JUSTOS POR PECADORES

1859 Words
AITANA —Trata de estar tranquila, Esmeralda debe de estar bien —dijo Lucio tratando de calmarme. —Eso espero Lucio, ¡Ay, te juro que quiero matar a ese tipo! ¡Es un poco hombre, hacerle eso a ella! La enamoró y la utilizó de la peor manera no es justo —Lucio se queda callado, al momento en que estaciona el auto. Miré a lo lejos dos figuras masculinas y no sé porque uno se me hace familiar. Uno de ellos le entregó documentos y lo identifiqué de inmediato. Mi corazón comienza a martillar en mi pecho. —Mantén la calma —pidió Lucio. —¿Qué sabes de Ovidio? Y no me digas que nada —dije retándolo por el retrovisor del auto. —No creo que te guste lo que sé —esas palabras me impulsaron a salir del auto. —Aitana, Aitana —llamó Lucio, pero no me interesaba. Necesitaba saber porque Ovidio estaba con ese poco hombre que lastimó a mi tía. Dejando entrar en mi mente la posibilidad de que lo mismo me iba hacer a mí. Mi corazón estaba a mil por hora. Llamé su atención y su cara de sorpresa, más bien de susto al decirle que Esmeralda era mi tía. No necesitaba seguir sumando más cosas a la lista. Él me estaba haciendo lo mismo y no necesitaba escuchar que lo admitiera, pero me tomó por sorpresa que no lo hiciera. En ningún momento aceptó que estaba jugando conmigo, sino todo lo contrario. Su cara era de preocupación al decirle que no podía haber algo entre nosotros después de lo que pasó. En este momento no sabía que decir, que pensar, más que defender a mi familia y a mi herido corazón . Porque estaba segura que también había jugado conmigo. No podía creer en sus palabras, no debía creer en sus palabras. Imposible sería pensar que no supiera quien soy y por esa razón utilicé ese comentario cuando David se acercó a preguntar que pasaba. Era ilógico que fuera tan estúpido de no investigar quien era mi familia. Él claramente debió estudiar cada cosa de mí. Me alejé de él en compañía de Sandy, la novia de David, mi primo. —¿Estas bien? —preguntó cuando me tomó de la mano. No me había dado cuenta de que estaba temblando. Sentí una mano tocar mi espalda, me sobresalté, pensando que se trataba de Ovidio, pero era Lucio. —Todo estará bien —dijo y no sabía cómo sentirme en ese momento. No quería llevarme otra decepción más el día de hoy. —¿Lo sabías? —el suspiró y movió su cabeza en afirmación. No dije nada, solo seguí caminando. Necesitaba los brazos de mi madre o mi abuela, pero no debía molestarlos con mis asuntos en este momento. El saber cómo estaba Esmeralda era primordial. Debía reprimir ese dolor que tenía en el pecho. No quería que me preguntaran nada, mi nariz picaba, al igual que mis ojos. Me mordí la lengua intentando quitar las ganas de llorar que sentía en el momento, limpie mis ojos y llegué hasta donde nos indicaron que estaba la habitación de Esmeralda. La primera en verme fue mi madre y corrí a abrazarla. —¿Cómo está? —dije queriendo contener el llanto. —Tranquila, hija. Afortunadamente lograron estabilizarse, pero… —mi madre hace una pausa y eso me preocupaba más—. Esme, está embarazada. Llevar un embarazo a término puede ponerla a ella y a su bebé en peligro. Esto era de nunca acabar. Las decepciones, preocupaciones y malas noticias parecían no acabar. —¿Esmeralda sabía de su embarazo? —pregunté y ella asintió. —Si, hace unos días se enteró. Pobre de mi hermana, debió ser un golpe muy duro recibir esas palabras de parte de ese infeliz. —Si… escuchamos gritos venir de la habitación por lo que entramos a esta solo para escuchar una pelea entre mis abuelos y el tipo ese. No aguantaba más el cinismo de ese hombre, diciendo que lo mejor sería que Esmeralda no tuviera a su bebé. Salí del lugar antes de hablar más. Al salir me encontré con aquellos ojos verdes que me perseguirán por el resto de mi vida. Por más que intentaba aclarar la situación en ese momento mi cerebro estaba completamente nublado al razonamiento y a darle el beneficio de la duda. Decirle que debíamos decirnos adiós, me dolió más a mí que a él. Yo si me enamoré de él, yo sí me entregué por completo a él y duele saber que solo fui parte del plan que orquestó su posible jefe. Al cerrar la puerta del baño, me desplomé completamente. Sollocé como solo lo había hecho por la muerte de mis bisabuelos. Me dolía el corazón, este sentimiento no tiene comparación a lo que sentía cuando Álvaro me era infiel. Nuevas preguntas saltaron a mi cabeza. Máximo era un hombre casado. ¿Ovidio también estará casado? ¡Por Dios! Él nunca me habló sobre a qué se dedicaba, su familia. ¿Tendrá hijos? Comencé a agitarme, me acerqué al lavado. Lavé mi rostro y salí del baño un poco más tranquila. Era difícil poner cara de póker, ósea sin emociones, pero la vida tenía que seguir. Algunas horas después estábamos con Esmeralda hablando sobre su bebé. A los minutos decidí salir por un poco de agua. Al bajar a la cafetería, podía sentir la presencia de alguien detrás de mí. —¿Qué haces aquí? —pregunté alterada. Su cercanía me tenía mal. Sentir su aliento en mi nuca no me dejaba pensar con claridad. Sin embargo, por impulso le di una fuerte cachetada que me dejó hirviendo la palma de la mano. —Tranquila, no pienso presionarte. Sé que por más que te lo diga, no lo creerás. Solo puedo decirte que no me alejaré tan fácil de ti. Sin embargo, puedo decirte que todo esto no era lo que debía pasar. —¿Qué pasó entonces? —No puedo explicártelo todo ahora, no sabemos si las paredes tienen oídos. Lo que sí puedo asegurarte es que era una manera de mantener a Esmeralda segura. Recuerda que Máximo no es cualquier mortal y corre peligro constantemente. Muchas cosas en nuestro mundo tienen doble sentido, pero tú eres el amor que no esperaba encontrar en mi camino. —Lo siento, no puedo creer en tus palabras —el suspiro frustrado y movió su cabeza en afirmación. —¿Podría pedirte un solo favor? ¿Podrías entregarle esto a Esmeralda? —me entregó una pequeña nota, luego seguí con mi camino rumbo a la habitación de Esme. Dejándolo solo con la culpa que lo perseguirá antes de dormir o cada vez que me recuerde. —Yo creo que lo mejor es que dejemos a mi tía descansar. Ha sido un día difícil para ella. El doctor ha dicho que ella estará bien. yo me puedo quedar con ella el resto de la noche. Tu ya no te puedes trasnochar abuela —comente al ver a mi abuela cerrando sus ojos. —Iré a buscar a tu padre, salió a tomar aire con Gerardo hace ya un buen rato y no han regresado. Luego nos iremos. Vendré a primera hora mañana. Sé que no es fácil superar lo que te acaba de pasar cariño, pero la vida continúa y debemos hacerle frente a lo que viene. Tu motivación y fortaleza debe de ser tu bebé. Te veré más al rato cariño. Descansa, por favor, Aitana que duerma —dijo primero viendo a Esme y luego a mi. Mi pobre abuela estaba cansada. Yo solo asentí, ella se acercó a darle un beso en la frente y dejó una leve caricia en su vientre para luego salir acompañada de mi madre. —Te noto triste, ¿Esta todo bien? —preguntó Esmeralda una vez mi madre y mi abuela salieron de la habitación. —La verdad es que no, pero no quiero agobiarte con mis problemas cuando ya tienes los tuyos. Los míos se solucionarán tarde o temprano. —Habla —dijo, suspiré y proseguí a sacar un papel doblado de su brasier. Ella me mira con su ceja alzada al no saber qué es lo que sucede conmigo. —Igual tengo que contarte para que puedas entender porque tengo esto conmigo —comenté y tome asiento en la silla a su lado y la acercó a la camilla. —¿Te acuerdas del chico que te comenté? —pregunté y ella asintió. —Pues como un mal juego del destino. Parece ser el asistente o secuaz de Máximo. Te juro que no lo sabía y él, jura que se trata de una coincidencia. Yo me presenté con él cómo Aitana Guzmán, jamás mencioné mi segundo apellido. Aunque ahora que lo comienzo a pensar tiene sentido que me quisieran ser parte de su plan —dije y no pude aguantar una lágrima bajó por mi mejilla. —Tal parece que las mujeres Galeano los preferimos idiotas. Ninguno ha salido victorioso en conocer el amor sin conocer el dolor a la misma vez. No sé si verdaderamente se trate de una coincidencia o si eso formó parte del plan que armó Máximo en mi contra. Eso solo el tiempo lo dirá, ¿Esa nota te la dio el? —preguntó rápidamente y asentí. Extendí la mano para ofrecérsela, la tomó en sus manos y vi su debate interno en si abrir y leerla, eventualmente lo hizo. Arrugó el papel en su mano y esto lo que hace es alterarme más. —Tranquila tía, cometí la imprudencia de leerla antes que tú. No quería molestarte al entregártela, pero si creí necesario que, si había alguna posibilidad de que esto no fuera más que una jugada tenía que dártela, lo mismo me dijo Ovidio. Que había muchas cosas que no se te podían contar en este momento. Que son asuntos muy importantes y de vida o muerte —dije acariciando su brazo. —No me interesa saber o tener nada con Máximo Marchetti por mí se puede ir al mismísimo infierno —negué, pues no quería alterarla más. La media noche cayó sobre nosotras, mientras Esmeralda dormía, yo miraba una película en el televisor, no podía dormir. Salí de nuevo hasta una máquina dispensadora que había en este piso y casi me muero al sentir como mi cuerpo era empujado dentro de un cuarto con implementos de limpieza. Intenté gritar, pero mi boca estaba cubierta. Mi atacante estaba a mi espalda, no podía ver de quien se trataba, no me quedó de otra que darle unos golpes que aprendí en las clases de defensa personal. Logrando que me soltara, pero sentí una enorme y tibia mano sujetarme. Al girarme allí estaba él. —Lo siento, sirena, pero no puedo permitir que paguemos justos por pecadores —dijo antes de apoderarse de mis labios. - - - - - - - - - - - - - - - Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2312176410827
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