Capítulo 32. Momentos de alegría: La reunión.

4350 Words
Esa noche, tal cual como habían quedado, ambas se presentaron en el rio, esa esfera mágica que se había vuelto especial para ambas. Era ahí, el único lugar donde eran libres para amarse en secreto, donde estaban a salvo, sin temores, seguras y protegidas. Con la complicidad de la noche que las resguardaba en su manto de oscuridad, podían besarse, acariciarse, abrazarse, todo lo que necesitaran para demostrar cuanto se amaban. Ahí, en medio de la hermosa naturaleza, y de los animalillos nocturnos que salían a cazar, podían existir calmosas, sin que nadie las juzgara. En ese rio que se había convertido en su guarida secreta, podían amarse en paz. Después de un par de tiernos besos, Mia prosiguió a contarle la buena nueva. Obviamente tubo que disculparse con su amada, ya que le había ocultado lo que había estado ocurriendo con ese pretendiente, pero le aseguró que todo lo había hecho con la mejor de las intenciones, pues lo último que quería era que se mortificara con algo que no tenía la más mínima importancia. Afortunadamente todo se había resuelto gracias a Agustín y su madre. No obstante, eso molestó sobremanera a Danielle. -No puedo creer que me hayas ocultado algo así, sin importar si me molestaba o no, debiste de habérmelo dicho. Ahora lo único que conseguiste con eso es que piense que no me tienes nada de confianza. – levantándose bruscamente de la manta donde estaban acurrucadas, indignada le hizo saber su descontento. -Claro que no, por favor no pienses eso, tú eres la persona en la que más confío. Entiéndeme amor, yo lo único que quería era evitarte un mal momento, que te molestaras y te sintieras impotente por no poder hacer nada, cuando yo estaba más que segura de que mi familia recapacitaría y todo se solucionaría. -respondió Mia tratando de hacerla entrar en razón, pero Danielle solo se enfureció más. -Es evidente que no es así, porque al único que le contaste sobre el idiota ese fue a Agustín, así que es él la persona en quien más confías. - llena de celos le reclamó, pues odiaba que a su amigo le hubiera tenido más confianza de contarle un asunto tan delicado. En cuanto al mentado pretendiente, no soportaba imaginar que un tipo se mostrara interesado en ella. El solo figurarse verlo cortejarla era algo que la enfermaba, por lo que se sintió dolida y traicionada. -Sí te hablé sobre él, y te exaltaste muchísimo. Ahora, si te hubiera contado que ya había empezado a visitarme, ¿cómo te abrías puesto? -Justo como ahora Mia, FURIOSA. – Elevando la voz reiteró su descontento. -Perdóname, pero si callé fue justo para evitarte ese sentimiento, no quería verte como te estoy viendo ahora. No te lo oculté porque no confié en ti cariño, me callé porque no quería verte sufrir. -Pues fue inútil, porque ahorita siento que me lleva el diablo. - y pateando la mochila que repleta de frituras había decidido llevar para botanear algo, salió volando lejos de allí. En cuanto tocó el suelo, todo su contenido se desbordó entre los matorrales. Comprendiendo el grave error que había cometido, y viendo lo furiosa que estaba su enamorada, acepto su error. Delicadamente se levantó de la manta donde reposaba, y rápidamente se acercó a Danielle. Esta en susurros propinaba maldiciones dándole la espalda, pues se había puesto en cuclillas para levantar las cosas que esparcidas en el suelo se habían ensuciado de tierra. Abrazándola con ternura, recibiendo resistencia por parte de Danielle, no la soltó en ningún momento, y colocando su cabeza en su espalda, comenzó a pedirle perdón una y otra vez. -Perdóname mi amor, fui una estúpida contigo, tienes razón, debí de habértelo dicho a ti, y no sabes cuanto me arrepiento, pues no me gusta verte así. Me siento ahora mal, pues te estoy lastimando, cuando lo último que quería era que sufrieras con lo que estaba pasando. – Ya un poco más calmada, Danielle se dio vuelta. En cuanto tubo la cara de Mia delante de la suya, le plantó un beso en esos dulces labios que tanto le gustaban. -Yo también te pido que me disculpes, no debí de exaltarme, has de pensar que soy una salvaje, una bruta. -Nada de eso, me encantas tal y como eres, no cambiaría nada en ti. – Regalándole una sonrisa le pellizcó su nariz traviesamente, y finalmente con unos cuantos besos más, se reconciliaron de su primera pelea. -Te prometo que de ahora en adelante pase lo que pase te contaré todo, no te volveré a ocultar nada. - Y yo te prometo no alterarme… Bueno, no esperes mucho la verdad, pero lo intentaré. - y ambas rieron felices de que todo estuviera bien. A partir de ahí las cosas comenzaron a ser mucho mejor para ambas. Conforme fueron pasando los días tanto Mia como Danielle disfrutaban de mas momentos juntas. Por su parte, Esteban, después de haber colgado ese día, se dirigió a la ciudad más próxima para retirar su dinero. En cuanto llegó a la hacienda habló con su mujer e hijos, a excepción de Danielle pues en aquel momento estaba trabajando. Les comentó reunidos en la deteriorada sala de estar acerca de un gran negocio, en el cual, un viejo amigo le había invitado a participar. Les aseguró qué con la ayuda de ese amigo lograría al fin sacarlos adelante. Gisela que estaba acostumbrada a sus mentiras, se dedicó a hojear una revista de moda sin prestarle la más mínima atención. No obstante, cuando les sacó un fajo de billetes argumentando que era un adelanto por sus servicios, dejó la revista aun lado y levantándose del viejo sillón del recibidor le arrebató violentamente el dinero de las manos. Sus hijos, atónitos ante semejante acto, quedaron sorprendidos, pues hacía mucho que no veían tanto dinero junto. Prometiéndoles que abría más, les suplicó que confiaran en él. Además, de buena manera les pidió que comenzaran a preocuparse por el lugar donde vivían. Ya era hora de que pusieran todo su empeño en arreglar la casa grande. Por supuesto también les aseguró que habría más, con ello podrían en principio saciar sus necesidades básicas como: ropa, despensa y servicios. Mas adelante podrían volver a gastar en lo que quisieran, solo les pedía paciencia. De antemano era consciente que el dinero que le había arrebatado Gisela lo ocuparía solo para ella, por lo que consiente de eso, antes de irse pasó al trabajo de su hija. Estando ahí, en primer lugar: le dio la buena nueva, y en segundo: le dejó una cantidad significativa para que solo administrara ella. Emocionada, Danielle le deseo lo mejor en su negocio. Le daba tanto gusto ver a su padre motivado a comenzar en algo nuevo. Y así, antes de partir quedó con ella de que semana con semana le mandaría todo lo que pudiera. De todo el dinero que le estaría depositando, una parte sería destinado a Gisela. Con ello, su mujer tendría la libertad de gastarlo en lo que le diera la gana. Con el resto, Danielle se tendría que encargar de las necesidades de sus hermanos y por supuesto de las mejoras de la casa grande. Siendo Allen el mayor y un hombre debería ser el que realizara ese trabajo, pensó en cierto momento Esteban. Lamentable y tristemente, su hijo no poseía ni la madurez ni tenía el sentido de responsabilidad desarrollado como para asumir semejante compromiso, por lo que a sabiendas de que se pondría furioso por semejante decisión, consideró que estaba tomando la mejor disposición. Danielle era la indicada para cuidar de todos ellos, mientras el estuviera lejos. Con todo eso arreglado partió, y con el pasar de los días, el dinero comenzó a fluir en el hogar de los Daurella, semana con semana sin falta les mandaba sumas elevadas de dinero. Pese a que a Danielle no le pareció normal en un principio, Esteban siempre le suministraba argumentos sólidos que le inhibían cualquier duda que en su mente se formara. Era extraño tan extraordinario éxito tan precipitado y repentino del nuevo negocio, pero decidió confiar en su padre, pues sabía que él nunca le mentiría, o eso quería creer. Conforme las cosas fueron mejorando, les terminó por proporcionar una cantidad semanal a cada uno de sus hermanos. Briella uso su parte para comprarse todo lo que se le antojaba, mientras Allen que al principio había estado indignado de que fuera su hermana la que les proporcionara el dinero de su padre, al final no le dio más importancia y comenzó a gastar en aparatos de ejercicio pues quería poner un gimnasio en una de las tantas habitaciones desocupadas. Por su parte Danielle había querido comenzar con las reparaciones de la casa grande, pero para su sorpresa Gisela que cada día estaba de mejor humor, le ordenó le dejara esa labora a ella. Estaba feliz de ver de nuevo una entrada de jugoso dinero, por lo que una vez terminó de arreglar su vieja recámara que convirtió en una glamorosa estancia, quiso distraerse también con el resto de la casona. Así que comenzó por cambiar esos viejos muebles de madera apolillados por unos de Roche Bobois. Instalada una antena satelital para que pudieran tener un teléfono en la casa y así evitar la necesidad de ir al pueblo a realizar llamadas, fue de las primeras cosas que le pidió Esteban a su hija. Una vez se instaló, Gisela fue la que más uso le dio, pues constantemente se comunicaba con una asesora que rápidamente le hizo llegar por paquetería exprés un catálogo con todos sus mejores, costosos y exclusivos modelos para que cambiara los muebles de su hogar. Conforme fueron llegando los nuevos muebles, la ex modelo contrató hombres que movieran estos a su gusto. A los pocos días de esto se presentó en la hacienda dos diseñadoras de interiores y un decorador, los cuales le ayudaron con la planificación y realización de los espacios, elaboraron planos de colocación para cada detalle. Y el decorador se encargó de elegir los tonos ideales, la iluminación perfecta y de darle ese toque elegante y glamoroso que tanto deseaba Gisela para su casa. Y así, en muy poco tiempo y con mucho dinero de por medio, Gisela transformó esa vieja ruina en una lujosa mansión. Apariencia que no era para nada acorde con una hacienda. En ese tiempo que Gisela estuvo ocupada remodelando todo el lugar, no tubo problema alguno con Danielle, circunstancias que agradeció la chica. Pese a que estuvo en contra de semejante locura que estaba haciendo su madrastra invirtiendo demasiado dinero remodelando el lugar, al final comprendió que, si era lo único que la hacia feliz, y con ello no jodia a nadie, bien valía la pena dejarla hacer su voluntad. Por lo que en un abrir y cerrar de ojos pese a su estado de salud, volvió a ser la misma de antes, se vestía con ropa fina y elegante y caminaba en una lujosa casa que le hacían recordar sus mejores años. Gracias a ese dinero del que desconocían su procedencia, fue como supremamente hubo paz con los Daurella. En cuanto a la familia Flores, quienes ya habían dado por concluida la tarea de buscarle marido a Mia, las cosas también comenzaron a ser mejor, a excepción del deterioro de Dolores, la cual a veces tenía días buenos y días muy malos, pero hacía todo lo posible para no hacérselo saber a los suyos, pues quería seguir viéndolos contentos. Los abuelos que habían pensado seriamente en regresar a su hogar, decidieron extender sus vacaciones un poco más, pues les preocupaba su hija, considerando que no sería prudente dejarla por ahora. Por lo que abandonaron el hotel y se instalaron en la casa de los Flores. Siendo que no se trataba de un lugar tan grande, los ancianos se acoplaron bien. Dormían en un par de catres en la sala, y por las mañanas una vez levantados ayudaban con las labores, por lo que estas disminuyeron para Mia, dejándole más tiempo libre. Mia proseguía llevando a sus primos a la escuela y de ahí pasaba a visitar a Danielle. Ahora que disponía de mas tiempo, le llevaba de comer todos los días, por lo que merendaba lo que Mia le preparaba. Casi nunca se veían en el pueblo, debido a las advertencias de Agustín, pero al menos trataban de un día a la semana salir a pasear, así disimularían un poco, o al menos eso pensaban ellas. Una semana en la que vieron en mejor estado a Dolores, se decidió organizar la comida que había quedado pendiente para invitar a Milagros y Agus, por lo que Mia habló con Danielle. - ¡Quiero que conozcas a mi familia! – le soltó una noche mientras abrazadas tapadas con una manta contemplaban las mansas aguas del rio. - ¿De verdad? - emocionada de sentir que todo comenzaba a formalizarse entre ambas, Danielle aceptó encantada. -Ya quiero que te conozcan todos. -Y qué hay de tu tía Flora, por lo que me contaste la última vez que hablamos, ella te amenazó para que no nos viéramos. ¿Crees que te valla a meter en algún problema? -No, por ahora mi tía esta super metida con lo de la kermes que están organizando su grupo de amigas, por lo que casi ni la vemos en la casa. Además, el día de la reunión por suerte será en domingo, día que va a misa y se ocupa todo el día en eso. Por lo que cuando regrese ya será muy tarde y la fiesta abra terminado. – le aseveró Mia muy segura. – Y aunque se presentara de improvisto, o se entere de ti en una plática que salga a colación, si dice algo ya a estas alturas no me importa lo que haga, solo me importas tú y que estemos juntas pase lo que pase. – y con un sensitivo beso continuaron abrazadas contemplando la noche, la cual era su mejor y única fiel compañera. Los días transitaron con calma para ambas familias. Gisela y los suyos seguían cambiando cosas en la casa grande, pues aún faltaban pequeños detalles que afinar. Conjuntamente, contrataron a una joven mal encarada para que les ayudara con la limpieza y una anciana que era una estupenda cocinera, especializada en familias de abolengo. Pese a que desde el día que Esteban partió no había regresado, se comunicaba cada que podía con ellos haciéndoles saber que estaba bien, y alegrándose de saber que todo estaba bien con los suyos. En el caso de los Flores, celebrando el día de la reunión, habían rentado unas mesas para comer afuera y disfrutar del paisaje. Mia y su abuela fueron las únicas que se encargaron de cocinar. Pese a que Amelia discutió en contadas ocasiones con Flora para que les echara una mano, esta se mantuvo al margen de los preparativos, y en cuanto llegó la hora de reunirse con sus hermanas, salió del recinto sin importarle los insultos que despotricó la anciana en su contra. Mia ya los había puesto al tanto de que invitaría a su nueva amiga, por lo que no ubo objeción por parte de su familia. Conforme las mesas fueron ubicadas una pegada a la otra en hileras y sobre estas colocaron manteles blancos, fueron colocando un par de ollas de delicioso mole con pollo, arroceras con arroz blanco y servilleteros junto a unos jarrones de cristal repletos de azucenas blancas. Las cocineras se habían esmerado mucho en preparar todo, obteniendo unos maravillosos resultados. La anciana se había encargado de matar a 3 gallinas, qué con gran habilidad dada por la experiencia de los años, con una mano las fue sujetando una por una del pescuezo y las colocó sobre un tronco. Con la otra, sujetando una afilada hacha, las decapitó con un solo golpe limpio. De ahí dio paso a destriparlas, desplumarlas y limpiarlas para dejárselas a Mia, quien las cocinó con gran maestría. Finalmente, en un enorme vitrolero de plástico que compró don Vicente en el mercado, pasaron a preparar un agua de Jamaica. Al dar las 2 de la tarde todos estaban listos, arreglados y aseados, incluso los niños, de quienes Mia se encargó de limpiar, pidiéndoles inútilmente que no se ensuciaran, pues al pasar los minutos como los traviesos que eran no tardaron nada en ensuciarse. Fuera, Erasmo, Ignacio y Don Vicente, sentados en unas sillas de plástico que igual habían rentado, platicaban amenamente mientras degustaban de una de las muchas caguamas que tomarían a lo largo de la reunión. Erasmo le servía otro trago en un vaso de unicel, cuando salieron de la casa las mujeres, quedando sorprendidos por lo bien que se veían. Doña Amelia, que lucía un vestido rojo campesino bohemio, de cuello redondo y bordado de mangas de tulipán, que le llegaba hasta los tobillos, salió refunfuñando que hacía mucho calor para andar de fiesta. Se había hecho un delicado moño que con una peineta de brillantes de fantasía le daban un aire regio. Dolores pese a su estado, salió usando de igual manera un vestido campesino como el de su madre, pero con la diferencia de que este era más corto, le llegaba a las rodillas y era n***o. Se había hecho una larga trenza negra y maquillado modestamente. Pese a la palidez de su semblante, lucía bastante bien. Finalmente, Mia salió luciendo un hermoso vestido artesanal de manta de color rosa mexicano. Este le llegaba a media pierna y era de un corte se mi-circular y ajustado a la cintura, por lo que dejaba entrever sus sensuales curvas. El vestido tenia estampado en el pecho y borde del vestido unas hermosas flores de colores, que acompañadas de unos modestos tacones la hacían lucir como toda una reina nativa. Se había peinado su larga y azabache cabellera en una coleta baja a la altura de la nuca, la cual caía por encima de su hombro. Para rematar su aspecto se había colocado una Azucena en el cabello, del mismo color de su vestido. Era la primera vez en mucho tiempo que se peinaba diferente, pues siempre llevaba su cabello trenzado. Debido a eso fue el centro de las atenciones de toda su familia, quienes la miraron fascinados, pues Mia había pasado de ser una chiquilla flaca y escuálida, a convertirse en una bella mujer. Su padre muy orgulloso de su hija, tras acercarse para ayudar a que su esposa tomara asiento, le dio un beso en la frente a su hija. Al poco rato llegaron los invitados. Primero aparecieron Agustín y su madre, quienes iban modestamente arreglados. Muy sonrientes agradecieron la invitación. Milagros en cuanto divisó a su amiga, rápidamente colocó una silla a su lado, e inmediatamente comenzaron a platicar amenamente. Por su parte Agus, como el resto de los demás le hicieron saber a su amiga lo bien que se veía. -Gracias Agus. - respondió esta nerviosa. - ¿Te ocurre algo? – quiso saber el amigo, percibiendo al instante el nerviosismo en ella. -Solo estoy un poco nerviosa, pues invité a Danielle, y me preocupa que algo terminé saliendo mal. -No te preocupes, tu familia son buenas personas, por lo que si piensas que la tratarán mal, te puedo asegurar que no pasará, así que quítate eso de la cabeza. – la reconfortó su amigo logrando que esta se calmara un poco. Una vez ocuparon su respectivo lugar, llegó Danielle acompañada de Briella. Por lo que fue inevitable que todos voltearan a ver a la singular pareja que llegaba a hacer acto de presencia. -Buenas tardes. - congratuló firmemente Danielle a todos los presentes. - Dany, Bri, bienvenidas, pasen. - las saludó Mia levantándose rápidamente de su asiento, acercándose a ellas, pasando a si a presentárselas a su familia. – Ellas son unas queridas amigas, Danielle y Briella Daurella, ambas viven en la vieja hacienda. -Así que viven en la hacienda, valla sorpresa, hacia muchos años que no veíamos a nadie de ese lugar… Bueno sabíamos que habían regresado personas a vivir allí, pues aquí como ya se abran dado cuenta los chismes vuelan. - dijo Amelia que fue la primera en saludarlas, dedicándole una mirada desaprobatoria al aspecto de Danielle. – tras esto Mia pasó a presentarles a sus padres, quienes les estrecharon las manos, y a sus abuelos. Don Vicente al igual que su mujer la miró con descontento, pero sin dejar de ser amable, pues era la invitada de su nieta. A continuación, prosiguió con su Tío y primos, quienes no pudieron evitar preguntarle a Danielle por que le gustaba vestir como hombre, pues esta se había presentado con su tan característico aspecto andrógino. Pero fueron rápidamente reprendidos por su padre quien se disculpó por ello. Y para concluir, las presentó con Milagros y Agus, a quien al menos el chico Danielle ya conocía. Sorpresivamente, cuando Briella fue presentada por Dany a Agus, este no pudo disimular su sorpresa. Pese a su sobrepeso, ese día Bri se había esmerado mucho en su arreglo. Iba ataviada con un elegante vestido de coctel vintage y floral, de bordeado sin mangas, acampanado y ajustado a la cintura, el cual le llegaba hasta sus gruesas rodillas. Se había puesto una gran faja para moldear su cuerpo. Su melena que normalmente Mia había visto siempre enredada y descuidada, estaba perfectamente peinada en unas ondas pulcras y delicadas, qué llevaba suelta. Se había cortado el cabello para la ocasión, por lo que ahora le llegaba a los hombros, estaba simplemente radiante. Pese a que Gisela siempre la menospreciaba por su peso, arreglada se podía apreciar la belleza de Briella, que maquillada parecía otra. Por ello Agustín no pudo disimular su interés, tartamudeando las palabras les presentó a su madre, sin quitarle la vista de encima a Bri, la cual no pudo evitar ponerse colorada, pues no estaba acostumbrada que un hombre la mirara de esa manera, es mas no estaba acostumbrada que la vieran. para ella el ser invisible se había vuelto lo normal, ahora en cambio, sentir la mirada de ese simpático joven, la hizo sentir muy bien consigo misma. Mia que se percató de esto, dibujó una sonrisa en el rostro, pues era la primera vez que veía a su amigo entusiasmado. Hábilmente para ayudarle, colocó a Briella para que se sentara a su lado. -Siéntate aquí Bri, junto Agus para que te haga compañía. – indicó Mia guiñándole un ojo a su amigo, quien no pudo evitar ruborizarse al saber que se había percatado de su interés. Briella que quería estar cerca de su hermana, sin poder reaccionar, antes de que dijera algo, Agustín entusiasmado y con un brillo en los ojos comenzó a hacerle plática, rompiendo el hielo. Danielle percibiendo lo que había hecho Mia le sonrió con complicidad, pues quería que su hermana se distrajera y divirtiera ese día, y que mejor que conociendo gente nueva. Pese a que el aspecto de Danielle había llamado mucho la atención en un principio, pasado un rato, dejaron de darle importancia, y enseguida se acomodaron muy bien a ella y a su hermana. De la misma forma ambas invitadas rápidamente se adaptaron y acoplaron a la reunión, y con ello se mantuvo una atmosfera amena, fluida y divertida. Dany escuchaba atentamente las peripecias que Amelia les contaba, narrándoles una historia tras otra de las veces que se había peleado con alguien que se había querido pasar de listo con ella, y que aseguraba se habían arrepentido, pues nadie se metía con ella y salía victorioso. Les preguntaron a las dos chicas como era la hacienda, pues nunca la habían visto por dentro. Quisieron saber si era verdad alguna de las tantas cosas que se contaban. Que iban desde que estaba embrujada, hasta que se había enterrado un cuerpo ahí, el cual ahora era un fantasma que deambulaba por las noches, así mismo que habitaban duendes y nahuales. -Lo único aterrador y sobrenatural que vimos al llegar fue la inmensa cantidad de telarañas que tenía la casa. – se mofó Danielle provocando que todos rieran. Estaba siendo una reunión muy encantadora, todos charlaban, los hombres tomaban con moderación, y los niños correteaban persiguiendo mariposas. Mientras Erasmo, Don Vicente e Ignacio hablaban de sus trabajos, Agus y Bri no paraban de hablar de todo tipo de cosas relevantes, como que tenían el mismo gusto musical, o su fascinación por los dulces, contándole que se dedicaba a vender golosinas en un carrito que el mismo adquirió. Amelia le daba consejos a Milagros sobre como se les debía de regatear a los vendedores ambulantes, quienes se aprovechaban de dar todo más caro si uno no se ponía al tiro. Por su parte Mia y Danielle sentadas la una junto a la otra, de la misma forma charlaban sobre todo, disfrutando muy alegremente de la fiesta. Todos la pasaban bien, incluso Dolores que agotada, trataba de ocultarlo lo mejor que podía, pues no quería perderse de la fiesta y la llevaran a acostar, privándola de la velada. No obstante, en determinado momento en que se quedó sola, mientras le daba unos sorbos a su vaso con dulce agua de Jamaica, observó muy detenidamente a su hija y a esa nueva amiga de la cual no se despegaba en ningún instante. Haciendo memoria recordó la cantidad de veces que le habló de ella, y de la ilusión con que lo hacía. Cada vez que la escuchaba percibía en su tono de voz alegría. En un principio lo había asumido al hecho de que además de Agustín, su hija no contaba con más amistades, por lo que supuso en ese momento que a eso se debía la emoción. Pero ahora, sentada y observándolas con detenimiento, con música de fondo que salía de una vieja grabadora que habían encendido Ignacio y Erasmo para darle más sabor al ambiente, percibió que esa relación de amistad que tan feliz hacía a su hija no se trataba solo de eso, en su trato había algo más. Y abriendo enormemente los ojos, finalmente comprendió lo que estaba ocurriendo entre ambas.
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