Capítulo 30. La llamada.

3119 Words
Su mente, agotada de tantas consternaciones, estaba a punto de fragmentarse. Una cadena de imágenes fluctuantes, algunas nítidas y otras borrosas, iban y venían bombardeándola con destellos de recuerdos que pasaban una tras otra sin piedad. Imágenes en su mayoría espantosas, que solo le rememoraban horribles recuerdos cargados de olas de sufrimiento. Por si fuera poco, un eco de voces le susurraban cosas al oído, palabrerías incomprensibles que solo la enajenaban aún más. Quería que los murmullos penetrantes los cuales sentía le taladraban el cerebro se desvanecieran, que las imágenes desaparecieran y que los gritos en la hacienda cesaran, pero nada parecía terminar. Por más que luchaba por controlarse, era inútil, pues estaba siendo arrastrada por sus emociones a un abismo de oscuridad, del cual una vez callera en sus entrañas, jamás saldría de allí. Su inestable cordura, una vez estuviera quebrada, ya no podría volver a restaurarse. Luchando con todas sus fuerzas por aferrarse a la poca sensatez que le quedaba, se apretaba la cabeza con ambas manos, y rogaba entre gritos que todos pararan. Mientras Briella enfrentaba ferozmente una lucha mental, en la planta alta la familia continuaba con su acalorada discusión. -Yo no estoy dispuesta a seguir bajo el mismo techo que esta. Estoy harta de ella, de la gorda y de ti Esteban. No has sido más que un inútil y el único responsable de que estemos así. – manifestó Gisela furiosa dirigiéndose hacia su marido, colocándose frente a él. -No culpes a mi papá de tus frustraciones Gisela. – le respondió Danielle interponiéndose entre sus padres, provocando que Allen le hiciera frente también. -Cuida como le hablas a mi mamá mariamacho o te rompo la cara. -Ya me gustaría verte intentarlo. – lo desafío la hermana colocándose igual frente a él dispuesta a todo. Entonces acalorado por la discusión del momento, Allen la empujó con fuerza hacia atrás burlándose de ella, provocando que Danielle hasta el límite de su paciencia le soltara un gancho directo en la quijada. Y así comenzaron a golpearse mutuamente. Allen que casi pierde el equilibrio por el golpe, logró mantenerse firme y acto seguido se lanzó sobre su hermana propiciándole una serie de puñetazos en la cara. No obstante, Danielle se cubrió el rostro rápidamente con su antebrazo y le soltó otro gancho en el abdomen, el cual resistió por su constante entrenamiento físico, por lo que Danielle le dio golpe tras golpe buscando proporcionarle otro en la cara, pero Allen que era rápido se protegía el rostro con habilidad. Justo cuando comenzaban a aporrearse con más furor, intervino Esteban, qué colocándose en medio de los dos, logró separarlos lanzando a cada uno lejos del otro. Pese a todos los problemas por los que estaba pasando, Esteban aún se mantenía en perfecta condición física, por lo que no le costó ningún trabajo controlar a sus hijos. -BASTAAA. - rugió el padre indignado ante su deplorable comportamiento. – No voy a permitir que se sigan comportando como animales en nuestra presencia. Ya estoy hasta la madre de todos estos pleitos. Cualquier discrepancia que tengan todos ustedes hoy se termina. No me importa lo que sea, he dicho que hoy se acaba y punto. -No pienso seguir viviendo aquí con esa salvaje. - insistió nuevamente Gisela enfurecida mientras revisaba el labio partido de su hijo. -Allen, Danielle, a su cuarto ahora. – Les ordenó aun furioso sin quitarle la vista de encima a su esposa. Sin embargo, ninguno de los hijos se movió. – DIJE AHORA MALDITA SEA, LES JURO POR DIOS QUE SI NO SE MUEVEN YO LOS SACO A PATADAS DE ESTA HABITACION. – rugió Esteban, logrando solo de esa manera que reaccionaran, pues eran conscientes de que si lo haría si no lo obedecían. No obstante, justo en el momento en que iban saliendo de la habitación, Briella comenzó a gritar como loca. -Vallan a calmar a su hermana. – sin voltearlos a ver, se los pidió una vez estuvieron fuera de la alcoba, cerrando la puerta en sus narices. -Yo no pienso ir a ver a la gorda, ese no es mi problema. - y se dirigió a su habitación mientras se masajeaba la quijada. Preocupada, Danielle fue a ver que ocurría con su hermana que seguía gritando. -Nada de lo que digas me hará cambiar de parecer, así que ahórrate el sermón y sal de mi habitación. – expresó Gisela tranquilamente viendo a su marido como una insignificante basura. Esteban que seguía con la cabeza recargada en la puerta que había cerrado, dio media vuelta para ver a su mujer. Estaba enervado de tantos problemas, por lo que estaba decidido a concluir con las disputas de su familia esa misma noche. Así que justo cuando Gisela comenzaba a quitar las sábanas de su cama para acostarse, Esteban se dirigió rápidamente hacia ella y con una fuerza violenta debido a la frustración, sujetó de los hombros a su mujer con ambas manos. -Estoy hasta la madre de tus amenazas Gisela. Ya sé que cometí muchos errores en el pasado, pero te puedo asegurar que los estoy pagando muy caro. Aun así, estoy dando todo lo que está en mis manos para que las cosas sean mejor de lo que están, pero tú simplemente no estas dispuesta a cooperar en nada. Por más que te lo pido, suplico y me humillo ante ti, tú simplemente estás renuente a cambiar, así que ya no más. Si quieres largarte está bien, no te detendré, toma tus cosas y lárgate de una vez. Pero eso sí, a ver cómo te las arreglas por tu cuenta, porque yo no tengo ni un peso en que caerme muerto, y esta maldita hacienda no se vende. - ¿No me lo puedo creer, me estás poniendo por debajo de esa? - indignada empujó a su marido para quitárselo de encima. -Esa, se llama Danielle, y te recuerdo que es mi hija. Y no, nadie te está poniendo por debajo, tú eres la que te empeñas en volver esto un drama. Y ya no pienso caer en esos chantajes, por lo que no voy a decidir entre mi hija y tú, no pienso ser parte de ese juego. Ahora bien amor, si tú ya no soportas estar aquí CON TU FAMILIA, vete, pero que sea de una vez. - y dirigiéndose al armario impulsado por la ira, sacó una de las maletas que arrojó con rabia a la cama y comenzó a llenarla de la ropa de Gisela. -No quieres estar con esta familia, no quieres poner de tu parte, solo quieres estarnos jodiendo, pues muy bien, aquí tienes, vete y has lo que quieras, yo ya estoy cansado de tanta estupidez y ya no pienso seguir soportándolo ni un segundo más. Haa, y si quieres demandarme hazlo, dudo mucho que a estas alturas haya algo que me puedas quitar amorcito. – Y entonces dándose cuenta de la situación y de lo horrible de su realidad, Gisela pese a su gran entereza se quebró, cayó derrotada sobre su cama y destrozada comenzó a llorar amargamente, impotente y abatida se cubrió el rostro para que no la mirara. En la planta baja, Danielle abrazaba cariñosamente a su hermana, la cual había encontrado inclinada frente al televisor, que a todo volumen anunciaba unas toallas sanitarias. Frente a este y con las manos en los oídos Briella gritaba enajenadamente sin parar, mirando sin mirar a la nada. Preocupada pues nunca la había visto así, Dany primero intentó calmarla hablándole cariñosamente, pero tras ver que esta ni siquiera se había percatado de su presencia, optó por agacharse junto con ella y con fuerza la abrazó como si fuera una niña pequeña, comenzando así a suplicarle que se tranquilizara. -Bri aquí estoy, ¿me escuchas? Cálmate, estoy aquí contigo, tranquila chiquita, ya, no pasa nada. – y así recitándole palabras de alivio, poco a poco Briella comenzó a relajarse y controlarse. Había estado a punto de caer en ese vacío del que no encontraría la salida, pero las palabras de su hermana bastaron para ayudarla a sobresalir al menos por ahora de ese pozo sin fondo que la seguiría esperando. -Perdóname Bri, me dejé llevar sin ponerme a pensar que con mis acciones no solo afectaba a papá, también a ti, lo siento. – dándole un beso en la frente se disculpó con esta, que ya mas calmada no respondió nada. Permanecieron en silencio un buen rato, agachadas una junta a la otra, abrazadas en el suelo, con una televisión que seguía anunciando comerciales inútiles. Con el matrimonio las cosas también se habían relajado un poco. Esteban de pie, frente a la claraboya, observaba su reflejo en la ventana la cual se había vuelto un espejo gracias a la reflexión de la luz. Pensaba en todo y nada a la vez. Había dejado a su esposa llorar tranquilamente dándole su espacio. Al cubrirse el rostro rápidamente entendió que no quería que la mirara así, por ello estaba dándole la espalda para darle su momento. Allí estuvo de pie un buen rato lamentándose por lo mal que la estaban pasando todos y por su culpa, hasta que finalmente la mujer logro recuperarse. Nuevamente, con su actitud de soberbia recuperada y su entereza de nuevo intacta, le ordenó que saliera de su habitación ipso facto. -Se que las cosas han sido muy difíciles para todos, sobre todo para ti. Créeme que jamás quise traerte aquí con la intención de que sufrieras Gisela, mi única motivación era verte tranquila y en paz, alejada del bullicio de las grandes y contaminadas ciudades. Quería que estuvieras en un lugar donde te sintieras bien, pero me equivoqué. Ahora me doy cuenta que lo más seguro es que abrías estado mucho mejor en una gran ciudad. Pero ya está hecho, no hay marcha atrás y no tiene caso que sigamos discutiendo por ello una y otra vez, esto no es vida para ninguno de nosotros. – acercándose a la cama se sentó al lado de su mujer, que no se dignó en verlo. -Estoy consciente que a estas alturas no confías en mí, pero te suplico, por una última vez hazlo. No quiero que te vallas, te quiero a mi lado, pues pese a todo yo aun te amo. Quiero que estemos todos juntos y nos llevemos bien, como familia unida. – sujetándola de la mano insistió una vez más. - ¿Así qué por una última vez, puedes confiar en mí? te aseguro que, en un plazo máximo de una semana, las cosas comenzarán a mejorar económicamente para todos nosotros. – sin embargo, no obtuvo respuesta alguna de su mujer, únicamente un abismal y prolongado silencio. Vencido, se levantó de la cama para regresar a su cuarto, y justo en ese momento en que pensaba que ya no habría nada por hacer, Gisela habló. -Tienes solo una semana, nada más. – fueron las únicas palabras de la mujer, pues comenzó a costarse. -Te lo aseguro, ya verás que no te arrepentirás. – esperanzado y entusiasmado de saber que las cosas podrían mejorar, feliz corrió a su lado para darle un beso de agradecimiento. Hacía mucho tiempo desde la última vez que se habían dado un beso, por lo que, entusiasmado, el marido buscó sus labios para besarla, pero se encontró con el rechazo, pues Gisela volteo el rostro justo en el momento en que Esteban se proponía besarla. Por un momento estuvo a punto de dejar las cosas así, pero consciente de que él también tendría que poner de su parte, se conformó con besarla en la mejilla. – ya verás que todo mejorará. Solo te voy a suplicar qué por el bien de la familia, intentes, aunque sea un poquito, llevar la fiesta en paz con Danielle, por favor. – no obstante, Gisela permaneció muda, pues había dicho todo lo que tenía que decir, por ello ya no dijo nada más. Esteban comprendiendo que ya era suficiente por esa noche, decidió dejarla descansar. Deseándole buenas noches y prometiéndole una vez más antes de salir que todo mejoraría a partir de ahora, abandonó posteriormente su alcoba. -De esta humillación te vas a arrepentir infeliz, me las cobraré, y con lo que mas quieres. – sentenció la ex modelo indignada, rasgando la funda de su almohada. Estaba muy decidida a cobrarse y con creces lo que le habían hecho, ya llegaría su momento. Y así tras una ajetreada y pesada noche, fue como al fin pudieron todos dormir, al igual que el resto de habitantes de Ojo del sol. Fue una noche larga y tranquila que refrescó, de manera que, por esa vez el calor del verano no los sucumbió, permitiéndoles a los pueblerinos dormir plácidamente. A la mañana siguiente, a primera hora del alba y con los ánimos más calmados, Esteban fue a llevar a su hija al trabajo. Durante el camino no cruzaron palabras, pero cuando el viejo vehículo se estacionó frente al minisúper, y Danielle se disponía a bajarse el padre hizo una petición a su hija. -Se que es pedirte demasiado, pero ¿podrías hacer un mayor esfuerzo para evitar tener más roces con Gisela? - lanzando un suspiro de cansancio, Danielle estuvo a punto de enumerarle una lista completa del por qué, lo que le pedía era inútil, sobre todo de parte de esa mujer que era la menos interesada en que las cosas se arreglaran. Pero al ver el terrible semblante con el que había despertado debido a tantas problemáticas y en parte por culpa de ella, resignada, le prometió que haría lo que estuviera en sus manos, al menos por su parte, para no tener ni un enfrentamiento más con la gran Gisela. Agradecido y satisfecho de ver que todo marchaba bien, Esteban se despidió deseándole que tuviera un maravilloso día. Tras despedirse, se dirigió a las cabinas telefónicas del pueblo, pues ya era hora de darle solución a todos los problemas. Sabía bien que si no hacia algo cuanto antes, todo concluiría terriblemente mal, pues estaba seguro que su familia, o se terminarían matando entre ellos, o se marcharían cada uno por su lado, y eso era algo que no estaba dispuesto a permitir, no al menos estuviera con vida y tuviera las fuerzas suficientes para seguir peleando. A como diera lugar Esteban conservaría a su familia junta incluso si eso significaba hacer un pacto con el mismo diablo. Y literalmente hablando era justamente lo que se proponía hacer en esos momentos. Le había costado mucho tener que decidirse por ello. Había intentado por la forma legal y correcta tratar de encontrar una solución. Cosa que fue inútil pues perdió todos sus bienes. Si quería sacar adelante a su familia acostumbrada a una vida de lujos jamás lo conseguiría volviéndose un asalariado. Y vender la hacienda como había sugerido Gisela no era opción, pues con lo que les dieran solo les serviría para vivir bien un par de meses y luego se verían ahora si completamente sin nada, viviendo muy probablemente de la caridad. Y eso era algo que jamás aceptaría. Por ello, su única y mejor opción era contactar a Guillermo. Una vez estuvo dentro del recinto, pidió lo comunicaran al número qué impreso en una tarjeta, le entregó a la sonriente adolescente de cabello crespo, morena y muy risueña, que atendía en esos momentos el negocio de sus padres. Muy eficientemente tecleando con gran habilidad su teléfono, lo comunicó con el receptor solicitado. - ¡Caseta numero 5 por favor! - anunció muy sonriente la muchacha, sosteniendo el auricular sobre su hombro. Esteban rápidamente entró en la cabina, y descolgó el teléfono qué colgado de la pared, esperaba a su siguiente cliente para que lo cogiera. Una vez hizo esto, Magali que era el nombre de la adolescente, colgó el suyo, y comenzó a tomar el tiempo que anotaría después en sus registros. Mientras la llamada entraba, Esteban recordó a Guillermo. Habían sido amigos en el instituto, era un chico muy alegre y platicador, pero también con un gran temperamento. Guillermo era de esas personas que se hacía notar con gran facilidad por su gran personalidad, nunca pasaba desapercibido, por lo que era fácilmente identificable en la universidad. En aquel entonces ambos querían ser grandes empresarios. Esteban contaba con los negocios de su familia, los cuales lo estaban esperando en charola de plata, mientras Guillermo que gracias a la ayuda de un tío quien le pagaba sus estudios, no tenia nada. Quizás no poseía vienes algunos, pero tenía el hambre de triunfar, el mayor aliciente que se necesita para salir adelante. Sin embargo, los negocios en los que comenzó a triunfar el amigo no fueron para nada legales, por lo que comenzó a difundirse rumores de sus ilícitas labores. Una vez graduados y con el paso de los años, algunas personas se fueron alejando de Guillermo y otras se acercaron a el por el interés. Esteban fue uno de los que se alejó, pero no sin antes en su cara decirle los motivos de ello, pues él por principios nunca actuaba a traición. En su momento Guillermo comprendió al recién casado que buscaba una vida tranquila alejado de los problemas, que sin duda eran el día a día del amigo. Así entendiendo a la perfección, Guillermo comprendió, sin la necesidad de retirarle su amistad, asegurándole qué si algún día necesitaba de él, no dudara en localizarlo. Tiempo después cuando se volvió pública la situación de quiebra de Esteban, recibió en su oficina un paquete, el cual contenía una caja de habanos con la tarjeta que sostenía en ese momento, además de una nota la cual simplemente decía: Si necesitas ayuda llámame. Tras recibir el paquete consciente de que, si aceptaba la ayuda de este, significaría entrar a formar parte de los malos negocios de su amigo y sabía que una vez dentro jamás saldría de ello. Por lo que optó por tirar el envió a la basura, pero tras analizarlo mejor, recuperó únicamente la tarjeta con el número y la guardó, pues no sabía si en determinado momento llegaría a poder necesitarla. Y no se había equivocado, pues allí en ese momento en que el teléfono sonaba, estaba localizando a su viejo amigo para pedirle ayuda, así eso significara venderle su alma al diablo. - ¿Sí, diga? - preguntó una voz grave y potente, que era la voz inconfundible de Guillermo. -Hola Memo, soy Esteban, se que a pasado mucho tiempo desde la última vez que hablamos, pero como me dijiste que si llegaba a necesitar de tu ayuda te hablara… pues, aquí me tienes…suplicándote me ayudes. Y con una estridente carcajada de parte del receptor, fue como dieron paso a comenzar con las negociaciones.
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