[RENZO]
No dejo de mirar a esta mujer que, a pesar de su corta edad, es una experta en finanzas, control de operaciones, e incluso manejo de la cadena de suministros. Observarla hablar con tanta pasión acerca de la empresa y todo lo que hace, me resulta bastante sexy e inevitablemente mi cuerpo se acerca un poco más al suyo. No sé qué me pasa, es como si hubiese algo que me atrajera a ella y a pesar de que mi mente sabe que esta muy mal, mi cuerpo no se resigna.
—¿Tienes alguna pregunta?— Habla y al girar su rostro para verme, se da cuenta de que la distancia entre los dos es mínima.
Sus ojos miel son mi foco de atención y respirar se vuelve difícil cuando lo único que pasa por mi cabeza es estas ganas incontrolables de besarla. Jamás me había pasado esto con alguien, es una atracción difícil de describir, es como si mi cuerpo entero la reconociera y es una locura. Puedo sentir que no le soy indiferente, pero definitivamente no puedo ni siquiera atreverme a pensar en ella de otra manera que no sea relacionada a nuestro trabajo.
—No, todo está muy claro— Respondo a pesar de que es todo lo contrario.
Ella se aleja un poco, pero eso no quita que siga pasándome esto —Que bueno— Murmura y esquiva mi mirada.
«Basta Renzo, no debes» Me intento convencer.
—Anya— Pronuncio su nombre con más dudas que certezas.
Sus ojos vuelven a clavarse en mí y no sé si es consciente de lo mucho que me atrae —¿Sí?— Pregunta al darse cuenta de que no digo una sola palabra.
—No sé si sea una buena idea que trabajemos juntos— Me atrevo a comentarle y es que me conozco bien, sé que no voy a poder resistirme a ella, y a diferencia de todas las otras mujeres que he conocido en mi vida, Anya está prohibida para mí.
Escucho el sonido de la silla moviéndose en el suelo y al mirarla noto que se ha acomodado para mirarme de frente. Sus ojos están entrecerrados como si me quisiera decir mil cosas —¿Por qué?— Es lo único que sale de su boca.
Me encantaría decirle todo lo que pasa por mi cabeza, pero no sé si sea conveniente —Solo es lo mejor, eres la hija de mi socio y…— Invento, pero no me salen las palabras.
—¿Y qué? ¿Qué tiene que ver eso?— Rebate firme.
Respiro profundo y niego —Nada, son tonterías mías— Miento y me levanto de la silla para tomar un poco de distancia. No sé cómo decirle que en verdad no soy bueno para estar cerca suyo, que no soy el típico hombre que sabe controlarse cuando una mujer le parece atractiva como me pasa con ella.
Me quedo parado lejos suyo, pero al parecer ella no entiende el peligro que corre conmigo porque se acerca a mi con ese vestido color gris que lleva puesto y tanto resalta sus fabulosas curvas —¿Me tienes miedo?— Inquiere y debo tragar saliva de manera exagerada ante su atrevimiento.
—¿Perdón?— Pronuncio nervioso.
Ella se acerca más y me mira a los ojos —Lo que escuchas, ¿me tienes miedo?— Reitera y en esta ocasión decido acercarme a ella.
La distancia es poca —¿Y porque te tendría miedo?— Respondo haciéndome el desentendido.
Anya se acerca a la puerta de la oficina, y la cierra con llave para luego volver a verme —No creas que soy una niñita que no se da cuenta de nada— Pronuncia tomándome por sorpresa.
—¿Y de que te estas dando cuenta?— Averiguo y sonríe.
—De cómo me miras, de lo nervioso que te pones cuando me tienes cerca— Explica y se acerca un poco más —No sé qué pienses de mí, pero no soy una niñita que no sabe nada de la vida— Expone haciendo que deba tratar de mantener la compostura.
—Anya, soy un hombre peligroso para ti, no te convengo…— Le advierto y sonríe.
—¿Has matado a alguien? No creo, mi padre no tendría amigos criminales— Contesta haciéndome reír.
—No, no soy peligroso en ese sentido— Declaro y ella se acerca un poco más, tanto que siento que no puedo pensar con claridad.
—¿Y en qué sentido eres peligroso?— Cuestiona a modo de reto.
La miro fijamente y observo su boca como grabándome cada detalle suyo —No soy bueno controlando lo que me pasa cuando una mujer me parece atractiva— Confieso y ahora es ella quien sonríe.
—Qué bueno, porque yo tampoco soy buena controlando lo que me pasa cuando tengo a un hombre que me gusta enfrente de mi— Me responde sorprendiéndome.
—Nos vamos a quemar…— Advierto cuando siento su mano sobre mi hombro.
—¿Y qué tiene de malo?— Contesta atrevida y respiro profundo.
—Que eres la hija de mi socio y no debo fijarme en ti… eres menor que yo, eres…— Trato de decir, pero ella posa la yema de sus dedos sobre mis labios.
—No nos tenemos que casar, tampoco tiene que enterarse alguien— Explica y muerde sus labios —Me gustas, te gusto… ¿Qué tiene de malo?— Sugiero.
Sonrió de lado y sin poder evitarlo, llevo una de mis manos a su cintura y la otra a su rostro —En guerra avisada…— Digo.
—No mata soldado— Finaliza y es ella quien toma la iniciativa para que sus labios se encuentren con los míos en un beso que pareciera años siendo esperando, pero nada esta más lejos que eso. Ella simplemente apareció y revoluciono mis sentidos hasta llevarme a este momento que no quiero que se termine.