TIENES QUE CREERME

1884 Words
OVIDIO —Creo que encontramos a quien estábamos buscando, pero está muerto —fue lo que me dijo Luigi del otro lado del teléfono. —Estaré allá en unas horas. Mantenme informado por el teléfono satelital. —De acuerdo —colgué la llamada y volví con mi sirena. Esta mujer me había robado la identidad. De ser aquel hombre que le gustaba tener el dominio de todo, me había convertido en un cachorrito en sus manos. Entendía a mi jefe y su cercanía con Esmeralda, pero lo que estaba por pasar, sería el final de su felicidad. Lastimosamente, eso era el peso de sus propias decisiones. Como también los recibiría yo, una vez que los secretos que escondía salieran a la luz. Posiblemente me convirtiera en un enemigo. Sin embargo, eso no lo sabríamos hasta que llegara el momento de abrir la caja de pandora. Días antes, Máximo recibió amenazas de parte de su esposa Alexandra y tendría que hacer algo que en mi opinión no era lo correcto, pero debía también pensar en que muchas personas inocentes podrían estar en riesgo al comenzar una guerra con los asquerosos Kovikov. Estábamos en búsqueda del traidor que dio información sobre la relación entre Máximo y Esmeralda y la llamada de Luigi, solo confirmaba que no había nadie a quien callar, pues ya ellos se habían encargado de él. A mí también me frustraba tener que despedirme de mi sirena, pero debía hacerlo. El deber llamaba y no podía perder la cabeza por completo. El camino en el auto fue silencioso, ella me abrazaba escondiendo su rostro en mi pecho. Tenía sujetada una de sus manos, pero su mirada siempre estuvo para la ventana a su lado. Cada vez que podía atraía su mano para dejar un beso sobre el dorso de ella o en su frente. Al verme solo me regalaba una sonrisa, eso pasaba siempre que nos separábamos, su tristeza me mataba. Llegamos al aeropuerto, ambos caminamos hasta la entrada. —Creo que aquí es donde nos separamos —dijo haciendo un puchero, y por primera vez sin importarme que estuviéramos rodeados de personas, la abracé y besé sus labios como si no hubiera un mañana. Pegué mi frente a la suya y le dije. —Aun si el mundo se estuviera acabando, yo siempre volvería a ti. No hay poder en la tierra que haga que tu salgas de mi mente y de mi corazón —ella llevó su dedo a mis labios haciéndome callar. —Hay miles de maneras de decir que me amas o de despedirte, pero esta me hace querer irme contigo y nunca separarme de ti. Siempre tengo miedo de que pueda ser la última vez que te voy a ver —dijo ella con su voz desentonada y sus ojitos cielo, brillaban por el cúmulo de lágrimas en ellos. —No, eso no sucederá. No creas que es tan fácil deshacerse de mí, la mala hierba nunca muere —ella golpeó mi pecho, ambos reímos. —Debo ir a buscar si hay un vuelo para Zaragoza. ¿Cuándo volveré a verte? —preguntó alejándose, tomando su maleta. —No lo sé piccola. Avísame cuando llegues, yo haré lo mismo —ella asintió y corrió a darme un beso, pero esta vez en la mejilla. —Te veré luego, mi león cavernícola —sin decir más se dio la vuelta y caminó al lado opuesto del aeropuerto. Al llegar a Italia, todavía no tenían la confirmación de quién era el cuerpo del hombre desmembrado en el lago de Sicilia. Recibí el mensaje de mi sirena en el momento en que me bajé del avión en Sicilia. —¿Esta seguro de lo que hará, señor? —pregunté a Máximo dos días después de eso, Esmeralda lo había invitado a un evento con ella y ese sería el escenario para “hacerla pagar” una estúpida e injustificada venganza que se le salió de las manos, pues nunca imaginó que se enamorara de su víctima. —No puedo decidir entre mi sobrina o Esmeralda. Comenzar una guerra solo haría que las pierda a las dos y eso era algo que no me puedo permitir. —De acuerdo, entonces todo está listo para irnos —dije cuando el auto llegó por nosotros al hangar privado. —Vamos al pent-house allí me quedé de ver con Esmeralda. —Si, señor —Al llegar al edificio me moría por escribirle a mi Sirena y decirle que nos viéramos sabiendo que estábamos en la misma ciudad. Sin embargo, no sería posible porque la venganza de Máximo terminó de la peor manera. Esmeralda se puso mal de salud y acabo siendo llevada de emergencia al hospital y a mí solo me quedaba observar y ver en que podía ayudar al idiota detrás de mí. Llegamos al hospital, lo primero que hice fue entrar y preguntar a mi manera cuál era el estado real de Esmeralda. Gran sorpresa fue enterarme de su enfermedad y embarazo a la misma vez. Bajé de nuevo al estacionamiento donde Máximo me esperaba. Aunque antes de llegar hasta él le notifique que la habían logrado estabilizar. —No creo que le guste esta información señor —no pude decirle más, porque lo que hizo fue arrebatarme los documentos de las manos. Pude observar cada uno de sus gestos conforme iba leyendo. —¿Ovidio? —escuché aquella voz que conocía muy bien. Al girarme confirme de quien se trataba. —¿Aitana? —pregunté sorprendido—. ¿Qué haces aquí? —me apresuro a preguntar. Quería alejarla de Máximo. —Mi tía Esmeralda está internada aquí. ¿Qué haces con este hombre? ¿Qué mierda me acababa de decir? ¿Su tía Esmeralda? Un frío recorrió todo mi cuerpo ante esa declaración. Soy un completo imbécil, mire las similitudes y no les preste atención. No investigué lo suficiente. —Escucha, no… no es lo que parece. —No, ni te molestes en querer negar lo evidente. ¿Todo este tiempo has trabajado para él? Si que soy una estúpida —dijo mientras movía su cabeza en negación y se alejaba de mí. Me apresure y tomé su mano. —No me toques —dijo soltándose de mi agarre como si este le quemara. —Por favor, tenemos que hablar. Esto es una casualidad. —¿Esperas que te crea? —Te juro que así lo es, sirena. —Estarás muy contento de haber logrado llegar hasta una, Galeano también. Ya que el tema era buscar a los eslabones débiles ¿verdad? Tú y yo no tenemos nada de qué hablar. Haz como que nunca nos conocimos. Ahora te pido que me des permiso, mi familia me necesita —nuevamente intenté tomar su mano para detenerla, ella no podía creer eso, porque no fue así. —No sabía que tenías algo que ver con esa familia, Piccola. No es como tú lo piensas. Te conocí de casualidad, vine con Máximo, sí, pero él venía a ver a Esmeralda. Una noche él me dijo que saliera a divertirme y ahí fue donde te conocí. No fue planeado nada de lo que pasó entre nosotros. Te he buscado desde entonces, porque te quiero, sirena. No puedes decirme que era parte de mi plan. Desde esa noche que te entregaste a mí no he podido sacarte de mi mente. No puedo besar o estar cerca de otra mujer porque tú me has hechizado. Dame una oportunidad de demostrarte que soy sincero —dije y ella solo negó. —Lo siento Ovidio, eres parte del mal que le está pasando a mi familia. Directa o indirectamente y eso vuelve algo entre nosotros imposible. Por favor, no te quiero cerca de mí. —estaba por hablar de nuevo cuando alguien llegó a interrumpirnos. —¿Algún problema, Aitana? —preguntó David Galeano. Lo conocía, estaba entre los que apresaron a Pilo. —No, todo bien. El señor aquí presente creía conocerme y le decía que a lo mejor pudo haberme visto en algunas revistas de sociales y moda. Con permiso tengo que subir —dijo sin voltear a verme y por un momento sentí una punzada en mi pecho. —Cariño, acompaña a Aitana por favor — le dijo a la mujer que venía con él. Aitana no volvió a tener contacto visual conmigo y su rostro serio me tenía un poco sorprendido. —Ovidio Lombardo. ¿Así que tú le hiciste lo mismo a mi prima? —no le respondí en ese momento, me podía más el hecho de haber perdido a mi mujer. —No, tengo que darte explicaciones. —concluí queriendo subir, pero este me detuvo poniéndose frente a mí y tomando del cuello de mi camisa. Tomándome desprevenido me empujo a la pared detrás de mí. —Por supuesto que me tienes que dar explicaciones. Las mujeres a las que utilizaron lastimaron y humillaron, son mi familia y créeme que esto no se va a quedar así. Díselo a tu jefe también, van a desear esconderse debajo de las piedras. ¡Malditos imbéciles! —Con eso me soltó y subió las escaleras. Lo seguí y me quedé entre los pasillos esperando a Máximo quien no estaba en el pasillo. Deduje que se encontraba dentro de la habitación de Esmeralda y no me equivoqué. Todos estaban dentro de la habitación y cuando Máximo. —Ya vengo —dijo Aitana saliendo de la habitación de su prima. Su rostro estaba triste. —Tienes que creerme. Tu no fuiste parte del plan. Nunca he fingido nada, lo que siento por ti es real. —Aun si fue de esa manera, Ovidio. Resulta ser que esta situación solo nos vuelve un daño colateral al plan que orquestaron en nuestra contra. Lo nuestro no puede ser, lo mejor es dejar lo que pasó entre nosotros en el pasado y atesorarlo como un bonito recuerdo —dijo limpiándose las lágrimas que caían por su delicado rostro. Caminó hasta lo que parecía ser el baño. —No me pidas un imposible, sirena. Jamás podría olvidar o hacer que nunca te tuviera en mi vida —solté. Quería abrazarla, pero alguien aclaró la garganta evitando que me acercara a ella. Ese fue Lucio al final del pasillo. —Lo siento, león, pero debemos decirnos, adiós —concluyó cerrando la puerta en mi cara. No quería insistir más, al menos no en ese momento que todo era muy reciente. Buscaría la manera de hacer que me perdone. Esto no debía suceder de esta manera, no podía terminar así. Necesitaba alejarme un momento del lugar. Empecé a caminar y las palabras de Lucio llegaron a mis oídos. —Nunca había hecho las locuras que hizo por ti. Que decepción. —seguí mi camino volviendo al estacionamiento entré de nuevo en el auto y para mi sorpresa sentí el líquido tibio bajar por mi mejilla. Por primera vez mis lágrimas tenían como dueña a una mujer y no cualquier mujer, si no la mujer, mi mujer. Una a la que sin hacer nada posiblemente acababa de perder. - - - - - - - - - - - - - - - Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2312176410827
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