al avión, pero los ignoro por completo hasta que escucho a una de las auxiliares de vuelo decir “welcome”, y esa voz ronca que escuché en varios videos suyos que vi en internet responde “thank you”, y sé que este es el momento que he estado esperando durante estos cinco largos meses.
Finalmente, mis ojos alcanzan a verlo y él saluda amablemente como si fuera de esa manera, y no comprendo cómo puede ser tan falso. «¿Acaso no le carcome la conciencia por lo que le ha hecho a Selena?»
Levanto mi mirada pretendiendo estar concentrada en lo que muestra la pantalla de televisión ubicada en el respaldo del asiento que tengo enfrente, y a través de mi visión periférica, veo como atraviesa el pasillo hasta llegar al tercer asiento de primera clase sin dejar de mirarme. «Bien, está funcionando» Pienso y sonrió triunfal en mis adentros.
Él se sienta después de acomodar sus cosas y se pone a mirar su tableta hasta que yo de manera alevosa me levanto de mi asiento para buscar algo en el bolso que he colocado en el portaequipaje. Saco mi celular, cierro el bolso, el portaequipaje y luego con toda la intensión de hacer contacto con él, dejo caer mi teléfono cerca de su asiento y agradezco que la funda sea antigolpes. Me agacho sabiendo muy bien lo que hago, pero su mano me gana tomando mi celular —Aquí tienes. — Me dice sonriente y clava su mirada color verde profunda en mí.
—Muchas gracias señor Greiff.— Digo impostando mi voz de tal manera que suene sugerente, y es evidente que no esperaba que supiera su nombre.
—¿Me conoces? — Me pregunta un tanto confundido y sonrió intentando que parezca ser una sonrisa genuina.
—Por supuesto, uno de los economistas más capacitados y famosos del país, ¿Quién no ha visto alguna conferencia suya? — Respondo con una clara intención de agrandar su ego.
—Tú sabes mi nombre, pero yo no sé el tuyo ¿Cómo te llamas? — Pregunta sonriente sin hacerle mucho caso a las palabras que dije.
—Camila— Respondo mientras me pongo de pie.
Noto como su mirada recorre la extensión de mi cuerpo y esto es una excelente señal —Me gusta mucho tu nombre— Sentencia.
—¿Sí? — Cuestiono fingiendo interés.
—Entre otras cosas. — Rebate y a pesar de las ganas que siento por ahorcarlo con mis propias manos, le sonrió. Lo que necesito en estos instantes, es que él caiga rendido a mis pies.
—Puedo decir lo mismo de ti, ¿no le importa que lo tutee?, ¿no? — Pronuncio y sabiendo que lo he dejado con miles de dudas en su cabeza y una respuesta por decir, me doy la vuelta para regresar a mi asiento bajo su atenta mirada.
«Paso uno, listo» Pienso y al parecer el plan marcha de maravilla.