Intercambio

2269 Words
No puedo moverme, los invitados se levantan, los médicos corren a revisar a mi padre, ellos apartan a mamá y Frederick corre a abrazarla para que les de espacio a los médicos. No supe en qué momento empecé a correr, me asomo por encima de los sirvientes y veo la piel excesivamente pálida de mi padre, los ojos enrojecidos y los labios morados. – ¡No está respirando! – Ayúdenlo – no se si lo dije o lo pensé – ayúdenlo, ¡SÁLVENLO! – alguien sujeta mis hombros y me arrastra hacia atrás – suéltame. – Tienes que controlarte – es la voz de mi tío – deja que los médicos hagan su trabajo, entiéndelo Elliot. Lo hago, sé que sí me lanzo sobre el suelo para tomar la mano de mi padre les estorbaré a los doctores, pero no puedo quedarme aquí, mirando, no puedo. Uno de los médicos baja la mirada, los otros tienen expresiones apesadumbradas, mi madre grita y los consejeros les exigen a los médicos que digan algo, uno de ellos se levanta, toma una manta y cubre por completo el cuerpo de mi padre – no, ¡NO! – Lo sentimos mucho, alteza – le dicen a Frederick – el rey ha muerto. Mi madre se desmaya, Frederick la sostiene y mira a los guardias – traigan al catador, revisen toda la comida y el licor que se sirvió esta noche, nadie se irá, hasta que encontremos al asesino. Una mujer vomita, todos se alejan de la mesa con los platillos y los sirvientes retroceden ante las espadas de los caballeros, intento aferrarme, mi tío me lleva lejos del banquete hacia una de las tiendas en el exterior. En el instante en que la tienda se cierra, las voces se vuelven ecos y el tumulto desaparece, quisiera hacer lo mismo con la realidad, desaparecerla – esas personas, ¿ellos morirán? – No lo creo – responde mi tío y me ayuda a sentarme – traficar una pequeña porción de veneno es muy difícil, en grandes cantidades, casi imposible – saca una botella – traer vino de mi cosecha privada no fue sencillo y soy el archiduque – sirve un vaso y me lo da, mis manos tiemblan tanto que él tiene que sostenerlas para ayudarme a beber – los invitados están asustados, el vómito es provocado por su paranoia, no por veneno. Aunque así sea, mi padre…, no puedo pensar en ello, mi padre está… – Tu padre ha muerto – completa mi tío – no es una experiencia por la que deseaba que pasaras siendo tan joven y a partir de ahora las cosas serán diferentes. El vino me sabe amargo. – Tu madre comenzará su duelo, el príncipe Conrad aún es un niño y tu hermano Frederick no estará ahí para ustedes porque tiene un papel que asumir, Elliot, odio pedirte esto, pero tienes que madurar esta misma noche. – ¡Alteza! Es la voz de Marius, levanto la mirada sin saber que decirle. – Él se encuentra bien – responde mi tío – le tomará unos minutos recomponerse, ve a ver al príncipe Conrad y avísanos de su condición. Marius voltea a verme y yo asiento – enseguida, su alteza, excelencia – se despide. Mi tío toma una silla y se sienta frente a mí – ¿de qué hablaron tu hermano y tú?, debió ser una conversación desfavorable, te vi ir a beber apenas dejaste la tienda. Lo fue, sucedió hace menos de dos horas y siento que ocurrió hace una eternidad – dijo que conseguirá una plaza para mí en el departamento de artes, no tengo que presentar el examen, él, se encargará de todo para que mi talento en la orfebrería no se desperdicie – estoy llorando, necesito hacerlo. Mi padre ha muerto. – Con eso me basta – dice mi tío y se levanta de la silla. Me siento mareado, mis manos se vuelven borrosas por mis lágrimas o eso es lo que creo, ¿qué me está pasando? Mi tío cae al suelo, escucho el golpe sonoro que produce su cuerpo y miro su piel que se va volviendo cada vez más pálida, sus labios se tornan morados, es exactamente lo mismo que le pasó a papá – tío – no puedo mantenerme en pie, esta vez soy yo el que cae al suelo. Me siento tan mareado. Tío. Él sigue sobre el suelo y no es el único, a su lado hay otro hombre, se trata…, de mí, ¿qué está pasando?, ¿por qué mi cuerpo está sobre el suelo?, ¡se levanta!, mi cuerpo se levanta, estira los músculos, tuerce su cuello y… – ¡AYUDA! Grita. – Necesito ayuda. Las puertas de la tienda se abren, los caballeros miran a mi tío y llaman a los médicos, pronto la tienda se llena de personas, consejeros, caballeros, guardias y Frederick – hermano – no me escucha, tampoco puede verme. – No le creí – es mi voz – cuando dijo que tú mataste a papá, no lo creí – soy yo alzando la voz, llorando y señalando con la mirada a mi hermano. – Príncipe Elliot, ¿de qué está hablando? – Fue él quien lo hizo – mi mano señala a Frederick – mi tío me lo confesó antes de morir, no quería decirlo porque se trataba de ti, pero empezó a sentirse enfermo y quiso alertarme, hermano, ¡mataste a papá!, y mataste a mi tío. No puede estar pasando, tiene que ser una pesadilla. – Elliot, tienes que calmarte, lamento la muerte del archiduque y se hará una investigación, pero no puedes acusar a tu rey – dice Frederick, necesito decirle que ese no soy yo, algo está pasando. – Entonces dime, ¿qué estaba haciendo afuera de tu tienda? – mi voz de nuevo, todos voltean a ver mi cuerpo, mis ojos enrojecidos porque hace poco lloré y el gesto de tristeza mezclada con rabia – el catador real, lo vi afuera de tu tienda cuando me llevaste para hablar sobre la academia de Malea, dijiste que me encontrarías un lugar y que no tenía que preocuparme por presentar un examen, hermano, lo dijiste porque de verdad pensaste que tenía talento para la orfebrería, o, ¡fue porque me querías lejos! Tío Román, la persona dentro de mi cuerpo, es mi tío – no lo creas, Frederick, no soy yo. – Desconozco por qué el catador estaba afuera de mi tienda, yo no lo vi cuando hablé contigo y no era mentira – responde mi hermano. – ¡Alteza! – nos interrumpe Rory Henderson – fui a la tienda del príncipe Frederick y encontré esto – muestra una botella envuelta en un pañuelo. La botella es tomada por el médico real, olfatea la boquilla, pasa el dedo y frunce el ceño – es veneno de argenta, uno de los más venenosos que existen, sí no se bebe el antídoto en los siguientes cinco minutos de la ingesta, no hay salvación. Mi hermano mira la botella sin poder creerlo. – Frederick Arsere, hermano – dice mi tío usando mi voz y una lágrima baja por su mejilla – ya eres el heredero, el hombre que se convertirá en rey, ¿por qué tuviste que matarlos? – Es un malentendido – explica Frederick. – Guardias – ordena mi tío – por el delito de regicidio, les ordeno arrestar al príncipe heredero. ¡Detente!, no puedes hacer esto. En esta habitación hay tres grupos, los soldados que apoyan a mi tío y que ahora están de mi lado, los guardias que protegen al príncipe heredero y los que están en el medio y dudan, Marius está en ese grupo, ha sido mi consejero por años, él tiene que darse cuenta. ¡Ese no soy yo! Frederick respira profundamente – ya que ha sido hecha la acusación, sugiero que se dé inicio a una investigación, sir Lefevre, en su papel como capitán de la guardia real le pido que traiga ante nosotros al catador para dar una explicación. – No estoy de acuerdo – interviene mi tío – todos saben que Lefevre es un gran seguidor tuyo, sugiero una mente más objetiva. – Príncipe Elliot – reclama Lucas Lefevre – he servido a su familia por más de veinte años, conduciré esta investigación con objetividad. – Y si mi hermano es culpable, sir Lefevre, ¿qué es lo que hará? En su rostro se ve la duda. – ¿A quién sugieres? – pregunta Frederick. – A sir Merle. Jeremy Merle, caballero de la guardia real, no puedo quedarme aquí, corro lejos de la tienda, las personas están separadas por grupos y alejadas de las tiendas que pertenecen a la familia real, el catador fue apresado desde que se descubrió la muerte de mi padre, sigo a Merle, no siento el suelo con mis pies, me apresuro para verlo, los guardias se apartan, Merle entra a la tienda. El catador está muerto. – Sir Merle, ocurrió hace pocos minutos, tratamos de detenerlo, no entendemos cómo pasó – le explican los soldados, están avergonzados. – ¿Dónde están sus pertenencias? – pregunta sir Merle y los soldados le indican la mesa – desátenlo y llamen a un médico para que determine la causa de muerte. Sir Merle está solo, soy el único que lo ve poner una sortija con un rubí en el abrigo del catador antes de tomarlo, reconozco esa sortija, la vi en el dedo de Frederick por meses y no me di cuenta de que hoy no la llevaba – no lo hagas, no lo traiciones, ¡por favor! No siento mis piernas, sir Merle coloca el abrigo sobre una mesa y sir Lefevre encuentra la sortija, en esa ocasión solo hay dos bandos, los que defienden a mi hermano y los que se oponen a él. Mi tío lo mira desdeñosamente – arréstenlo. – No – necesito detener esto, debo recuperar mi cuerpo. Los caballeros de mi hermano lo protegen, la tienda se abre y el techo cae sobre nosotros, mi hermano escapa, mi tío busca una espada para cortar la tela y los invitados observan. Frederick huye y los soldados van detrás suyo. – ¿Qué está pasando? – se preguntan los invitados. – Esto es un desastre – responde Henderson – el príncipe heredero asesinó al rey y a su tío, no podemos coronarlo y el príncipe Conrad es muy joven. Y con esas palabras, todos voltean a ver mi cuerpo, ocupado por mi tío. – Nos estamos adelantando – interviene sir Lefevre – la reina aún está viva. ¡Así es, mi madre!, ella sabrá que todo es mentira, ella verá a través de tu engaño. – La reina está muy afectada, su esposo acaba de morir y cuando despierte deberá enfrentar la realidad, que su hijo es el asesino – dice mi tío con nostalgia – y usted, sir Lefevre, quiere que en ese estado dirija un reino, la mujer que ha dado todo por la corona y por su familia, merece más consideración. – Sigo pensando que es muy apresurado, alteza, la investigación apenas comienza, todavía hay esperanza de que todo esto sea un malentendido y el intento de un extraño por perjudicar a la familia real – eso es, Lefevre es el mejor caballero, no por nada mi padre lo nombró capitán de la guardia, no podrás con él. Mi tío baja la mirada – también lo creo, en el fondo tengo la esperanza de que todo esto se trate de un malentendido y que alguien más haya inculpado a mi hermano, pero, si Frederick es inocente, ¿por qué huyó?, es lo que no puedo explicarme. ¡Porque no es un idiota! Nadie le responde. – Ya que no hay un consenso, sugiero una regencia – dice Henderson, el consejero de mi tío. – Es una idea apropiada, tomaré la regencia hasta el día en que mi hermano regrese, si él es inocente, con gusto le entregaré la corona. ¡Esto no puede estar pasando! – ¡Niño, sigues aquí! ¿Quién dijo eso?, ¿quién fue? Entre los invitados hay una mujer a la que jamás había visto, sus ojos son aterradores, tan resplandecientes que no parecen humanos, ella puede verme. – ¡Largo! Mi cuerpo cae, pero no toco el suelo, sigo cayendo indefinidamente, no puedo aferrarme, no importa lo que quiera tocar, mis manos lo atraviesan, ¿dónde estoy?, esa mujer podía verme, ella me envió lejos. ¡Papá! ¡Frederick! ¡Tío!, ¿por qué nos hiciste esto? Ya es de día, el sol brilla y el viento sopla, fue en este lugar, estaba en este camino cuando abrí la ventana para sentir el aroma de la brisa de mar y Frederick me pidió que la cerrara, fue hace tan poco tiempo y se siente que ha pasado una vida. ¿Qué voy a hacer? ¡Estoy completamente solo! – Muy buenos días, mi lord. ¿Quién dijo eso?, ¡fue ella!, una campesina, la ropa es sucia, desgastada y el cabello castaño parece una maraña de hilos, su mirada apunta al suelo y carga una cubeta. – Con su permiso. – Tú, ¿puedes verme? No necesito que responda, el hecho de que se haya detenido y me esté mirando fijamente es toda la confirmación que necesito, ¡ella puede verme y puede escucharme! – soy el príncipe Elliot Arsere, ayúdame. Su mirada gira lentamente hacia un costado – no veo, no oigo, no veo, no oigo. – Deja de mentir, sé que puedes verme, ¡NO CORRAS!
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