Tina se escapó, le tenía miedo a ese tipo. Después recordé que lo vi en la universidad, pero en el primer minuto de rabia solo lo agarré por el cuello y lo clavé a la pared.
- ¿Quién eres tú? ¿Qué le dijiste a ella? ¡Habla bastardo! - Gruñí.
- Yo ... yo soy su profesor. - gimió el hombre.
- ¿Qué estás haciendo aquí?
- Vivo, nos trasladaron a este hotel por las reformas en la residencia de los profesores, - murmuró.
En ese momento lo recordé, tuve que soltar mi agarre.
- ¡Olvida lo que viste, si quieres vivir, profesor! - dije y entré al ascensor.
Abajo la alcancé, la abracé, pero estaba tan asustada, que no pude hacer nada. Ella no me escuchaba. ¿El miedo la ensordeció o, qué? La dejé ir. Por ahora. Necesitaba tiempo para calmarse. La miré mientras se escapaba, como si una manada de lobos la persiguiera. ¡Infierno! ¡Que diablo trajo ese profesor loco! No quería volver a este miserable hotel y fui al club.
Este fue mi primer club que compré hacía diez años. Al principio Den dirigía aquí, entonces fue una discoteca simple con un restaurante en el segundo piso. Luego yo mismo, cuando regresé de Estados Unidos por completo, yo puse aquí la jaula y tuvo que desprenderse de la discoteca. Peleas sin reglas no era un asunto del todo legal, y si mirabas en el sótano, está completamente prohibido para los legalistas, aunque, como demostró la práctica, eran ellos quienes conformaban el veinte por ciento de los miembros de este club ahora privado. Y gracias a estas conexiones, pude hacer mi propio negocio completamente ilegal.
Cuando llegué al club, le di las llaves del auto a uno de los guardias y entré. Hoy no hubo peleas, así que chicas calientes bailaron en la jaula. ¡Ni siquiera pensé que podría funcionar! Pero como resultó más tarde, las solicitudes de un baile privado se triplicaron y el personal se sintió más tranquilo y seguro.
Paré y miré mis posesiones, cuando de repente sentí unas manos deslizándose sobre mi pecho. Giré mi cabeza. Fue Emma. Si hubiera venido antes, antes de abrazar a Tina, la habría arrastrado a una habitación oscura sin dudarlo. Pero mis manos todavía sentían el calor de mi ángel, y había su sabor en mis labios. Por primera vez las caricias de Emma fueron molestas. Yo mismo no podía explicarlo, pero me parecía que ella ensuciaba lo que Tina había purificado en mí.
- ¿Quieres relajarte? - Preguntó Emma.
- ¿No te molestan tus heridas?
- No te preocupes, aguantaré.
- No, Emma, hoy no quiero. - Respondí, apartando sus manos de mí.
- ¿Entonces mañana después de las batallas? - Ella me miró con lástima.
- No, no sé.
Habiéndome liberado de su abrazo, entré en mi oficina, no tuve tiempo de sentarme en la silla, cuando sonó el teléfono. Fue Alex, mi jefe de seguridad.
- Hola Alex. ¿Qué sucedió?
- Alguien chivó, que fuiste tú, quien le robó el contrato a Márquez.
- ¿Cómo pudo pasar esto?
- No lo sé todavía, pero estoy trabajando en ello. - dijo con calma. - Solo ten cuidado, tal vez haya un topo entre tus guardias.
Cerré la puerta de mi despacho con llave, me dejé caer en una silla, envolví mis manos alrededor de mi cabeza, pasando por mi cabello. Tuve que pensar en todo esto y lo más importante era no matar a nadie por ahora. En la oficina reinaba el silencio, un silencio sin vida, inquietante. Un traidor entre los míos ahora mismo, cuando había demasiado en juego. Mi reputación, honor e incluso la vida.
Corría por el despacho como una bestia, gruñendo, con ganas de destruirlo todo. Golpeé la pared con el puño, despegando la piel de mi mano hasta el punto de sangrar, pero no sentí alivio. Me sentí como un tigre encerrado en una jaula. Sabía que en ese estado era peligroso, así que no salí de la oficina. Cuando me volví completamente insoportable, me tumbé en el suelo, extendí los brazos y apoyé los ojos en el techo. La lámpara brillaba en mis ojos, debajo de mi cabeza la alfombra era cara, estaba perfectamente limpia, era suave para acostarse. Pero por los nervios parecía como si estuviera acostado sobre vidrios rotos, todos los músculos del cuerpo estaban tensos.
Cerré mis ojos. No, no dormí, solo me desconecté por un tiempo. Durante casi dos días estuve de pie. Y ante mis ojos vi su rostro y una sonrisa, tan dulce, tan pura. Ella me decía algo, aunque no entendí, me calmé.
No sé cuánto tiempo me quedé así. Volví a frotarme el hombro, la cicatriz me dolía cada vez más. Me levanté, tambaleándome, con la cabeza pesada, como con resaca. Saqué las pastillas del armario y tomé dos a la vez. Aquí había una catastrófica falta de aire.
De nuevo me sentí, como si estuviera en una jaula. Metí el teléfono en el bolsillo de mi pantalón, salí del despacho, en libertad. Deambulé sin rumbo fijo por el club ya cerrado. Estaba vacío aquí, sin gente, la vida parecía terminar, pero esto era lo mejor. Entré en la jaula, me senté en las colchonetas y comencé a pensar en cómo salir de esta repugnante historia con Márquez.
No pensé que descubriría tan rápido quién se cruzaba en su camino. Y el hecho de que no me perdonaría por esto, estaba cien por cien seguro. Solo que ahora no tenía tiempo de preparar la defensa. No podía hacerle frente a él solo, necesitaba aliados. No tenía muchas opciones, una de las más influyentes fue Vyazemsky. ¿Tendría el viejo amigo el valor para hablar por mi delante del consejo? No descarté esta posibilidad. Las viejas conexiones de mi padre y el suyo podrían estar a mi favor.
- Necesitamos regresar urgentemente a la capital, - dije en voz alta, saqué mi teléfono y llamé a Den.
- Hola Den, ¿qué averiguaste?
- Tu chica se va al campo de entrenamiento en un mes, para prepararse para el campeonato. Tiene novio, se llama Pablo, también buen deportista, boxeador. No tiene parientes, creció en un orfanato, cerca de aquí. Eso es todo por ahora.
- Adiós, hablamos mañana.