TRAIDOR

2066 Words
OVIDIO Salí de mi habitación con la ansiedad de buscar una manera de llegar directamente hacia la dirección de mi sirena, mía y de nadie más. —¡Ovidio! Tenemos que irnos… hay problemas —dijo Luigi acercándose a mi corriendo y mostrando su rostro algo preocupado. No lo pensé dos veces, pues sabía que algo estaba pasando bajé hasta el auto. —¿Qué es lo que sabes? —Solo que ha llegado Don Mario y que estaban encerrados con Máximo y con la niñera de la niña Madeleine. —no dije nada solo recosté mi cabeza en el respaldo de mi asiento. Esta tarde cuando ella regresó con nosotros, no le di importancia, porque creí que Máximo la traía solo para seguir al cuidado de Maddie. No porque se abriría la caja de pandora hoy precisamente, ayer tuvo un día emocionalmente fuerte y saber esa verdad lo podía descontrolar. No sabía qué más sucedió cuando yo estuve en el hospital a media noche visitando a mi sirena, solo fui consciente de que lo encontré en un estado muy alto de nerviosismo. Llegamos a la casa y en ese preciso momento Máximo salió de la casa como alma que llevaba el diablo. Me apresuré a entrar al lado del copiloto, antes de que abrieran el portón de nuevo y al ver su rostro podía jurar que iba directamente a buscar la muerte. —Si te vas a ir a matar en este auto, yo también me iré contigo —sentencie estaba más que claro que ya sabía la verdad sobre el pasado. Golpeaba el volante y era como volver a verlo años atrás. —¡Malditos sean! —gritaba hasta que por fin el dique dentro de él se rompió. Las heridas que había sanado se habían vuelto a abrir, pero con más dolor que antes. Para él solo era su mano derecha, le debía lealtad y de más, pero esta vez iba a sobrepasar todo eso y me iba a convertir en su primo. No sabía si lo que vino a mi cabeza en ese momento era lo correcto por hacer, pero en algo podría ayudarle a liberar un poco su pena. —Sin querer escuché todo. Lo único que puedo decir es que solo hay una manera de que todo ese dolor salga de raíz. Bájate del auto, yo manejo —mentí sobre eso, pero de igual manera él pareció acceder. Como niño derrotado porque no le compraron su juguete bajó del auto, dándome el lugar del piloto a mí. Miré a Luigi a lo lejos y le hice señal de que se quedara. Deambulamos por las calles de Sicilia, mientras le pedía a Luigi que llamara al encargado de cuidar del lugar a donde lo llevaría. Aparte de poder encontrar una gasolinera abierta, hasta que logré encontrarme con una. Afortunadamente tenían recipientes para llenarlos de gasolina. Los puse en la parte de atrás del auto y me dirigí hasta la casa donde vivió él con “su familia”. Pude sentir el dolor que le dio ver ese lugar, no deseaba estar en sus zapatos. —Bueno, aquí y ahora mandaremos todo a la mierda. Ya me aseguré de sacar a todo el personal de este lugar —expresé, dejando los recipientes de gasolina frente a él junto con una caja de cerillos. —Así es como mi madre me enseñó a quemar los recuerdos. Recordar y hacer que se vayan en las llamas. Esta casa alberga mucho de tu dolor y es tiempo de dejarlo ir —dije y pude ver como su rostro se iluminó ante la idea de volver todo esto cenizas. Máximo tomó un bote de gasolina y entró a la que una vez fue la casa que albergó a su esposa, sus dos hijos, su hermano, su cuñada y sus sobrinos. Sin saber las verdades que se ocultaban entre las paredes de este lugar. Ahora se dio cuenta de que el único que no lo supo fue él. Después de unos minutos salió sin el bote de gasolina, pero traía un pequeño cuaderno en sus manos. No pregunté, pues él venía directo a buscar la pequeña caja de cerillos y fue él quien se encargó de hacer que el infierno comenzara a arder enfrente de nosotros. Vio todo quemarse hasta que las sirenas lo hicieron volver dentro del auto. Me encargué de todo el proceso con la policía y los bomberos —¿Hacia dónde? —pregunté, conociéndolo estaba seguro de que no deseaba volver a su casa. —Llévame a cualquier lugar donde pueda terminar de cerrar este ciclo de mi vida —respondió y eso fue lo que hice. Me debatí en si llevarlo a otro lugar o a las afueras de la casa de cristal. Me parecía el lugar más tranquilo para venir a sacar cualquier tipo de frustración dentro de él. —Llegamos —dije llamando su atención ya que venía en completo silencio, estaba seguro de que ni siquiera se había dado cuenta del lugar donde estábamos. La brisa humedad del mar mediterráneo—. Sentí que en el único lugar donde te sentirás tranquilo es en casa de un amigo y es donde te he traído. —¿Dónde estamos? —cuestionó viendo todo a su alrededor. —Estamos en mi casa, está más que claro que no estás en condiciones para ir a ningún lado y yo sin ganas de dejarte solo. Vamos, veré si hay algo que aun sea comible —comenté y él me quedó viendo con la ceja alzada y achicando sus ojos. —¿Qué pasó que de pronto me tratas de tú? —preguntó entrando a la casa, viendo todo a su alrededor. —Porque, en este momento, lo que menos necesitas es un empleado que te consuele, necesitas de un amigo que te de unos ligeros golpes de realidad. Puede que solo sea un empleado, pero este empleado ha estado contigo en las peores y mejores. He matado sin remordimiento por tu seguridad y lo seguiré haciendo, por ti y tu familia. Vuelvo en un momento, iré por algo fuerte —dije dejándolo en el centro de la sala. Fui directamente a la cocina donde sabía que mi madre estaría. —¿Acaso te has vuelto loco? —susurro ayudándome a buscar algo de comer. —Ya se enteró del secreto de Ruth, así que lo que más necesita es de nosotros. El hombre se siente solo y no deseo quitarle un arma de su frente de nuevo. ¿No es parte de mi trabajo mantenerlo con vida? Un amigo o un primo por hoy estará bien —Tomé la bandeja con bocadillos que había hecho ella de las sobras de comida de la cena, un vaso y una botella en mis manos. Estaba sentado muy concentrado leyendo algo en ese cuaderno que cuando me acerqué quitó sus ojos de él. Poniendo atención en mis movimientos, pero volvió su atención a este mismo. —Iré a ver si mi madre está descansando —dije dándole espacio para que termine de leer lo que sea que hay en ese cuaderno. Me ganaba la curiosidad preguntar, pero no era el momento, me fui en búsqueda de Tatiana, quien no estaba contenta con mi elección de traer a Máximo aquí. —¿Estas consciente que si se entera de esto se pondrá peor? Creerá que le has mentido todo el tiempo y puede ser peor. —Estoy dispuesto a asumir las consecuencias de mis actos, madre —ella puso una sonrisa en su rostro. Yo alcé la ceja al no entender el motivo de esa sonrisa. —Siempre que voy en contra de lo que dices o haces, buscas la manera de hacer que me retracte utilizando un "madre o mamá" en mi contra —negué pues Tatiana es más extraña que yo. —No todo puede ser tan blanco y n***o ¿no lo crees? Es tu culpa por criarme con humanidad —esa sonrisa desapareció y se alejó de mí. —Posiblemente si te hubieras criado con tu padre y su familia, fueras un completo monstruo, sin corazón o sentimientos. Utilizarías a las personas para beneficios personales. Sé que hice un buen trabajo contigo, pero tengo miedo que nuestro secreto se revele y te busquen. —Sabes que eso no pasará, puedes estar tranquila de eso. —Eso espero hijo, porque de la única manera que te dejarían tranquilo es unirte o morir. No sacrificamos tanto para que caigas en sus garras. Me agrada que los Galeano estén de nuestro lado —negué. —Poco creo madre, los Galeano quieren matar a Máximo y para este momento posiblemente a mí también. —Si de verdad quieres a esa chica encontraras una manera de que su amor pueda más. —¿Amaste a mi padre? —asintió. —Lo amé desde el día que nos conocimos. Tu padre tenía mucha carga y responsabilidades sobre sus hombros así que, siempre fue un témpano de hielo de la puerta de la habitación para afuera. Él decía que era mejor aparentar ante los demás no llevarnos bien y cuanto más querernos porque eso me convertiría en su debilidad. No fue hasta que nos enteramos que venías a este mundo que su hermano quiso hacernos daño. Lo demás ya lo sabes. —concluyó su historia. No era fácil para mí asimilar que mi llegada le había causado perder a mi padre y a sufrir tanto. Salí de mis lamentos, cuando escuchamos como las cosas se caían y rompían en el suelo. Corrí escaleras abajo encontrándome con todo hecho trizas en el suelo. —¿Qué pasa? —pregunté sin entender su arranque de rabia. —¡Pasa que todo en mi vida es una mentira! ¡¡Ya estoy harto de ser el hazme reír de mi propia vida!! —exclamó caminando hacia la puerta. —¿Qué está sucediendo aquí? —dijo mi madre al pie de la escalera. —¿Madre? —mencione entre dientes, pues no era parte del plan que ella saliera de entre las sobras de esta casa y mucho menos que viniera directamente hacia Máximo. —Hola, Máximo. Por fin podemos estar frente a frente —dijo y no sabía cómo sentirme en ese momento. Temía cualquier reacción negativa de su parte, especialmente hacia Tatiana. —¿Nos conocemos? —preguntó y ella negó. —No, pero compartimos la misma sangre italiana en nuestras venas —comentó ella, la miré y al mismo tiempo que negaba. —¿Esta todo bien allá abajo? —dijo mi tía causando conmoción en todos los presentes. Máximo se tambaleo, tuve que agarrarlo del brazo porque iba directo al suelo. La impresión de verse con ella después de tantos años se podía ver en su rostro. —¿Mamá? —dijo y ella abrió sus ojos impresionada. —¿Tatiana? ¿Quién es él? —preguntó ella sosteniendo la mano de mi madre. —Es mejor que regreses a tu habitación Tania, pronto te contaré quién es él. Primero tengo que hablar unas cosas con él —Tania asintió, se dio la vuelta y se fue rumbo a su habitación. Máximo hizo amague a querer seguirla, pero Tatiana lo detuvo. —Suéltame, maldito traidor —dijo soltándose de mi agarre, al mismo tiempo que me dio un golpe en el rostro que me hizo perder el equilibrio terminando en el suelo. —No te respondo el golpe, porque sé que me lo merezco. Antes de que actúes o digas algo escucha a mi madre. Ella tiene mucho que decirte y te dará todas las explicaciones que creo necesitas —dije, él negó repetidamente. —En este momento no puedo… no puedo —dijo saliendo rumbo a la playa. Quise ir detrás de él, pero mi madre me detuvo. —Déjalo que se calme, ayúdame a ver si tu tía está bien, yo hablaré con él. Nos separamos, suspiré, pero al mismo tiempo me tranquilizó el hecho de que ahora todo irá mejor para todos, especialmente para él. Pues ya su familia ya no sería su enemiga si no que su apoyo. - - - - - - - - - - - - - - - Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2312176410827
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