Yelena Nos encontramos en mi casa acogedora y humilde. Lo menciono en plural, porque la víbora de la hija de Yakov se encuentra presente y sin olvidar al inalcanzable de Lev. Tuvo que aceptar llevarme a Moscú y no por ella, Lev se enfrentó a su disgusto. Callada subí a la parte de atrás del auto. Recuerdo a Lev como todo un caballero cuando me abrió la puerta, pero la magia se fue al cerrarla, ellos se enfrascaron en otra batalla. La víbora se veía demente y hasta movía sus manos al frente de la cara de Lev. El Dorado la ignoró y caminó hacia el asiento del conductor. El viaje a mi casa se fue en un abrir y cerrar de ojos. Le indiqué la ruta, pero en el centro lo habían puesto al tanto de la ubicación. En silencio llegamos a mi casa, no tengo familia, pero sí un terreno a mi nombre. Los a