Capítulo 4

1558 Words
—Eso si no te lo voy a creer —exclama ella, mirándolo con algo de extrañeza—, a menos que seas un tipo de esos raros que andan por ahí; aunque viéndote bien no lo pareces. —Ahora sí que me has hecho reír, Gladys —le dice el después de soltar una breve carcajada—.Cuanto me alegra, que no me veas ese aspecto; lo que te he dicho es cierto, aunque si me gustan las mujeres bellas; por el momento, me he dedicado solo al trabajo —ya voy a colar el café, Gabriel; espérame un poco más —le dice Gladys, perdiéndose de nuevo por el pasillo —¡Ponle poca azúcar al mío, Gladys! —le dice Gabriel, con la voz suficientemente alta para que ella escuchara en la cocina. —Aquí tomamos el café, término medio —le dice Gladys, apareciendo con dos tazas de café en sus manos, entregándole una a Gabriel—; tómalo con cuidado que está bien caliente. —Me encanta el café recién colado, Gladys; y este esta excelente —le dice Gabriel, después de tomar el primer sorbo—. Supongo que tú eres la que cocina aquí, porque tu madre no puede hacerlo. —Me tienes muy sorprendida , Gabriel, y demás esta decirte, que estoy muy intrigada —le dice Gladys, mirándolo muy seria—; ¿cómo es que tú conoces tantos detalles de mi vida?, me extrañó mucho, que me trajeras hasta aquí, sin preguntarme donde vivía, y ahora me hablas de mi madre, como si supieras el estado de salud en el que está. —Te sorprendería, si supieras las cosas que se de ti, Gladys —le dice Gabriel, mirándola algo divertido—, también se dónde trabajas y cuanto ganas, y hasta de qué lado de la cama duermes. —¡No me jodas, Gabriel! —exclama Gladys, mas sorprendida aun—. ¿Qué carajos estás haciendo conmigo?; ¿acaso me has estado siguiendo?, esto no me gusta nada; no tienes ningún derecho a estar metiéndote en mi vida privada, quiero saber, porque motivo, has estado haciendo eso, y quien te está proporcionando información de mi vida. —Tranquilízate, Gladys —le dice Gabriel, riendo mientras extendía el brazo hacia ella, con la palma de la mano abierta, en señal de pausa—, tu dirección está en tu currículum, y ahí también específica, que tu madre esta invalida; y en cuanto a que lado de la cama duermes, solo fue una broma. —Oh, por Dios; perdóname, Gabriel —le dice ella , sonriendo apenada—; es que tú eres muy extraño, es la primera persona que conozco, que se aprende de memoria los currículum que lee. —Tampoco es para exagerar, Gladys —le dice Gabriel, soltando una corta carcajada—; es que tu caso, es muy especial para mí , y lo he leído varias veces con mucho interés. —¿Y porque razón, es tan especial mi caso —le pregunta Gladys, muy extrañada—: soy una persona común y corriente, que quiere un empleo mejor pagado; aun me sigue pareciendo, que eres muy extraño; tú haces cosas, que en tu posición, nadie hace. —¿Y cuáles son esas cosas extrañas que yo hago, Gladys —pregunta el, manteniendo su sonrisa—; ahora, yo también te digo, que soy una persona común y corriente. —Tu sabes, que no eres, ni tan común, ni tan corriente, Gabriel —le dice ella, muy seria—, por ejemplo, yo no me explico, como un hombre que tiene todo el dinero del mundo, este tomándose un café conmigo, bien lejos de su círculo social, y además llevándome a todas partes, como si fuera mi taxista particular; eso no sucede todos los días, y mi es la primera vez que me pasa. —Es que tu no me conoces, Gladys —le responde el—; yo no tengo, ningún círculo social exclusivo, mi círculo social, son las personas con quienes trabajo, y como puedes ver, disfruto las cosas sencillas, para mí el dinero no es nada. —Es muy fácil decir que el dinero no es nada, cuando lo tienes todo —le dice ella—, pero para mí por ejemplo, que tengo que madrugar todos los días, y regresar por la noche a la casa, para hacer las obligaciones  del hogar, y encontrarme con que a mi madre le faltan unas pastillas porque no me alcanzo el sueldo para comprarlas; te aseguro, que para mí el dinero lo es todo. —Perdóname, si te he soñado presumido, Gladys; realmente no fue mi intensión —le dice Gabriel apenado—; lamento mucho que estés pasando por esa situación, pero, por ejemplo en mi caso, hay necesidades que no se pueden satisfacer, ni con todo el dinero del mundo. —Es hora de irnos, tenía permiso hasta las diez, y mira la hora que es — le dice Gladys, mientras se levanta, y corre a la cocina a llevar las tazas del café—; hoy me descuentan el medio día. Acto, seguido, Gladys tomo su bolso, salieron del apartamento, y con movimientos rápidos serró la puerta, colocando otra vez la llave en su escondite. —Tengo que dejar la llave aquí, porque mi hermana viene a cuidar a mi madre un rato, y a darle el almuerzo —le explica ella—. Ahora le toca llevarme también a mi trabajo; supongo que no tengo que darte la dirección, porque también está en mi currículum. —Ya te dije, que se dónde trabajas —le dice Gabriel, sonriéndole, mientras ponía en marcha su coche—. ¿Por qué te apuras tanto, si ya tienes un trabajo nuevo? —Yo no puedo pensar de esa manera, Gabriel —le dice ella, con firmeza—; estoy en la obligación, de cumplir con mis responsabilidades hasta el último minuto que trabaje ahí; me gusta salir con la frente en alto, sabiendo que cumplí, y que dejo una puerta abierta, por si quisiera regresar. —Esa era la respuesta que quería escuchar, Gladys; creo que no me equivoque al escogerte como mi asistente; nos la vamos a llevar muy bien, mientras no nos encontremos en un semáforo —Es que realmente, en un semáforo, eres un patán; no debiste abandonarme en el lugar del choque; eso no se le hace a una dama —le reprocha ella. —Lo que paso, es que quería probarte; cuando te vi, te reconocí, y quise saber si eso te impediría llegar puntualmente; ahora sé que la puntualidad, es una de tus prioridades. —Sigo intrigada, Gabriel —le dice ella, observándolo con los ojos entrecerrados, como tratando de adivinarle los pensamientos—; tú me dices que me reconociste, en el semáforo; ¿de dónde carajo me conocías tú, si yo jamás te había visto. —No te vayas a molestar otra vez, Gladys —le dice el, mirándola fugazmente, mientras conducía—; pero como entenderás, tú vas a trabajar muy cerca de mí, y quería saber, como era físicamente la mujer que iba a estar a mi lado en la oficina; por eso me tome la molestia de verte un día que salía de tu trabajo. —¿Y cómo sabias tu que era yo, y no otra la que iba trabajar contigo? —le pregunta ella, aun mas intrigada—; esto me está pareciendo muy misterioso, Gabriel; son demasiadas molestias, para emplear a una secretaria ¿no te parece ti? —Es que, tú fuiste la única persona que fue convocada para optar por ese empleo y por el sueldo que te estaba ofreciendo, sabía que te interesarías —le responde Gabriel—, y ya ves, que no me equivoqué. —No cantes victoria aun, porque mientras más te pregunto, más cosas extrañas me llaman la atención —le dice ella muy seria—; si yo descubro que hay algo raro en todo esto, te juro que no trabajare contigo; ¿ porque razón, me escogiste , y porque soy especial para ti? —La responsabilidad, que pienso delegar en ti, no es para cualquier persona, y por eso investigué a unas cuantas mujeres que trabajan en esta área tuya —le dice el— y finalmente, llegué a la conclusión, de que tú eras la mejor preparada; por eso me interese mucho en conocerte antes de invitarte a trabajar en mi empresa. —Estoy muy interesada en saber, cuál fue tu conclusión, en esa pre evaluación que hiciste de mí, en cuanto a mi apariencia física? —le pregunta Gladys con mucho interés. —Mi conclusión, es que eres bella, Gladys; me parece que eres lo suficiente atractiva para tenerte como compañera de oficina; si un día quisieras ser mi novia, te daría un siete de diez, en mi preferencia —le dice el, riendo divertido al verla tan seria. —Creo que estas siendo muy mezquino; a juzgar por el interés que tienes en mí, pienso que debería tener, como un nueve —le dice ella mirándole el perfil— . No creo que un día, quiera ser tu novia;  pues, a la verdad, para mi gusto, siendo muy generosa, no te daría más de cuatro.
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