¿LO DEFIENDES?

1245 Words
AITANA —Suéltame, Ovidio —dije soltandome de su agarre y alejándome de su beso, después de darle una fuerte bofetada en su mejilla. Me apretó más a su cuerpo con fuerza—. Suéltame o voy a gritar. —No renunciaré a ti, escucha bien mis palabras, sirena. Jamás podrás alejarte de mí… —¿Debo tomar eso como una amenaza? Porque no tengo miedo. —Dices no tener miedo, pero tu cuerpo tiembla con el siempre hecho de tenerme tan cerca de ti. No quieras negar lo que sientes sirena. Lo mismo que sientes aquí, sientes aquí —dijo paseando su mano desde el valle de mis senos hasta acariciar entre mis piernas, como si fuera corriente eléctrica, mi piel se erizo, gemí ante la sensación. Este hombre me estaba volviendo loca, al punto que estaba nublando la razón de nuevo, pero no debía caer ante sus encantos. —Por favor, no insistas, que no lograrás nada. —Si te pruebo que fue una coincidencia que te conociera ese día, ¿me creerías? —lo miré con la ceja alzada. No había manera en que lo probara era su palabra contra los hechos. —No puede haber una manera de probar eso, Ovidio. Lo mejor será ir por caminos separados, como lo hemos hecho este tiempo. Solo que esta vez deberá ser para siempre —rápidamente él sacó su teléfono y se escucharon dos voces. —¿Quién era la joven con la que nos encontramos antes de subir? —se escuchó la voz del desgraciado de su jefe. —Ella es Aitana Guzmán Galeano. La conocí el primer día que me dio libre y salí a un bar de la ciudad. Nos mantuvimos en contacto por teléfono y en nuestros viajes aquí pude volver a verla en dos ocasiones. La había buscado en la ciudad, pero no reside aquí. Desconocía su segundo apellido y su parentesco con la señorita Esmeralda —dijo Ovidio, elevé mi mirada hacia él y podía ver súplica en su intensa mirada. Me encantaría creerle, quería creerle, pero no. —Me imagino que eres consciente de que debes alejarte de ella ¿Verdad? —fue lo último que dijo, pues un bip fue todo lo que se escuchó después dando por finalizada la grabación. —No le respondí porque le hubiera mentido sobre lo que en verdad haría. Lo siento, pero, aunque estés molesta conmigo no estoy dispuesto a dejarte ir. En todos los años que tengo de vida, ninguna mujer ha quemado mi corazón con una palabra a nublado mi juicio con una caricia. Te daré el tiempo que necesites, pero solo quería demostrarte que no me importa nada solo el que estemos tu y yo —se inclinó tomando mi rostro entre sus manos y me beso. No debía, pero de igual manera correspondí el beso. Con eso él me soltó y salió del armario dejándome con un montón de emociones. Ovidio volvería y yo no podía sentir estas cosas por él. Salí del armario y fui directamente hasta la habitación de Esmeralda. Ella estaba dormida todavía, lo que agradecí, porque no quería que me mirara en este estado. No sabía qué pensar y mucho menos creer. Tomé una de las cobijas que una amable enfermera me había ofrecido y me doblé en el sillón y entre lágrimas me quedé dormida. —Déjala dormir —escuche decir suavemente a Esmeralda. Abrí mis ojos y mi abuela estaba enfrente mío. Me sobresalte un poco porque estaba realmente cerca de mí—. La matarás de un infarto mamá. —Lo siento mi niña, solo estaba estudiando el porqué de esos ojos inflamados. No trates de negar el hecho de que estuviste llorando. Ya sé toda la verdad y lo que pasó así que no tienes que mentir —la miré un poco asustada, al verla así de molesta. Mi abuela es una mujer muy dulce, pero cuando se meten con su familia puede hacer arder el mismísimo cielo. —No lo volveré a ver abuela, no te preocupes. —¿Cómo quieres que no me preocupe si Lombardo te ha lastimado? —dijo sentándose a mi lado, yo me sorprendí ya que no sabía su apellido, hasta ese momento. —No paso nada que yo no quisiera abuela. Desde un principio el día que lo conocí sabía que sería un peligro, pero cada fibra de mi cuerpo me lanzaba a sus brazos. —¿Lo quieres? —miré a Esmeralda luego volví a la mirada inquisitiva de mi abuela. —No se que es lo que siento en este momento abuela. La única relación que tuve nunca sentí nada. Ni siquiera durante un beso. Con ese hombre basta con que me mire para ponerme a sus pies como su sumisa o como su domadora —escuchar la risa de mi tía Esmeralda me hizo caer en que había hablado de más. —Ay, mis niñas. Tanto que se cuidaron para que vinieran esos malditos hijos de… —¡Mamá! —regaño Esmeralda. —¿Lo defiendes? ¿Después de todas las estupideces que te dijo? —tomé las manos de mi abuela. Estaba realmente embravecida. Jamás la había visto tan molesta. —No lo defiendo, pero tampoco puedo desearle el mal. Te recuerdo mi condición y si algún día llegara a faltarle a mi hijo. —No te atrevas a decir que lo dejaras con ese hombre, Esmeralda. No lo permitiré —ver la cara de mi tía me dolió un poco. —Abuela, Esme aún se está recuperando, tratemos de mantener la calma —dije cuando vi a Esme limpiar la lágrima que resbalaba traviesamente por su mejilla. —Abuela por favor no le digas nada a mis padres —comenté y ella dejó salir una sonrisa al mismo tiempo que movía su cabeza en negación. —Demasiado tarde, posiblemente tus padres estén por llegar para llevarte a casa —me quedé de piedra ante los comentarios de mi abuela. Si mi padre también venía, era porque ya estaba al tanto de lo que pasó. Traté de no mostrarme ansiosa o preocupada, pero todo eso se acabó en lo que miré entrar a mis padres. —Buenos días, espero que ya estés mejor —dijo mi padre. Después de dar muchos besos y abrazos, se giró hacia mí. Aitana, vamos a solas un momento vociferó molesto. Me despedí de Esmeralda y de la abuela. El recorrido a casa fue solo una guerra de miradas. —¿Con un mafioso Aitana? ¿enserio? —soltó como si fuera uno respondí nada solo me quedé escuchando las palabras que mi padre decía. —No necesito que me juzguen en este momento, tampoco que me den su lastima. Si, es un mafioso papá, un delincuente al que le entregué mi corazón y aquí estoy con la duda en si realmente lo nuestro solo fue un plan fríamente calculado o algo que se dio por casualidad. Jamás había sentido esto por nadie y siento que esta abrumante decepción me está cortando la respiración. Así que, si ustedes se sienten decepcionados de mis elecciones, imaginen como me siento yo —no me quedé ahí escuchando reclamos. Con los que me decía yo mismo era suficiente. - - - - - - - - - - - - - - - Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2312176410827
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