[MÁXIMO]
Estamos en el tren que conecta la terminal con el área de reclamo de equipaje y todavía no puedo quitarle la mirada de encima. Me he quedado con las ganas de besarla, pero no es para menos, ella completa es una invitación para todos mis sentidos y el haber tenido sus labios tan cerca de los míos hace tan solo un instante, ha empeorado la situación. Alrededor nuestro hay varias personas, cada una de ellas está sumergida en sus propios asuntos y esto de alguna manera me gusta porque nadie ha venido a pedirme una foto o a preguntarme si yo era realmente yo. No es que me desagrade que la gente me reconozca, pero desde que me he convertido en un economista reconocido y “famoso” gracias a la cantidad de entrevistas de televisión que he hecho, algunas de mis actividades cotidianas se volvieran un poco más complejas ya que siempre hay alguien que me pregunta si soy yo, o quiere una foto conmigo. Echo un vistazo hacia atrás de mí, y puedo notar como dos hombres que hay allí parados prácticamente ni siquiera disimulan en mirarla. Son bastante fornidos, de aspecto rudo, y por alguna razón, no se me hacen personas de fiar. Murmuran entre si mientras la siguen mirando y por algún motivo siento la necesidad de acercarme a ella y tomarla por la cintura.
Sus ojos me miran con sorpresa y de inmediato observan mi brazo rodeándola— ¿Qué haces? — Me pregunta alarmada.
—¿Ves los dos hombres que están detrás de mí? — Le pregunto acercándome a su oído.
«Me está matando tenerla así de cerca, su aroma es sumamente tentado…»
—¿Qué hay con ellos? — Me pregunta luego de haber echado un vistazo a quienes les he señalado.
—No te dejan de mirar y comentar entre ellos, no quiero que se te acerquen y puedan hacerte daño, no me dan buena espina. — Me explico.
Se perfectamente que debo parecerle un loco atrevido, pero no le puedo explicar que la muerte tan repentina de Selena y no haber podido hacer nada por ella me han dejado así de paranoico. De alguna manera ella consigue alejarse un poco de mi agarre para así estar a una distancia prudente que le permite mirarme a los ojos —¿Crees que necesito un guardaespaldas?— Me pregunta de manera algo sarcástica.
Niego con mi cabeza —Se nota que eres una mujer muy fuerte, pero solo pretendía cuidarte. — Me explico.
No puedo descifrarla, pero me mira con ¿odio? ¿rabia? — ¿O sea que tú eres el guardián de las mujeres, o qué? — Me pregunta y en estos momentos estaría odiando lo inoportuno que ha sido este tren al abrir sus puertas. —Si me permites. — Me dice y sin más se aleja de mi para poder bajarse.
De inmediato salgo detrás de ella y sigo sus pasos hacia el carrusel donde llegaran nuestras maletas —¿Se puede saber que te sucede conmigo? — Le pregunto sin rodeos cuando ya estoy a su lado.
«Es bella, pero bastante extraña»
Me mira y niega — ¿Qué es lo que me puede llegar a suceder contigo Greiff? — Me pregunta mirándome a los ojos —Apenas conozco lo que todos los que te han visto en televisión o han leído una entrevista tuya conocen, y recién ahora te he conocido en persona. — Me explica, pero hay algo en ella que no termina de convencerme.
—Primero que nada, llámame, Máximo, tengo un nombre y normalmente me gusta que me llamen por de esa manera. — Le digo y por primera vez consigo que se ría.
«¿Estará siendo sarcástica?»
Me mira, me sonríe, y allí va toda mi voluntad desvaneciéndose tal como un hielo bajo el pleno sol de verano... —De acuerdo, Máximo. — Me dice pronunciando mi nombre de una manera extremadamente sensual.
Instintivamente llevo mi mano al cuello de mi camiseta y lo muevo tal como si el mismo me estuviera provocando que me ahogue, pero nada tiene que ver. Me acerco más a ella y sin poder evitarlo, la sujeto de la cintura y la pego a mí —Yo también apenas te he conocido hoy, y déjame decirte que si dices mi nombre de esa manera cuando estemos solos, no me importara absolutamente nada y te besare. — Le advierto y sí, soy un completo imbécil por dejarme ver tan indefenso ante una mujer que apenas conozco y que parece querer volverme loco, pero jamás había sentido tal flechazo por alguien en mi vida con tan solo verla y escucharla decir mi nombre.
—Eres muy directo cuando quieres. — Me dice en un susurro —Pero, creo que deberías ir más despacio. — Advierte y me sonríe.
—¿Qué es eso? Yo desconozco ese término. — Rebato sonriente.
—Pues conmigo lo aprenderás. — Explica triunfal y se suelta de mi brazo —Esa es mi maleta. — Dice como si nada y va hacia el carrusel para tomar una maleta color blanca que pasa frente a nosotros y prácticamente tengo que correr hacia allí para tomar la mía que justamente venia al lado de la suya. —¿Nos vamos? — Me pregunta como si lo de recién no hubiera sido nada, y tan solo asiento.
—Por allí. — Indico señalando la puerta por la que me han dicho que me esperarían.
—Si quieres me voy en taxi. — Propone cuando ninguno de los dos dice ni una palabra en el camino.
—No, lo siento... sé que no he sido muy caballeroso hace un momento. Perdóname si te he hecho sentir incomoda, ¿sí? — Me explico y nuevamente sus ojos me miran con desconcierto.
—No pasa nada, estoy acostumbrada a ese tipo de situaciones. — Se explica.
—¿Cómo que estas acostumbrada? ¿Lo dices por lo que me has contado de tu ex?— Pregunto y sé que quizás ni siquiera tenga el derecho de preguntarle semejante cosa, pero me es inevitable.
—Algo así, pero no te preocupes Máximo. — Me dice enfatizando mi nombre y sonrió —No hay rencores, supongo que a ti lo que te sucede es que estas muy acostumbrado a que todas las mujeres te digan que si a todo, después de todo eres exitoso y culto. — Termina de explicarse.
«Si tan solo supieras lo equivocada que estás…»
—Es esa. — Indico señalando una limusina color negra que esta estacionada a pocos metros de nosotros. —En cuanto a lo que has dicho recién, estás muy equivocada. No siempre se tiene lo que se quiere, no importa quien seas o que títulos universitarios tengas. — Digo y antes de que nadie le abra la puerta, yo le abro y la ayudo a subir mientras que el chofer se acerca a nosotros. —Hola Diego. — Digo y lo saludo con confianza ya que siempre es el quien me lleva de aquí para allá cuando estoy en esta ciudad. —Ella es Camila, se estará hospedando en el mismo hotel que estoy yo y le he ofrecido llevarla. — Le explico.
—Perfecto Máximo, ya mismo subo su maleta. — Me deja saber.
—Gracias, y que bueno es verte nuevamente. — Me dice con esa simpatía que lo caracteriza.
—Lo mismo digo. — Respondo y me subo a la limusina para luego sentarme al lado de ella. —Hola de nuevo.— Digo mirándola y sonrió.
—Tanto tiempo. — Rebate de manera sarcástica.
—Muchísimo, pero entre toda nuestra charla nunca me has dicho si mañana cenas conmigo. — Insisto y allí están esos impactantes ojos grises clavados sobre mi dejando en la nada mi intento de seducirla con mi mirada.
—Mañana ceno contigo. — Responde finalmente y no sé cómo, pero una de mis manos instintivamente está en su cabello acariciándola.
—Eres demasiado hermosa y eso me da miedo. — Confieso.
—¿Acaso te pueden las chicas hermosas? — Bromea y rio nervioso.
—Mucho, me vuelven loco. — Admito.
—Pues tendrás que controlarte entonces...— Me susurra y mira de reojo el momento que Diego sube a la limusina.
De inmediato quito mi mano de su cabello y le sonrió —Lo intentare... aunque será difícil. — Respondo y me pierdo mirándola.
—Es solo cuestión de voluntad. — Comenta y luego como si nada mira a su alrededor —Esta ciudad me encanta. — Me dice cambiando de tema abruptamente.
—Es bella. — Comento, pero en mi caso, no hablo de la ciudad.
—Quizás pueda enseñarte algunos sitios muy bonitos que hay aquí y que tal vez no conoces. — Se ofrece y todo lo que venga de ella me interesa.
—Acepto. — Digo haciéndola reír.
—Ten cuidado con lo que aceptas, a veces puede ser peligroso. — Me dice y no entiendo bien a que se refiere.
—Es mejor arriesgarse, ¿no crees? — Pregunto y me vuelve a mirar.
—Si tú lo dices...— Es lo único que me responde para luego volver a mirar por el cristal.
«¿Quién es esta mujer? ¿Por qué actúa así?»
Es un gran enigma que quiero descubrir... y si hay algo que me destaca a mí, es lo terco que soy cuando quiero algo.