NO ME HAGAS ESTO

2092 Words
OVIDIO Me levanté con el aroma de café golpeando mis fosas nasales. Sentí frío y vacío a mi lado y recordaba que me dormí abrazando un cálido, delicado y suave cuerpo. Para mi sorpresa las ventanas todavía no reflejaban luz en ellas. Me senté sobre la cama y pude ver que eran las 6 de la mañana. Revisé mi teléfono y la única notificación que tenía era de mi madre deseándome un buen día como solía hacerlo todos los días. Abrí mis mensajes y le escribí a Luigi. —Consigue ropa para mi mujer —envié el mensaje y el aparato vibró en segundos. —Me pongo en eso —respondió. Viendo la hora posiblemente todavía no encuentre ningún lugar abierto, pero esa era su tarea y debía solucionar rápidamente. El sonido de unos pies acercarse a mí me hizo regresar de nuevo a mi posición de dormido. El aroma a café se hizo más presente y se escuchó como colocaba algo sobre la mesa a mi espalda. La cama se hundió a mi otro lado y pude sentir las yemas de unos pequeños dedos acariciando mi frente. —Dormido te ves tan lindo, pero no creo poder unirme al lado oscuro de la fuerza. Somos muy diferentes león, y te odio porque no podré caminar o sentarme con tranquilidad en los próximos días maldito cavernícola —me encantó su confesión y no pude evitar reírme ante lo último que mencionó. Rápidamente abrí mis ojos y atrapé su cintura para atraerla hacia mí. —Pensé que dormías —dijo tímidamente, escondiéndose en mi pecho. —Así que, ¿Te parezco lindo, pero me odias por lo bien que la pasamos? —pregunté acariciando su espalda. Para mi sorpresa tenía una de mis camisas puesta. Ella salió de su escondite, y asintió haciendo un puchero. —En el momento se sintió tan bien, pero no creí que después se pudiera sentir tan incómodo —dijo llevando su mano hasta su cadera. Yo me aventuré a bajar mi mano hasta el lugar donde ella estaba acariciando, pero no pude resistirme y mi mano viajó hasta su lindo trasero. Ella se alejó y se sentó de inmediato. —Hice café, ¿Quieres un poco? —dijo después de ponerse de pie. Su carita estaba sonrojada. —¿Ahora me tienes miedo? —ella negó. —No, pero no creo que mi cuerpo soporte una sola caricia más —dijo levantando la camisa que dejaba ver los pequeños morados en su trasero y espalda. —Lo siento, no fue mi intención lastimarte —dije sentándome enfrente de ella. Tomé sus manos y la invité a sentarse sobre mis piernas. Ella lo hizo y para mi sorpresa me abrazó. Yo hice lo mismo, levanté un poco su barbilla y sus hechizantes ojos azules me miraron y pude ver un reflejo de tristeza en ellos. No saber lo que estaba pasando por su mente me estaba volviendo loco, pero no debía presionarla. Todo había pasado tan rápido entre nosotros. Como lo había previsto la noche anterior, puede que se arrepienta y la verdad no deseaba escucharlo, porque para mí fue el paraíso en la tierra haber tenido la oportunidad de estar con ella. Me acerqué a sus labios y comencé a disfrutar del sabor a café en su boca. Masajeaba sus labios uno a uno y ella hizo lo mismo. El beso se fue volviendo más y más intenso, hasta el punto en que mi piccola sirena arañaba mi espalda por la manera en la que apretaba su cuerpo sobre mi palpitante erección. Sin embargo, no quería lastimarla más así que, no tomé iniciativa de hacer más, pero ella se levantó y abrí mis ojos al verla de rodillas sobre mí. Tomé su brazo y negué. —No tienes que hacerlo, cariño. Esto es lo que le provocas a mi cuerpo con solo tu calor y un beso —dije dándole un beso en su mano. —Deseo hacerlo, no me sentiría bien dejándote así —dijo acercándose hasta el bulto sobre mi pantalón y darle una ligera mordida. Ese gesto y su mirada ahora toda llena de deseo me nublaron por completo. Me puse de pie y quité mi pantalón dejando libre al león. Ella me miró y mordió ligeramente su labio inferior en el momento en que sus manos hicieron contacto con mi polla. Sus labios se acercaron a mi falo y sus ojos no se desconectaron de los míos en ningún momento. Gemí cuando su tibia lengua me hizo sentir un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Apreté mis manos para no ejercer ningún tipo de fuerza o dominio ante lo que mi sirena estaba haciendo. Dejaría que fuera ella la que hiciera lo que quisiera. «¿Te estas auto escuchando? ¿Desde cuándo dejas que una mujer haga lo que quiera contigo?» Desde ayer, ella es completamente mía y yo soy completamente suyo. Mis pensamientos fueron interrumpidos por las sensaciones que circulaban por mi cuerpo. Mi sirena, sí que sabía lamer, succionar y mordisquear de una manera única. Posiblemente por eso sentía tanto placer, porque es ella quien tomó el ritmo e intensidad. Mi orgasmo comenzó a formarse. —Estoy por correrme, Sirena —le hice saber, pero ella solo aumentó la velocidad con la que succionaba mi polla. Me liberé en su boca sosteniendo con fuerza su cabello, sin presionar su cabeza. Ella lamió hasta la última gota de mí esencia y con eso se había robado todo de mí. Me puse de rodillas enfrente de ella, sus ojos me miraron con sorpresa, tomé su rostro entre mis manos y lamí la comisura de sus labios limpiando cualquier rastro de lo que había quedado en ellos. —Eres la mujer más increíble que he tenido el placer de conocer —no le di tiempo de que respondiera. Besé sus labios, poco a poco la tumbé en el suelo y justo cuando estaba metiendo mi mano entre sus piernas. Un teléfono se escuchó en la pequeña sala de la suite. —¡Maledizione! —me tensé e instintivamente la puse detrás de mí. Cubriendo su cuerpo de Luigi, si era él quien se encontraba en la suite. —Lo siento, es mi teléfono, Lucio dejó mi cartera en una de las sillas —me dio un beso en los labios y la ayudó a ponerse de pie. Ella caminó lento hasta llegar al sitio donde está su cartera, yo me quedé sentado en la cama. Viendo el café que ella había preparado para mí y le di un sorbo. Estaba un poco frío, pero el sabor era tal como me gustaba. —Lo siento, papá, me quedé en la casa de una de las chicas. Se nos pasaron un poco las copas. En un rato más estoy por la casa… Lo sé, papá. Lo siento, dile a mamá que estoy bien… De acuerdo ahorita salgo para allá —dijo entre pausas. Le di su espacio y más al escuchar que era con su padre el que hablaba. —Tengo que irme —dijo ella haciendo su cabello en una coleta alta. —Serán difícil de esconder esas marcas —dije señalando su cuello. Sus ojos parecían salirse de sus cuencas y fue rápidamente hasta el espejo. Me puse de pie y caminé hasta donde estaba ella inspeccionando su cuello. Golpeó mi pecho al ver que se trataba de una broma. —No es gracioso —dijo haciendo un puchero. Esboce una sonrisa y la abracé, no podía mantenerme lejos de ella. —Debo irme, mi padre está muy molesto, porque hice preocupar a mi madre. Lucio les dijo que me había quedado con una amiga, pero que no sabía quién era. Lo más seguro es que para esta hora ya sepan dónde estoy y no quiero que vengan a causar problemas. Mi padre y mi hermano son bien intensos —dijo acariciando mi mentón. —¿Nos volveremos a ver? —pregunté, ella se separó y se sorprendió. —Pensé que todo lo que dijiste era para lograr llevarme a la cama y que ya después cada uno se iría por su lado. —¿Eso es lo que quieres? —cuestioné un poco tenso. Ella no contestó y no sabía porque eso lo sentí como un golpe en el estómago. —Sabes que somos muy diferentes, no podríamos tener una relación. Aparte de que estoy segura que perteneces al lado oscuro de la justicia y no deseo ir a favor de eso. Lo mejor es dejar esta noche como la única vez que pasamos juntos —eso no iba a pasar, porque me encargaría de que Aitana Guzmán se enamorara de mí, sin importar el costo. —Las palabras que te dije son ciertas, no te libraras tan rápido de mí, sirena —le quité el teléfono de sus manos—. ¡Oye! Devuélveme mi teléfono —dijo intentando quitarme el aparato de las manos. Marqué mi número y la pantalla de mi teléfono se iluminó. Obteniendo así su número de teléfono, sería muy fácil saber dónde estaba, y con quien. —Volveré y esta vez no te dejaré ir sin importar quien se ponga entre nosotros —la acerqué a mí de nuevo y besé sus labios una última vez antes de dejarla ir. La puerta de la suite se hizo escuchar y esta vez me alejé de ella y caminé hasta tomar la bolsa. —¿Máximo? —cuestioné. —Sin novedad, la chica sigue con él —asentí y le hice señal de que saliera de la habitación. Regresé a la habitación y le entregué la bolsa. —¿Conseguiste ropa para mí? —preguntó con una sonrisa y un ligero color carmesí en el rostro. —Si, no voy a dejar que mi mujer ande en la calle sin ropa interior y mostrando sus preciosos atributos que están doloridos gracias a mí —dije guiñando mi ojo. —Iré al baño a cambiarme —la detuve y negué. —Puedes cambiar tu ropa aquí. Quiero terminar de memorizar tu cuerpo —ella asintió y lentamente desabotono mi camisa de su pequeño cuerpo. Ver su cuerpo desnudo de nuevo estaba provocando un calor en mi, pero todo se esfumó, al ver como absolutamente todo su cuerpo estaba morado. Las marcas de mis dedos en sus brazos, cadera, trasero y pechos me hicieron sentir mal, fueron más de las que pude apreciar anteriormente. Me acerqué a ella y me arrodille a dejar suaves besos sobre cada una de ellas. Ella me miraba aturdida ante mi acción. Me puse de pie, acaricie su mejilla y besé su frente. —No me hagas esto, por favor —me dijo esta vez con un falseo en su voz. —¿Qué te estoy haciendo? —cuestione acariciando su mejilla. —Estás haciendo que me enamore de un desconocido —dijo y no pude evitar sonreír y negar ante su comentario. —Pero ahora soy el desconocido que más te conoce, sirena —besé sus labios y me separé para ayudarla a vestirse con la ropa deportiva que había conseguido Luigi. Me costó mucho dejarla ir por esa puerta, pero sabía que volvería a verla. Ella era la indicada. La única que ha logrado domar a la bestia en mi interior. Suspiré cuando esa maldita puerta se cerró. Fui al baño, me di una ducha y me dediqué a esperar señales de Máximo. El reloj había marcado las 8, las 9, las 10 y no fue hasta las 11 de la mañana que hubo movimiento en la puerta de su habitación. Bajé mis cosas al auto y esperé a que bajara. Al ver la efusiva manera en la que se despedía de Esmeralda Galeano, la mujer a la que supuestamente utilizaría para una venganza sin sentido. —Tal parece que su noche estuvo muy buena, señor —me atreví a comentar. —No rebases tus límites, Ovidio. Recuerda tu lugar —negué, pero sin quitar la sonrisa de mi rostro recordando a mi sirena. —Parece que la tuya también estuvo buena —comentó y no pude evitar asentir con efusividad, pues fue una noche como ninguna la que me había dado mi piccola. —Me he enamorado de una hermosa mujer y no pienso dejarla ir. - - - - - - - - - - - - - - - Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2312176410827
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