No soy una mujer sumisa a la que le guste obedecer y creo que nunca lo seré. No me imagino siendo esa ama de casa cariñosa que cocina, limpia y hace todo lo que dice su marido sin tener su propia opinión. No estoy hecha para pensar que las mujeres son más débiles que los hombres. Pero hay veces en que incluso yo quiero sentirme débil, dominada y deseada por un hombre de verdad. Un hombre como Alejandro Anderson. Puedo leer la incertidumbre en su voz. Como si intentara decirme que si voy a renunciar a lo que iba a pasar, será mejor que lo haga ahora. Su vacilación parece terminar en el momento en que abro la boca de par en par y saco la lengua, mirándole directamente a los ojos a través de las pestañas. Apretó la mandíbula mientras su mirada se oscurecía, llena de deseo. —Tienes que sa