Capítulo 3

1560 Words
—Espere, Señorita Pacheco o mejor dicho, Señorita Gladys —le dice Gabriel, cuando ya Gladys iba a salir de la oficina— le tengo una propuesta; espero que me la acepte. —No se enrede tanto, Señor Gabriel; usted parece un anciano con tanto formalismo, dígame simplemente Gladys —le dice ella muy sonreída, aun con la mano puesta en el picaporte de la puerta—, en cuanto a la propuesta, si no es de matrimonio, estoy dispuesta a escucharla. —Está bien, Gladys, así es mejor; ¿usted siempre dice lo que piensa? —le pregunta Gabriel, mientras sonríe divertido—. La verdad, es que pienso pedirle matrimonio, pero más adelante; aunque ya me adelantó, que no soy su tipo. —Creo que estoy cambiando de opinión —le responde ella—; en dos años que llevo con mi novio, nunca me ha hablado de matrimonio, y en diez minutos que llevo con usted, lo hemos mencionado varias veces; usted, estaba a punto de proponerme algo. —Es verdad, Gladys; el asunto es que yo tengo un taller cercano a este lugar, donde reparo mis coches —le explica Gabriel—; le propongo, que llevemos su coche a mi taller, le aseguro que ya para mañana lo tendrá listo. —¿Y tener, que irme a pie?; ¿usted tiene idea de donde queda El Valle? —le dice Gladys, con expresión escandalizada—; no se preocupe, que eso me lo arregla un amigo mío en la acera de la casa, y quizás ni me cobre la reparación. —Ya le dije que la reparación, corre por mi cuenta; insisto en que lo haga —le dice Gabriel— yo la llevo a su casa, y así usted me enseña cuando no debo detenerme en los semáforos. —¿Usted se ha vuelto loco?; a mí me da pena que haga un viaje tan lejos para llevarme — le dice Gladys con expresión de extrañeza— aunque para llegar a donde yo vivo hay como cien semáforos; sería una lección intensiva. —Excelente, eso significa que acepta; espéreme un momento, que me tomo un medicamento y salgo —le dice Gabriel, muy animado. —Significa, que en verdad está loco; pero bueno, Jefe es jefe— le dice Gladys, resignada. Gladys, salió de la oficina de Gerencia, sonriendo satisfecha por haber obtenido el empleo. —Me parece que le fue muy bien, Señorita Pacheco, porque ha salido muy contenta —le dice la secretaria, sonriendo. —Realmente, me fue muy bien, aunque me parece que tu jefe, nada mal de la cabeza; se le ocurren cosas extrañas —le comenta Gladys—. ¿En qué cabeza cabe, ir a llevarme hasta El Valle? —Tendrá que acostumbrarse, Señorita Pacheco; él es un jefe poco común, es muy espontaneo —le dice la secretaria. —Bueno, parece que vamos a ser compañeras de trabajo; tendrá que decirme su nombre, porque ya el mío usted lo conoce —le dice Gladys. —Mi nombre es Eva, Señorita Pacheco —le responde. —Ya se lo dije a tu jefe, y hora te lo digo a ti, Eva —le explica Gladys—; cuando a mí me dicen Pacheco, me parece que le estuvieran hablando a un hombre,, así que dime, simplemente Gladys; ¿qué edad, tiene tu jefe?, yo pensé que era un anciano.  —Tiene solo veintisiete años, Gladys —le dice Eva—, y es una excelente persona; no aparenta tener tanto dinero, aunque cuando se propone ser odioso, lo logra con mucha efectividad; pero generalmente, es una persona muy divertida, pero también es exigente en el trabajo. —Estamos listos, Gladys, vámonos —le dice Gabriel, saliendo de su oficina— . Hoy no vuelvo para acá, Eva; hasta mañana. —Veo que tu coche está en la acera, espérame aquí, buscare mi coche y cuando pase por acá, me sigues, Gladys —le dice Gabriel, cuando llegaron a la salida del edificio. Momentos después, Gabriel paso frente a Gladys, haciéndole señas, y ella lo siguió hasta el taller, donde le recibieron su coche. —Quiero que lo repares, como si fuera para mí, José —le dice Gabriel, al dueño del taller; Gladys viene a buscarlo mañana —y mirándola a ella— . Ahora, sube que vamos a El Valle; a esta hora, llegaremos rápido. —Supongo, que sabe cómo llegar a El Valle —le dice Gladys. —Por supuesto, Gladys, conozco esta ciudad desde que estaba muy pequeño, mi padre me sacaba a pasear, en un cochecito viejo que tenía —le cuenta Gabriel—; no siempre fuimos adinerados; cambiando de tema, dime una cosa; ¿estás muy enamorada de tu novio, el motorizado? —No sabría cómo responderle, Señor Gabriel; no sé cómo se mide el amor, como para saber, hasta qué punto se ama a una persona —le dice Gladys, riendo—, lo cierto, es que lo pasamos bien estando juntos. —En dos años uno puede acostumbrarse a estar con una persona sin amarla — dice Gabriel, sin mirarla, como si hablara consigo mismo. —¿Lo ha experimentado usted, o simplemente lo está suponiendo? — le pregunta Gladys —Solo estaba suponiendo que eso puede suceder, por no tener una medida que nos diga cuando estamos fuera de los límites del amor —le responde Gabriel. —Eso suena como muy enredado para mí, Señor Gabriel; a mi modo de ver, se quiere o no se quiere, y punto —le dice Gladys, sonriendo. —Suena mejor como tú lo dices, Gladys; puedes llamarme Gabriel, sin más protocolos —le dice el, mientras detiene el coche y apaga el motor—, ya estamos en casa ; ¿qué piensas hacer el resto del día? —Solo vengo a cambiarme, esta ropa, con la que pensaba impresionarte esta mañana; me pondré algo mas cómodo, y luego me iré al centro, a cumplir con mi trabajo —le responde Gladys. —En verdad, tú dices lo que piensas, Gladys; supongo que me invitaras a tomar un café en tu casa, mientras te espero para llevarte a tu trabajo —le dice Gabriel, mirándola muy serio. —Si tú quieres Gabriel, te invito tomar un café, pero te advierto que mi casa es humilde, no tiene los lujos que estás acostumbrado a ver; y no tienes que llevarme al trabajo, ya hiciste bastante, trayéndome aquí —le dice Gladys, un poco contrariada. —Igualmente, te acepto la invitación, Gladys; podemos tomar café sentados en el piso —le dice el, tranquilizándola. —Tampoco es para tanto, Gabriel; siempre hay algo donde sentarse —le dice Gladys, un poco nerviosa—. Será un honor, tomar un café con mi futuro jefe. —No te sientas incomoda, Gladys —le dice Gabriel, sonriéndole—, yo se disfrutar de las cosas sencillas. —Pues, me alegro mucho por eso —le dice Gladys, mientras empinando los pies, y levantando las manos hasta lo más alto de la puerta, busca la llave, y una vez que la consigue, se la muestra sonriente a Gabriel, antes de abrir la puerta—; porque aquí lo único que hay son cosas sencillas; bienvenido a mi sencillo hogar. —Gracias, Gladys; no te apures mucho por mí —le dice Gabriel—, tomate todo el tiempo que necesite. —Ponte lo más cómodo que puedas, pondré a calentar agua para el café, mientras me cambio — le dijo Gladys, mientras se perdía por un pasillo hasta el fondo del apartamento.  Después de unos minutos, apareció Gladys otra vez, muy sonriente, luciendo un nuevo   atuendo. Gabriel sonrió para sus adentros, después de todo el trabajo que había tenido para seleccionarla, había hecho una buena elección; Gladys, además de ser una mujer joven e inteligente, era sencilla y bella, el vestido que se había puesto, era más casual, y hacia resaltar su figura; su cuerpo era muy atrayente, una cintura delgada y un hermoso trasero, adornaban su silueta; sus senos eran moderados, pero se veían deliciosos enmarcados en aquel discreto escote; su cabello se veía sedoso y brillante, muy bien cuidado, era n***o y abundante y lo lucia suelto hasta la mitad de la espalda, sus ojos tambien eran negros, su nariz medianamente perfilada y sus labios tenían una especial sensualidad, sobre todo cuando sonreía, sus piernas eran hermosas, bien torneadas, y su piel era clara.  Todas las partes de su cuerpo, componían la visión de una figura muy atractiva. —Me parece muy descarada, esa forma como me estas mirando, Gabriel —le dice ella, sonriéndole divertida, al verlo como la miraba de arriba abajo—; parece que nunca hubieses visto a una mujer; espero haber pasado la prueba de ese examen visual. —Perdón, lo que pasa es que me estoy dando cuenta, que he tenido un gusto muy acertado al elegirte —le dice el riendo—; eres muy bella, Gladys. —Me alaga escuchar eso de alguien que debe vivir rodeado de mujeres bellas —le dice Gladys, con cierta coquetería— ¿eres casado, Gabriel? —Ni siquiera he tenido una novia en mi vida, Gladys —le responde el, con naturalidad—; vivo solo en mi casa.
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