ENAMORADA

2412 Words
AITANA —¿Me pueden explicar porque Aitana tiene que darles explicaciones de lo que hace o deja de hacer? ¿Les tengo que recordar la edad que tiene? —dijo mi madre saliendo en mi defensa. —Estoy bien enterado de la edad de nuestra hija, pero me preocupa su seguridad. ¿Cómo crees que podré vivir sabiendo que mi única princesa está en una relación con un delincuente? —dijo viendo entre nosotras. El silencio que esa declaración dejó fue más que ensordecedor, sin embargo mi padre decidió continuar—. ¿Como podría dormir tranquilo por las noches sabiendo que en cualquier momento me pueden llamar para decirme que algo le pasó a mi hija? Eso bastó para desarmarme por completo. Limpié mis lágrimas y pude sentir los brazos de mi madre rodear mis hombros. —Sobre el corazón no se manda, Roger. —Pero ese idiota solo estaba jugando con mi hermana, mamá. —No digas algo de lo que no tienes la certeza. —Papá tiene razón, no hablemos más del tema, por favor. Iré a descansar un momento —dije saliendo del agarre de mi madre, para caminar rumbo a mi habitación. Nadie dijo nada y nadie tampoco me detuvo. No fue hasta que estaba en el segundo piso de la casa que escuché como mi madre les decía algo, pero debido al tono de voz que utilizó no lo logré entender. Me lancé en mi cama y me quedé dormida entre el llanto y el dolor inexplicable que sentía en mi interior. Álvaro era un patán que no mereció nada de mi desde un principio. Ovidio era ese peligro del cual ya estaba advertida, más sin embargo igual me lance a las llamas de su infierno. Ahora todo mi corazón arde ante la sensación de sentirme utilizada, porque, aunque lo niegue, no puedo creerle. Una suave mano acariciaba mi cabello haciendo que saliera de los brazos de Morfeo. Al abrir los ojos miré a mi madre sentada a mi lado. Me acomodé sobre la cama estirando un poco mi cuerpo sobre ella. —Ya es hora de que bajes a almorzar —dice acariciando mi rostro. —Vamos a que te refresques, pareces un sapo hinchado —sonreí de lado ante su comentario. —Siento que te sientas así, mi niña. —Ya no soy una niña mamá. —Lo sé, solo que ante mis ojos y los de tu padre siempre serás nuestra niña. Aquella que en más de una ocasión luchó para lograr conocer este mundo —dijo tomando mi mano. —Creo que desde tu vientre he sido de mi ley. Siempre he defendido mis ideales y sabía que nada bueno saldría de aquello que me atrajo a Ovidio, pero ya no vale la pena hablar de eso. —Claro que sí. No es bueno quedarse con estas cosas adentro, hija. Sin embargo, respetaré tu decisión —suspiré sabiendo que mis padres estarían en constante ataque si me quedaba en casa. —Si, me iré a Bella Vista, hoy mismo madre. —No creo que tu padre esté de acuerdo —eso sí hizo que saliera de la cama evidentemente agitada. —Sabes que jamás he ido en contra de lo que mi padre ha dicho, pero no me va a retener aquí. Yo tengo compromisos que cumplir, tengo que irme a cumplir con ellos —ella asintió y se puso de pie. Para abrazarme y acariciar mi cabello. —Te apoyo, solo recuerda que lo primero que nos preocupa es tu seguridad. Nunca dejes que nadie te lastime o te obligue a hacer algo que no quieras hacer —asentí y nos separamos—. De acuerdo, ahora, vamos a comer que hice nuestra comida favorita. Inhalé queriendo percibir el aroma y lo identifiqué. —Tacos —ella movió su cabeza en afirmación. Fui a refrescarme la cara y a ponerme un poco de maquillaje para que no se me notan mucho las ojeras y mis ojos hinchados. Baje y todos comimos en un ambiente donde solo se escuchaban las cucharas de las salsas, los sorbos de las bebidas y algunos suspiros. Luego de comerme unos 4 tacos decidí romper este silencio. —Regresaré a Bella Vista —solté y para la tranquilidad de todos, mi padre respondió. —Me parece bien —dijo con tranquilidad mi madre y yo nos miramos, sin poder creer lo que escuchábamos. —Papá, pero… —quiso debatir Omar. —Es la vida de tu hermana. Ella sabrá lo que es mejor para ella, ya terminé de comer así que me retiro —concluyó poniéndose de pie y caminando afuera del comedor. —No hay sanidad con este hombre —dijo mi madre negando, mientras le daba una mordida a uno de sus tacos. Conocía a él gran Roger Guzmán y a su edad se volvían cachorritos a los que hay que andar mimando porque si no se ponen tristes al punto de resentirse. Mi hermano se excusó segundos después debido a una llamada telefónica. —Iré a hablar con él —dije levantándome de mi silla. Ella asintió dándole una mordida a la tortilla en su mano. Sin más caminé hasta donde se encontraba mi señor padre parado viendo hacia el horizonte con un vaso en su mano. —¿No te hace daño tomar? —dije acercándome a él. —De vez en cuando y para calmar la ansiedad o el estrés está bien, dijeron mis médicos. —No volveré a verlo papá. Así que… —levantó su mano haciéndome callar. —No digas algo que con seguridad sabemos que es mentira. Me bastó ver la manera en cómo tus ojitos se llenaron de lágrimas cuando dije lo que dije, estás enamorada —dijo y negué. Él se sonrió al mismo tiempo que ponía el bajo con el líquido ámbar en la mesita al lado de nosotros—. Puedes engañarte a ti misma, pero no a mí. Ya es demasiado tarde para pedirte que te alejes de él. Solo me queda decirte que sin importar lo que decidas. Siempre podrás contar conmigo. Ven aquí y deja de llorar. —concluyó limpiando mi mejilla. Ni yo me había dado cuenta de que estaba llorando. Lo que acaba de decir era cierto, era amor lo que sentía por Ovidio. Por eso me dolía tanto esta decepción. Mi padre y yo nos abrazamos. Siempre me sentía como una pequeña niña en sus brazos buscando seguridad cuando Omar o uno de mis primos quería molestarme. Después de conversar sobre los hechos de mi tía Esmeralda, me despedí y emprendí mi camino a Bella Vista. Lucio no podía dirigirme la mirada, ni yo tampoco deseaba hablarle. Me tenía muy molesta cuanto más, me tenía dolida. No puedo creer que él sabiendo quien era Ovidio me lo ocultara. La primera hora de viaje fue un silencio adornado por la música de la radio o mejor dicho de mi celular, el cual iba sonando con canciones que no son del agrado de Lucio. —Supe lo de Ovidio un día antes de lo que pasara. Las águilas pudieron obtener información de él y de Máximo hasta esa instancia. —¿Por qué no me lo dijiste cuando te enteraste? —dije molesta. —Porque no sabía que iba a pasar lo que pasó, en el auto de camino al hospital, pensé en decírtelo, pero no sabía como, especialmente porque la atención estaba sobre el petirrojo. —¿Le dijiste a mi padre? —cuestioné y le quitó su mirada del retrovisor, dando a entender su respuesta. —Se supone que eres la persona en la que debo de confiar mi seguridad y más me duele el lazo de amistad que hemos creado, para que tu vengas a romperlo de esa manera. —Lo sé, pero no quería mortificar más —asentí, dando por cerrada esa discusión. Al llegar a mi departamento, me encontré con Gustavo, mi vecino de 17 años en la entrada del edificio. Él se apresura a quedar frente a mí. —Vecinito, ¿Cómo estás? —pregunté y él me sonrió. —Estaba esperando por ti. Mi madre cumple años hoy y me preguntaba si podrías acompañarnos. Solo es una cena en casa con mis tíos y mis abuelos. —miré a Lucio y este solo se cubrió la boca al saber las intenciones de Gustavo. —Claro, cariño. Dime la hora y ahí estaré. —su sonrisa lo dijo todo y esa manera de celebrar que había aceptado. —Será a las 7 de la noche. Yo iré por ti a tu departamento —asentí y él se fue, feliz de regreso a su departamento. —No debiste haber aceptado. Sabes que el chico lo hace para lograr algo más contigo. A parte de que es un menor de edad, ¿Quieres meterte en problemas? —Deja que me divierta un momento. Leticia es un amor de señora, claro que me gustaría estar en su cumpleaños el día de su cumpleaños. —De acuerdo, espero que eso no te traiga problemas. —Como si de un brujo se tratara. Lucio predijo lo que me pasaría esa noche. Ovidio me envió un par de mensajes que me dejaron suspirando. Especialmente cuando citó la frase en el libro de El Principito. No sabía que él era conocedor de literatura. Como siempre le llevaba la contraría, aunque por dentro me moría por corresponderle. Ovidio era una caja de enigmas que yo necesitaba descifrar. Pero su llamada cayó justo cuando estaban por cortarle el pastel a Leticia, razón por la que Gustavo me fue a buscar al balcón con una picardía extrema. Corté la llamada, esperando que Ovidio siguiera intentando, pero no fue así. Haciéndome miles de preguntas, al mismo tiempo que una nueva preocupación se instaló en mi pecho. ¿Si le pasó algo? Moria por preguntar, pero no lo hice. Pasaron algunos días y la frustración no hizo más que aumentar. Una semana, había pasado una semana en las que Ovidio no me había llamado, no se había comunicado conmigo. Por alguna razón pensé en llamarlo, porque la última vez él me llamó y posiblemente esté molesto. Una parte de mi quería que me llamara y otra parte de mí, me decía que yo debía llamarlo. Sin embargo, el resultado era el mismo, la necesidad de hablar con él. Era de noche y ya descansaba en mi habitación cuando unos golpes en la puerta me levantaron. —¿Quién es? —dije desde la puerta de mi habitación. Estaba un poco asustada, nadie había tocado mi puerta con tanta insistencia antes, mucho menos a esta hora de la madrugada. Busqué mi teléfono en la habitación y me di cuenta de que estaba sin batería. Miré el reloj inteligente y logré leer un mensaje que decía abre la puerta, venir de parte de Lucio. Respiré muchísimo más tranquila y con paso apresurado fui a abrir la puerta. —Idiota, ¿Que no gritas que eres tú? —dije regañando a Lucio mientras abría. Mi cuerpo tembló al ver la imponente figura enfrente de mí. —Estabas de muy mal humor, así que cuando me buscó, no sabía que hacer más que interrogarlo. Toma. —dijo Lucio a un lado de él estirando frente a mí un sobre—. El polígrafo no miente. Con manos temblorosas abrí para ver el contenido dentro de él. La primera pregunta decía… ¿Se conocieron por casualidad? Si… verdadero marcaba el polígrafo. —Las cosas estúpidas que tengo que hacer por ti, Sirena —mencionó esa voz que no escuchaba hace una semana, al mismo tiempo que caminó quedando muy cerca de mí. Vi hacia arriba y mi corazón pudo más que mi mente, brinqué rodando mis brazos alrededor de su cuello uniendo nuestros labios. Gemí al sentir sus fuertes manos sobre mi cuerpo llevando mis piernas a rodear su cadera. —Bueno, me retir… —la puerta se cerró en la cara del pobre de Lucio, culpa de mi León hambriento que no me dejó despedirme. Caminamos hasta mi habitación donde en un suspiro la ropa quedó en cualquier parte de esta y éramos nosotros llenando de gemidos, jadeos y gritos de placer todo el lugar. —Ah, Ah, Ah —grité cuando un abrumante, pero exquisito calor recorrió mi cuerpo, haciéndolo temblar. Sus manos apretaron mi cadera con más fuerza al mismo tiempo que elevaba su cadera embistiendo con más rapidez. León llenaba todo mi interior al punto que dolía, pero era un dolor placentero. —Amo, ver tus pechos rebotar frente a mí, tu cabello revolotear con cada movimiento, mezclar nuestros aromas al momento de unirnos en un solo ser —liberó un gruñido al mismo tiempo que me inmovilizó clavándose por completo en mi interior. Mi león gruñía mientras las pulsaciones en mi interior eran acompañadas de un calor desconocido para mí. Él me ayudó a recostarme a su lado. Segundos después pude sentir un tibio líquido entre mis piernas, sabía perfectamente lo que era, y me tomó por sorpresa que lo hiciera. —¿Por qué? —pregunté viéndolo con una sonrisa y él me atrapó entre sus brazos y me dio un beso en mis labios. —Porque quiero todo contigo mi Sirena. Por esa razón iremos a hablar con tu padre. —No pasará nada, me estoy cuidando. ¿Por qué no te comunicaste conmigo en todo este tiempo? —dije viéndolo con molestia, el pareció no molestarse o mucho menos. Él asintió, al mismo tiempo que con su dedo acariciaba uno de mi seno desnudo. —Máximo descubrió que es mi primo, que su difunta esposa era la amante de su hermano, y que sus hijos no eran sus hijos, si no que sus sobrinos. También que su excuñada a la que creía muerta está viva y estaba viva y a estado en su casa por años cuidando de su propio hijo como la nana —lo dijo como si fuera algo sin importancia. —¡¿Cómo?! —exclamé viéndolo como si le hubiera salido un tercer ojo. —Acomódate, porque estás a punto de saber los secretos que se esconden detrás de Máximo Marchetti. - - - - - - - - - - - - - - - Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2312176410827
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