CAPÍTULO SIETE
La elegante pero pequeña iglesia del padre Merry se encontraba a unos kilómetros de la ciudad y Ritter se acercó a ella a un trote constante. Las paredes de yeso pintado en blanco, las ventanas a lo largo de cada lado y un pequeño campanario coronado con tejas rojas, le daban al edificio un aire tranquilo y Ritter comprendió por qué la gente del pueblo esperaría llenar los bancos todos los domingos por la mañana. Tanto Wilbur el tabernero como Cable Hughes habían afirmado que los sermones de Merry se esperaban con impaciencia y que su rebaño estaba creciendo. La gente buscaba consuelo después de las incertidumbres de la guerra. Incluso ahora, con las hostilidades hace mucho tiempo, habían muchos que temían lo que veían como una tierra sin Dios. Hombres como Jesse James y Jo
