—Deténganse, los dos —pido con voz neutra y ella posa sus ojos fieros en los oscuros de este idiota—. Demuestra que te importa mi amigo y hermano. —Ella abre sus manos y da un paso atrás—. Lioña podrá ser su hijo, su sangre y por eso se creen con más derecho por el simple hecho de que vieron su pene de chiquito —mis manos meso arrullando a un bebé invisible—, pero su vida, actualmente, la que él recuperará al volver, es muy distinta a la que ustedes visualizan.
Emiliano se acomoda la corbata y le da miradas mortales a la colorada.
—Vilen, esa parte no le agradaría a Lioña —aboga Mikhail cruzado de brazos.
—Estoy seguro de que si estuviera presente ya estuvieras corriendo en el almacén —dice Heriberto con el brazo puesto encima del hombro de Henrik.
—No hay duda de eso —agrega con su po
