El día siguiente yo intentaba no pensar en Herman. Él me asustaba, no sólo porque era parecido como dos gotas de agua al hombre de mis sueños, más porque cerca de él yo caía en una dependencia extraña. Él podía hacer conmigo todo, cualquier cosa, y yo no podía resistirme, como si le pertenecía hasta la mínima célula. Nunca, con nadie me pasara tal cosa, solamente con él. Este sentimiento despertaba en mí el miedo y la protesta.
En el entrenamiento podía cumplir de alguna manera la normativa, el entrenador no me dijo nada, pero noté que no estaba satisfecho.
Cuando salí del centro deportivo, me llamó Pablo, él tenía una noticia muy buena para mí.
Él igual que yo estaba solo en este mundo. La abuela, que le crio desde los quince años, había fallecido el año pasado, por eso tampoco tenía ayuda económica. Y como yo iba a Europa, quería disponer de algún dinero, para gastarlo allí.
- Encontraste manera de ganar un poco de dinero? – pregunté yo a Pablo.
- Si, de eso y quería hablarte. Yo encontré un club de peleas clandestino. – empezó él.
- No, ya nos hablamos de eso. ¡Tú no puedes participar! Sino te echaran de la selección.
- ¡Tranquila! Yo no voy a participar, vamos a apostar por un luchador. Tiago me presto mil dólares, pero si apostamos bien, podemos ganar diez mil.
- ¿Y si perdemos?
- Mas o menos yo sé, quien va a pelear, así que no habrá problemas. – aseguró Pablo. – A las diez de la noche te recojo.
- De acuerdo.
Nunca estuviera en este club. Para ser honesta, no me gustaba nada el boxeo como deporte, solo por Pablo a veces iba a sus competiciones. Ahora vinimos aquí para ganar dinero para mi viaje a Europa. Pablo le mostró una tarjeta-pass al guardia y nos dejaron pasar.
- ¿De dónde sacaste esa entrada? - pregunté.
- Te dije, que Tiago me diera mil dólares y la tarjeta de este club. Aquí gana mucho dinero con las apuestas, no todo el mundo puede entrar, - explicó mi amigo.
- Está bien, aunque no me gusta para nada, parece que no hay otra salida.
- Y el dinero es grande. ¿Dónde más puedes ganar diez mil en una noche?
- Sabes persuadir, - sonreí.
Cuando entramos, había mucha gente, el ruido de la música y los gritos del público llenaron nuestros oídos. Nos sentamos en una mesa y pedimos unos cócteles sin alcohol. Junto con la orden, nos trajeron un boleto, donde estaban escritos los nombres de los combatientes, tasas de apuestas y tarifas. Para esta noche había suscrito cinco luchadores. No tenía idea de en quién apostar, así que se lo entregué a Pablo.
Ya empecé a mirar la sala con interés. En el medio había un ring, pero no era igual, que, en nuestro polideportivo, estaba rodeado por una malla de hierro de tres metros de altura, se colocaron en su interior colchonetas y dos sillas, que fueron retiradas por las puertas. Fuera había bancos a lo largo del perímetro en tres filas, en el lado izquierdo había una barra, luego una escalera al segundo piso, y a la derecha había mesas sobre las cuales colgaban las pantallas. Había una puerta detrás de las mesas, marcada como "Zona VIP". A simple vista, no estaba nada mal, la decoración y la distribución, incluso, con gusto.
Una camarera alegre se acercó a nosotros.
- ¿Hicieron sus apuestas? - preguntó ella sonriendo.
- Sí, - respondió Pablo, - mil dólares por Fox.
Sacó un fajo de dinero y se lo entregó a la chica. Ella, a su vez, contó los billetes, sacó una máquina del bolsillo del delantal, tecleo algo allí y salió un cheque, que entregó a Pablo.
- ¡Todo! ¡Los puentes están quemados! - Dijo Pablo alegremente.
- ¿Quién es el Fox? - pregunté.
- Es un buen luchador, fue campeón de Europa, y luego se dopó en una competición, era una cosa muy rara, y lo patearon del deporte. - Dijo Pablo. - Tiene que vivir de alguna manera, así que se mudó aquí.
- Claro. ¿Y quién es su contrincante?
- Su contrincante es algún principiante, aun no vale mucho, no sé nada de él.
- ¿Estás seguro de que Fox ganará?
- Exactamente, no te preocupes.
De repente Herman entró al salón, acompañado de cuatro guardias. Incluso, me pareció, arrastrarme debajo de la mesa, para que él no me viera. Aunque yo misma lo estaba mirando con todos mis ojos. ¡Qué guapo era, maldita sea! Pero no importaba, cuando trataba de esconderme, él se fijó en mí y se acercó.
- Encantado de verte aquí, Tina, y a tu acompañante, - dijo con una sonrisa que se parecía más a una mueca.
- Somos ... - balbuceé, y luego no entendí por qué, agregué, - este es mi prometido Pablo, es un boxeador, un futuro campeón.
Ahora Herman lo ha honrado con su atención.
- Que tengan una buena noche, futuros campeones, - se rio entre dientes y se dirigió a la puerta marcada "Zona vip".
- ¿Lo conoces? - Preguntó Pablo.
- Sí, no, en realidad no. Lo saqué del mar, cuando se estaba ahogando. - Traté de explicar, omitiendo el momento en que ayer caminaba con él hacia su habitación de hotel.
- ¡Aturdido! ¡Salvaste al Shere Khan!
- ¿Qué sabes sobre él?
- Por lo que se, él era una leyenda de la lucha sin reglas. Entró en la jaula por primera vez a los dieciséis años, luego competió en Estados Unidos durante cinco años, regresó hacia seis años y comenzó a hacer negocios. - emitió Pablo. - Solo que no todo es legal, como creo.
En ese momento, se anunció el inicio de la primera batalla. Empezamos a seguir lo que estaba pasando. Fox, como esperaba mi amigo, resultó ser un muy buen peleador, ganó las dos primeras rondas por puntos, en la tercera ronda el joven peleador ya se había rendido. Pablo y yo estábamos jubilosos. Nuestros mil dólares prestados se pagaron por sí mismos. Para esta ocasión, pedimos una botella de champagne.
- Este es el dinero más fácil, que he ganado en toda mi vida, - me reí mientras contaba mil para Tiago.
- No, espera, apostamos los dos mil ahora. - Pablo me detuvo.
- Quizás no deberíamos. Pongamos uno de nuevo. - Traté de discutir.
- Tina, Tiago me dio su tarjeta solo por un día. Ya no nos dejarán entrar aquí otra vez. Entonces tenemos que aprovechar y correr el riesgo.
- Bien. Una apuesta más y ya está. Guarda el dinero de Tiago.
La camarera se acercó de nuevo a nosotros y aceptó la apuesta. Esta vez la hicimos a Trigger. Todo estuvo bien hasta el tercer asalto, cuando el rubio golpeó y nuestro Trigger y casi fue noqueado. No lo podía creer. Todo el salón gritó y yo cerré los ojos.
- Maldita sea, ¿cómo lo hizo? - Escuché, la voz alegre de Pablo.
Abrí los ojos de nuevo y vi que Trigger seguía luchando. No era esperado, pero el luchador con la cara rota estaba golpeando al rubio con una fuerza increíble. Respiré más libremente. Ganamos de nuevo. La tercera vez, la camarera nos ofreció triplicar la tasa de apuestas, otorgándonos un préstamo del club, porque las apuestas se subían.
- No, Pablo, no nos arriesgemos a eso, ya tenemos cinco mil dólares, esto es incluso más de lo que esperaba. - lo persuadí.
Pero Pablo no se convenció. Me aseguró que en la tercera peleaba el ganador ya estaba tan claro, que no había ningún riesgo. No tuve más que hacer, que aceptar esta apuesta. Pero cuando vi a aquel moreno, por quien apostó Pablo, algo de repente hizo clic en mi cabeza. Vi esta pelea en un sueño y vi lo que pasaría después.
Ya lo sabía, que esta noche yo me iría de aquí con Herman. Ya lo vi.
- Salgamos de aquí rápidamente antes de que comience la pelea, - casi grité.
- ¿Por qué? ¿Qué te pasa? - No entendía Pablo.
- No puedo explicártelo todavía, pero te lo ruego, ¡toma el dinero y vámonos de aquí!
Me levanté de la mesa y, agarrando de la mano a mi amigo, traté de arrastrarlo.
- Tina, ¿qué te pasa? ¡Estás actuando como una loca!
- ¡Entonces quédate y yo me marcho! - grité, y estaba a punto de ir a la salida, pero de repente apareció Herman por detrás y me agarró la mano.
- ¿Vas a irte tan temprano? - preguntó. - ¿Y tú prometido?
- Sí, tengo que irme. - Traté de liberarme.
- Entonces déjame invitarte al menos un cóctel. - sonrió y soltó mi mano. - De todos modos, los guardias no te permiten salir de aquí hasta que termine la batalla.
- ¿Ha empezado? - Me sorprendió.
- Sí.
Miré el ring y me di cuenta de que mi tiempo había pasado. No podía hacer nada ahora. Solo quedaba aceptar lo que se suponía para mí el destino. Y para ser honesta, junto a él, al ver sus ojos, ya no me parecía tan aterrador.
Como en mi sueño, perdió el luchador por lo que apostaba Pablo. No teníamos nada para saldar la deuda con el club y Tiago. Por lo que el director le ofreció pelear a Pablo, que tendría que entrar al ring contra el último ganador. Sabía que, si lo hacía, su carrera deportiva terminaría, así que hice lo que tenía que hacer. Acepté ir con Herman y él pagaría la deuda de Pablo.
Mi amigo quería detenerme, pero yo sabía que así sería. Lo único que consiguió, era que le inmovilizaran.
- No te preocupes. Todo estará bien conmigo. Lo sé. - dije abrazando a mi amigo, que había perdido su dignidad. - ¡No eres culpable de nada! Lo decidí yo misma.
- ¡Tú no entiendes! ¡Todo estaba amañado! - gritó, pero no se le permitió dispersarse más, rápidamente lo cogieron por los brazos y lo arrastraron a la calle.