ELLA SIGNIFICA MI LIBERTAD

2131 Words
OVIDIO Tuvimos que regresar a Sicilia al día siguiente. Todo se volvería sombrío y antes que eso sucediera, sentía la necesidad de hacer una visita a mi madre. —Que felicidad verte, Fligio —dijo Tatiana al verme entrar a la casa. —Lo mismo digo, lo mismo digo —dije correspondiendo a su abrazo. —¿Qué tienes? Estás serio, tenso y tienes la ceja alzada eso solo lo haces cuando estás frustrado —Tatiana tenía una manera muy peculiar de estudiar a las personas. Un suspiro, una mirada, una palabra, un tono y hasta un gesto fuera de lugar la hacía asumir cosas. Para mi sorpresa siempre estaba en lo cierto. —Nada se te escapa ¿no? —dije alejándome de ella. —¿Me lo dirás o tendré que llamar a Luigi para saberlo? —rodé mis ojos. Es una de las cosas por las cuales no me gustaba visitar a mi madre. Con sus mensajes o llamadas a diario tenía suficiente de ella. —Estoy por entrar a los cuarenta años. ¿Cuándo dejarás de querer controlar todo a mi alrededor? —No me hables así. Recuerda todo lo que he tenido que hacer por ti para poder vivir una vida tranquila. —Su comentario estaba completamente fuera de lugar. —¿Vida tranquila? ¿Yo tengo una vida tranquila? —cuestioné apretando mis puños—. ¿Llamas a andar de niñero de mi primo Máximo una vida tranquila? Que equivocada estás. Acabo de perder a lo único que me había importado por culpa de tu adorado sobrino. Muchas veces me hago la pregunta porqué te preocupas tanto por ellos. —Sabes que lo hago por mi hermana —dijo alejándose de mí. —Una vida tranquila sería estar lejos de todo esto, pero, henos aquí. —¿Por qué tanto grito? Hola, Ovidio —saludó la hermana de mi madre. —Nada, sabes la manera de recibirme de tu hermana. Osa en, seguir tratando como un niño, cuando ya estoy por entrar a la tercera edad junto a ustedes —dije aceptando su abrazo. Mi mirada fue hasta Luigi quien no dejaba de ver a Tatiana. —Llama a Bruno —dije llamando su atención. El movió su cabeza en afirmación y salió del lugar. —¿Más tinta? —preguntó Tatiana, ganándose una de mis intensas miradas. Ella rodó sus ojos y levantó sus manos en señal de rendición. —Deja de molestarlo, aprovéchalo ahora que lo tienes aquí y antes que alguien te lo robe. Es difícil creer que un hombre tan de buen ver como tú, aún está soltero. No dejes que el barco zarpe muy tarde de la estación —no dije nada, solo le regalé una sonrisa y fui hasta la biblioteca de la casa a esperar a Bruno, el único artista que sabe interpretar con poca explicación lo que quiero. Caminé por el lugar buscando aquel libro que mi madre solía leerme cuando era un niño. Al encontrarlo, busqué una de las citas que más había marcado mi vida. “Los hombres se meten en los trenes, pero no saben a dónde van. No saben qué quieren ni saben qué buscar”. Luego, busqué una frase que recordaba, pero no sabía muy bien como decía. La encontré, saqué mi teléfono y tomé la fotografía. Abrí la mensajería y se lo envié a la sirena. “Si tú me domésticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo. Antoine dejó esta frase exclusivamente para nosotros. Arriésgate a vivir esta vida conmigo sirena”. Le di la entrada y guardé mi teléfono en mi bolsillo de nuevo. Me serví un vaso de bourbon y esperé por un rato a Luigi, quien entró con Bruno justo detrás de él. —¿Come posso aiutarla, signore? (¿Cómo puedo ayudarlo, señor?) —dijo colocando todo lo que necesitaba en la mesa del escritorio. — Voglio una sirena al mio fianco, anche una "A" maiuscola sul mio dito. (Quiero una sirena a mi costado, también una letra A mayúscula en mi dedo) —de inmediato me gané la mirada sorprendida de Luigi. —¿Te vas a tatuar por ella? ¿No crees que ya es mucho? —ignoré su comentario por completo. No le quedó de otra más que salir y dejar a Bruno hacer su trabajo. Ya estaba acostumbrado a los pequeños pinchazos de la máquina, esa sensación que lejos de ser dolorosa, era más bien relajante para mí. La puerta de la biblioteca se abrió dejando ver a mi tía quien se acercó lentamente para ver lo que Bruno dibujaba en mi piel. —Una hermosa sirena. ¿Alguien te ha hechizado querido? —asentí levemente. Ella sonrió y entendió que después le contaría, pues la presencia de Bruno impedía que pudiera hablar. Ella tomó un libro y se sentó a mi lado, mientras me tatuaban ella leía. El tatuaje de la sirena fue terminado después de 4 horas, para luego concluir con la letra A en mi dedo. Al terminar, despedí a Bruno con una muy buena propina como siempre por su buen trabajo. La señora a mi lado parecía esperar el momento para preguntar. —Ya estamos solos, ahora sí que no tienes excusa para contarme más de la afortunada sirena que te tiene en las profundidades del océano. —negué colocando una sonrisa en mi rostro. Mi tía era más maternal, muy diferente de Tatiana, quien ha sido una estratega toda su vida. Sin olvidarme de que antes de saber lo que pasó con su hermana era muy diferente. —La conocí en uno de mis viajes, por casualidad. Desde que mis ojos la vieron quede completamente enloquecido —a mi mente vino esa noche, la sonrisa que adornaba su rostro y la manera en cómo bailaba hechizado todo de mi. —¿Así que te han domado león? —rodé mis ojos, mientras negaba. Solo ellas me llamaban así. Era el apodo que mi padre tenía cuando lideraba la gran mafia, El león Kovikov. Ella no recordaba muchas cosas de su vida, especialmente haberse casado con Don Mario Marchetti, sus hijos. Cuando mi madre la rescató ella cayó en un coma profundo por muchos años. Desde entonces se ha vuelto una persona importante para nosotros. Aunque últimamente me sorprenden ciertas cosas, de las cuales no diré nada por ahora, pero tengo mis sospechas. Su atención va a mi mano. —¿Su nombre inicia con la letra A? —asentí—. ¿Por qué lo hiciste en el pulgar? —Porque, ella significa mi libertad, mi vitalidad, la persona que me ha hecho despertar otros instintos desconocidos en mi vida, ella es esa energía positiva que recorre mi cuerpo —dije mientras me paraba para ir hasta el ventanal. —Eres un romántico, ahora comprendo lo que ha hecho esa mujer contigo. Que tu madre no se entere… —me giré para verla y su rostro mostraba preocupación. —¿Por qué? —cuestioné, ya tenía una idea del porqué, pero necesitaba confirmar si se trataba de lo mismo. —Porque… —la puerta nuevamente se abrió y era Tatiana cruzando el umbral de la puerta. —¿Qué tanto hablan ustedes? Hermana, creo que deberías de ir a descansar. No quiero que te sobre exijas y te enfermes —mi tía asintió y después de darme una sonrisa salió de la biblioteca dejándome con la mirada inquisitoria de mi madre. —¿Te enamoraste? —¿Tienes algún problema con eso? —pregunté viéndola directamente a los ojos. —Si, sabes muy qué… —levanté mi mano para detenerla. —¿Es una debilidad? —ella asintió. —Soy un hombre de casi 40 años, te lo recuerdo por si eso no lo recuerdas tú. Todas las mujeres que me han interesado misteriosamente han desaparecido y no necesito saber quién es la causante de dichos sucesos. —Esas mujeres no han sido merecedoras y mucho menos dignas de ti. La mujer que sea para ti es aquella está dispuesta a hacer el mundo arder a tu lado. Que sacrifique todo por estar a tu lado. La prueba misma es eso… a todas bastaba con ofrecerles dinero para que desaparecieran. Ninguna peleó por quedarse a tu lado, y eso decía mucho de ellas —ella conocía a las águilas, sabía mucho de esa organización. —Aitana Galeano, ¿te suena su apellido? —dije sirviendo un nuevo trago. Había dejado sin palabras a la gran sultana Tatiana, como era conocida para muchos. El apellido Galeano, era muy conocido y al mismo tiempo temido por muchos. —¿Estás loco? Esa gente es capaz de acabar contigo en un segundo —le mostré una sonrisa ladina. —No deberías de preocuparte porque mí, preocúpate por tu sobrino, pues el idiota no solo humillo a la hija de Jimena y Manuel Galeano. La embarazó y ella tiene una enfermedad en el corazón que la puede llevar a la muerte —ella se tuvo que sentar para esa. —¿Qué estaban pensando? —dijo viéndome. —Conocí a Aitana por pura casualidad, pero tu sobrino sí actuó premeditadamente. Alexandra se enteró y lo orilló a decidir entre la seguridad de Maddie o la de Esmeralda. Máximo eligió salvar a Maddie, ve tu a saber qué tipo de artimaña utilizo esa mujer para que hiciera caer al idiota de tu sobrino. Traté de aconsejar, pero ¿Quién soy yo más que su mano derecha? —Definitivamente los hombres de hoy en día no se con que cabeza piensan. En eso si somos mejores las mujeres. —Solo hay hombres que nacen para ser temidos y otros para temerles. —¿Tu en cual categoría te encuentras? —Definitivamente no para temerles —el teléfono en mi bolsa vibró con un mensaje. “Definitivamente esos no somos nosotros”. Sonreí guardando mi teléfono de nuevo. —Prepárate para bajar a cenar, necesito que me cuentes más sobre Aitana Guzmán Galeano —rodé mis ojos al ver la sonrisa en su rostro—. Soy tu madre, yo lo sé todo, más no estaba informada de lo que pasaba con Máximo, eso sí que se lo mantuvieron en interno. —Se muy bien que cosas compartir y que cosas no compartir con Luigi. Aprovecho a decirte que controles a tu perro, recuérdale quien soy yo y quien es Máximo. Porque si es capaz de crear un conflicto entre Máximo y yo, será el primero en terminar con una bala en el pecho —Tomé de una vez el trago en el vaso y fui hasta mi habitación. Me refresqué un poco y bajé a la mesa. La cena fue amena, mi tía se excusó de sentirse cansada, así que se retiró después de comer un poco. Volví a mi habitación pues la verdad era que mi cabeza se sentía un poco embotada de tanto alcohol que introduje en mi cuerpo durante el día. Me acosté y lo primero que hice fue sacar mi teléfono y llamar a mi sirena. No me importaba lo que estaba haciendo y mucho menos con quien estuviera. El tono de la llamada sonó un par de veces y sin respuesta. Hasta que contestó, dejándome sin palabras, pues no creí que lo respondiera al primer intento. —¿Para qué me llamas? —fue lo primero que escuche salir de sus carnosos y rosados labios a través del teléfono. —¿Estas ocupada? —dije en ese tono agudo que le gusta y que sabía que le mojaba las bragas. Sin embargo, comenzó una conversación con alguien más y del impulso me senté sobre la cama con la sangre hirviendo en mis venas. —En rato voy, cariño. Muchas Gracias. —Cualquier cosa por la mujer más hermosa de esta ciudad. —Que no te escuche tu madre o se pondrá celosa. —Eso no pasara si tu no se lo dices, preciosa. —Aitana —dije tratando de controlar mi furia. Debía mantener la calma si no podría perder los cabales, al punto de irme a buscarla y traerla aquí para encerrarla en esta casa de cristal. —Lo siento, contestando a tu pregunta, si estoy muy ocupada —respondió cortando la llamada y sentí que había entrado al infierno en ese momento, ya que el calor que recorrió mi cuerpo no era augurio de placer, si no de muerte. - - - - - - - - - - - - - - - Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2312176410827
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