[RENZO]
Al día siguiente: 23 de febrero
Saber que me estoy follando a la hija del hombre que considero mi amigo, y que ahora se sienta frente a mí en este café, me hace sentir el peor hombre del mundo. He dejado todos mis valores atrás, pero es que Anya es la tentación más grande a la que me he enfrentado nunca. Bebo un sorbo de mi café mientras que lo escucho hablar de algunos proyectos que tiene en mente y de repente mi mundo se paraliza cuando lo escucho preguntarme —¿Y cómo van las cosas con Anya? —
Me quedo en silencio mientras que apoyo mi taza sobre la mesa y simplemente lo miro como tratando de saber si sospecha algo o es que se refiere a otra cosa, siento que tengo un cartel luminoso en mi frente que delata lo que hago con ella —¿A qué te refieres?— Me atrevo a preguntarle finalmente con el miedo de que su respuesta saque a la luz lo que no quiero.
Él me mira como si no entendiera mi pregunta —¿A que me voy a referir? A su trabajo, ¿acaso te ha dado problemas? Si es así avísame porque Anya puede llegar a ser muy difícil a la hora de trabajar con alguien en el área financiera— Aclara y por dentro respiro aliviado.
—¡Ah! ¡No! no me ha dado ningún problema, al contrario, me ha explicado muy bien todos los aspectos de la empresa, creo que haremos un buen equipo— Digo y trato de que mi mente no vaya por el rumbo equivocado.
Noto como Olivier sonríe orgulloso —Mi hija es muy inteligente, no es porque sea su padre, pero la verdad es que es muy hábil en lo que hace y no sé qué haría sin ella en la empresa— Comenta y de verdad la culpa es cada vez más grande.
—Es una de tus hijas mayores, supongo que así se sienten los padres cuando ellos siguen sus pasos— Menciono tratando de sonar relajado con el asunto, aunque es todo lo opuesto.
—No, no es eso, es que ella es la luz de mis ojos. No me lo tomes a mal, adoro a todos mis hijos, pero con Anya tengo una conexión muy especial desde el día que nació— Relata y apenas puedo mirarlo a los ojos.
Sonrió, asiento y pongo mi mejor cara de póker —Me imagino, no tengo hijos, pero debe ser algo muy bonito— Digo bajito y continúo desayunando.
—¿Y tú que? ¿No piensas asentar cabeza? O ¿seguirás de cama en cama con todas esas mujeres que prácticamente se te arrojan a tus brazos?— Cuestiona y a pesar de que la salida está bastante cerca de nosotros, huir no es una opción viable.
—Sabes que el amor no es algo que se me dé muy bien que digamos— Respondo a modo de distracción.
Él sonríe y niega con la cabeza —¿Todavía no superas lo de Pía?— Indaga.
Respiro profundo tratando de controlar lo que ese nombre provoca en mí y solo lo miro por un instante —¿Por qué tienes que traerla aquí? Sabes que odio incluso escuchar su nombre— Sentencio un tanto molesto.
—Ho…la— Escucho la voz de ella detrás de mí —Creo que interrumpí— Continúa diciendo ella y cierro mis ojos.
—Hija, que bueno que llegaste, no, no interrumpiste nada, ven siéntate— Le pide Olivier y la mirada de Anya se fija en mí.
—Hola Renzo— Saluda tratando de disimular, pero con solo verla me distraigo por completo. Se ve increíble con esa falda color coral y blusa blanca que hace juego con sus zapatos. Ella esquiva mi mirada y se sienta en la silla que está al lado de la de su padre —Pa, no me dijiste que estarías reunido con él— Comenta, pero me sorprende sus palabras ya que yo le dije que me reuniría con él.
—Lo olvide, lo siento, pero no pasa nada ¿no?— Responde él y ella niega para después pedirle un café y un croissant de chocolate al camarero que se acerca a ella.
—No papá, no pasa nada. Si a Renzo no le molesta, a mí tampoco— Dice finalmente y me mira.
Este juego se puede volver muy peligroso si ella me mira de la manera que lo hace ahora —No, claro que no me molesta— Digo finalmente y de repente siento su pie rozando mi pierna. Hago mi mejor esfuerzo por disimular y solo la aparto mientras que bebo otro sorbo de mi taza.
«¿Por qué me haces esto?» Me pregunto por dentro y apenas la puedo mirar.
—¿Y quién es Pía? Perdón, pero justo escuche su nombre ¿Es tu esposa Renzo?— Averigua y la quiero matar a besos por lo que acaba de cuestionar.
—No, no es mi esposa— Declaro.
—Pero casi lo fue— Intercede Olivier y en estos momentos quisiera que no hable.
—No tiene caso— Trato de interrumpir.
—¿Cómo que casi?— Presiona ella y él la mira.
—Lo dejo en el altar hace siete años— Resume él y esto no era algo que tenía planeado decirle a Anya.
Veo su cara de asombro y sé que está tratando de disimular, pero le cuesta mucho —Que mal, lo siento— Dice y mira a su alrededor —Iré un momento al tocador ¿sí?— Se excusa y no sé qué le pasa, pero su reacción me preocupa y solo espero que me diga que rayos le pasa porque adivinar no es algo que se me dé muy bien.