LA INDICADA

1604 Words
OVIDIO —¿Ya sabes a donde iras a buscar tu conquista de esta noche? —preguntó mi jefe y secretamente, mi primo Máximo. Digo secretamente por todos los secretos que me han tocado guardar a lo largo de estos años. Especialmente de él, ser su mano derecha y guardaespaldas ha sido más sencillo de lo que me habría imaginado. Aunque la razón por la cual estamos aquí en Zaragoza, en lo personal me parece absurda. Se lo hice saber y ni aun así entro en sus sentidos. No lo culpaba, su instrumento de venganza era una mujer muy hermosa que despertó cosas en el que estaban dormidas. Jamás lo había visto excitarse solo con ver a una mujer tomar el arma y dispararla. No todos los días se ven esas cosas, pero ante mis ojos no fue la gran cosa. El volverme loco por una mujer no está en mi razonamiento. No, ha nacido o al menos no he conocido a la criatura que me haga perder el dominio de mis emociones. —Si, hay una discoteca muy cerca de aquí. Si me llegará a necesitar estaré muy cerca —dije sabiendo que su idea puede terminar mal. Los Galeano, no son personas de fiar y sabía que bastaba solo un mal movimiento de parte de Max, para tener un ejército afuera de su departamento. —No creo que eso sea necesario. Aprovecha a ver que tiene Zaragoza para ofrecerte —negué cuando emprendía mi camino fuera de la habitación. Al salir por la puerta me encontré con Luigi. —Compra algunos implementos de ser necesarios —le dije y él me miró con la ceja alzada. —Acabo de poner la bolsa a un lado de tu cama —asentí y sonreí ladinamente. —Tu siempre tan eficiente, vamos a comer algo antes de ir a ver qué corderito casamos esta noche —dije dando golpes leves en su hombro. Llegamos a un restaurante de la zona y la verdad es que mis ojos se desconcentraba. Para cada lado que miraba era ver mujeres hermosas. Después de unos tragos más, nos dispusimos a ir hasta la discoteca. Al entrar pedimos ir al área exclusiva y nos enviaron al segundo piso. Desde ese lugar se podía apreciar todo el lugar, principalmente la pista de baile. —¡Álvaro! ¿Todo esto lo hiciste por ella? —se escuchó gritar a una mujer a nuestro lado. —¿Qué esperabas? ¿Quién eres tú a lado de una mujer como ella? —Replicó un poco hombre. —Eres un maldito desgraciado. Me hiciste perder mi relación con Omar solo para darle celos a Aitana. —No quieras venir a echarme la culpa de tus decisiones. Yo te llamé y tú fuiste corriendo solita a meterte a mi cama. Si tanto querías a Omar, no lo hubieras hecho. Ya no hay vuelta atrás preciosa, ahora dame permiso que iré a reconquistar a mi mujer. —Nunca fue tuya y eso es lo que te duele, que nunca podrás tener a Aitana —Luigi detuvo el brazo del hombre antes de que este impactara en el rostro de la damisela a su lado. Él infeliz solo se soltó del agarre de Luigi y se fue hacia el otro lado. Me acerqué al balcón y unas risas captaron mi atención. Veo a un grupo de mujeres bailando y miro a una pequeña mujer en un vestido que abrazaba su cuerpo dejando ver sus delicadas curvas. Su cabello n***o y una hermosa sonrisa que adornaba su rostro haciéndolo brillar. Se llevaba sus manos hasta su cabeza y con sus dedos movía su cabello, sin dejar de sonreír. Disfrutaba de la música, por momentos cerraba los ojos y yo quedé completamente guindado de esa despreocupada mujer que bailaba hipnotizando a más de alguno a su alrededor con su belleza. No quería perder tiempo. Mi cerebro se conectó con mi polla y ambos exigían tener a ese cordero o más bien dicho sirena. Pues bastaba solo con verla sonreír, cautivar a cualquiera. Su belleza no permitía que pudiera quitarle los ojos de encima. Comenzaba a sofocarme el deseo de acercarme a ella y no sé en qué momento me vi caminando hacia ella. Bajé las escaleras y cuando estaba por abordarla, miré al infeliz de hace un momento, querer propasarse con ella. No lo dudé y fui al rescate de la bella sirena que me tiene cautivado. Lo que jamás me imaginé fue toparme con esa belleza de ojos color cielo, labios color carmesí, su piel tan blanca como la leche. Se miraba tan delicada como una bella muñeca y que solo me invitaba a llevármela de aquí y no permitir que ningún hombre la vuelva a ver, o si quiera respirar en su dirección. Por primera vez una mujer se negaba a ir conmigo. Jamás he intervenido en los asuntos ajenos a menos de que esa persona sea importante o signifique algo para mí. La pequeña tiene su carácter, obviamente no es de las que se queda callada y mucho menos de las que se deja envolver con facilidad, eso me encantaba. Esa mujer se irá conmigo, lo quisiera o no. No tomo mujeres a la fuerza, pero esta mujer en lo particular encendía mi lado primitivo. No soy el hombre más romántico para hablarle a una mujer, tampoco las dejo que tomen el control, pero esta pequeña mujer me hizo actuar como todo un hijo de put4. Le hice saber que no tendría escapatoria de mí, pero pareció no creerme o importarle. Cuando su guardaespaldas se acercó y ella se fue de nuevo con su grupo aproveche ese tiempo para hacer mi jugada. Fui en búsqueda de Luigi y le di las instrucciones de lo que debía hacer con el guardaespaldas de Aitana. Hasta pensar y pronunciar su nombre me eriza la piel. Me volví a acercar a ella dándole una nueva oportunidad de que se fuera conmigo a las buenas, pero tocó hacerlas por las malas, ya que nuevamente optó por rechazarme. Recuerdo subirla sobre mi hombro y el ahora de su delicioso perfume me inundó. ¿Qué diablos me estaba pasando con esta sirena? Debo de admitir que ese momento que ella pidió que pasáramos por tacos me tomó por sorpresa. Una mujer tan refinada, delicada como ella, comprando y comiendo de los camiones de comida fue algo muy divertido, pero muy nuevo para mí de ver. No cabe duda de que esta pequeñita es una caja de sorpresas. La muy cara de ángel, mente de demonio. Casi consigue matarme, pero no esperaba que yo buscara alivio en sus labios. Esos labios que me tentaron desde que los vi y hasta me los imaginé en partes de mi cuerpo. Bastó solo de ese beso para hacer que la mujer se derritiera en mis brazos. No fue un simple beso, fue el beso que despertó muchas sensaciones desconocidas en mí y eso me volvía débil ante ella. Horas después continuaba embistiendo su apretado y cálido interior. No cabe duda de que acabo de ganar el premio mayor. Ella me entregó su cuerpo, su inocencia y yo sería capaz de entregarle mi alma por haberme otorgado tan placentero y divino honor. No muchos hombres valoran esto, pero para mí esto es algo que va más allá del honor. No podría alejarme nunca más. Buscaría la manera de llevármela a Italia, porque esta mujer era mía. —¡Ya no puedo más! —gritó desplomándose sobre la cama al sentir su sexto o séptimo orgasmo de la noche. Yo tomé sus caderas, sentir su interior contrayéndose alrededor de mi polla era exquisito. Seguí moviéndome con rapidez para liberarme dentro del 3 preservativo de la noche. Salí de su cuerpo, para ir al baño y deshacerme de la goma que me cubría. Llené la bañera con agua tibia para ayudarla a limpiarse y que sus músculos se relajaran. Tomé el cuerpo de la pequeña sirena y mordí mi labio al ver su piel roja, especialmente su trasero y caderas. Lo más probable es que tenga algunas marcas temporales en su piel. Soy un cavernícola como dijo ella, no me medí al punto de que ejercí mucha fuerza sobre ella. La escuché gemir cuando su cuerpo hizo contacto con el agua tibia. Sus ojos se mantuvieron cerrados, pero yo me di a la tarea de lavar su cuerpo con cuidado. Una vez lista, la envolví en una bata de baño y la llevé hasta un pequeño mueble dentro de la habitación y la dejé sentada. Para poder quitar las sábanas sucias de la cama. Haciéndolo puede apreciar las muestras de su entrega y sentía como mi enorme y chocante ego se infló lleno de orgullo. Tomé una sábana extra del armario para cubrir la cama y la recosté con cuidado de no despertarla. Busqué entre mis cosas un pantalón deportivo, me lo coloqué para luego recostarme a un lado de ella. Besé su mejilla, su frente, su nariz y sus labios. —No sé lo que me has hecho, pero te puedo jurar que te has ganado todo de mí. El león ha sido domado por una pequeña sirena con cara de corderito —la traje a que se recostara sobre mi pecho e inhalando el aroma de su cabello me quedé dormido. Soñando con la idea de que por fin había llegado la indicada. - - - - - - - - - - - - - - - Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2312176410827
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD