Capítulo 3. La chica-guerrera.

1552 Words
Después de que Miró, el hermano menor de Mila, me llevara a la playa, donde Stepan y otro joven me esperaban para despedirme de "mi familia". Al ver el verdadero cuadro apocalíptico yo estaba casi en pánico. Si no hubiera estado en Medicina en el tercer año, y si no hubiera estado de prácticas en la morgue, me habría desmayado. Los primeros signos de los c*******s indicaban que los cuerpos estaban en el agua durante al menos una semana, pero este detalle no se lo dije a nadie. El olor era espeluznante, me cubrí la nariz con una manga. Y al parecer, el aroma tan particular no les molestaba. Para estas personas, la muerte era tan común, como comer o respirar. - Llora si quieres, libera el dolor, - dijo Stepan. - No creas que no vamos a hacer nada, no somos paganos. Los enterraremos como se debe. ¿Son cristianos? - Sí, - respondí automáticamente, y luego me di cuenta, que ellos podrían y no serlo, - no lo recuerdo. - No importa. Por encima de la tierra no los dejaremos, - me convencieron. Después del entierro, todos fuimos a casa juntos. Intenté averiguar qué día es hoy, pero de lo que me dijeron, no entendí nada. Me enteré de que Moksha es una gran ciudad y protege a Novgorod del sur. Viven en la aldea, cerca del bosque.  Tienen como Gobernador, el Príncipe Svyatoslav. Pero todo es gobernado por los tribunales. Tenía páginas de un libro de historia en mi cabeza. Son cristianos, así que el Príncipe Vladimir ya bautizo a los rusos. Entonces, estoy en el siglo XII o XIII. Cerca de aquí Novgorod y el Príncipe Svyatoslav. ¿Dónde está Alexander Nevsky? ¿Una batalla de hielo? ¿Los tártaro-mongoles? ¿Estos hechos pasaron todos ya o aun no? Estaba completamente confusa. ¡Eso es lo que tengo! ¡Media historia estudiada en una noche antes del examen! Obviamente, me faltaba información. Si resuelvo el enigma de los gobernantes, tal vez el año aparezca en mi cabeza. Con tanto pensamiento abrumador no me di cuenta que el hijo mayor de Stepan me cortejaba todo el camino. Me sujetaba la mano, cuando cruzábamos el barranco, me regalo algunas flores silvestres, me intento llevar en los brazos por un charco. Menos mal que su padre no le dio permiso. En este momento todo el mundo se fijó en mis zapatillas de deporte, incluso el pequeño Miró. ¡Claro! ¡Eran de Nike, de piel natural! - ¿Qué son esas botas tan cortas? ¿Todos del Norte las lleváis así? - pregunto el niño. -  Es comprensible, porque ellos iban en el barco, ¿Para que necesitan botas altas? - Lo explicó Stepan y me salvó de hacer una declaración falsa. Así que llegamos a la chabola. De día este lugar ya no me parecía tan estremecedor. Las pequeñas ventanas estaban abiertas, los trapos recogidos del suelo y el almuerzo estaba en la mesa. Había algo en la tartera de barro, que parecían patatas. En ese momento, mi estómago estaba gritando, que tiene hambre. ¡Era lógico! No he comido nada desde ayer por la noche, cuando hice un bocata de jamón york y queso. ¡Dios mío! Ni siquiera un día, ha pasado del momento cuando yo salí de casa. ¡No! ¡Han pasado siglos! Sólo hacia atrás. Lada entró con el pan y todos los adultos se sentaron a la mesa a comer. Yo también. - Mila dice que eres una chica guerrera, ¿no es así? - preguntó Stephan. - No recuerdo. - respondí pronto. Aunque empezaba a pensar, que era una salida para mí. Los trabajos domésticos en la Edad Media una chica moderna no era capaz de llevarlos a cabo. Lo descubrí con el ejemplo de lavar mi traje de deporte. Trabajar con Stepan es duro y sucio. Tampoco sé pescar para ir con los chicos al rio. Por eso mis diez años en la federación de taekwondo me enseñaron algo. Por supuesto que no soy una maestra en la espada y no se lanzar flechas con el arco, pero hay una oportunidad de ganar en la batalla. Así me decidí ser una chica guerrera. A parte soy muy alta como Stepan o incluso un poco más. - ¡Eh! Dentro de dos días vamos a la feria a buscar sal y vender la leña. Allí hacen las competiciones entre los guerreros y tú puedes participar.  Escoges a tu enemigo y veremos si eres una guerrera o no. - propuso Stepan y me dio una patata.  La mordí y casi me atraganté. No era una patata, era una sustancia rara, de sabor desagradable y sin sal. Pero tenía miedo de escupir. Ellos pueden decirme que me dan lo último que tienen y yo me pongo quisquillosa. Tenía ese trozo en la boca durante un tiempo, y cuando se ablando, me lo tragué. Nada de pescado, nada de carne, aquí estaba la “patata”, la que llamaron Repa y la sopa de ortiga.  El pan tampoco era bueno, pero mejor que otra comida. Así comí sin ganas, aunque tenía mucha hambre. No me gustaba coger la anemia cuando tengo una competición en dos días. Llego el día de la feria. Vestí mi traje de deporte con el propósito de que, si tenía que pelear, no sería con una falda. Creí que íbamos todos a Moksha en el carro de caballo, a donde estaba la feria. - El caballo es caro y no puedes cargarlo mucho. En el carro va solo leña, a nosotros carguemos con estas cestas de pescado y vamos andando, guapa. - Dijo Stepan y fuimos a pie. Él y yo. Porque otros miembros de la familia tenían trabajo que hacer. “Adiós a mi traje limpio, voy a pelearme como una pescadera, apestando,”- pensé yo, pero no me atreví decir nada en contra. Le pregunté con cuidado para que no me delatara, sobre las ciudades cercanas, sobre Kiev, sobre el Príncipe de Kiev, sobre el Svyatoslav. Pero no recibí muchas respuestas.  Stepan solo iba a la feria de Moksha una vez al mes para comprar sal y alguna cosa más, para vender la leña y el pescado. Quien gobernaba en Kiev no lo sabía, ni le importa, porque nunca estaba allí. Svyatoslav, como la gente decía, es un príncipe justo, pero fuerte. Es buen guerrero y defiende bien las fronteras. A veces compra pobres esclavos rusos y los libera. Pero mucho poder sobre los boyardos no tiene. - Nunca le he visto su cara. No lo sé cómo es. -  Ha terminado Stepan de responder a mis preguntas. Así hablando llegamos a Moksha. No llamaría a este pueblo ciudad. Había un poco más de gente y casas, que, en la aldea de Stepan, una iglesia y una plaza donde estaba la feria y nada más. La feria era un lugar especial. Diez artesanos ponían encima de la tierra sus artículos que querían vender, no había ni un puesto preparado incluso para los alimentos. El pescado, la carne, hortalizas, verdura y harina estaban tiradas en la tierra y mezclados con pieles de animales, pollos vivos, carbón y leña. Nuestros órganos de vigilancia alimentaria los penalizarían a todos aquí y cerrarían el mercado. Entre todos los productos y los vendedores había corriendo niños sin vigilancia, perros, gatos y quien sabe que bichería más. Yo con temor y asco miraba a toda esta insalubridad. “Ahora entiendo, porque en la edad media había tantas epidemias,”- pensé yo.  En el lado izquierdo había un gran tronco en el que todos los participantes en la lucha tenían que meter un gancho con un trozo de la corteza de abedul enrollada, donde su nombre estaba escrito. Fui allí. Todos me miraban como a la leprosa, con mi traje de deporte, no decía nada. Yo entendí, que la gente me miraba no exactamente por mi ropa rara, solo porque una mujer llevaba pantalón. Mientras iba al juez, o como le llaman, mi espalda fue vista por al menos 50 pares de ojos. - Quiero inscribirme, - le dije a un hombre bien vestido. - ¿Vas a pelear? - preguntó el desconfiado. - ¿Con que armas? -  Sin armas, - respondí con calma. - ¿con puños? – exclamo el sin poder creer en lo que oía. - Sí, con puños y con piernas. - expliqué lo mejor que pude, porque aclarar todas las reglas de Taekwondo no tenía ni tiempo, ni sentido. El juez me dio un gancho y me preguntó mi nombre para escribirlo en la corteza. Ni siquiera he podido decir nada, de repente apareció a mi lado Stephan. - Oksia del Norte. - dijo el por mí. "¡Vaya! ¡Yo ya tengo un representante!”- pensé yo y sonreí. Me entregaron un gancho con un rollo de corteza, donde estaba escrito mi nuevo nombre, Oksia del Norte. Lo clavé en el tronco. ¡Está todo hecho, caballeros! - Mira, hay un premio para quien gane, - me dijo al oído Stepan y me mostró hacia un lado donde había un enorme jabalí muerto tirado en la tierra en total insalubridad. " No pasa nada, lo lavaré con agua hervida y lo desinfectare", - pensé yo.
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